Las nubes, vehículos entre el cielo y la tierra

martes, 26 de noviembre de 2013

 

Las nubes pueden identificarse simbólicamente con la niebla, y por lo tanto, se sitúan en la línea de lo indeterminado, en un estrato intermedio entre lo formal y lo informal. Simbolizan lo etéreo, lo incorpóreo.

 

En la Biblia, la nube es símbolo de la presencia divina. La nube envuelve a Dios manifestando que El está allí presente:

20 Después que partieron de Sucot, acamparon en Etám, al borde del desierto. 21 El Señor iba al frente de ellos, de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino; y de noche en una columna de fuego, para iluminarlos, de manera que pudieran avanzar de día y de noche. 22 La columna de nube no se apartaba del pueblo durante el día, ni la columna de fuego durante la noche.  Ex 13,20-22

 

 

Pero al mismo tiempo, impide que los ojos humanos lo puedan contemplar:

 

11 Ustedes se acercaron y permanecieron al pie de la montaña, mientras la montaña ardía envuelta en un fuego que se elevaba hasta lo más alto del cielo, entre negros nubarrones y una densa oscuridad. 12 El Señor les habló desde el fuego, y ustedes escuchaban el sonido de sus palabras, pero no percibían ninguna figura: sólo se oía la voz.  Dt 4,11-12

 

Por otro lado,  las nubes son vistas de modo positivo, ya que traen la lluvia necesaria para los campos (Elías y la nube en el monte Carmelo que anuncia el final de la sequía 1 Re 18,41-46). Por eso, su simbolismo está ligado a los beneficios que Dios otorga a la tierra. Ese simbolismo se puede resumir en tres aspectos:

 

1) La nube protectora

El cielo del desierto se caracteriza por ser un cielo diáfano, limpio de nubes. Precisamente por eso, la manifestación bienhechora de Dios será en una nube protectora, que da alivio y sombra al pueblo durante el Exodo, mientras camina por el desierto:

 

34 Entonces la nube cubrió la Carpa del Encuentro y la gloria del Señor llenó la Morada. 35 Moisés no podía entrar en la Carpa del Encuentro, porque la nube se había instalado sobre ella y la gloria del Señor llenaba la Morada.

La nube, guía de los israelitas

36 En todas las etapas del camino, cuando la nube se alzaba, alejándose de la Morada, los israelitas levantaban el campamento. 37 Pero si la nube no se alzaba, ellos no se movían, hasta que la nube volvía a hacerlo. 38 Porque durante el día, la nube del Señor estaba sobre la Morada, y durante la noche, un fuego brillaba en ella, a la vista de todo el pueblo de Israel. Esto sucedía en todas las etapas del camino.

                                                Ex 40,34-38 (donde se juntan nube y fuego luminoso)

 

15 El día en que se erigió la Morada –la Carpa del Testimonio– la nube la cubrió, y desde el anochecer hasta la mañana estuvo sobre ella con aspecto de fuego. 16 Así sucedía siempre: la nube cubría la Morada y de noche tomaba el aspecto de fuego. 17 Siempre que la nube se alzaba por encima de la Morada, los israelitas levantaban el campamento; y en el lugar donde se detenía la nube, allí acampaban. 18 A una señal del Señor, levantaban el campamento; a otra señal del Señor, acampaban, y permanecían acampados mientras la nube se quedaba detenida sobre la Morada. 19 Cuando la nube se detenía sobre la Morada varios días, los israelitas acataban la orden del Señor y no levantaban el campamento. 20 Cuando la nube estaba sobre la Morada unos pocos días, permanecían acampados de acuerdo con la señal del Señor; y a una nueva señal del Señor, levantaban el campamento. 21 Cuando la nube sólo se detenía desde el atardecer hasta la mañana, levantaban el campamento por la mañana, tan pronto como se alzaba la nube. De día o de noche, siempre que se alzaba la nube, levantaban el campamento. 22 Siempre que la nube estaba sobre la Morada –ya fueran dos días, un mes o un año– los israelitas permanecían acampados y no levantaban el campamento. 23 Pero a una señal del Señor, partían. Así acataban la orden del Señor, conforme a las instrucciones que él les había dado por medio de Moisés.

 

                                                                                                    Nm 9,15-23.

 

2) La nube asociada a la voz
Si la nube es símbolo de la presencia protectora divina, es también el ámbito donde la voz de Dios se deja oír. Ex 24,15-18 y Num 17,7ss. La nube, asociada a la gloria de Dios, es el trono desde el cual Dios habla.

 

 

3) La nube como vehículo celeste

Bendice al Señor, alma mía:

1 ¡Señor, Dios mío, qué grande eres!

1 Estás vestido de esplendor y majestad

 y te envuelves con un manto de luz.

2 Tú extendiste el cielo como un toldo

y construiste tu mansión sobre las aguas.

3 Las nubes te sirven de carruaje

3 y avanzas en alas del viento.

Usas como mensajeros a los vientos,

4 y a los relámpagos, como ministros. (Sal 104,4)

 

1 Oráculo sobre Egipto. ¡Miren al Señor que entra en Egipto,

montado sobre una nube ligera!

Ante él vacilan los ídolos de Egipto,

y el corazón de Egipto se disuelve en su interior. (Is 19,1)

 

 

Las nubes se mueven por el cielo. Ese movimiento puede interpretarse  como el desplazamiento de Dios por el firmamento. Por eso, las nubes son vistas como vehículos celestiales, que, o bien transportan al mismo Dios (como en el caso de este salmo), o bien sirven para que los humanos puedan llegar al plano divino y celestial.

 

Dentro de esta simbología podemos ubicar la visión del profeta Daniel acerca del Hijo del Hombre. El profeta describe los reinos que surgen desde el mar, y debemos tener en cuenta que en la Biblia el mar es un lugar peligroso, representación de las fuerzas malignas. Por el contrario, el Hijo del hombre al cual se le dará todo el poder y el reino, viene desde las nubes del cielo:

 

13 Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas,

y vi que venía sobre las nubes del cielo

como un Hijo de hombre;

él avanzó hacia el Anciano

y lo hicieron acercar hasta él.

14 Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino,

y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas.

Su dominio es un dominio eterno que no pasará,

y su reino no será destruido.

                                           Dn 7,13-14.

 

 

Jesús ascendió al cielo entre las nubes, y del mismo modo volverá (Lc 21,27):

9 Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. 10 Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, 11 que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir».

 

                                                                                                           Hech 1,9-11

 

En la transfiguración

 

Relato de la transfiguración según Mt 17, 1-9.

 

En este relato se unen los diversos aspectos simbólicos de la nube:

* es una nube bienhechora, que cubre a los discípulos con su sombra, así como cubrió al pueblo en el desierto;

* de esa nube sale la voz de Dios, voz que presenta al Hijo;

* probablemente la nube también actúa como vehículo, porque luego de su aparición ya no se ve más a Moisés y Elías.