Lo que ellos piensan

viernes, 2 de enero de 2009
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Entrevista a Sergio Sinay, periodista, psicólogo y escritor de varios libros, entre otros “La sociedad de los hijos huérfanos”, “Conectados al vacío” (sobre la soledad colectiva en la sociedad virtual), “La masculinidad tóxica”
Sergio  sergiosinay.com
GL: Hoy nos vamos a posicionar en la forma en que ven los hombres los temas, es decir, la perspectiva masculina del mundo de hoy.

SS: La vigencia de un modelo masculino tóxico sigue siendo para mí una realidad de todos los días y una preocupación para mí, y que esto pasa por el vacío existencial que está cubriendo hoy a nuestra cultura, la imposición de un modelo de vida muy orientado al tener y que va dejando deshabitado al ser. El modelo masculino tóxico es una manifestación puntual y específica de ese patrón generalizado de construir vidas sin un sentido trascendente. Otras manifestaciones de ese vacío existencial que estamos viviendo se da en  cierto modo de la construcción de la familia o de la crianza de los hijos y del tipo de valores que se transmiten, y en el uso y  el destino que se le está dando a las nuevas tecnologías en la sociedad.

GL: ¿qué esperan los hombres de las mujeres?

SS: Los hombres esperan de las mujeres lo que se les autoriza o se los estimula a esperar dentro de este modelo tóxico prevaleciente: esperan una “eficaz reemplazante de la madre” con algunos plus o beneficios sobre la madre: que los cuide como la madre, que sepa disimularles o justificarle sus “travesuras”, que les tenga cubierto la comidita hecha y la ropa limpia para salir a hacer su vida de hombre, que tenga la casa en orden. Eso lo esperan tanto de la madre como de su “pareja”, solo que de la pareja esperan el “plus” de que le de hijos, que les permita certificar de esa manera su potencia, que haga trascender el apellido, pero que sea ella quien gestione la crianza de los hijos desde el punto de vista emocional, educativo, de la salud, de la alimentación. A cambio de esto, los hombres proponen cumplir con aquello que se sigue esperando de un varón, que es que sea un buen gestor del mundo público y que sea un buen productor.
    Esto, en términos generales suavizado, actualizado, adaptado a ciertos discursos democráticos en el sentido de que esto no pertenece a un nivel o estrato social, económico o cultural, sino que está bastante diseminado en la sociedad, lo cual es triste en primer lugar para nosotros los varones, porque para ser fieles a este modelo hay que seguir disociándose de lo emocional. Lo emocional sigue pareciéndonos sospechoso, debilitador, demasiado “femeninos” y nos deja disociados de algo que es parte de ser humanos. Como humanos tenemos nuestra vida psíquica, nuestro mundo emocional, nuestras necesidades espirituales. Cuando las postergamos, nos postergamos y nos mutilamos de alguna manera.
    Pero también es difícil para las mujeres, porque aunque las mujeres hayan ganado espacios para desarrollar capacidades que les estaban negadas quizá, hayan demostrado que también pueden desarrollar sus potencialidades en el mundo social, público, profesional, con capacidad, siguen todavía teniendo poca colaboración en aquello que se consideran sus obligaciones. Y la verdad es que no son obligaciones exclusivas de la mujer. Por ejemplo, criar los hijos no es tarea solo de la mujer. Así como los hijos vienen de la unión del varón y la mujer, necesariamente necesitan de los dos para ser criados y educados en todos los planos (físico, psíquico, afectivo, espiritual)

GL:  Ese modelo tradicional, patriarcal –aunque lo patriarcal tiene que ver más con el poder, y lo que vos has hablado es de polarización de roles-, es preocupante porque es la carencia del vínculo afectivo entre el padre y el hijo en cuanto a compromiso, en cuanto a estar presente, en cuanto a desarrollar la intuición entre lo que el hijo necesita o el hijo vive, y otras cuestiones más. Es preocupante porque seguimos criando niños carentes de padre presente emocionalmente – cuando no de padre ausente en todo sentido, porque está todo el día trabajando afuera-. El otro aspecto negativo o preocupante es la gran carga de enfermedades vinculadas al stress que padecen las mujeres por esta sobrecarga de roles, preocupaciones y responsabilidades, porque en vez de “cambiar” roles, ha “sumado” roles. Se reparten las responsabilidades del hogar y después ella se encarga no solo de salir a trabajar sino que se la da el rol de ser el motor o el alma de la casa.
    Sin embargo los nuevos tiempos –me refiero a la democratización, a la pluralidad, a este papá que también da la mamadera, baña los chicos, cambia pañales, lleva chicos a la escuela, es decir, este papá que busca hacerse más presente en la vida del hijo, y esta mamá que busca hacerse presente en la vida pública- no han traído alivio, sino que más bien ha traído una sensación de abandono en los chicos, una soledad, una exigencia y un cansancio en los padres que uno diría ¿no era mejor, aunque fuera polarizado, el modelo anterior?: mamá en casa ocupándose de los chicos, haciendo bien lo que puede. Papá afuera cuidando del nido, de la familia, ocupándose de las cosas públicas. Todos no podemos estar en todo. Es bueno que haya una distribución de roles y que cada uno haga lo mejor dentro de lo suyo. ¿qué pensás vos de esta idea?

SS: Me parece que las personas y las parejas tienen que encontrar cuál es la forma de vida en la que todos  pueden dar lo mejor de sí, pueden atender a sus necesidades esenciales –que no es lo mismo que sus gustos o deseos- y trabajar como equipo para darle a la vida un sentido trascendente, un objetivo que esté más allá de uno mismo. Si hay matrimonios o parejas que pueden lograr esto a través de un modelo tradicional, porque es lo que eligen, me parece maravilloso. De la manera en que ese modelo no funciona es cuando es “obligatorio”. Porque si es obligatorio hoy en día que una mujer salga a trabajar para demostrar su independencia, y eso le cuesta la salud  pero de esa manera ella se muestra independiente, la verdad es que no se está mostrando independiente, en todo caso se está demostrando dependiente de un nuevo mandato. Entonces creo que si tenemos esta maravillosa bendición que nos ha sido dada que es el libre albedrío, ¿por qué no podemos, como varones y como mujeres, ir eligiendo qué es lo que como personas nos permite sentirnos más integrados, más enteros y más armónicos en el mundo? Y entonces el varón podrá decir: “a mí, lo que esto me permite es no ser ‘el mejor productor’, ‘el más ganador’  en el deporte, el negocio o la política” sino “esto me permite ser alguien que destina más tiempo a estar con los suyos, aunque eso signifique que vivamos con un poco menos en lo material, pero con mucho más en lo afectivo y espiritual”, y por lo tanto, como varón, tendré coraje espiritual –que es el coraje difícil para los varones, porque coraje del que viene de la testosterona estamos obligados a demostrar todo el tiempo, pero ninguna cosa que se demuestra por obligación es una elección-. Creo que muchas veces los varones demostraríamos ser más corajudos si pudiéramos decirle que no a muchas cosas y hacer nuestras elecciones. Entonces no sé si se trata de volver a lo anterior. De lo que se trata es de no depender de mandatos, de no seguir la misma actitud de ver qué cosa tengo que hacer para ser aprobado, sino que nos permitamos ir eligiendo de qué manera nos relacionamos y cómo necesitamos vivir. Esto es mucho más difícil para los varones, que somos mucho más verticalistas, más convencidos de que las cosas se demuestran a través de los resultados, que para las mujeres que, quizá porque han tenido menos espacios para moverse, han tenido que ser más creativas en la generación de sus espacios.

GL:¿Por qué les cuesta tanto a los varones expresar sus sentimientos, por qué les cuesta hablar de sus emociones? ¿Qué puede hacer la mujer, y qué no debe hacer –aún creyendo que ayuda o favorece- para favorecer el crecimiento emocional en los varones? ¿Qué siente habitualmente el varón cuando la esposa, o la compañera, le pide una conversación que pinta ser sobre temas emocionales o sentimentales?

SS: Para decirlo de manera sencilla, yo te diría que siente pánico. Porque para el varón esto es entrar a un territorio desconocido

GL: ¡con razón algunas mujeres dicen “a mi marido no hay forma de agarrarlo”, “mi marido es una pieza cerrada”!

SS: Pero el primero para el que esa pieza está cerrada es para él. Eso es lo doloroso del asunto, porque a una mujer le da rabia, bronca, impotencia. Pero un hombre es como si fuera una casa con una habitación clausurada de entrada, la habitación del pánico –como en una película de terror-, y esa habitación es la de los sentimientos y emociones. Ahora, ¿cómo se convirtió en la habitación del pánico?. Al recibir el mandato de que se es hombre si se es ganador, y para ser ganador hay que serlo en todo: -en los negocios, en el deporte, en la política, en el amor, en el sexo- y además hay que demostrarlo (la palabra “perder” está desde el nacimiento erradicada de los varones), para salir a un mundo donde todos los del mismo sexo vienen con el mismo mandato, por lo tanto va a ser un mundo totalmente competitivo, porque ganar puede ganar uno solo, hay que disociarse de lo emocional, hay que cerrar esa habitación, porque es una habitación que puede distraernos, debilitarnos, hacernos dudar… “Un soldado no siente. Si siente, no puede matar” porque si ve en el otro un ser humano como él , no mata. Si mira al que tiene el uniforme del enemigo, pero ve en él al ser humano, que puede estar en una situación similar a la suya, con mujer e hijos que lo esperan, no mata. Esto sucedió sobre el final de la segunda guerra mundial, cuando se terminaban las balas y había que luchar cuerpo a cuerpo, comenzó a haber menos bajas de ambos lados. Y hasta los soldados pactaron entre ellos –sin autorización de los jefes- el alto del fuego en la nochebuena y navidad. Esto provocó en los altos mandos una fuerte reacción que llevó a tomar como desertor al que no matara y a ser tratado como tal, fusilado.
Esto lo podemos trasladar hoy al plano de la política, de los negocios, del deporte, y así vivimos los varones. Pero lo que aquel episodio de la guerra demuestra, es que adentro de cada varón hay un ser humano con todos los sentimientos, y que él es el primero que queda aislado, que a fuerza de no nombrar esos sentimientos, después no sabe cómo se llaman, y esto es lo que pasa cuando una mujer pregunta “ ¿qué te pasa?”, y el dice “nada” o “no sé”. “Nada” no es verdad, porque a todos nos pasa algo todo el tiempo. “No sé” sí es verdad, porque en realidad no sabe cómo se llama esa emoción que siente. Hay una sola emoción permitida que a un varón no le quita un gramo de masculinidad que es el enojo, porque nadie va a decir que un varón enojado es un débil o es un miedoso, o está dudando. Entonces, por el embudo del enojo empiezan a pasar todas las emociones. Entonces, cuando tiene miedo se enoja, cuando está triste, o duda, o no sabe como enfrentar una situación, cuando se frustra  se enoja, y ese enojo crea como una coraza de seguridad porque dice: si me ven enojado no me van a estar pinchando para que hable de lo mío. Pero resulta que dentro de ese cerco, se queda aislado. Esto es lo que nos pasa a los varones con nuestros sentimientos muy frecuentemente todavía hoy.
    Aunque veamos publicidades o películas con varones que muestran sensibilidad, en realidad lo que han cambiado no son las actitudes, los modelos, sino solo las imágenes, que es lo más fácil. Incluso entre los varones jóvenes basta ver en los episodios de violencia en las escuelas, etc, que siguen siendo los varones los que se pelean “a lo macho” guiados por un modelo que siguen recibiendo como modelo orientador.

GL: Yo invito a los oyentes varones a que aporten , opinen o pregunten sobre este tema que tiene mucho que ver con la competencia, la rivalidad, la violencia, este “encorsetamiento” a veces muy difícil de esquivar, porque veo en la sociedad que la alternativa agresivo-zonzo, si no te endurecés te pasan por encima, es una alternativa real. Los chicos lo viven permanentemente: si te miran de una manera desafiante y vos no respondés, te provocan, te lastiman y te pegan. Realmente son encrucijadas muy bravas para el varón

SS: Por eso yo te hablaba del “coraje espiritual”. Para devolver una trompada, se necesita coraje físico, el coraje de la genitalidad. Para no devolverla y que no me importe cómo me miren, o para poder actuar eligiendo, necesito otro tipo de coraje. Y este es el coraje que creo que los varones debemos empezar a pedirnos a nosotros mismos. Porque la verdad es que el varón atado al modelo tradicional de lo que yo llamo “ la masculinidad tóxica”, es un modelo en extinción. Las mujeres sufren teniendo que compartir la vida con “varones blindados”. Y el planeta no da más porque este modelo de masculinidad es el que genera un tipo de relación con la naturaleza de maltrato, de contaminación, de extraer a cualquier precio. Es un modelo también basado en la “masculinidad tóxica” porque los modelos femeninos tienden más al cuidado, la protección, a generar vida, no a cortarla.

GL: recuerdo una serie televisiva que se llamaba “los machos” en que mientras ellos estaban trabajando, sus esposas hacían yoga o bioenergética, es decir, estaban inmersas en un mundo de alfabetización emocional cada vez mayor. Entonces se iba produciendo un desfasaje muy grande entre ellos y ellas. Ellas estaban inmersas en un mundo casi totalmente psicológico y espiritual, y ellos estaban en la realidad contingente, dura, donde había que pelear “el mango” todos los días, y donde los comentarios eran muy graciosos, pero el trasfondo era muy doloroso. Y voy a esto: ¡que errores solemos cometer las mujeres ante estos varones o “blindados” o “analfabetos” en el código emocional! El varón ni siquiera sabe detectar las emociones y tal vez las mujeres ya las están “mirando con lupa”

SS: Sí. A veces, cuando las mujeres piden a los varones que hablen, muchas veces están pidiendo “que hablen como ellas”, con el mismo código con que ellas hablan de las emociones. Lo están pidiendo desde su propia experiencia. Y a veces suele ocurrir que cuando un hombre habla a la mujer no le gusta lo que escucha. Entonces el varón  pregunta: “¿vos me estás pidiendo que hable, o que diga lo que vos querés escuchar?”. Esto es una pregunta interesante para las mujeres: ¿Qué es lo que las mujeres quieren escuchar? Porque hay mujeres que piden a los hombres que hablen de sus emociones. Pero cuando ellos hablan de sus emociones, y dicen tal vez que están tristes, que dudan, la mujer se asusta porque dice “yo al lado de un tipo que duda, no quiero estar, porque esto me hace sentir insegura a mí”. Y entonces lo que aparece es la cara femenina de esa trampa en la que estamos metido juntos, porque al decretar estereotipos tan rígidos para lo masculino y lo femenino, quedamos atrapados los dos. Entonces, el día que los hombres empiecen a hablar, las mujeres van a tener que acostumbrarse a escuchar, y a escuchar de una manera diferente, y a entender que quizá hay dos códigos que son distintos pero no son opuestos sino complementarios acerca de lo emocional.
    Por esto, yo creo que los varones no tenemos que tener miedo a abrir nuestro mundo emocional, porque esto no significa “tiernizarnos” a la manera femenina o volvernos “receptivos” a la manera femenina. Es más bien encontrar cuál es el modo masculino de ser tiernos, receptivos, de ser pasivos, es decir, a ceder lugar también a la iniciativa del otro y no tener el control todo el tiempo, de cederle paso a la tristeza cuando es necesario, de manifestar el amor con acciones y con palabras. Creo que la manera masculina de todo esto, es un territorio a explorar por los varones, un territorio desconocido pero rico. Y cuando como cartógrafos crucemos por ese territorio, podremos hacer un mapa de nuestras emociones. Y quizá no sea un mapa idéntico al de las mujeres. Y justamente esto es lo extraordinario: que hombres y mujeres podamos expresarnos emocionalmente sin tener que hacerlo como lo hace el otro. Porque es esto lo que muchas veces atemoriza al varón: el varón cree que expresar sus emociones es volverse mujer, y no tiene nada que ver con esto. Lo que pasa es que como hasta hoy las mujeres han sido las “administradoras emocionales del vínculo”, conocemos el modelo oficial de expresión emocional que es el femenino. De la misma manera que como los varones hemos sido los administradores económicos de la vida colectiva, las mujeres muchas veces creen que para poder participar de eso tienen que volver fuertes como un hombre, y no hay que ser fuertes como un hombre sino ser fuertes como una mujer. Y la mujer es fuerte de manera distinta al varón, que tal vez ni ellas conocen: qué es ser fuerte de manera femenina, o cómo se es ejecutiva pero no con el modelo oficial masculino sino con un modelo propio.
    Cuando varones y mujeres podamos desarrollar modelos propios de aquellas cosas que nos han sido negadas, creo que nos vamos a encontrar en un panorama de un encuentro entre ambos maravilloso, rico. En esto es como que todavía “estamos en el Jardín de infantes”.

GL: Enterarse de estas carencias o de estas necesidades postergadas es un sentimiento agridulce: por un lado cuánto sufrimiento hay detrás de las cosas que describís y por otro, cuánta esperanza de poder cambiar.

    Pasando a otro tema dentro de lo que es la masculinidad y la experiencia de encuentro con lo femenino, me parece que a juzgar por la queja que habitualmente se escucha entre las mujeres jóvenes –sobre todo aquellas que todavía no se han casado, pero también de las casadas- es frecuente escucharlas decir “Los varones se ponen muy mimosos, conversadores, pero en realidad lo único que buscan es sexo” ¿es cierto esto? Y si esto es así, ¿por qué los obsesiona esto?

SS: Hay un alto contenido emocional en esto. Lo que pasa es que cuando lo emocional queda aislado, predomina lo genital. Esto convierte al hombre en alguien que no va siguiendo su corazón en la sexualidad, sino que va siguiendo su genitalidad. Los hombres aplicamos en nuestra masculinidad los mismos standares que aplicamos en el resto de nuestra vida: la medimos por el rendimiento: no se admite el perder. Si cada varón escribiera su autobiografía sexual, serían autobiografías mentirosas, donde a todos nos ha ido siempre bien, siempre que quisimos pudimos,  y no hubo mujer que se nos resistiera. Y esto es una mentira, porque todo varón normal no ha podido muchas veces, ha sido rechazado en tantas otras, y alguna vez ha preferido hacer otra cosa antes que esto, pero no lo ha podido demostrar. Entonces el varón, de acuerdo con los mandatos de la masculinidad tóxica y tradicional, es un objeto sexual, aunque las mujeres lo hayan sido y lo sean a su manera. Cuando hasta para vender un auto haya que mostrar a una mujer, parece que cuando el que va a comprar es un hombre hay que poner la imagen de una mujer con poca ropa al lado, porque parece que el hombre va a comprar a la mujer, no al auto. Entonces, si las mujeres han sido objetos sexuales, los varones lo hemos sido también de otra manera, porque no hemos estado conectados nunca con nuestro deseo, sino con nuestra obligación: poder, rendir, ir al frente en esto también. No está permitido decir “hoy no quiero”, “hoy prefiero solo un abrazo”, “hoy quiero una conversación”, “hoy me gusta estar al lado tuyo así, solo conversando”. Esto el hombre no se lo puede permitir, y si no se lo puede permitir no hay deseo, hay obligación.
    Los varones nos debemos todavía el descubrimiento de nuestra sexualidad y honrar a esa sexualidad adosándole el sentimiento, pasar de la sexualidad con rendimiento a la sexualidad con sentimiento. Este es un tremendo cambio de paradigma dentro de la masculinidad. Porque después siempre vienen las justificaciones, aparece alguien que trata de explicar esto y va a decir: “bueno, pero fijate que si vemos los leones, son machos, es natural…”. Y por supuesto: para los leones es natural, para los animales. Pero resulta que nosotros tenemos algo que nos hace humanos y que se llama conciencia, que nos conecta con lo que sentimos y lo que deseamos y nos hace ir más allá de donde el instinto nos mande. Porque si nosotros actuamos solo instintivamente, ¿qué nos hace ser humanos?. Si para justificar aquellas cosas de nuestros vínculos humanos que son disfuncionales vamos a apelar a la condición animal, lo que vamos a lograr es deshumanizarnos para justificar algo que no tiene justificación y que merece ser cambiado.
    Esta queja de las mujeres es cierta y existió siempre. Tal vez ahora las mujeres están pudiendo decir malgo que mujeres de generaciones anteriores no pudieron, y es que esto les molesta, que quieren ser miradas también como personas y quieren tener un vínculo que pase también por otros lugares y no por un lugar único. Y de hecho, creo que esto tiene que ser revisado, porque cuando empezamos a justificar que las necesidades sexuales del varón son imperiosas y tienen que ser atendidas terminamos con problemas sociales serios, como justificar la existencia de la prostitución o de l tráfico de personas. Y llegamos a cosas que para mi punto de vista son casi aberrantes y es que lo más que se nos ocurre hacer con la prostitución es reglamentarla de alguna manera, pero no cuestionarla, y nunca se nos ocurre pensar que si hay prostitución que es un problema serio en la sociedad, es porque hay consumidores. Y el problema no es cómo  proteger a las mujeres que se dedican a esto, sino cómo cambiar la cabeza a los hombres que hacen que esto no sea más que un comercio humano.
    De manera de que no es un chiste esto de que la sexualidad del varón lo hace más hombre y tiene que ser siempre satisfecha. Es algo que nos genera problemas serios en lo personal, en las relaciones de pareja y en la sociedad en general.

GL: ¿qué debe, o qué no debe hacer una mujer que siente que es mirada exclusivamente desde lo sexual? ¿cómo se protege? ¿cómo se guarda? ¿cómo intenta desarrollar otras cosas?  ¿cómo enfrenta esta situación?

SS: Esto de conectarse con lo que uno quiere y hacerlo valer es algo que atañe tanto a varones como a mujeres. A veces las mujeres, en su afán de no quedarse solas o de no quedarse sin pareja, admiten cosas que van en contra de su autoestima. Creo que las mujeres son funcionales en esto de mostrar que son  “lo que los hombres quieren ver” y no de establecer con los hombres una relación donde ellas reciban lo que necesitan recibir. Pienso que de alguna manera las mujeres tienen que encontrar una manera amable pero firme de negarse a una relación que no involucre todos los aspectos de ambos, sabiendo en qué términos quieren establecer los vínculos con el varón. En este sentido yo iría un poquito para atrás: a veces las mujeres hoy, creyendo que con estos son más libres, se regalan fácilmente ante eses apremio del varón, y en el fondo lo que hay es un temor a quedarse solas. Pero creo que quedarse sola frente a alguien que la quiere como objeto, no es quedarse sola: es quedarse con la mejor parte de sí misma, con su parte más digna. Muchas veces hasta ahora las relaciones se han establecido en los términos que los varones hemos propuesto. Y como las mujeres han ganado mucha autonomía y libertad en distintos terrenos, están en mejores condiciones hoy de proponer una relación más pareja (¡pareja” viene de “par”)

GL: ¿Creés que la mujer trata de alguna manera de manejar a través de esta polarización genital al varón?

SS: Creo que sí, incluso dentro del matrimonio. Y creo que cuando esto sucede ya los dos están manejando el mismo código que es el código de la masculinidad tóxica, porque el machismo no se expresa solo en los varones: es un virus que empieza en la mente de los varones pero después se disemina a todo el cuerpo social, incluye a varones y mujeres y muchas veces se expresa en los vínculos. Entonces cuando una mujer “negocia” su cuerpo para obtener algo –dentro o fuera del matrimonio- , le da algo al varón para obtener de él algo que ella quiere, en realidad está actuando con un código machista, ha entrado en la trampa aunque se ponga muy bonita para esa negociación y apele a lo más sensual que tenga. Además creo que esto atenta contra su propia dignidad, porque si esto es lo que ella tiene para establecer un vínculo con otro, la verdad es que tiene poco, aunque sea muy bonito.

Respuestas a inquietudes de los oyentes

–    A mi esposo le gusta mucho ver deportes, y se pasa domingos enteros viendo TV. ¿cómo hago para sacarlo de eso? ¿cómo hago para que no esté yo todo el tiempo criticándolo?

SS: Creo que antes que estar con la crítica debería estar con la propuesta: proponerle actividades conjuntas, familiares, donde si él no participa el hueco es visible, aunque sea visible frente a los hijos: es preferible que perciban una ausencia y no un mal modelo. Hay que crecer con la verdad, no con el disimulo. Ir con propuestas concretas: “hoy queremos que participes con nosotros de tal salida”, y luego cada uno debe hacerse responsable de sus sí o sus no y de las consecuencias que esos sí y no traen después en la vida. Está lleno de padres que dicen “no me di cuenta en qué momento crecieron mis hijos”,  “mi hijo es un desconocido, no puedo hablar con él”
En realidad, cuando los padres no pueden hablar con los hijos no es culpa de los hijos sino responsabilidad de los padres. El puente de la comunicación entre padres e hijos se construye desde los padres hacia los hijos. El puente de la comunicación entre dos adultos se construye desde las dos orillas al mismo tiempo.,  Para comunicarse con los hijos hay que estar, hay que participar de su vida, y como consecuencia de esa participación y presencia la comunicación.
    Si uno está todo el tiempo “en otra”!, mirando tv, después no se puede quejar de que sus hijos le son desconocidos, o que no lo toman como guía, referente, consultor prioritario cuando ellos necesitan de alguien

–    ¿Cómo puedo ayudar para que puedan decir lo que piensan sin enojarse?

SS: creo que la mejor manera es no presionar. Muchas veces las mujeres les exigen a los hombres que hablen, y ante la exigencia el silencio se hace más absoluto. Y ante la insistencia también: es importante respetar los tiempos. Creo también que es importante hablar en primera persona: decir por ejemplo “para mí sería muy importante saber qué te pasa”  , “Yo necesito saber qué te pasa, necesito que me lo digas,  para poder ayudarte si es necesario, o para poder saber qué tengo que hacer yo”. Es decir: hablar de la necesidad de uno, y no de lo que el otro debería hacer. Cuando uno empieza con “vos deberías hablar más”, “vos deberías comunicarte…”, el otro se cierra. En cambio cuando uno está hablando de su necesidad, y no de la obligación del otro, es más difícil que el otro se cierre

–    Tengo 65 años, mi esposo 79. Estamos los dos jubilados hace tiempo. El está todo el tiempo en la computadora para toda la parte de administración (ad honorenm). Entonces eso es más importante que todo: salir, pasear…eso no. La computadora es más importante. Pero yo sigo siendo la ama de casa y teniendo todas las obligaciones de ama de casa. El sigue con su obligación, pero como esposo no existe. El tiene metido desde sus ancestros de que si yo soy la mujer tengo que hacer todo en casa y después esperar a ver qué quiere el varón.

SS: Creo que siempre el matrimonio es un trabajo en equipo. Si alguien “no tiene tiempo” para compartir con el otro, el otro tiene que comenzar a recuperar su propio tiempo, que está “embargado” de esa manera. Entonces esa señora, por ejemplo, lo que podría hacer es, a la hora de la comida decir: tengo ganas de irme a comer con una amiga, e irse. Entonces él se irá dando cuenta de que así como él empieza a “faltar” de una obligación central en la pareja, que es “estar con el otro” (porque en una pareja la obligación central no es cumplir con lo suyo –para esto al señor le bastaría con tener una empleada-) “convivir con el otro”, “compartir”. Entonces, si uno empieza a faltar a esto, la manera de recordárselo  es faltando para que vea  “qué pasa cuando uno falta”.

–    ¿Cuál de los libros que mencionaron recomendaría más para una persona joven?

SS: Tal vez “Conectados al vacío “ , porque tiene un lenguaje más cercano a la realidad que viven los jóvenes, que también va a tocar los mismos temas pero desde algo que él reconoce como “familiar”, que es el mundo de la virtualidad, de la tecnología de conexión rápida, etc

–    Mi marido hace años que trabaja en una empresa donde tiene que viajar, le insume mucho tiempo. El dice que quisiera cambiar para compartir más, pero no se decide, siempre está en que “mañana” comenzará, y así estamos toda la familia esperando que llegue ese “mañana”

SS: Creo que si el marido ha expresado que quiere cambiar , ahí ya estamos ante “terreno fértil”. Quizaá sería interesante que ella le contara cómo se imagina ella una vida diferente a partir de que él cambie: “yo creo que si te decidís en el cambio, podríamos hacer esto…¿qué te parece a vos?. Porque la idea siempre, cuando uno quiere promover un cambio dentro de una pareja, o con un hijo o cualquier tipo de vínculo, es crear un espacio, tratar de crear un objetivo común y después convertirse en socio de ese objetivo. Entonces por ejemplo proponer: “yo creo que si vos cambiaras ese trabajo por otro, nosotros podríamos cambiar en tal y tal cosa, nuestra vida mejoraría en tal y tal aspecto…¿vos qué pensás? ¿estás de acuerdo con esto?”. Si él esatá de acuerdo, la siguiente pregunta es ¿en qué pensás que yo te puedo ayudar? ¿qué necesitarías de mí para esto?. No solo ofrecerle ayuda, sino tratar de que él se conecte con esta ayuda de manera directa y práctica: en qué concretamente te puedo ayudar en esto para empezar ya. Convirtamos esto en un proyecto común-
GL: A las mujeres nos cuesta hacer ese itinerario desde lo positivo, y no desde el machaque permanente, de la insitencia, de la expectativa, quedar enganchada en la decisión del otro.
SS: Por experiencia propia y por experiencia de trabajo, te digo que cuando en todos los conflictos de dos uno puede generar algo que sea presentado como un “proyecto común”, cambia la perspectiva. Con la crítica, la cosa se empantana. En vez de críticas, hay que hacer propuestas que puedan traducirse en hechos cotidianos, concretos, inmediatos. Tampoco proyectos tan grandes que sean difíciles de alcanzar.
GL: Además, en lo cotidiano, por ejemplo en el caso de la señora que planteaba que no puede sacar a su marido del televisor, la propuesta de cambio debe ser algo que sea agradable también para él: no le vamos a cambiar el televisor con la propuesta de llevarlo a mirar vidrieras. Si no queremos mirar fútbol con él, no lo llevemos a mirar vidrieras con nosotros. Es decir, si queremos comenzar a cambiar la situación, que la propuesta sea agradable para los dos, y sobre todo para él.

Ojalá podamos extender este mensaje que creo es muy sanador, muy reparador, rehabilitante para los varones. Una propuesta para quienes no escuchan este tipo de programas puede ser regalar un libro de estos, que pueden hacer mucho bien.

SS: Yo también agradezco la posibilidad de poder intercambiar ideas en este tipo de programas porque considero que es la única manera de crecer: con el otro, no encerrado con una idea, aunque esta idea sea  correcta.