Las trampas de la envidia y la tristeza

lunes, 11 de noviembre de 2024

08/11/2024 – El padre Javier Rojas y Paula Torres hablaron esta vez de la envidia y la tristeza, presentadas como trampas mentales que nos alejan de la felicidad. “Son dos emociones complejas que muchas veces se entrelazan en nuestra vida, creando conflictos interiores y afectando nuestras relaciones con los demás. En la tradición de los Padres del Desierto, la envidia es vista como una de las pasiones que más dañan el alma, pues no solo se trata de desear lo que otro posee, sino de sentir tristeza por el bien ajeno. Desde la perspectiva de la psicología, la envidia se reconoce como una emoción que surge al compararnos con otros, y la tristeza se manifiesta como el resultado de sentirnos insuficientes o insatisfechos con nuestra propia vida. Aunque la tristeza en sí misma no es negativa, la relación que establece con la envidia puede llevarnos a un estado de desánimo y resentimiento”, indicó el sacerdote formoseño.

“La envidia y la tristeza comparten una raíz común en el sentido de insatisfacción, pero se manifiestan de maneras diferentes. La envidia, desde la perspectiva espiritual, no es solo el deseo de poseer lo que otros tienen, sino la tristeza que nos provoca el bienestar o el éxito ajeno. Esta emoción nos hace sentir que carecemos de algo esencial, provocando una inquietud que se vuelve obsesiva. Para los Padres del Desierto, la envidia es una pasión que envenena el alma, pues, en lugar de alegrarnos por los logros y bendiciones de otros, nos hace desear su pérdida o nuestro propio éxito por encima del bien de los demás. La tristeza, por otro lado, es una emoción natural que surge ante situaciones de pérdida o frustración. Puede tener un efecto sano si nos lleva a reflexionar ya buscar consuelo, pero cuando se mezcla con la envidia, se convierte en un sentimiento de autocompasión y desánimo. La tristeza, en este contexto, no es una respuesta a una pérdida personal, sino a la comparación constante con los demás. La psicología moderna señala que esta forma de tristeza puede transformarse en un estado depresivo, alimentada por la percepción de que nunca seremos suficientes o que no merecemos lo que otros tienen”, agregó.