Las luces que nos marcan el rumbo

jueves, 27 de octubre de 2016
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27/10/2016 – En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: “Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte”. El les respondió: “Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”.

 

Lc 13,31-35

 

 

Un andar claro y determinado

Queremos aprender a ser fieles en el cumplimiento de tus promesas. El evangelio de Lucas nos presenta a Jesús por un lado guiado por el Espíritu Santo y por otro lado, el objetivo de su peregrinar es la ciudad santa, Jerusalén. En su andar le espera la suerte de los profetas, la entrega de su vida. No hay duda, Jesús camina con un modo bien determinado.

“Vayan a decirle a ese zorro que hoy y mañana camino a Jerusalén” que no va a parar en su actividad, y que al tercer día habrá terminado. El texto habla del proceso pascual de Jesús. “Debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén” dice.

A veces perdemos claridad en el caminar y así, como cuando caminamos a oscuras, necesitamos tocar a los costados y delante y dar pasos cortitos. Esto quizás refleje el andar del mundo en este tiempo, como con desconfianza. Cuando vemos la historia de la humanidad los momentos más críticos son cuando se mira al futuro con miopía. Pensemos en las dos guerras mundiales, en las crisis genocidas de los totalitarismos diabólicos del siglo XX. Había falta de luz y ceguera sobre el futuro. La incapacidad para leer el pasado y sacar provecho para el presente va anulando el futuro. La ausencia del futuro es una mirada opaca del pasado y una vivencia muy cansina del presente, llevando la vida como a rastras. No se puede ni proyectar ni planificar.

Tiene que haber en la vida una luz, una idea que sea clara que traccione para adelante. La razón de tu vida, sería. En Jesús es claro: “mi suerte está en Jerusalén”. Así dice “díganle a Herodes que no le tengo miedo que sigo con mi tarea de exhorcisar y de proclamar la buena noticia”. Es lo mismo que venía haciendo desde la sinagoga de Nazareth. Nosotros estamos a la expectativa de encontrar esa luz y esa idea fuerza. Tal vez no lo hayas pensado antes pero está con vos y hoy podés encontrarla y formularla. Hoy tenés la posibilidad nuevamente de agarrar el timón de tu destino y creer que sos protagonista del nuevo tiempo en tu vida. El Señor nos pide que veamos lejos pero desde dentro.

En la determinación de Jesús está Jerusalén pero peregrina guiado desde dentro por el Espíritu Santo. Mirar lejos y mirar desde dentro. Dentro tuyo están esas motivaciones que te hacen andar claro y determinado. Quizás sientas que se te haya apagado un poco. Hacé como se hace en el campo, corré un poquito las cenizas y vas a reencontrar el fuego. Quizás baste con volver a repetirla para que se te reencienda el corazón.

Para un cambio de época una mirada clara

Lo decía en Novo millennio ineunte 58:

“Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor al hombre, realiza también hoy su obra. Hemos de aguzar la vista para verla y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos nosotros mismos en sus instrumentos. ¿No ha sido quizás para tomar contacto con este manantial vivo de nuestra esperanza, por lo que hemos celebrado el Año jubilar? El Cristo contemplado y amado ahora nos invita una vez más a ponernos en camino: « Vayan y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo » (Mt 28,19). El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos. Para ello podemos contar con la fuerza del mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza « que no defrauda » (Rm 5,5). (Novo millennio ineunte, 58)

 

 

Guiados por ese Espíritu dejemos que traiga luz a esas luces que guían nuestra vida para ser protagonistas de un nuevo mundo.

 

Caminar desde Cristo: “Yo estoy con ustedes”

El tiempo nuevo que se abre delante de nosotros, nos acompaña una certeza en el corazón: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

Juan Pablo decía respecto a esta certeza:

29. « He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo » (Mt 28,20). Esta certeza, queridos hermanos y hermanas, ha acompañado a la Iglesia durante dos milenios y se ha avivado ahora en nuestros corazones por la celebración del Jubileo. De ella debemos sacar un renovado impulso en la vida cristiana, haciendo que sea, además, la fuerza inspiradora de nuestro camino. Conscientes de esta presencia del Resucitado entre nosotros, nos planteamos hoy la pregunta dirigida a Pedro en Jerusalén, inmediatamente después de su discurso de Pentecostés: « ¿Qué hemos de hacer, hermanos? » (Hch 2,37).

No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva”

Y allí explicaba Juan Pablo II: “Sin embargo, deseo señalar, como punto de referencia y orientación común, algunas prioridades pastorales que la experiencia misma del Gran Jubileo ha puesto especialmente de relieve ante mis ojos”. Proponía un camino puntual a recorrer con 6 puntos de referencia:   Santidad, oración, eucaristía en el centro de la vida, la gracia de la reconciliación, la escucha atenta de la Palabra y el anuncio vivo de la palabra de Dios. 

Padre Javier Soteras

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