Los caminos de la comprensión

jueves, 7 de mayo de 2009
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Vamos a compartir los caminos de la comprensión. Te pido que te prepares y escuches las distintas situaciones que vamos a contemplar.

Imagináte, por ejemplo, esta primera situación: en tu casa, vos, en el living estás viendo la televisión mientras estás planchando-quizás- y está allí tu hijo estudiando. Puede pasar algo como esto:
“- En verdad, yo ya no sé qué hacer con vos. Lo único que tenés que hacer es estudiar y traés una mala nota.
-Perdoná, mamá. Traté de estudiar, pero me peleé con mi mejor amigo. No sé qué me pasa.
– ¡Por favor! ¿Qué pelea? Ésas son tonterías. Hacéme el favor, dejáte de pavadas y más vale que me levantés esas notas.
– ¡Pero, mamá!
– Nada, nada, hijo…Te vas a estudiar.”
Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia, ¿no?

Otra situación distinta: en un café se encuentran el marido y la mujer- que podés ser vos con tu esposo o vos con tu esposa-:
“-La verdad, Fernando, cada día entiendo menos tus actitudes. Estás distante, distraído, como en otro mundo. Y así no se puede seguir.
– Bueno, Sandra, es cierto. Dame tiempo, tengo muchos problemas en el trabajo. No puedo pensar, estoy muy preocupado. No sé cómo resolver las cosas y, la verdad, no creo que puedas ayudarme.
– Bueno, pero si…si…
– No, no, no, no, dejá. Por ahora, dejáme así.”
Dilapidante el cierre, ¿no? A veces, suele pasar esto.

Quizás, esto otro que va a escuchar ahora en tu trabajo de cada día, puede ocurrirte entre vos y tu jefe:
“- Bueno, Pérez, ¿usted cree que el horario está puesto de adorno?
– No, jefe, claro que no. Le pido disculpas, se me rompió el auto a mitad de camino. Llamé a un taxi…
– Ajá, ajá…
– Y bueno, usted vio el tránsito que hay, jefe. Por eso, llegué diez minutos tarde. La verdad…
– Mire, Pérez, la verdad que esta situación no se puede repetir. Va a perder sus premios por llegar tarde. Imagínese que no quiero que esto se convierta en una cháchara.”
¿Cercano a tu realidad?

Esta teatralización mínima chiquita, cortita es para poder significar cosas que nos pasan diariamente. Un sinnúmero de situaciones cotidianas en las que tenemos la tendencia a reaccionar con impulsos. Por ejemplo, cuando no está lista la camisa que pensábamos usar, cuando llegamos a casa y no han terminado de preparar la comida, una vez más los hijos han dejado los juguetes esparcidos por toda la casa,  los compañeros de clase que no terminaron a tiempo su parte del trabajo en equipo, el informe para la oficina que tuvo errores y se retrasó y las situaciones concretas que escuchamos: la madre con el hijo, que tiene una situación concreta que no le permite realizar su tarea de cada día; el esposo y la esposa que parece que no se saben escuchar entre sí; el jefe y el subalterno que tienen situaciones diferentes, cada uno parado desde su lugar.
Vamos a intentar caminar junto a vos por los caminos de la comprensión. Estos caminos en los que a veces falta justamente la comprensión porque no hay un diálogo, no hay un modo de querer interesarse por saber qué le pasa al otro, por qué actuó de tal manera o de tal otra. Y esto nos pasa muy seguido con quienes están cerca, en quienes invertimos mucha entrega de la vida, el trabajo y el amor. Y ellos son los que también nos desilusionan.
Y a raíz de esto sufrimos, en situaciones dolorosas, heridas, desplantes. Tenemos gestos y palabras de desamor y nuestro corazón comienza a cerrarse, de tal modo que los primero que hacemos- y es muy fácil que lo hagamos- es condenar al otro. Y esta condena, lejos de ayudarnos, nos está paralizando, nos deprime, nos pone en el camino del enojo y, lo que es peor, esta herida producida por todas estas cosas sigue abierta y supura más dolor.
Por eso, para que podamos componer esta herida, iniciar el camino de proceso como un remedio para poder sanar estos lugares en los cuales a veces escasea el remedio correcto y que nos lleva tiempo, nosotros vamos a tratar de descubrir cuál es este ungüento de la comprensión, que nos permite sanar y suavizar estas heridas. Y descubrimos entonces que la comprensión es el modo de poder encontrarle una salida acertada. 

¿Cómo es tu experiencia de comprensión, la que recibís y la que entregás? Estamos queriendo transitar por ese lugar y es importante ir descubriendo qué es la comprensión para vos, cómo la experimentás, porque en la medida en que nosotros nos sabemos comprendidos por los demás, por Dios también vamos a poder brindar nuestra comprensión. Creo que en esta materia de la comprensión no todos somos excelentes alumnos.
San Pablo en la Carta a los Romanos nos dice: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. Es claro cómo San Pablo manifiesta que en nuestro mundo de las relaciones en nuestra vida cotidiana no podemos vivir sin confrontarnos a cada paso, con la pequeñez, con los límites, con los errores, con esta incapacidad que es propia y, así como la tengo yo que soy humano, también la tienen los demás.
Y ante esta evidente realidad, ¿qué hacemos? ¿Por dónde transitamos? Podemos, simplemente, quedarnos y soportar todo, sobrellevarlo, que es un aspecto de la comprensión. Sin embargo, estamos llamados, siempre invitados a ir de más en más. Por eso, es interesante lo que el Padre Cosp nos invita a hacer, es esto de “acomodarnos al otro”.
Más que sobrellevar, soportar- da la impresión de mucho esfuerzo, mucho sacrificio-, más allá de esto, estamos invitados a acomodarnos con el otro. Este intentar sentirnos cómodos al lado de quien amamos, no porque sea perfecto y puro y no tenga ninguna arista dura o molesta, sino porque conozco tanto al otro que lo amo también en sus límites y sé acomodarme a esos límites que el otro tiene. Es decir, voy descubriendo cuál es su realidad verdadera y no la que yo me hago en la cabeza, y de ese modo puedo encontrarme cómodo al lado del otro, sin olvidar, justificar, tapar aquello que no hay de bueno en el otro. Es realmente un desafío.
Y si te vas a Lc. 15 en la “Parábola del Hijo Prodigo” vas a poder descubrir claramente esta actitud del Padre Misericordioso ante la actitud desamorada de quien le pide la herencia, que es su hijo, que va y lo despilfarra y luego vuele arrepentido, necesitado y el padre lo recibe comprendiendo el paso que él ha hecho. Es de una hondura maravillosa esta comprensión y ¡qué bueno que en este tiempo pascual, en que nos vamos preparando para recibir al Espíritu Santo, podamos nosotros también navegar, sumergirnos en este lugar del corazón que nos invita a la comprensión!

Me gustaría compartirte un cuento que nos puede ayudar a abrir los ojos sobre la comprensión. Es el cuento de Hans Andersen “El campesino y sus trueques”:
“Un matrimonio decide vender una de las dos vacas que tienen. Ya son ancianos y les basta la leche de una. A la mañana siguiente, tempranito, el hombre se dirige al mercado. Pero muy pronto la vaca se cansa y renuncia a seguir, por lo que el campesino se la cambia a un hombre que va al mercado con un chancho.
Hecho el trueque, nuestro amigo retoma el camino a su hogar. Pero el chancho que él lleva consigo se entretiene y no avanza, así que entonces lo cambia por una cabra, al parecer muy avispada y dispuesta. Con tanta vitalidad, se le hizo imposible avanzar y quedó sin aliento este anciano campesino.
Ahora, entonces, se le ocurre cambiarla por un ganso. Éste se siento molesto debajo del brazo, aletea y picotea tanto que el campesino lo cambia por un gallo.
Ya con el gallo, llega hasta un bar y lo cambia por un buen almuerzo con cerveza.
Cuando un compadre entendió la historia de tantos trueques, le anticipa que su señora lo va a matar por su negocio tan desastroso. Nuestro hombre, nuestro campesino le dice que de ninguna manera porque su señora va a estar feliz. Entonces el compadre a este campesino anciano le desafía por veinte escudos.
Así entonces, el campesino, junto a su compadre, va directo a la casa. El matrimonio se saluda contento por el regreso, mientras el compadre, escondido, escucha lo que pasa.
La mujer se siente contenta por el primer trueque ya que el chancho les va a dar jamón para el invierno. Con el segundo trueque que le va relatando el campesino, se pone muy contenta porque la cabrilla le va a dar leche, queso y, quizás, un cabrito. Con el tercer trueque que el campesino le va contando, se pone contenta porque se van a comer el ganso y las plumas le va a venir muy bien para el cubrecamas.
El campesino prosigue con el relato y le cuenta que lo ha cambiado por un gallo y se pone muy contenta su esposa porque justo tenían el despertador descompuesto y éste les va a asegurar una despertada verdaderamente temprana.
Cada vez que el marido la sorprendía con un nuevo trueque, ella se alegraba por las posibilidades de un nuevo cambio. Al final, el gallo se convierte en un almuerzo. Ella entonces le pregunta si el almuerzo había sido satisfactorio. El campesino dice que le cayó como a los dioses y, alabando a Dios por su alegría, ella dice: “A mí me importa sólo- y tú lo sabes- que estés contento”.
Así, la apuesta entre el campesino y su compadre estaba ganada por lo que el compadre tuvo que desembolsar los veinte escudos, mucho más que suficiente para comprar otra vaca.”

Un ejemplo de comprensión: cómo la mujer conoce el límite del marido para hacer negocios. Por eso, ella no aplica firmeza y enojo sobre él, que para ella quizás haya hecho muy mal negocio, sino que aplica la comprensión. Y esta comprensión en el marido trae consigo un marido feliz, que le permite desarrollar otros talentos. Y por añadidura, como vimos en el cuento, les hace también ganar algún dinerillo y volver a tener la vaca como en un inicio.
¿Cómo es la experiencia de comprensión que vos tenés, que vos recibís y que vos das? ¿Qué es la comprensión de acuerdo a esto para vos?

Estamos haciendo “El camino de la comprensión”. Hemos escuchado algunas situaciones, te hemos preguntado a vos cuáles son las experiencias que hemos tenido de comprensión, qué es la comprensión.
Uno de los caminos que fuimos descubriendo a través de la canción “Amar sin parar” es el camino del amor. Puede sonar un poquito teórico quedarnos desde este lugar, pero no es teórico cuando nos decidimos amar. ¿Qué quiere decir esto de “decidirse a amar”? Es trabajar el corazón para que vaya asemejándose al corazón de Dios desde lo que nosotros somos y asumir este ideal de vida de ser reflejo de este corazón paternal, fraterno y filial de Dios, como por ejemplo lo fue ese Padre Misericordioso con el hijo que volvía arrepentido. Amar es, ante todo, querer hacerlo.

“Ponerse en el lugar del que está en frente” ésta es la realidad concreta que Dios ha tenido con nosotros. Hacerse hombre, encarnarse no es otra cosa que el ubicar este lugar en el que estamos nosotros. Desde allí Dios, como nos ha dicho en el retiro de Pascua Gabriela Lasanta “Dios es un ser cordial que viene a compartir nuestra vida”,  que no trae siempre soluciones y que quizás no ofrece una respuesta para mucho de nuestros interrogantes, simplemente Él está, allí con su presencia nos basta, en ese lugar donde estamos nosotros, Dios que se hace hombre, que tiene está actitud cordial desde el corazón, es la empatía, el ponerse en el lugar del otro. Ésta puede ser una clave en el camino de la comprensión.
¡Qué lindo que suena esto de “ponerse en el lugar del otro”! Pero el otro tiene sus cosas, tuvo su historia- yo tengo la mía. No es tan fácil, no es tan simple. Por supuesto que no. Nos exige un desplazamiento voluntario del lugar donde nosotros estamos cómodos para poder comprender la realidad y la situación de quien tenemos al frente, sea una persona amada y cercana o sea el vecino que, con la música alta toda la noche, no permite que podamos pegar un ojo. A ver, ¿cómo me ubico en esa situación? ¿Cómo me desplazo de ese lugar mío de comodidad para poder comprender al otro?

Este desplazarse para comprender es un poquito a lo que Dios invitaba a Abraham: “Deja a tu padre y a tu madre”. Lo que el Señor en la Palabra le decía a aquéllos que lo querían seguir: “Deja que los muertos encierren a los muertos”. “Vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres y sígueme”, le decía al joven rico. Este salir de nuestro lugar confortable para poder peregrinar a la realidad de otro, esto nos puede permitir a nosotros poder comprender la realidad. Estamos hablando de comprender, no estamos hablando de tapar esa realidad, no estamos hablando de justificar cosas que, en última instancia, no tienen justificación. Por ejemplo, realidades patológicas violentas. Nosotros estamos hablando de mirar ese lugar desde el lugar en el que está él y las cosas de seguro que van a ser muy distintas.
¿Por qué van a ser distintas? Porque este desplazamiento voluntario me traslada de las posiciones de distinción a posiciones de comunión, me traslada de este buscar constantemente, este ser objeto de interés y de atención por parte de los otros, me traslada al lugar de ocultamiento y servicio, al lugar donde está aquél que no se ve, al lugar de soledad de aquél que tengo al frente. Estos elementos nos pueden ir permitiendo salir de nosotros y encontrar, en esta atmósfera de cordialidad, la comprensión verdadera: comprender más que justificar.

¿Y por qué decimos que comprendemos? Porque nos estamos vaciando de nosotros mismos para prestar atención a los otros, con el deseo de hacer de ellos el centro y la preocupación. Por eso, es un desafío esto de abandonar los métodos que tenemos para llevar la atención hacia nuestro terreno y tratar entonces de desalojar nuestro “yo” del centro de atención y que podamos incluirlo al otro en ese lugar de atención. Ésta ha sido, quizás, la experiencia que vos has tenido cuando alguien ha podido escucharte y te has sentido comprendido, no juzgado; te has sentido acogido, rechazado. Y quizás alguien te ha comprendido, sin embargo, te ha permitido ver aquello en lo que estabas equivocado. Pero te has sentido comprendido. La comprensión no es el “todo vale”, sino este lugar en el otro que me permite ver como ve el otro.

En este desafío de la comprensión, también juega un papel importantísimo el hecho de que podamos nosotros descubrir lo bueno que hay en el otro, no dejarlo pasar. No estoy hablando de adularlo, de inventar aquello que no es cierto, sino de ser realista con la presencia del hermano. No dejar pasar esto bueno que veo, que experimento a mi alrededor, como si fuera normal y evidente, sino alegrarme, maravillarme, sorprenderme ante cada cosa buena y positiva. Porque esto que veo que es bueno, me alegra el corazón. Estamos acostumbrados a resaltar lo negativo y lo que falta. Y es claro que, cuando resalto lo que es negativo y lo que falta en el otro, el otro no se va a sentir nunca comprendido porque yo estoy haciendo una mirada parcial y no integradora. Me quedo parado en el lugar oscuro y no percibo el lugar de la luz. Ver que un hijo haga su cama o haga sus deberes sin que yo se lo pida, el gesto de la mamá puede ser felicitarlo de palabra o prepararle una comida que a él le guste. En la oficina, si vos sos jefe, ¿cuánto tiempo pasás, cuántos días, cuántas veces marcando los errores y reforzando lo que está faltando en el otro? ¿Y cuánto de felicitación o estimulación por los esfuerzos y los trabajos que han hecho bien aquéllos a quienes vos tenés a cargo? Eso estimula al otro y lo hace sentirse comprendido, porque no se está viendo ese lugar oscuro, sino que se está sintiendo descubierto en la totalidad de lo que es: en la luz y en la sombra. Éste es el desafío al que te estamos invitando a transitar, el camino de la comprensión, que, evidentemente, tiene su raíz más clara y no puede tener otro lugar que un corazón cordial que intenta, que quiere, que busca verdaderamente amar.

Te invito a que vos pienses cuáles han sido las experiencias de comprensión. Te hago una pregunta más profunda: ¿Te sentís comprendido por Dios, que quizás es Aquél que conoce lo profundo de tu corazón? Yo, a las claras, me doy cuenta por la manera de actuar de uno. Dios podría haber dicho: “Desaparecé”. Sin embargo, Su amor nos invita y nos alienta.

Amar es llenarse de ternura y comprensión. Venimos hablando del amor como el punto clave dentro de la comprensión. Y este amar comprendiendo, aun cuando veamos lo negativo, lo torpe, lo incoherente en los demás. Y esto es porque me decidí al amor, me decidí a aceptar al otro tal como es, a ver si lo puedo entender. Aceptar al otro tal como es y no pretender que el otro cambie a mi gusto y piacere, como se dice. Puedo cambiar yo y crecer en un amor que no pone condiciones para amar. “Yo te voy a amar más cuando vos me hagas caso”, “yo te voy a amar más cuando vos hagas lo que yo quiero o cómo yo quiero que lo hagas”. ¿Te pasa así a vos con el amor? ¿Te pasa así en tu relación con tu esposo, con tu esposa, con tus hijos? El amor no puede tener condiciones que lo limiten. El único límite que tiene el amor es el mismo amor, es el cause que permite que fluya este río de lo mejor que tenemos en nuestra vida. Muchas veces nuestras incomprensiones terminan siendo fruto de este círculo vicioso en el cual tenemos expectativas excesivas, que ponemos en los otros, que proyectamos en los otros. En última instancia queremos continuar armando nuestro mundo y no somos sensatos, no somos verdaderamente realistas, lo que hablábamos en la “Ascesis de la normalidad” que hacíamos referencia al realismo, descubrir al otro tal cual es. Entonces, cuando el otro no se comporta de acuerdo a lo que yo espero, me siento desengañado, me desilusiona y se sale de los esquemas en los que yo lo he metido y, por lo tanto, no lo comprendo.

Un hombre comentaba: “Cuando yo era joven, mi gran expectativa era cambiar el mundo. Me hice adulto y quería cambiar a mi familia. Ahora que soy mayor, he descubierto que sólo puedo cambiarme a mí mismo y, si me esfuerzo, lo voy a lograr. ¡Qué lástima que perdí tanto tiempo y descubrí tarde este camino!”. Hay una canción de Alejandro Lerner que en algún momento dice: “Puedes cambiar el mundo”. Esto puede cambiar porque empiezo por mí, desde ese lugar me ubico yo para poder ir cambiando. Y no lo cambio porque a mí se me ocurre que los demás tienen que cambiar, sino porque, en el transcurso del camino, debemos ir modificando algunas cosas para poder entrar en comunión. Te invito a que lo repienses vos también: ¿qué es lo que quizás debes cambiar para poder entrar de lleno en este camino de la comprensión?

Es interesante descubrir que, para poder salir de este círculo vicioso de querer cambiar a los otros, debo aceptar que la vida del otro es su vida y que actúa el otro, actúa de acuerdo a sus capacidades e incapacidades. ¡Mirá qué lindo esto: descubrir que el otro actúa de acuerdo a sus capacidades e incapacidades! No solamente las que tiene de manera permanente, sino que si te encontrás con una persona exaltada o que está triste o molesta, te vas a dar cuenta que está sujeta a una emoción momentánea y eso claramente reduce su capacidad de reflexión y entonces, podríamos decir, que, en ese momento, no está muy predispuesta a pensar o a sentir coherentemente. Son realidades, situaciones que se dan en el momento. Eso es comprender, eso es poder descubrir lo que está en el corazón del otro y su contexto, lo que no me autoriza a que yo pueda estar justificando y diciendo que está bien en cuanto esencialmente no lo es. Lo importante es ver desde dónde el otro me está diciendo lo que me está diciendo, desde qué lugar de su corazón me lo está diciendo. Quizás tendré que esperar un rato a que se tranquilice y poder hablar de una manera más reflexiva.
Te invito a que hagas un ejercicio: en una hoja de papel, dividíla en dos, en un lado de la hoja escribí aquello que a vos te cuesta aceptar de una persona que está cercana a vos, por ejemplo, que siempre quiere tener la razón, que tenés que hacer todo lo que ella dice, algunas cosas que te molestan. De otro lado de la hoja, agregá en otra columna todas las cualidades y virtudes que tiene esa persona. Es un gran desafío pode mirar, porque, de esa manera, vamos a poder decir que la comprendemos integralmente, no cuando me quedo en un aspecto parcial y determinado, muchas veces determinada por algunas cuestiones mías que me hacen ver en él aquello que yo quiero ver y no lo que realmente él tiene en su vida. Pensaba en la película “Escritores de la libertad”, cómo se confía en el otro, en apoyar lo bueno, el otro se siente comprendido.
Al descubrir estos límites, estos defectos, estas incoherencias, estas faltas, estos errores en aquél con quien yo estoy cerca, vamos viendo que hay límites que no han sido buscados por él. Hay límites que lo traen desde su historia, desde hechos que han vivido y que yo ni conozco. Y yo me largo a juzgar. No sé qué pasa por su corazón en ese momento. Estos límites que no han sido queridos y que, a veces, ni siquiera sabe cómo superarlos y los tiene allí y yo los percibo, ¿qué hago? Lo comprendo primero y, antes que comprenderlo, intento amarlo, quererlo así como está, porque es lo que yo también esperaría de parte del otro.
Por eso, el cambio profundo debe venir desde una actitud interior que yo debo tener. Claro, yo quiero comprender al otro cuando me es accesible. ¿Y si no puedo entender por qué hace esto o lo otro? ¿Entonces no lo comprendo? Entonces mi comprensión siempre va a estar limitada por lo que yo puedo entender o no puedo entender. Es una actitud interna del corazón que siempre me tiene que estar invitando a comprender, a situarme en el otro lugar, como Dios se ha situado en nuestra historia y en nuestra vida.

Podríamos decir entonces que para lograr la comprensión hacia el otro tenemos que:
A) Cambiar interiormente de perspectiva cuando veo al otro tan distinto de mí.
B) Ver que el otro tiene un problema, bajo el cual yo sufro, pero mucho más sufre él. Un corazón despierto reacciona, como ya dijimos, bajando las expectativas, conteniendo y escuchando compresivamente, pero a la vez no dejándose invadir y neurotizar.
La decisión de amar siempre en cada circunstancia nos asemeja a Jesús, él no enseñó lo que debe ser nuestra actitud permanente.
Entonces recibamos al otro como es, con sus manchas, arrugas e inmadureces y a la vez valoremos todo lo bueno que nos entrega en su amor.
C) Si el problema en nuestras relaciones es la forma en que yo veo al otro, la solución pasa por la luz que yo arrojo sobre la persona y su comportamiento. Y la prueba de ello es que somos más tolerantes y amables.
Ver al prójimo con mucha luz permite verlo sin dramatismos, exageraciones, estridencias y a la vez sin minimizar u ocultar la verdad de lo imperfecto.
Resumiendo: Podríamos decir que la comprensión es la actitud de quien se dispone a no esperar nada. Claro que siempre esperamos algo, las expectativas existen y es bueno tener algunas, pero si disponemos e inclinamos nuestro corazón a no esperar nada y a regalar todo…la vida se llena de sorpresas.
La luz que procede de un corazón comprensivo es la que permite ver cosas buenas que otros no ven.

Hemos trabajado con el libro Firmeza y ternura, las dos manos de un mismo amor del Padre Antonio Cosp.