04-01-24- Como cada 6 de enero, celebraremos la fiesta de la Epifanía del Señor, o como comúnmente es conocida “el día de los Reyes”. Estos que “han venido a adorarlo” nos despiertan algunas preguntas: ¿Quiénes son? ¿A qué se dedican? ¿Qué significan sus regalos?
La palabra mágos se utiliza de diferentes maneras en los textos bíblicos. En algunas oportunidades se utiliza para designar a la persona que hace hechicería como en Hch 13,6; en el texto Mateo parece, más bien, referirse a unos sacerdotes medos o persas que se dedicaban al estudio de las estrellas y la interpretación de los sueños, dos características que vemos en el relato que acabamos de compartir. Ellos serían estos sacerdotes sabios.
Lo primero que debemos decir es que son paganos, no pertenecen al pueblo de Israel, quizás se encontraron con esta profecía gracias a algún judío de la diáspora. Esta condición de extranjeros no fue motivo suficiente para quedarse fuera del encuentro con el Niño que acababa de nacer. Como dijimos recién, estos magos eran observadores de las estrellas, unos astrónomos, pusieron el conocimiento de su ciencia al servicio de la profecía. Una vez más nos muestran que fe y ciencia no se contraponen, sino que pueden caminar juntas iluminándose mutuamente. Podemos decir que ellos son profesionales que haciendo bien su trabajo se encontraron con Dios, qué gran ejemplo para nuestro hoy cuando a veces no sabemos en el transcurrir del día cómo encontrarnos con Dios. Ellos nos muestran que realizando responsablemente y en clave de fe nuestra tarea diaria, la que sea, puede ser un camino hacia Él.
Además, podemos decir que son personas de sentido común y plenamente sinceros con los demás y con Dios. Es el sentido común el que los lleva hasta el palacio del rey ya que buscaban al Niño-Rey que acababa de nacer y dónde va a nacer un rey si no es en el palacio. Pero no se cerraron a sus razonamientos o conclusiones lógicas, evidentemente estaban abiertos a lo que Dios les tenía preparado ya que no tuvieron problema en reconocer a ese Niño en una familia pobre. También fueron plenamente sinceros con los demás ya que no ocultaron nada de lo que sabían gracias al esfuerzo de su trabajo y estudio, contaron todo a Herodes, los Sumo Sacerdotes y a los escribas. Claramente, no tenían nada que ocultar y por eso cuentan, consultan y buscan ayuda. Pero principalmente son sinceros con Dios. Habían salido de su tierra buscándolo, los desconcertó al esperarlos en medio de esta pobre familia y ahora les vuelve a cambiar los planes indicándoles que la vuelta a su tierra tiene que ser por otro lado, que no debían ir a lo de Herodes; Se encontraron con Dios, interpretaron que les pedía un cambio y así lo hicieron. ¿Cómo habrá sido la vuelta a su tierra después de conocer a este Niño? ¿Se lo habrán guardado?
Nuestros magos no se pusieron en movimiento solamente por curiosidad, dicen bien claro que fueron para adorar. Dice el relato evangélico que “al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje”. ¿Cuál es nuestra actitud ante Dios? Pero el reconocimiento de Dios no se termina en la actitud de la adoración pasiva, saben que algo de sí le tienen que dar a este Dios que tanto buscaron y ahora han encontrado. “Abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra”, le ofrecieron oro, incienso y mirra. Estos tres dones no son cualquier don o regalo, lo que haces es manifestar plenamente quién es ese Niño al que estaban adorando.
Los magos ofrecen oro porque realmente este recién nacido es el Rey esperado y anunciado, pero el incienso nos muestra que no es solamente Rey, también es verdadero Dios. La mirra es ofrecida por su humanidad, este elemento era usado en los ritos fúnebres para tapar los olores del difunto. Estos extranjeros, totalmente ajenos a la tradición de Israel fueron capases de encontrarse plenamente con Dios siendo buenos y sinceros “profesionales”, descubriendo el misterio total de Jesús, misterio que a los discípulos les va a llevar varios años.