Las perturbaciones en la comunicación humana

jueves, 15 de enero de 2009
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La comunicación es un fenómeno humano, y como tal es muy rica, compleja y misteriosa. Hoy analizaremos algunas perturbaciones en la comunicación. En la comunicación tenemos una fuente de salud clara y segura, tenemos un río subterráneo que está puesto en la vida para dárselo a los demás, para desembocar en el mar que son los demás. Cuando eso no ocurre, el río que va dando vueltas por nuestra alma, termina inundándonos y ahogándonos, terminamos enfermándonos.

Enfermedades tan graves como la adicción a la droga o el alcohol, en las que muchas veces fracasan los tratamientos científicos o psicofarmacológicos, pero entra triunfante y reinante una dinámica tan sencilla que está basada fundamentalmente en la comunicación con los demás y con Dios.

La dinámica de los grupos de autoayuda en alcohólicos anónimos o adictos anónimos ha demostrado su éxito ahí donde otros tratamientos fracasan.

Tiene básicamente un solo remedio que es la comunicación:

-con uno mismo, haciendo un sincero y profundo inventario de nuestros defectos y de pedir perdón a Dios y a los demás

-con los demás cuando, sin versos, sin vueltas, sin justificaciones, sin racionalizaciones, sin intelectualismos, reconocemos claramente lo que le pasa.

-con Dios, como quieras que lo conozcas y lo llames, sin la fuerza de un poder superior no podemos salir de nuestro pantano.

El remedio consiste en dejar fluir ese río interior en tres vertientes, para con uno, para con los demás y para con Dios.

Hay perturbaciones en la comunicación, cuando uno toca fondo, gran parte de esa perturbación vuela como pajarito que se le ha abierto la jaula, se va, porque el ego está tan lastimado por los fracasos, porque nuestros fracasos han mandado en penitencia a nuestra soberbia, a nuestro orgullo, que ya no nos queda energía para engañar, ni para engañarnos, ni para engañar a Dios.

Los bajofondos de la vida, las crisis de la vida, suelen servir como verdaderos remedios y curaciones. Dios no quiere que llegues a tocar fondo, pero a veces, realmente, no queda otra que tocar fondo para poder ver con claridad lo que valen las personas, lo que vale el amor, lo que vale la vida, lo que tenía y perdí por zonzo, quien soy yo realmente, que lugar ocupo en este cosmos, que puedo y que no puedo, en fin, se nos despeja la mirada. El dolor es un gran maestro y a veces no queda otra que dejarle entrar.

Muchas de las perturbaciones en la comunicación se basan sencillamente por el factor “vida”, y se van cuando uno quiere encontrarse con la verdad y va rumeando las penas y se va dando cuenta con la claridad que nos dan las lágrimas de cómo es la vida.

Si nos damos cuenta de cómo es la vida, nos damos cuenta de cómo es la comunicación porque entre una y otra hay infinitos pasadizos no tan secretos.

Un pensamiento propio de la envidia o de la rivalidad ¿es o no es negativo? Uno puede decir “tengo razón”, no importa, ¿es o no es negativo?, cuando uno le dice al otro que “el no puede”, “el no debe”, “el no tiene derecho a” , el derecho lo tengo yo. ¿Hace bien o hace mal pensar así?.

Otro pensamiento, “no es justo que hagan eso”, “no tienen por que oponerse a mis planes”, así es como piensa el ego, aunque uno lo banrice: “yo tenía este plan y me vienen a desestructurar mis planes, por lo tanto lo detesto”, “es inaceptable que alguien me ofenda a mí y no las pague”, “si no reacciono con violencia, seré más débil que los demás y me van a pasar por encima”, “nadie tiene derecho a contradecir mis ideas” –autoritarismo- “conmigo no van a poder, yo voy a demostrar quien soy”, “todos me perjudican a propósito porque quieren hacerme sufrir” –típico de la víctima, pensamiento víctima- “todos tienen que pagar siempre por lo que hacen, el que las hace las paga”, a veces está correcto educativamente hablando, hacer que alguien repare lo que destruyó, limpie lo que ensució o que ordene lo que desordenó, pero le ponemos esta carga adentro nuestro. Está muy bien repare lo que rompió, que limpie lo que ensució, pero en el fondo, el mensaje que vamos pasando subliminalmente es “el que las hace, las paga” ley del Talión.

Cuando esto se impone en una familia es negatrivo, “tengo que reaccionar para no ser un perdedor, porque eso sería terrible” o “necesito descargar lo que siento para poder liberarme y sentirme bien sino me voy a enfermar”, esto es un slogan muy frecuente en nuestra sociedad.

Pruebas realizadas por científicos demostraron que de dos grupos de personas airadas, cuando uno de esos grupos descarga su ira y el otro no, de ninguna manera ésto provoca una disminución en la agresividad en las personas.

Si ponemos personas violentas y a un grupo le pedimos que descargue su ira y al otro que la reprima, el grupo que descarga su ira no disminuye su agresividad, es decir, es un problema de la fuente, la agresividad se tiene adentro, descargue o no descargue, el problema está adentro y hay que ir adentro de uno mismo para resolver ese problema. No gano nada con enfermar al otro, ya estoy enfermo yo, ¿para que voy a enfermar al otro?

Un ejemplo muy bonito: cuando sube la espuma de la cerveza y está por desbordar, hay que poner el dedo. Cuando uno pone el dedo en el borde del vaso, empieza a bajar la espuma y no se desborda.

Lo primero que tenemos que hacer cuando estamos inundados de pensamientos negativos, agresivos, que de alguna manera me ponen en rivalidad con el otro, en competencia, es poner el dedo, después la espuma va bajando y cuando la espuma baja puedo ver que es lo que hay en el líquido.

Un día, un discípulo fue a preguntarle a su maestro: “Maestro, dentro mío hay un perro rabioso y un perro manso y bueno ¿cuál de los dos ganará mi corazón?” el maestro le contestó: “aquél al que alimentes más”. Que práctico, sencillo, bueno y sabio.

¿Tenés alguna bronca que te impide comunicarte bien? No la alimentes. No dice reprimila, negala, eso sí que es enfermedad pura. Simplemente observarla, dejarla estar, dejar el perro rabioso atado porque sino puede morder a otros y contagiarle la rabia.

¿Tenés un perro rabioso? Andá al espejo, sacá los dientes, mirate en el espejo… sacá el lobo que tenés adentro, no lo tragues ni lo ocultes, mostrátelo a vos mismo. Vas a parecer un poco patético al principio, incluso podés llegar a reirte a carcajadas de lo horrible que te ves transformado en el hombre o mujer lobo, no importa, así estamos por dentro. No transmitamos la rabia, de última, el enojo, la rabia es un problema tuyo, sos vos es que te has enojado, hacete cargo de tu lobo interior.

San Francisco nos enseñó una hermosa estrategia, muy sencilla. Se cuenta que allá en Italia había un lobo muy malo que hacía estragos, quizá sea fábula, o quizá sea cierto, no se y no importa tampoco. El arquetipo que nos deja de un hombre que domestica al lobo en base al buen trato y cariño, empieza por casa.

Empieza por casa también, saber cuando uno está rabioso y enojado, tratarse también con respeto y con cariño, con el mismo cariño con que se nos pide tratar también a los demás. No es cierto que los problemas de la agresividad se resuelven agrediendo, ésa es una mala praxis social que debiera ser condenada. No es cierto que la ira desaparece cuando uno se descarga.

Lo que circula socialmente, como mandato, es que la bronca hay que sacarla. Si te tocan bocina, mostrá el dedito. Si te insultan, devolvé cuadruplicado el insulto y así lo vemos en la televisión todos los días, ya la gente no habla sino grita.

No justifiquemos la agresividad, no alimentemos la agresividad con esa serie de pensamientos que pueden ser cambiados, no somos animales como el lobo, que lo único que puede hacer, cuando el instinto de matar se despierta, es matar. Somos personas, podemos detenernos y pensar, debemos detenernos y pensar. Cuando esos pensamientos se nos crucen por la cabeza, que es normal que aparezcan, los pensamientos que inculpan al otro, que lo juzgan, que lo condenan, es allí donde hay que domesticarla.

Pretender que no haya problemas, enojos, confrontación es como pretender que el clima esté siempre en primavera. Imposible. Tenemos cuatro estaciones, un día está frío, un día está nublado, un día llueve otro día cae piedra y a veces hay días de grandes tempestades. Es el libro de la vida.

También nos ocurre a nosotros, cuando hay tormenta y tempestad, no hay que esquivar como si no pasara nada, no sirven esos grupos que tienen como slogan “todos somos buenos y nos queremos mucho y acá nunca ni un si ni un no”, mentira, peor todavía cuando lo hacemos en nombre de Jesús.

Jesús se enojó y mucho, y sus apóstoles se enojaron. Pablo discutió con los apóstoles en Jerusalén, tuvieron serias confrontaciones, incluso dice la Palabra que durante muchos años no se vieron.

No se pueden evitar las confrontaciones, lo que es importante, es tener un rumbo.

Lo que si se puede evitar son las confrontaciones inútiles, las agresiones inútiles, esas en las que terminamos enredados por no saber hablar, o porque hemos perdido el objetivo que es el amor mutuo, eso hay que sacarlo y descartarlo, es cáscara que ocupa el lugar de lo que realmente tiene que ocupar su lugar.

Cuando llega el momento de la tormenta, seamos humildes en el planteo de las cosas, en vez de llenar al otro de culpas o de interpretaciones. Seamos claros en lo que hablamos y también proponer la propia disponibilidad para el cambio, no todo el cambio lo tiene que hacer el otro.

El lenguaje que no es rígido, que no inculpa, que no es autoritario, que no es ofensivo, puede ayudar a dialogar adecuadamente y sin agredirse, y a encontrar juntos un camino para liberarse.

A veces en la comunicación tenemos otros problemas que no son la ira o el inculpar al otro.

Una persona me comentaba que tenía dificultades para comunicarse, que decía “hola, que tal. Buenos días” y se le acababa el tema. Charlando sobre lo que podía estar pasando, que se le acaba el tema a los cinco minutos de estar con una persona, que no sabe que hacer, que no sabe de que hablar, en esa persona, lo que se veía, es que en realidad las personas no le resultaban interesantes, no le agradaban, no le interesaban en realidad.

Había perdido el interés genuino por el otro, se había olvidado que cada ser humano es un mundo, había perdido el animo de aventura para conocer ese mundo. A lo largo de su propia vida, esa persona vio y sintió muchas cosas. Ya había cerrado sus conclusiones, había acabado de formular su escala de valores y ya estaba todo hecho, ya no esperaba más nada de nadie.

Para escuchar al otro es necesario tener interés, si no me interesa el otro, si he perdido interés en la persona, estoy empezando a morir en la comunicación. Nos tenemos que dar cuenta que todas las personas pueden llegar a ser interesantes.

Si pienso que precisamente porque es distinto yo puedo escucharlo, puedo observarlo, puedo recibir su corazón y que me va a nutrir porque es distinto, porque ve al mundo desde otra cima, porque ve la realidad desde otra ventana, me puede enriquecer. Creer que yo conozco bien lo que es el otro, o lo que es la vida, o lo que es la realidad, estar como se dice “de vuelta”, es el comienzo del fin, es el comienzo de una larga peregrinación hacia el desierto, así se empieza y se termina viviendo una soledad, un aislamiento, un astío, un “nadie me va a aportar nada nuevo”.

Muchos hermanos que viven en la calle, están en la calle por estas conclusiones que han puesto como lápidas sobre los seres humanos, porque se han herido o por lo que fuere. Cuando uno empieza a sentir que nadie me aporta nada nuevo, que no me interesa conversar con nadie, que nadie en realidad logra interesarme y empiezo a disfrutar la vida mucho más estando solo que con los demás, empezamos el camino de la esterilidad.

 

Otro problema fuerte en la comunicación, que realmente se ha agudizado mucho en estos días, en estos tiempos, es la incapacidad para escuchar.

Hoy se está hablando mucho de la escucha activa, que no es la escucha que tiene la vaca mientras rumea y está atenta a los ruidos, indiferente. Hay escuchas que son casi humillantes, hay silencios que son el preámbulo del fin. Pero hay una falta de escucha, por ejemplo, vos estás hablando y el otro está pensando en lo que te va a contestar, o el otro está clasificando la información para cuando le toque el turno, o ya te está haciendo gestos cuando empezás a hablar.

Nos cuesta mucho escuchar, sobre todo si se es ansioso y posiblemente cueste también sostener conversaciones. A veces porque se está descolgado de la realidad, tan metido en los propios pensamientos, preocupaciones, que no se puede mantener una comunicación importante. Se está fuera de la realidad y lo único importante en el mundo son los propios pensamientos, los propios problemas. Como consecuencia la comunicación se empobrece mucho. Esto ocurre cuando las personas entran en una fase egocéntrica donde no se puede hablar de nada porque el otro está totalmente absorbido por su propio mundo interior, y como tiene poco contacto con la realidad se encierra en unas pocas ideas y no sale y por lo tanto sus temas de conversación son muy limitados. Este es un riesgo muy grande para los intelectuales, empiezan a irse como un barrilete al que le cortan el piolín en sus propias ideas y pierden contacto con la realidad. Esta falta de interés por la realidad y por los demás puede comenzar a sanarse tratando de tomar más contacto con el mundo que nos rodea y empieza por pequeñas cosas. Concentrarse en la comida, disfrutarla un poco más, proponerse escuchar una canción sin pensar en otra cosa, regar una planta con delicadeza, sentir el olor de la tierra cuando llueve, evitar que los pensamientos se vayan del otro lado, respirar profundamente, sentir el olor de tu casa, mirar un programa de televisión sin hacer zapping, leer un sólo libro a la vez, preocuparse de leer cosas distintas. Todo vale la pena, porque es parte de la riqueza de la realidad que hay que conocer para que se abran nuevas categorías mentales, charlar con el verdulero, el taxista. Ampliar tu mente, salir de tu pequeño mundo y de tus propios intereses, todo el tiempo dando vueltas ahí, comiéndote tu propia cola, te vas a enfermar. Esta ampliación de tus areas de contacto con la realidad, ciertamente va a lograr que con el tiempo seas más sencillo para comunicarte y te enriquezcas.

El río que vimos al comienzo va, pasa, viene, va, vuelve y pasa por todos los seres humanos, y cuando menos te das cuentas volviste a tu casa y sos otro. Los problemas siguen estando, las soluciones ni por asomo se ven a la vista, pero a vos algo te cambió, saliste de tu ratonera y dejaste que se oree la casa.

 

Algunas preguntas para mejorar nuestra escucha a los demás:

-¿sobre que me quiere informar esta persona?

-¿qué sentimiento está movilizando en mi lo que está diciendo?

-¿qué desea que yo piense sobre su persona?

-¿qué me quiere mostrar?

-¿qué espera de mi?

-¿qué espera que yo comprenda de su preocupación?

-¿le interesa sinceramente mi opinión?

-¿qué le preocupa realmente más allá de lo que dice?

Así uno se convierte en un verdadero explorador, en un verdadero aventurero, ya no de paisajes extraños, de tierras exóticas, o si, que habitan en el corazón del otro.