Las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar a que la humanidad no decaiga

martes, 26 de febrero de 2019


25/02/19- Esta semana emitimos el último programa del ciclo “Complementarios” junto a la Hermana Silvia Somaré, Esclava del Corazón de Jesús, Licenciada en Administración, orientadora familiar, Licenciada en Ciencias Religiosas y Diplomada en comunicación.

En esta oportunidad la Hna. Silvia nos trajo la mirada de San Juan Pablo II sobre la mujer, sobre la base de la Carta apostólica Mulieris Dignitatem, documento que habla de la dignidad y la vocación de la mujer con ocasión del año mariano del año 1988.

La vocación de la mujer

«Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga».

La mujer se encuentra en el corazón mismo de este acontecimiento salvífico. La autorrevelación de Dios, que es la inescrutable unidad de la Trinidad, está contenida, en sus líneas fundamentales, en la anunciación de Nazaret. «Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo». «¿Cómo será esto puesto que no conozco varón?» «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios (…) ninguna cosa es imposible para Dios»

El contexto bíblico permite entenderlo también en el sentido de que la mujer debe «ayudar» al hombre, así como éste debe ayudar a aquella; en primer lugar por el hecho mismo de «ser persona humana», lo cual les permite, en cierto sentido, descubrir y confirmar siempre el sentido integral de su propia humanidad. Se entiende fácilmente que —desde esta perspectiva fundamental— se trata de una «ayuda» de ambas partes, que ha de ser «ayuda» recíproca. Humanidad significa llamada a la comunión interpersonal.

María, una judía revolucionaria

Revolución significa etimológicamente, dar vueltas. Es un cambio o transformación radical respecto al pasado inmediato, que se puede producir simultáneamente en distintos ámbitos (social, económico, cultural, religioso). La verdadera revolución es la que construye, la que trae vientos refrescantes para los corazones aunque eso, a veces signifique dolores para el revolucionario. Ghandi decía que la revolución es un positivo y manso cambio sustancial. María, la joven judía, alabando a Dios, da vuelta paradigmas. La Vida que lleva consigo le hace ver el mundo de otro modo. Transcribiré y comentaré el canto del Magníficat. El canto de María.

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la pequeñez de su servidora, desde ahora me dirán feliz todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia
como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

María cuenta su experiencia de Dios, María habla de que Dios siempre tiene presente a su pueblo, a sus hijos, no con la mano castigadora sino con misericordia eterna, para siempre. María con su alegría, su canto, su alabanza sigue caminando al lado de su pueblo que sufre, que celebra, que busca la bondad de Dios. Pueblo del siglo XXI que no es muy diferente en actitudes y experiencias al del siglo I. En el magníficat María nos muestra la actitud correcta para relacionarnos con Dios: la gratuidad, la fragilidad, la propia aceptación, el servicio al prójimo. Nos enseña el modo como mira Dios y a sentirnos mirados por Él y a no sentirnos lejos, porque la soberbia, el poder sin límites son también fragilidades humanas que Dios mira para reparar con su amor. El Magníficat también devela que el bien tiene una dinámica interna por la cual, aunque haya que esperar, siempre triunfa sobre el mal. Es así como el 25 de marzo, se cuela por la ventana el regalo que Dios nos hace en María como madre y como hija, invitándonos a revolucionar nuestras vidas desde la experiencia del amor que está al alcance de la mano, mejor dicho del corazón.

“Me atrevo a hacer otra invitación: además de experimentar la paternidad de Dios, buscar la maternidad de María. Ese regalo que Él empezó a gestar en el Magníficat para culminarlo en la Cruz y en la Resurrección”.

 

No te pierdas de escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.