14/07/2025 – Camino a celebrar los 200 años del nacimiento del beato argentino Fray Mamerto Esquiú, continuamos con el ciclo de encuentros que repasa su vida, recorriendo los mismos lugares donde vivió el fraile catamarqueño. Así, el segundo episodio de «Las Postas de Esquiú» nos llevó a Bolivia, acompañados nuevamente por Fray Gastón Domínguez, conocido también como Fray Dody, Hermano de la Orden de Frailes Menores de la Provincia Franciscana de la Asunción.
Estando en Catamarca, en medio de un contexto político convulsionado y con un profundo deseo de recogimiento espiritual, Esquiú pidió permiso para retirarse a Tarija, Bolivia. Esto se da en 1862, luego de una etapa de desencanto político en Argentina —particularmente con la llegada de Mitre al poder— y ante la insistente necesidad de vivir una espiritualidad más profunda y comunitaria. “Allí en las cumbres de Bolivia, entre hombres sencillos y agradecidos, espero cerrar mis días en paz con Dios, lejos de las agitaciones políticas y de la sangre de los hermanos que inunda mi patria”, escribió entonces, dejando entrever la necesidad de sanar su interioridad.
Tarija ofrecía lo que él tanto anhelaba: vida común, oración, estudio y silencio. Era un convento de propaganda Fide, destinado a la formación de misioneros. Allí encontró un nuevo horizonte. “Me retrae y me retraerá siempre la falta de vida común. Esta fue la causa de mi venida a estos países”, confesó en una carta a su hermano Odorico, quien fue su sostén afectivo y también económico en buena parte de su vida.
A pesar del retiro, su figura seguía siendo reconocida. En 1872, fue propuesto como arzobispo de Buenos Aires. Su respuesta fue tajante: “No tengo las aptitudes para ser obispo y por lo tanto eso sería un pecado contra Dios”, escribió al rechazar el nombramiento.
En ese entonces, fray Mamerto se encontraba en Sucre, donde en 1868 fundó El Cruzado, un periódico de inspiración cristiana. La publicación tenía como propósito “defender a la Iglesia contra los avances liberales” y reivindicar la figura del Papa Pío IX, a quien Esquiú admiraba. A través de sus artículos, señalaba con firmeza los peligros del liberalismo y criticaba el rol de una prensa que consideraba maliciosa. Gracias al apoyo constante de su hermano, pudo sostener esta iniciativa que unía su vocación religiosa con su pasión por la palabra escrita.
Lejos de la centralidad, entre cartas, oración y tareas pastorales, Esquiú experimentó una renovación espiritual que marcó una etapa fecunda de su vida. Su próximo paso será partir hacia Tierra Santa.
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