Las sandalias

jueves, 25 de julio de 2013

Las sandalias se confeccionaban con una suela de madera o cuero, y un vegetal seco que se aseguraba al pie por medio de correas de cuero. Podían ser más cerradas dejando sólo los dedos al aire y tener más o menos correas para sujetarlas:

21 Entonces el rey de Sodoma dijo a Abrám: “Entrégame a las personas y quédate con los bienes”. 22 Pero Abrám le respondió: “Yo he jurado al Señor Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra, 23 que no tomaré nada de lo que te pertenece: ni siquiera el hilo o la correa de una sandalia. Así no podrás decir: ‘Yo enriquecí a Abrám’. 24 No quiero nada para mí, fuera de lo que mis servidores han comido. Solamente los hombres que me han acompañado, Aner, Escol y Mamré, recibirán su parte”. (Gén 14)

 

“Ponerse las sandalias” indica la actitud dispuesta  y pronta para salir a la calle, para ir a trabajar, o para emprender un camino o alguna acción:

 

Así aparece la indicación en la noche de la Pascua, en que los israelitas deben comer el cordero con las sandalias ya puestas, es decir, preparados y listos para la marcha que se avecina:

Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor. (Ex 12,11)

 

El ángel que anuncia a Pedro, preso, su pronta liberación, le manda que se ponga las sandalias:

7 De pronto, apareció el Ángel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El Ángel sacudió a Pedro y lo hizo levantar, diciéndole: «¡Levántate rápido!». Entonces las cadenas se le cayeron de las manos. 8 El Ángel le dijo: «Tienes que ponerte el cinturón y las sandalias», y Pedro lo hizo. Después le dijo: «Cúbrete con el manto y sígueme». 9 Pedro salió y lo seguía; no se daba cuenta de que era cierto lo que estaba sucediendo por intervención del Ángel, sino que creía tener una visión. (Hechos 12)

 

 

Así lo indica Jesús a los evangelizadores. En estas palabras, las sandalias indican el camino y la tarea, pero también se hace referencia a “quitarse el polvo de los pies”, para significar que nada de un lugar queda pegado.

 

Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente. 7 Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. 8 Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; 9 que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas. 10 Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. 11 Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos». 12 Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; 13 expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo. (Mc 6)

 

La sandalia es un objeto que recoge suciedad, por eso es costumbre quitárselas al venir de la calle y sobre todo en un lugar sagrado (Ex 3,5; Jos 5,15).

 

Los pies de las mujeres en sus sandalias son exaltados por su belleza y poder de seducción:

 

¡Qué bellos son tus pies en las sandalias,

hija de príncipe!

Las curvas de tus caderas son como collares,

obra de las manos de un orfebre. (Cantar 7,2)

 

Se ajustó el cabello con una diadema,

se puso ropa de lino para seducirlo.

Sus sandalias deslumbraron los ojos del guerrero,

su hermosura le cautivó el corazón… (Jdt 16,8-9)

 

Todos estos sentidos que evocan las sandalias,  se contraponen a las imágenes de lo que provoca la bota militar, que indica el tiempo de guerra. Para hablar del tiempo mesiánico, Isaías anuncia que se acabará el taconeo de las botas:

 

Porque toda bota que taconea con ruido

y el manto empapado en sangre

serán para la quema, pasto para el fuego.

Porque una criatura nos ha nacido

un hijo se nos ha dado. (Is 9,4-5)

 

María Magdalena, calzada con sus sandalias

 

En las distintas ocasiones en que el evangelio menciona a María Magdalena, se destaca de ella que está caminando, siguiendo a Jesús. Esto hace de ella una discípula, ya que la definición de discípulo es “el que sigue a un maestro”.

 

 Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce  y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios;  Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes. (Lc 8,1-3)

 

 Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé,  que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén. (Mc 15,40-41)

 

55 Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. 56 Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.

 

1 El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. 2 Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro 3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

4 Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. 5 Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? 6 No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: 7 “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”». 8 Y las mujeres recordaron sus palabras.

9 Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. 10 Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, 11 pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. (Lc 23,50 – 24,11)

 

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». (Jn 20,1-2)

 

Ella camina como discípula acompañando a Jesús en su tarea de anuncio del Reino. Con él, con los discípulos y con las otras mujeres discípulas, recorre el camino hasta Jerusalén. Llegados allí, ella y las mujeres lo siguen en todo el via crucis hasta el calvario.

Ellas también se mueven la mañana del domingo para ir hasta el sepulcro. Y es significativo el dato del evangelio según San Juan: María Magdalena no sólo camina, sino que corre, para llevar las noticias que se refieren a su Señor. Vemos en ella la actitud de quien está “con las sandalias puestas”, pronta y dispuesta para el camino, para la tarea, para salir.

 

“Sentía un afecto muy tierno por su maestro, y por eso, cuando el sábado hubo pasado, no podía soportar permanecer inactiva, sino que fue, al romper la mañana…” (San Juan Crisóstomo, homilía 85)

 

 

A ella le confía Jesús que vaya y anuncie la buena noticia de la Resurrección:

 

 Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: “Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes”».  María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras. (Jn 20,17-18)