Los Errores En La Oración De Petición

viernes, 25 de septiembre de 2009
image_pdfimage_print

    ¿Por qué Dios no responde cuando yo le pido cosas? Le pido justicia y hay cada vez más hambrientos ¡Es para quejarse! Hemos rezado, hemos insistido en nuestras peticiones, y no hemos conseguido nada. Dios sigue mudo. Y se hace muy difícil continuar con nuestras peticiones cuando están totalmente desatendidas, Dios. Hoy nos vamos a quejar!

    Pareciera como que nosotros no terminamos de alcanzar a Dios con nuestra oración, y se hace difícil continuar con nuestra petición cuando son desatendidas. Pareciera como que Dios se divierte dejando sin respuesta nuestras legítimas esperanzas. Muchas veces tenemos la impresión de que Dios es como una de esas oficinas burocráticas donde uno va y presenta la queja para que se duerman ahí, en un cajón, y ni siquiera las lee. Entonces ¿cómo conciliamos la afirmación de que nuestras oraciones van a ser oídas con la experiencia casi diaria que desmiente esta promesa?
    Cada uno de nosotros, puede presentar seguramente una larguísima lista de peticiones que Dios no ha atendido. Y si rascamos un poquito bajo la piel del alma, muchas veces acumulamos resentimientos contra Dios. Sobre todo cuando las peticiones tenían que ver con experiencias cumbres, o pérdidas. ¿Es que también en el cielo habrá una burocracia celestial, y los pedidos se ‘atascan’ por el cúmulo de demasiados asuntos que llegan a un ritmo cada vez más urgente?  Esa es una fantasía de mucha gente: “A ver a qué santo le pido para ver cuál es el que tiene más contacto con el Jefe”.
    Hay una película titulada “Todopoderoso”. Es una comedia, muy graciosa, en que de pronto Dios le da al personaje la posibilidad de ser Dios por un rato. El personaje empieza a escuchar las peticiones y se aturde por las millones que suenan todas juntas. Entonces, para evitar el problema y dormir tranquilo, decide, a través de un ‘clic’ en la computadora, decirle ‘ok’ a todo. ¡y se arma un descalabro cósmico! Por ejemplo, da oj a que en un clásico ganen tanto Boca como River ¡imaginate!
    Bueno: tenemos que liberarnos de esta mentalidad de eficacia contable en asuntos de oración. No hay ninguna burocracia celestial, y tenemos que comenzar a jerarquizar las certezas en nuestro corazón: la certeza de ser escuchado existe: nuestra oración llega y toca sin duda  a Dios, que se deja encontrar, que se deja alcanzar, que se hace disponible. No nos está diciendo ‘tengo muchas cosas, no tengo tiempo’ ‘me estás cansando con tus tonterías cuando hay tantas cosas más importantes’, ‘he oído infinidad de veces tus lamentaciones y me tenés cansado’. Ese no es Dios. El oye pacientemente y toma nota. Basta con rezar para estar seguros de que la comunicación se establece. Y después Dios interviene. Aunque no siempre como quisiéramos, claro.

    Vamos a hablar de algunos errores frecuentes en nuestra oración de petición, fruto justamente de falsas imágenes que tenemos de Dios, imágenes construidas a veces sobre experiencias religiosas que tienen más que ver con la invención de los hombres que con la realidad de Dios.
    Convendría comenzar diciendo que no se ora para pedir solamente, sino que básicamente se ora para entender. La gracia más grande que Dios puede concedernos es la de hacernos entender. Y frecuentemente, en su paciente pedagogía, comienza haciéndonos entender que ‘no comprendemos nada’, o que nos estamos equivocando respecto de El. Es propio del encuentro con Dios el que ‘se borre’ lo que uno cree que sabe acerca de la vida, porque la vida con Dios nos enseña cosas que son siempre nuevas y siempre distintas. De manera que una experiencia de genuina oración es que sentimos arrebatado nuestro saber. Uno se hace más verdadero, incluso más sabio, incluso más lúcido, incluso de una lucidez asombrosa. Porque lo que es realmente propio de la humanidad es justamente entender la verdad, la humildad. Y eso es lo que concede la oración genuina, la que nace del corazón, y la que tiene cierta disciplina. Entonces: no oramos para pedir, oramos para entender, aún cuando pidamos.
    Ocurre que durante muchos siglos, el lenguaje cristiano se ha amoldado a un formato jurídico, moral y negociador, y esto, evidentemente, ha oscurecido bastante el sentido del mensaje de Jesús y el sentido también del Reino de los cielos. Lo hemos querido atrapar en este lenguaje jurídico, que puede ser muy bueno  para el derecho canónigo, pero no alcanza para explicar el fenómeno de la vida del espíritu en un lenguaje ético donde todo está circunscripto a juicios (es bueno, es malo, esto está bien o esto está mal?: es como preguntar ¿Dios me va a escuchar? Si hago tal o cual oración ¿va a bajar Dios de sus alturas? ¿con qué llave abro la puerta? Detrás de esta imagen también está si yo soy puro o no soy puro, si soy bueno o malo Dios me va a escuchar más o me va a escuchar menos. Y finalmente, el lenguaje negociador: si ustedes hacen tal cosa Yo los voy a premiar o los voy a castigar. Es la imagen que tenemos también de ese Dios que está allá arriba, y nosotros tenemos que esforzarnos para alcanzar esas alturas, y por lo tanto nuestros esfuerzos tienen que ver con nuestras oraciones esforzadas para que El nos haga llegar desde allá arriba ese favor. Y en realidad, el Dios de la Biblia, al menos el del Nuevo testamento, es otro. El Dios de Apocalipsis 3,20: “estoy a la puerta. Estoy llamando. Si me escuchas, ábreme y voy a entrar a tu casa y vamos a comer juntos”. Es decir: no viene a juzgarme, no viene como papá Noel a traerme un montón de regalos, no viene como los reyes magos. Viene a comer, a disfrutar, a gozar de la Vida, a charlar, a compartir. Está a la puerta, está llamando ¿lo oímos?. Es justamente lo contrario a la imagen de que El está allá arriba y yo tengo que golpear la puerta. El es quien “nos llama (Rom 8,26) con gemidos inenarrables”.  Gime por alcanzarnos, y somos nosotros los que le escapamos, los que no nos dejamos alcanzar. Entonces somos nosotros los que tenemos que alcanzar oscuras barreras y dejarnos encontrar por su brazo, por sus abrazos.
    Lo que pasa es que este lenguaje tan jurídico, tan ético, tan moralista, tan negociador ha teñido a tal punto que a veces creemos que le estamos pidiendo a Dios y estamos pidiéndole a algunos ídolos: “el Dios de la manga”, ese que imaginamos distraído, absorto en sus cosas, incluso encolerizado por nuestros pecados, y necesitamos llamar su atención: ‘tirarle de la manga’ para que se acuerde de nosotros y nos escuche. Decimos muchas veces, Dios no nos escucha.  “Te rogamos, óyenos”. Pero los problemas no se resuelven, e inconcientemente nos vamos convenciendo de que El está sordo. Porque no estamos sintonizando con el Espíritu, sino con el ‘Dios de la manga’.
    En este tiempo se habla mucho del silencio de Dios, fruto justamente de este ‘corto circuito’.
Otro ídolo: el ‘Dios grifo’: nosotros abrimos a nuestro antojo, o según alguna fórmula mágica que aprendemos vaya a saber de dónde, y abrimos a nuestro antojo con la oración el ‘grifo de la gracia’ que se cierra automáticamente cuando no nos acordamos de pedir,. Entonces solo vamos a obtener el líquido deseado si apretamos el botón o giramos la llave. Si no responde a nuestra petición, pensamos que es un mal grifo, o que está seco, o que hay otros más buenos. Entonces empezamos con algún cursito, o una tecnicatura en algún tipo de práctica psicológica, a ver si hay algún otro Dios en el Olimpo que me escuche mejor. El Dios negociador, al que le ofrecemos algún sacrificio, alguna promesa, alguna vela, a cambio de esa deseada concesión. Y negociamos de mil maneras para conseguir aquello que deseamos. Incluso negociamos con nuestro dolor: si yo me disciplino, camino de rodillas, me esfuerzo, no como tal cosa…seguro que lo conmuevo. No estoy criticando. Simplemente estoy describiendo la cantidad de esfuerzos que a veces hacemos porque en el fondo tenemos una imagen de un Dios que  es hasta cruel, que exige de nosotros sufrimiento para darnos la gracia que le pedimos. Pero estos son Dioses falsos, que ni ven, ni oyen ni entienden. Dios se cansó de denunciar a estos dioses, estos falsos ídolos. En cambio, Jesús viene y nos dice “vengan a mi, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. Hay yugo, pero con El, el yugo es suave. Entonces, ¿por qué camino lo estamos buscando? Si lo estamos buscando por el camino del sufrimiento, no nos vamos a encontrar mas que con más dolor. Tenemos que buscarlo por el camino de la ‘carga ligera’, del ‘yugo suave’.

    Hace poco leí en una revista católica algo que decía “Un milagro arrancado a Dios a base de oración”. Me pregunto ¿a qué Dios? ¿a un Dios de piedra? ¿qué Dios es este al que hay que arrancarle a golpe de martillo un milagro? Yo pensaría que esas cosas ni siquiera deberían publicarse en una revista católica. Eso tiene algo como de un Dios que no es el que nos ha revelado Jesús. Proverbios dice “encuentro mis delicias con los hijos de los hombres”. ¡Hay que declarar ese Dios, el que se deleita en curar, sanar, aliviar, proteger, cuidar! Creamos en ese Dios, anunciémoslo y tratemos de reformular la imagen que tenemos (no la ‘noción’, -que es algo intelectual- de que es Padre bueno, todopoderoso, alfa y omega, bien verdad y belleza. Todo esto está muy bien. Pero la imagen es una representación psíquica, emocional, afectiva que se formula en el adentro del corazón. Yo puedo ser una teóloga y saber un montón de Dios, y no obstante, tener una imagen distorsionada de El en el fondo de mi corazón. Mucho tiene que ver esta imagen  –dicen- con las experiencias tanto parentales como religiosas que hayamos tenido. Entonces, en esa imagen de Dios habitan muchos ídolos, como todos estos de los que acabamos de hablar. El Dios que te quiero anunciar es el de su presencia hermosa y dulce

Temas musicales de la pausa:
DELICIAS A TU DIESTRA
ABANDONADO ESTARÉ NO EXISTE OTRO LUGAR…QUE EN LOS BRAZOS DE MI PAPA…

“Normalmente, Dios no nos da peces, sino que nos proporciona las mejores cañas, que son nuestros dones personales, y nos enseña a pescar con su vida, con su palabra y con sus enseñanzas. Dios nos da la inteligencia para pensar y el cuerpo para trabajar. Traicionaría su propio propósito si nos permitiese obtener por la plegaria lo que podemos ganar con el trabajo y la inteligencia” esto está dicho por un luchador norteamericano, negro que luchó por la liberación del racismo, que terminó asesinado. Era pastor metodista. El encara su proyecto abolicionista de la discriminación y en su prédica es continua la apelación a Dios. Tenía motivos para quejarse. Sin embargo dice clarito: yo no espero que Dios me de lo que yo tengo que alcanzar por la inteligencia o por el cuerpo puesto a trabajar.
    Habitualmente  no estamos acostumbrados a mirarnos a nosotros mismos, y ante nuestra petición –no voy a decir que esté mal pedir-, antes de enroscarnos en el resentimiento porque pensamos que Dios no escucha, ver , pensar, reflexionar acerca de cuáles son nuestras posibilidades de trabajar sobre las dificultades. Sobre todo, cuáles son nuestras posibilidades de resiliencia. Son las obras, las actitudes, la decidida decisión de volver al Padre, lo que va a hacer nuestra vida sólida como una roca y el camino de regreso exitoso. Nuestra apertura interior a su llamada, la andadura decidida y esforzada hacia sus brazos lo que va a conseguir colmar nuestros anhelos. Anhelos que muchas veces queremos sustituir por un palabrerío rutinario e interesado. En este sentido, los invito a que pensemos en una frase que dice Jesús en el Evangelio de Mateo: “al rezar, no se conviertan en charlatanes como los paganos, que se imaginan que serán escuchados por su mucha palabrería. No hagan como ellos, porque vuestro Padre conoce las necesidades que teneis antes de que vosotros se las pidais” (Mt 6,7).
    ¿Qué habrá detrás de esa charlatanería? Los charlatanes son los que quieren convencer, los que quieren vender algo o comprar algo. Son los que están convencidos de que en la maestría de la retórica, puedo sacarle algo al otro. Repito otro vez el titular que comenté hace un momento: “Arrancaron a Dios un milagro”. Yo imagino a Dios tirando para su lado para que el ‘ladronzuelo’ no le arranque el milagro. Dios tira para su lado, el que pide el milagro tira para el suyo hasta que finalmente a fuerza de oración se lo ‘arranca’. ¿qué imagen de Dios es esta? Nuestro Dios es un torrente que se vierte permanentemente sobre nosotros. ¿qué hay que hacer para obtener de su agua? Abrirse, ensanchar el recipiente, reconstruir las grietas para no perder por ahí el agua. Si no, estaremos pasando sed debajo del Torrente.
    Cuando le preguntaron a Ghandi acerca de los cristianos, dijo “los cristianos son como las rocas del río, mojadísimas por fuera, pero totalmente secas y duras por dentro”. No estemos dentro del Torrente de agua sin recoger nuestra medida, o perdiéndola por las múltiples ranuras.
    Afirmaba San Ignacio: “Haz las cosas como si todo dependiera de ti, pero confía el resultado como si todo dependiera de Dios.”
    San Agustín decía “la oración no es para mover a Dios, sino para movernos a nosotros”
    Abramos bien la boca del corazón, y aprendamos a tragar el agua viva.

Temas musicales de la pausa
QUIERO ESTAR A LA SOMBRA DE TUS ALAS (MARCOS VIDAL)
…PERDERME EN TU MIRADA, SENTIR QUE YA NO HAY PRISA, SE ME ENAMORA EL ALMA…”

    Tenemos tanta prisa dentro! Andamos corriendo de un lado a otro.
Cuando termina la misa, decimos “Hemos celebrado la misa, podemos ir en paz”. Y nosotros lo vivimos muchas veces como un “cierre”, como si hubiera terminado, y es al revés: “vayamos en paz”, porque la misa NO HA TERMINADO. No es una conclusión, es un comienzo. Lo mismo que la oración. La misa es también una actitud de oración. Es un comienzo, no una conclusión. No se termina la oración y entonces yo puedo sentir que terminé con una obligación’, que ‘cumplí con un deber importantísimo’, sino que en realidad, a partir de ese momento, comienza un grandioso proyecto: soy enviado.
    Cuando termina la misa, así como cuando termina la oración, empieza todo para hacer. Es el momento más difícil: se marcha uno, no porque se haya terminado algo, sino porque hay una misión, algo está por comenzar: ahora llega la ocasión, ahora nos toca a nosotros.
    El fin de la misa no es una señal de reposo, sino de movilización. Lo mismo el fin de la oración. No MISIÓN CUMPLIDA, sino MISION A CUMPLIR. Celebrar la misa, la Eucaristía, significa asumir un compromiso que se va desarrollando después, en todo el día y en todas las dimensiones de la vida.
    Terminar de rezar significa continuar, conectar lo rezado, lo ofrecido en el culto, con la vida cotidiana. La misa termina como acción litúrgica y comienza como celebración de la vida. Termina el rito. Comienza el gesto vital. Se lleva afuera lo que se ha recibido adentro. Se lleva afuera aquello que somos, aquello en lo que nos hemos convertido mientras rezamos.
    Esto, se ha plasmado en un monasterio suizo mediante unos haces de luz pintados, una especie de torrentes que nacen en el altar y llegan hasta el pavimento, desembocan afuera, en el exterior. Es como si dijera: el altar es un punto de partida pero no es un punto de llegada. Todo comienza allí pero no termina. La misión nunca queda cumplida.
    Muchos interpretan que termina la misa y “han cumplido sus deberes de funcionario cristiano”. Nada que ver. La esencia de la oración cristiana, consiste siempre en salir de sí para encontrar al OTRO con mayúscula. Muy lejos de una postura de “opio” como nos acusaba Marx –legítimamente, porque a veces transformamos nuestra religiosidad en un opio, en algo que nos adormece o nos atonta de nuestros compromisos-. La oración no puede reducir nuestro radio de acción. No nos encogemos en nuestra acción solidaria, fraterna, política, social, económica por rezar. Todo lo contrario: la oración ensancha nuestro radio de acción.
    Por eso, como nos dice Jesús en Jn 15,9, tenemos que  “permanecer en su amor”. Y a medida en que permanecemos en su amor en la vida, y a medida que en la oración nos encontramos con el Otro con mayúsculas, y con el otro que es la presencia de Dios en el hombre, se cumple esto que decía un musulmán: “el hombre que padece la enfermedad llamada Jesús, ya nunca sanará”. ¡Bendita enfermedad! ¡No tiene retorno! Y para permanecer, para encontrar al otro y a los otros, es necesario caminar los caminos del hombre. Porque la gloria de Dios es la gloria del hombre. La gloria del Dios viviente es el hombre viviente. Y entonces, nuestra oración de petición se va ensanchando. Salimos de ‘mirarnos el ombligo’ de nuestros propios problemas. Después de caminar los caminos del hombre vamos cada vez mas quedando nosotros mismos con nuestras dificultades en un último lugar y podemos decir: “Señor mío, tengo a tantos en mi corazón, tengo tantos por quienes quiero pedirte, que me olvido de decirte cuál es mi necesidad”.
    Dispuestos a contagiar esa enfermedad llamada Jesús, embriagados de su alegría y de su amor, somos capaces de resistirlo todo. Por eso seguimos a un Dios Crucificado.

Las Naciones Unidas dieron a conocer al mundo un informe  acerca de un tristísimo record que la humanidad ha conquistado: diez millones de hambrientos en todo el mundo. En la Biblia, en la carta de Santiago, aparece también una interesante reflexión acerca de esta realidad, porque parece que el hambre, la pobreza, la exclusión, se convierten en oración en forma de clamor que se eleva al cielo. “Ustedes los ricos, lloren y giman por las desgracias que les van a sobrevenir, porque sus riquezas se han echado a perder y sus vestidos están roídos por la polilla. Su oro su plata se han herrumbrado, y esa herrumbre dará testimonio contra ustedes y devorará su cuerpo como un fuego. Ustedes han amontonado riquezas ahora que es el tiempo final. Sepan que el salario que han retenido a los trabajadores en sus campos está clamando al cielo y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor del universo. Ustedes llevar en este mundo una vida de lujo y de placer y se han cebado a sí mismos para el día de la matanza. Han condenado y han matado al justo sin que él les opusiera resistencia” Santiago 5, 1-6



Participan los oyentes
–    A mí me gustaría que Dios fuese como Google, que me responda ‘al toque’

– A veces nos sentimos en falta ¿cómo hacemos para pedir?
La oración del pecador –que somos todos- nos hace acercarnos a Dios. No hace falta estar “en regla” para orar (otra vez aparece el lenguaje jurídico: ‘en regla’ o ‘en falta’). Siempre podemos hablar con Dios.

–    Creo en Dios, pero también creo en la reencarnación, y que tenemos que aprender de las cosas malas que nos pasan. Si pasan es porque Dios así lo quiso y eso es un escalón en la vida espiritual. No perdamos nuestro rumbo. Es a El donde siempre tenemos que ir.
GL: “Si Dios quiere” o “Si Dios permite el mal”. Claro, si creés en la reencarnación, esta es una forma de captar la problemática del mal: si creo en la reencarnación, tengo varias oportunidades. Los que no creemos en la reencarnación y creemos que en esta vida se juegan de alguna manera los ecos de vida eterna, no podemos permitirnos pensar que Dios quiere para nosotros el mal

–    Mi esposo se alejó de Dios al sentir que El no lo escuchaba, hasta el punto de decir que Dios no existe. Su enojo me causa mucho dolor.
GL: Hay que tener paciencia y tratar de no engancharse con el enojo del otro y la desesperanza del otro.

– Con mi marido estuvimos pidiendo mucho por algo particular. Después de un tiempo se nos concedió y ahora estamos vivenciando todo eso, y sentí una gran necesidad de agradecerlo, y se me ocurrió que una de las formas de agradecer fue hacer un ayuno. Después de escucharte esta mañana se me ocurrió que mi decisión pudo haber sido errónea. Me gustaría tu opinión
GL: ¿Cuál es el sentir que te lleva a tomar el ayuno como forma de agradecer? ¿Estabas buscando un sufrimiento, un dolor, porque creías que a Dios le iba a gustar ese dolor?
–  Al contrario. Me siento satisfecha llena, feliz contenta
GL:¿Y por qué ayunar y no banquetear?
–      Porque es más fácil banquetear
GL: ¿Entonces creés que a Dios le gusta lo difícil, y entonces le va a gustar tu regalo? ¡Dios te entregó un regalo! ¡Está entre ustedes! Imaginate si alguien viene a traerte un regalo, y vos le ofrecés un plato vacío. El Reino de Dios es como un banquete. Ya habrá tiempo de ayunar. El ayuno es bueno. Pero ahora estás de fiesta y hay que disfrutar. Yo que vos hago una fiesta e invito a todos los pobres del barrio

A El le agrada cuando te sumerges mucho mas en El le encanta extenderte su mano al caer
y desbordarse cuando hablamos de un milagro hacer
a El le gusta que le agradezcas por lo que el te de si que vayas sin dudar a donde sea que el te envie
si prometio respaldarte de seguro que lo ha de hacer te lo ha de hacer

A Dios le agrada el perfume de ese olor de tu adoracion
le encanta un Gloria a Dios que venga desde el corazon
a Dios le agrada usarte como instrumento de bendicion
para llevar salvacion y vida a tu alrededor

A El le gusta en tu enfermedad hacerte entender que en la cruz el ha clavado ese dolor tan cruel
que no te sientas impotente pues por algo te dio la fe a El le fascina un avivamiento producir
cuando su pueblo se humilla y puede decir aqui estamos a tus pies Señor renuevamos en ti

A Dios le agrada tu cancion (tu oracion) tu version (tu vision) y del alma tu adoracion
(no hay comparacion) mi corazon (canta hoy) grita hoy (que tuyo soy) que tuyo soy (que tuyo soy)
a El le agrada gente fiel (y de fe) que espera en El (y que El) lo que dijo el ha de hacer
(no hay comparacion) mi corazon (canta hoy) con emocion (que tuyo soy) que tuyo soy (que tuyo soy)

Allí en la Eucaristía, está la prueba de que tu vives, Cristo
Allí en la Eucaristía está nuestra Comunión
Allí en la Eucaristía esta la prueba de nuestra reconciliación
Allí en la eucaristía está la prueba de que Tu vives, Cristo
Tu cuerpo vivo, Cristo, tu Sangre, me da vida oh, Señor
y no puedo esperar hasta que estés aquí en mí