06/04/2015 – Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: “Alégrense”. Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: “No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”.
Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: “Digan así: ‘Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos’. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo”. Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.
Mt 28, 8 – 15
“Encontrarse con el Señor es encontrar una nueva luz para la vida desde una experiencia de amor que transforma” @Pjaviersoteras — Radio María Arg (@RadioMariaArg) abril 6, 2015
“Encontrarse con el Señor es encontrar una nueva luz para la vida desde una experiencia de amor que transforma” @Pjaviersoteras
— Radio María Arg (@RadioMariaArg) abril 6, 2015
El mismo mensaje repetido dos veces, por el ángel y por Jesús, “me verán en Galilea”, nos habla de la pedagogía de Jesús para poner en marcha a los suyos. Es adelante donde nos espera la gracia de la resurrección. Es en el horizonte de lo que esta por venir donde la vida nueva nos pone en sintonía con la gracia de la resurrección. No es en el encierro ni en el temor, no es en el quedarse estáticos, sino en el ir y en el salir donde nos espera la gracia del Resucitado. En esta Pascua el Señor nos quiere así, en marcha y en movimiento.
“Vayan a Galilea”, Galilea es un espacio que te espera hacia adelante donde el Señor te dice que allí se va a manifestar su gloria. La Gloria del Señor manifestada en los ángeles produce un contraste entre los guardias atemorizados, y las mujeres que se ponen en marcha. Ellas salen hacia adelante, les invade un santo temor que lejos de paralizar como el miedo, llena de alegría y pone en camino. En la resurrección el Señor quiere quitarnos el miedo y regalarnos un santo temor: “no tengan miedo”.
No se puede ver al Resucitado de cualquier manera. Se lo contempla en la medida en que, poco a poco, mientras va avanzando el tiempo de la resurrección Él nos va mostrando su Gloria y nos va ajustando la mirada a lo nuevo. Humildad, sencillez, pobreza, gesto de reverencia es lo que necesitamos para entrar en esta dimensión de luz. Así de a poco vamos aprendiendo a captar la manifestación luminosa del Señor, y nos vamos haciendo familiares a su Gloria, revistiendo nuestro ser de su presencia resucitada. Es hacia adelante donde se muestra esta presencia de Resurrección. Cada uno de nosotros tiene sus Galilea a donde el Señor nos sale al encuentro.
La Gloria de Dios nos espera en la Galilea de cada uno de nuestros días: en la misión el Señor se nos adelanta y nos espera. La resurrección es un acontecimiento único y como todo lo que nosotros vemos y pensamos nos viene “relacionado” con otras cosas, no podemos ver ni pensar la Resurrección si no le damos lugar a las imágenes y palabras que nos hablan de lo nuevo. El ángel les dice a las mujeres “yo sé que ustedes buscan al resucitado”. Es como si nos dijera “yo sé que ustedes buscan un sentido nuevo para tu día a día, una vida nueva”. Las palabras del ángel nos ponen en sintonía con lo nuevo que necesita nuestras vidas. La resurrección viene con novedad que llena de un color y sentido nuevo tu vida.
El Señor no afloja en mostrarse una y otra vez. Más de 500 veces nos cuenta el libro de los Hechos de los Apostóles que se apareció el Resucitado a la primera comunidad. El Señor está vivo y se aparece en la vida de cada uno de nosotros diciéndonos que la muerte ha sido vencida, que algo nuevo llega, que la luz avanza triunfante sobre la oscuridad. El Seños necesita irse mostrando gradualmente para que vayamos abriéndonos a lo nuevo. Su resurrección nos va abriendo la mente y el corazón, nos va haciendo arder el corazón, y nos va haciendo comprender de qué se trata el misterio y la vida. Encontrarse con el Señor es encontrar una nueva luz para la vida desde una experiencia de amor que transforma, el Resucitado.
El primer efecto de la Resurrección es consolidar la Iglesia como comunidad de los creyentes. La fe en la resurrección y la conformación de la primera Iglesia son lo mismo. Al estar de acuerdo los testigos (María Magdalena y la otra María y luego los discípulos que le creen y van a Galilea), forman la Iglesia. En Galilea está la casa de Simón. Como dice von Balthasar: “La Iglesia es el auténtico sujeto de la fe en el Resucitado, al igual que esa fe es el auténtico objeto por el cual se constituye primariamente la Iglesia como sujeto creyente. Solo desde el centro de esa comunidad que se une en la misma fe cobra relieve la narración de la Pasión de Cristo y de su Vida entera” tal como después nos la cuentan los evangelios y la tradición. No se da Iglesia sin la presencia viva del Señor a partir de la Pascua. De allí que para vivir y permanecer en la Pascua hace falta hacer experiencia de eclesialidad.
Lo buscamos al Resucitado pero sobretodo queremos dejarnos encontrar por el Señor. Los ángeles anuncian, primero, con su presencia esplendorosa, porque su mensaje es de Gloria, de belleza íntegra, no es un mensaje en primer lugar conceptual, científico, neutro. Se requieren por tanto ángeles que sean “testigos de su Belleza”. La invitación es a dejarse primerear por el Señor, es un ir de camino, un ir yendo donde el Señor nos va a salir al encuentro.
Padre Javier Soteras
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