Las flores

martes, 5 de junio de 2012
En todas las culturas alrededor del mundo, hasta donde se tienen registros históricos, las flores han provisto información emocional entre los seres humanos. En la antigüedad las flores no sólo eran consideradas fuente de placer para dioses y hombres, y motivo de inspiración para artistas y poetas, sino que poseían significado de trascendencia mística y cósmica.

En las sociedades americanas prehispánicas, por ejemplo, las flores ofrecieron una amplia gama de significados. Las antiguas representaciones de las flores no eran meramente decorativas, sino que formaban parte de un simbolismo religioso. Las flores de cuatro pétalos, por ejemplo, han tenido un significado polifacético en las culturas antiguas y actuales de Mesoamérica.

Además de por su belleza, simbolismo religioso y su asociación con el poder, las flores también han sido utilizadas como medio de comunicación. El romanticismo de fines del siglo XIX, rescató el llamado lenguaje de las flores que fuera desarrollado en el siglo previo por los burgueses alemanes, con el objeto de comunicar mensajes específicos a amigos y amantes, para lo que se escribieron libros que explicaban el significado de cada flor.

 

En la Biblia

 

Flores del país de Jesús, nombradas en el Cantar de los cantares:

 

“Aparecen las flores en la tierra” 2,12

 

Ø      Nardo 1,12; 2,1; 4,14 (Flor que proviene de la India, muy buscada por el exquisito perfume que se puede extraer de ella. Con perfume de nardo fue ungido Jesús, Mc 14,3ss)

Ø      Alheña 1,4 (henna)

Ø      Lirio de los campos y azucena 2,2.16; 5,13; 6,2-3; 7,3. Son las flores que Jesús nos exhorta a mirar, según el Sermón de la Montaña, Mt 6,25-34 y Lc 12,22-31). En hebreo, el nombre genérico de estas flores es shushannah, de donde deriva el nombre español Susana.

Ø      Cardo 2,2

Ø      Azafrán 4,14

Ø      Flor del granado 6,11;7,13

Ø      Mandrágora 7,14 (se le atribuían poderes afrodisíacos y energía para proveer la fecundidad, Gén 30, 14-15)

 

 

También se mencionan otras plantas, de las cuales se extraen esencias aromáticas: mirra, incienso, balsameras, áloe, canela.

 

“Levántate, viento del norte,

ven, viento del sur,

soplen en mi jardín

y que exhale sus aromas”.  Ct 4,16

 

Para el que ama, todo es bello y bueno. El amor humano es uno de los lugares privilegiados donde la humanidad conoce a Dios. En el Cantar de los Cantares, la naturaleza es sorprendida en el momento más esplendoroso, cuando “han cesado las lluvias”, en el romper de la primavera. Hay rumor de vida en la savia de la vegetación. Hay flores y animales libres que salen de los escondrijos y trepan ligeros. Todo está captado en movimiento, abriéndose a la vida, ofreciéndose a todos los sentidos, la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído. Comparten este movimiento lo que renacen por el amor y se sienten solidarios en esa maravilla.

“Retorna amado mío”. El plazo es el atardecer. Igual clama la Iglesia de Cristo: “Ven, Señor Jesús”. (Comentario de la Biblia de la Conf. Episcopal Española)

 

El mensaje de Jesús

 

“Miren los lirios del campo, que ni hilan ni tejen. Y sin embargo, yo les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe!”. (Lc 12,27)

 

“Este es el Dios, que a pesar de todo lo que aparece para sugerir lo contrario, es fiel a su creación y se entrega a la humanidad lleno de compasión. Sin esta confianza, que se manifiesta en la expresión “Todo es posible para el que cree”, las exigencias extremas de Jesús son imposibles y humanamente insoportables. Sin esta confianza todo aparece sin sentido y sin esperanza.

El mensaje total de Jesús está fundado sobre esta confianza. En cierto sentido esto es utopía, un lugar que no se puede encontrar en ningún mapa de la tierra o en ningún libro de historia; en la visión de Jesús esto no es imposible si se presupone la fe en Dios. La esperanza de que “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Rom 8,28) es sostenida por el mensaje de Jesús, y se confirma con su destino, la resurrección del Crucificado. Sin la fe en que el Reino de Dios es inminente y que ya ha comenzado, todo queda como una ilusión, pero el Sermón de la Montaña presupone esta fe y constantemente le da nuevos impulsos”. Rudolf Schnackenburg, Todo es posible para el que cree, Ed. Paulinas, pág. 59 ss