Los favores de Dios

martes, 30 de diciembre de 2008
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En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".
Lucas 2, 1 – 14

Los textos evangélicos según la explicación de Jesús ven cumplida la función de Elías en la persona y en la actividad de éste que hoy la Palabra nos dice que está naciendo del vientre de Isabel, Juan el Bautista. El relato del Evangelio acerca de su nacimiento, su circunsición y su nombre presentan un montón de preguntas, como las que de hecho tienen los conciudadanos de Zacarías e Isabel, cuando al ver este prodigio del amor de Dios que bendice a estos dos ancianos, se preguntan qué será de Juan.

Juan significa en hebreo favor o bendición de Dios. En la mentalidad bíblica, los nombres adquieren mucha importancia porque revelan en cierta forma la misión de una persona. Por ello, podríamos decir que el nombre Juan, que ellos le ponen al recién nacido por indicación del ángel Gabriel, es ya toda una promesa: el favor de Dios viene de mano del Bautista, que prepara el camino.

Juan fue el último de los profetas del Antiguo Testamento y en su persona vino a resumirse la serie ininterrumpida de favores de Dios al pueblo elegido, orientados hacia la persona de Jesús, el Mesías. Podríamos decir que Juan es el favor último, y el primer gran favor. El útlimo favor que hace al pueblo de Israel en la perspectiva de la venida del Mesías; y el gran favor del inicio del nuevo tiempo con el que Juan comenzará a proclamarlo en el desierto: ya se ha cumplido el tiempo, preparen el camino, el Mesías está cerca.

Como preparación para la Navidad, te invito a que puedas escribir en un papel los muchos favores con que Dios te ha bendecido en este tiempo. Para que podamos también nosotros, con el favor de Dios, con el Bautista, entrar a la acogida interior de la venida del Mesías que él proclama.

¿¡Cuántas bendiciones de Dios has recibido, en tus hijos, tus padres, tus hermanos, en la gracia de la reconciliación, en tu matrimonio, en la esperanza en medio de las dificultades?! Nombralos, anotalos, compartilos, y junto a estos regalos, ponete frente al Niño para adorarlo y bendecirlo.

La presencia de Dios, que bendice a su pueblo con favores increíbles, más de lo que uno se puede imaginar, tiene que ver con las promesas que Dios ha hecho. El nombre de Isabel significa Dios lo ha prometido;  y el de Zacarías, Dios se ha acordado. Estos dos nombres guardan en sí mismo la promesa y el cumplimiento de la promesa: recibir el favor de Dios, que es Juan, el hijo de Isabel y Zacarías.

También en nuestra historia personal esto es una realidad. La llegada de Dios a nuestro corazón con sus favores supone un tiempo de preparación, donde Dios ha trabajado sobre las promesas con que nos quiere bendecir. Y en la espera de esas promesas, Dios madura el tiempo de la llegada del favor. Dios se demora. Y en el demorarse, no es que llegue tarde, sino que llega al tiempo justo de la madurez, cuando el corazón se halla dispuesto para recibir esa gracia con la que Dios nos quiere bendecir.

Si uno recorre su propia historia de interioridad, puede descubrir esto: el deseo grande de las cosas que uno desea recibir se concreta luego de un proceso de maduración personal y comunitario.

En este tiempo, en lo personal, yo he visto cumplir las promesas de Dios para su pueblo. Cuando empezamos lo que hoy es la red de Radio María en Argentina, sabíamos que nos esperaba un inmenso desafío. Lo teníamos en el corazón, cuando sólo estábamos en el garage de la casa parroquial de Barrio Primero de Mayo y a la noche con el padre Francisco Palacios compartíamos algún brindis después de la larga jornada; sabíamos que Dios nos iba a bendecir con una red nacional. Y que nos íbamos a unir: en un momento decíamos debería haber una radio en el mundo. Ni idea que íbamos a constituirnos en esta Red de la que formamos parte, ni sabíamos que existía Radio María ni que nosotros también llegaríamos a formar parte de la misma. Tampoco sabíamos que la íbamos a acompañar a María en esa determinación de ir a visitar a sus hijos. Sin embargo, había algo en el corazón que hablaba de esto. Cuando el deseo de Dios gana el corazón, se hace grande su sueño y podemos entrar en la dimensión de lo increíble, de lo que no es comprensible de manera racional…

Las promesas de Dios se instalan en el deseo y en la fe que madura desde la caridad. La fe -que es ir hacia donde Dios nos conduce, sin saber a dónde vamos- crece de la mano de la caridad, que comprende los proyectos de Dios que sólo se entienden en esta clave interpretativa que es la clave de la caridad, donde no hay razones que la expliquen, sino que el amor como ciencia es capaz de darnos la posiblidad de comprender los caminos de Dios más allá de lo posible.

Así hemos avanzado nosotros en la Radio: increíblemente estamos ya en 80 lugares de la Argentina. Con dificultades, igual que le pasó a María, cuando tras el anuncio del ángel partió sin demora a la casa de su prima Isabel. Su peregrinar fue sin tener todo claro, no sabía bien cómo podía ser esto. Sin embargo, Dios le había dicho que Él lo hacía posible porque para Él todo es posible. Con esa confianza, María parte hacia lo de Isabel, llevando el gozo y la alegría. Es justamente este gozo mariano, es María que nos visita cada día cuando sale a nuestro encuentro y peregrina, ya no montada sobre un burro sino sobre las ondas de la Radio en todos los lugares donde nos encontramos. Desde esa presencia de María nosotros podemos entender la gran promesa con que Dios prepara nuestro corazón y el cumplimiento que hace Dios de esas promesas.

Te invito a que te detengas por un instante para ver cuántas promesas de Dios se han cumplido en tu vida en este año.

PREPARAR EL CAMINO DEL SEÑOR

Los caminos de Dios apuntan a un lugar: a convertirnos. Éste es el mensaje de Juan. Su proclamación central es preparen el camino del Señor. Dios nos bendice, nos llena de favores para preparar el camino a su venida, para convertirnos.

Por ello, queremos dar gracias a Dios y disponer en docilidad el corazón al querer y a la voluntad de Dios. Eso es la conversión. Convertirse no es simplemente comenzar a portarse bien, o un certificado de buena conducta, o ser un poco más piadoso. Convertirse es disponer el corazón a cumplir la voluntad de Dios, hacer el querer de Dios, responder con generosidad a su llamada.

El camino de conversión tiene etapas diversas, y el tiempo que se aproxima a la Navidad es un tiempo particularmente indicativo. Juan nos invita a allanar los caminos, enderezarlos, bajar la soberbia, bajar los montes y subir los valles, subir los lugares donde estamos un poco más decaídos. Para conducirnos hacia la presencia de Dios, cayendo de rodillas para adorarlo y bendecirlo, y ser abrazado por tanto amor y tanta ternura escondida en el Niño que ha nacido, el Hijo que nos ha sido dado, como dice la Palabra.