25/06/2021 – En una nueva entrega del “Diálogo de hermanos”, el rabino Marcelo Polakoff y el sacerdote Javier Soteras se refirieron a los árboles y al mundo vegetal desde las sagradas escrituras. Iniciaron el itinerario desde el libro de Ezequiel en el capítulo 17,versículos 22, 23 y 24: “Esto dice el Señor Dios: Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré. De sus ramas más altas arrancaré una tierna y la plantaré en la cima de un monte elevado; la plantaré en la montaña más alta de Israel; para que eche brotes y dé fruto y se haga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas. Y todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes, que seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos”.
Comenzó diciendo que “Dios eleva a los árboles pequeños, el Señor se presenta en lo más llano como ocurrió en el Monte Sinaí, que era una montaña bastante baja. Tenemos un Dios sencillo, que no es soberbio, se presenta como algo tranquilo. En Génesis 2, del versículo 8 en adelante, Dios dice que Adán y Eva pueden comer de todos los árboles , pero del árbol del centro del jardín, el árbol del conocimiento del bien y del mar, no podían comer porque sino morirían. También en el centro estaba el árbol de la vida. Está claro que Adán y Eva no comieron del árbol de la vida, sino que fueron al otro, al prohibido. Si hubiera sido al revés, la historia hubiera sido otra. Una conclusión de este pasaje es que el conocimiento tiene que estar al servicio de la vida”.
Por su parte, el padre Javier expuso que “hay que distinguir entre sabiduría y conocimiento. Los hombres desafían a Dios avanzando en lo que no saben, adquieren conocimiento pero no sabiduría. Atención, porque el árbol del bien y del mal no esconde la sabiduría. Distinto a la grandeza, Dios elige lo austero y lo sencillo”. Luego Polakoff habló del Mambré: “El nombre nombre completo en hebreo es Elonei Mambré y es un antiguo santuario, originalmente centrado en torno a un árbol sagrado, que pertenecía al reino de Canaán. En Génesis 13, 18 aparece Abraham instalándose en “los grandes árboles de Mambrée”. Y otro de los textos que quiero citar es del Levítico, donde Dios pide que cuando el pueblo entre en la tierra prometida debía plantar árboles. Trabajar y cuidar la naturaleza es lo que nos pide Dios. La tierra es de Dios pero se la da a sus hijos”. Finalmente, Soteras resaltó que “la figura del árbol tiene mucha fuerza también en la tradición cristiana donde Dios, encarnado en la persona de Cristo, se reconoce en esa figura. En el evangelio Juan 15, Jesús dice: “Yo soy la vid verdadera y mi padre el viñador” . Y nosotros, como pueblo, estamos injertados en esa vid. Es la forma de recuperar el jardín Edén perdido. También dijo Jesús: “El reino de los cielos es semejante a la una semilla de mostaza, es la más pequeña de las semillas y llega a ser el arbusto más grande”. Estos son algunos de los muchos ejemplos en que el Señor se refiere al mundo vegetal”.
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