La vocación y la dificultad para encontrar nuestro lugar en el mundo

miércoles, 17 de octubre de 2007

¿Cuántas veces nos han dicho que Dios nos ha creado para que llevemos a cabo una misión? Lo escuchamos, si hemos tenido una formación trascendente, seguramente en varias oportunidades.

No sólo este mensaje proviene de nuestra Iglesia, sino que también flota en el ambiente cuando se nos quiere decir que estamos aquí para algo, que tenemos una misión que cumplir y todo esto suena en el corazón y en la mente de muchas personas muy bonito, pero abre un gran abismo de preguntas, incertidumbres y también de tristezas.

 

Está muy bien, ya creo que tengo una misión pero ¿cuál es? ¿cómo la descubro? ¿cómo descubro cual es mi lugar en el mundo?

 

Recuerdo en Calafate, una señora que nos hospedó en su casa, tenía 60 años y hacía poquito que había ido allí y había construido una pequeña casa frente al lago y me decía “después de tantos años encontré mi lugar en el mundo, es éste”.

Obviamente que cuando uno dice “lugar” no dice lugar geográfico, encontrar su lugar en el mundo implicó encontrar la paz, encontrar un modo de vivir, un modo de trabajo, una filosofía de vida, alguien que la acompañe y tenía 60 años, la miré con admiración de sólo pensar que había transcurrido tanto tiempo, que había caminado tantos caminos hasta llegar a esa edad a encontrar “su lugar en el mundo”.

 

Debe ser una de las felicidades más grandes sentir que uno encuentra su lugar en el mundo, pero no todos los hombres y mujeres tienen las herramientas, los recursos o la satisfacción de poder decir tal cosa.

 

Estamos en comunicación con Gloria di Paola, es asistente social, psicóloga social, capacitadora y entrenadora en orientación en diversas instituciones públicas y privadas.

Ella pertenece al Centro de Terapia Cognitiva donde es miembro titular y da cursos de orientación vocacional para profesionales de Ciencias de