La visita de María a Isabel

miércoles, 23 de marzo de 2011
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Ejercicios Ignacianos

Día diez: La visita de María a Isabel (Lc. 1, 39-56)

39 “En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

40 Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

41 Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,

42 exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

43 ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

44 Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

45 Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

46 María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor,

47 y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,

48 porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,

49 porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!

50 Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.

51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

52 Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

53 Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.

54 Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,

55 como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».

56 María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.”

Este misterio de la vida de Jesús y de María completa la contemplación del día de ayer del anuncio a María, la Encarnación. A María le sale natural el ponerse en camino para servir. María es la servidora de la humanidad. El encuentro entre la estéril y la Virgen es una explosión de alegría y de alabanza, ambas testigos y de la gracia que las ha hecho fecundas. María se siente confirmada en su sí a Dios por su prima Isabel. Nosotros reconocemos a la comunidad como un lugar privilegiado para confirmar la acción de Dios.

María da rienda suelta al gozo y la alegría de su corazón, agradece por lo que Dios ha hecho en Ella, porque cumple su promesa y ha hecho maravillas en su pueblo. El Magnificat es un anticipo de las bienaventuranzas, un compendio del Evangelio y explicita el modo de Dios. En la oración cada uno puede hacer su propio Magnificat: ¿cuáles son las maravillas que Dios ha hecho en mi vida, mi corazón, mi familia, mi pueblo?

Ante el saludo tan cariñoso de Isabel, María abre su corazón en una alabanza indescriptible. Es el corazón de María que nos representa a todos nosotros, es el alma de Israel, es el alma de la humanidad que reconoce las maravillas de Dios en su propia vida:

«Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,

porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,

porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».

Con la lectura del Evangelio, de las palabras de Isabel y de María, vamos reconstruyendo la historia, como nos invita San Ignacio. Se trata de ir viendo lo que contemplo a partir del texto bíblico. No se trata de inventar nada. Para ello, simplemente nos ayuda leer varias veces el pasaje, tratando de ser fiel a la historia, a lo que ocurrió. SanIgnacio, en su libro de los Ejercicios Espirituales, en el 263 dice:

DE LA VISITACION DE NUESTRA SEÑORA A ELISABET, según nos cuenta SAN LUCAS EN EL PRIMER CAPITULO, V.39-56. 1º Primero: cómo nuestra Señora visita a Elisabet, San Juan Bautista, estando en el vientre de su madre, sintió la visitación que hizo nuestra Señora: (Y como oyese Elisabet la salutación de nuestra Señora, gozóse el niño en el vientre de ella, y llena del Espíritu Santo, Elisabet exclamó con una gran voz y dijo: bendita seas tú entre las mujeres, y bendito sea el fruto de tu vientre). 2º Segundo: Nuestra Señora canta el cántico diciendo: (Engrandece mi alma al Señor). 3º Tercero: (María estuvo con Elisabet quasi tres meses, y después se tornó a su casa).

 

Estos tres pequeños puntos que Ignacio nos regala para la contemplación de hoy están en la misma línea que él siempre nos dice cuando hacemos los Ejercicios: no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir y gusta de las cosas internamente.

Hemos leído el Evangelio. Hemos leído un trozo del libro de los Ejercicios. Y pasamos al segundo preámbulo, que es "la composición de lugar" (EE 103): es decir, tengo que componer la escena, recrearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece. A veces me lleva más tiempo. Este preámbulo ya es oración, porque el modo como Dios me va llevando a fijarme en alguna parte de la escena ya es una indicación de las áreas que Él quiere reconstruir en mi persona. Si no hay composición de lugar, la imaginación vuela en el vacío. Cuando hay una buena composición de lugar, hay menos distracciones, ya que cuando se me va la imaginación, fácilmente puedo volver a la escena.

Avanzo un poco más y le pido al Señor lo que deseo y busco y quiero en esta oración. Demandar lo que quiero (Formular la petición (EE 104). La petición es la que da el rumbo a la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo. Con el Señor tenemos que ser pedigüeños. Y la respuesta a mis peticiones se me da en la acción, en el modo en que yo soy conducido por Dios. Si Dios me tiene largo tiempo esperando, se me está indicando que espere. Si en esa espera yo tiendo a dialogar con el temor, se me está diciendo que espere siendo fiel ante las tentaciones del temor.

Y avanzamos un poco más en nuestra petición. En la segunda semana en la que estamos, vamos a ir concentrándonos paulatinamnete en estos elementos:

Interno conocimiento de nuestro Señor Jesús”

Conocimiento interno, que te conozca, que te ame y que te siga, Señor. Dame esa gracia. El conocimiento interno no es solamente conocer datos interiores o los hechos, sino las actitudes que le mueven y que eso internamente me toque a mí, me refleje algo. Un conocimiento que en primer lugar produce amor, una misteriosa atracción por la figura de Jesús. No es como cuando conocemos un cuadro en un museo, sino que es un conocer que nos lleva a amar. Y no es un amor cualquiera, nos lleva al seguimiento, engendra seguimiento. No es imitación mecánica de lo que Jesús hacía entonces, sino la actitud del discípulo que le sigue hoy.

 

Seguimos avanzando en nuestra contemplación, en el gozo y la alegría de meternos en la vida y el misterio del Señor, de la vida de María, de Isabel.

Reflectir para sacar algun provecho significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.

El segundo paso será ir metiéndonos en los diversos puntos que SanIgnacio nos sugiere. Debemos poner a funcionar nuestros cinco sentidos: ver, oír, tocar, oler, gustar, si se nos concede. Se trata de un modo más pasivo de orar, más desinteresado. No me miro a mí mismo, miro fuera de mí. Poco a poco me iré metiendo en esta escena de la vida de Jesús que está en el vientre purísimo de María, como si presente me hayare, sin ser yo el protagonista, sino haciéndome un servidor de las personas que contemplo. Nuestra presencia debe ser cercana, concreta, evitando la dispersión. Nuestra contemplación debe ser humilde, sencilla, práctica, dejando de lado la neutralidad del mero observador. Va a ser un dato muy importante del examen de la oración que haré luego. Tal vez ausente, o en un lugar inesperado, o haciendo algo impropio. Aquí se me muestra algo de lo que Dios me quiere decir. Tal vez difiere de lo que se le dijo a los personajes en la escena evangélica. Ir viendo qué me dice esta escena, el saludo de Isabel, el cántico de Nuestra Señora. Me imagino que habrán bailado, habrán cantado, como lo hace la gente simple, que celebra el encuentro y la belleza que Dios hace en sus vidas.

La contemplación no se trata de un mero ejercicio emotivo. Es también un acto que me ayuda a sacar algún provecho, teniendo en consideración qué busco, qué deseo, dejo que lo que voy contemplando me diga algo nuevo. Eso que se me dice son justamente las mociones que se me dan. Debo estar atento para sentir qué luz refleja sobre mí esta escena. Y cuando me dejo tocar, va a llegar la luz. Le voy a pedir a Dios que me enseñe a contemplar su vida. Y aquí es distinta la contemplación de la meditación -donde sólo uso la inteligencia-. Aquí uso los sentidos, el corazón.

Avanzo un poco más y dialogocon el Señor, con Isabel, con María, con el Padre, con el Espíritu Santo. Es el momento del coloquio, que puede atravesar todo el rato de la contemplación. Ignacio sugiere en estos días un coloquio libre, desde donde estoy en la contemplación, y a partir de lo que voy viviendo en esta contemplación.

Coloquio a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.

En todo caso, siempre hay que saber mantener mi capacidad de súplica, de escucha, de alabanza; saber proporcionar el tiempo de contemplar y el de suplicar. Sin contemplar, no voy a poder escuchar. Sin hacer coloquios, Dios no me dará lo que pido, porque para demandar lo que quiero, hay que querer lo que demando. De esta manera el coloquio va tomando un espacio hermoso en este rato de oración. Dialoguemos con el Señor, con la Virgen, con lo que el Espíritu nos va regalando.

Voy avanzando lentamente en este rato de intimidad, gozo y alegría, de estar con el Señor.

Algunas consideraciones para contemplar mejor

Ayuda para contemplar mejor la vida de Jesús el hacerme sencillo. Supone no buscarme a mí mismo, ni buscar ideas brillantes, porque lo que buscamos es una presencia, una intimidad de amor.

Supone superar el consumo de la eficacia. Es dejarme enamorar, golpear, impactar, habitar, impregnarse sin apuro.

Supone ser desprendido, salir de sí, no estar centrado en mis conflictos.

También implica evitar el discurso. En la contemplación me dejo tomar, transformar, dejo que se refleje en mí esa escena, es algo gratuito. Con el discurso yo me apodero de la realidad. Aquí dejo que el Señor se apodere de mi corazón.

Supone abrirse a lo nuevo, a la novedad incesante del Espíritu. Cada misterio me dice una palabra y es siempre nueva.

La contemplación es original, recrea algo bello en mi corazón.

El Espíritu me habla a mí en mi circunstancia, y me invita a reproducir el modelo. Me puedo preguntar: ¿cuáles son las visitas más hermosas de mi vida? ¿Qué visita hoy necesitan los demás? Mi familia, mis amigos, mi pueblo, mi gente?

En este coloquio, en este encuentro con el Señor, sigo escuchando las palabras de Isabel: “¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».

Isabeles lamujer privilegiada que ha entonado el primer Dios te salve. Ella, que no podía tener hijos, fue visitada por el Señor y le llenó de vida la casa y su existencia.

María es esa joven virgen que se puso toda en manos del Señor para hacer su voluntad y por eso toda su vida es un canto de alabanza:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su esclava. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación”

Todo esto es una alabanza gozosa de María al Creador, al Señor de la vida, al Señor todopoderoso, misericordioso, compasivo. Ella misma describe cómo es ese Señor de la vida:

“Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».

María nos da la clave para comprender el corazón misericordioso y compasivo de Dios, que viene a visitarnos en estos Ejercicios, que viene a transformarnos en esta Cuaresma y que le encanta que su pueblo vuelva a su Dios, para tener el gozo y la alegría de Nuestra Señora.

Y le seguimos pidiendo al Espíritu que nos regale la gracia de ser seducidos por su Palabra; como en María, que su Palabra se vaya haciendo carne en nuestro corazón, nuestro vida, en nuestras opciones cotidianas.

Y le agradecemos al Señor por la belleza de su Madre, por su Palabra y por la fuerza de este misterio en que Dios se va haciendo hombre entre nosotros para regalarnos la salvación.

Vamos sacando provecho para toda nuestra vida, que esa Palabra de Dios me transforme con toda la fuerza del Espíritu.

Exámen de la oración: Finalizando nuestra oración, vemos cómo nos ha ido en la oración. Si me ha ido bien, le doy gracias a Dios. Si no, le pido al Espíritu que me muestre en qué debo ir mejorando, para crecer en la oración, en esta escuela de discernimiento que son los Ejercicios.

Padre Salvador Verón (S.J.)