01/11/2019 – Ocho de cada 10 niños cordobeses viven en hogares signados por el miedo a salir al exterior: a la calle, al barrio o a la ciudad. Pero ese no es el único dato sorprendente: tres de cada 10 perciben la inseguridad en sus propios hogares.
Datos como este surgen de un informe desagregado del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, el estudio de investigación que lleva a cabo la Universidad Católica Argentina. El boletín se titula “Derecho a un hábitat digno en la infancia” y fue coproducido junto con el Banco Hipotecario.
El documento muestra un diagnóstico del espacio del hábitat urbano en que residen niños y adolescentes en el país, con datos distribuidos por estrato y por aglomerado urbano.
Así arroja que tres de cada 10 niños del Gran Córdoba viven en condiciones de hacinamiento (36,5 por ciento) y que la tenencia de vivienda del 25 por ciento de las familias es irregular. Además, un 13 por ciento de los niños viven en hogares donde hay temor a perder la vivienda.
El hacinamiento de los niños cordobeses sólo es superado en las cuatro zonas que se midieron del Gran Buenos Aires y por la provincia de Tucumán.
Al respecto de estos indicadores, la coordinadora del trabajo de investigación, Ianina Tuñón, señaló a Radio María Argentina que “varios elementos hacen pensar que el espacio del hábitat “limita el desarrollo infantil”.
Tuñón también recordó: “3 de cada 10 niños en el Gran Córdoba viven en condiciones de hacinamiento, y 13 por ciento de los niños vive en hogares donde hay temor a perder la vivienda. Eso genera “sensación de incertidumbre por el futuro”.
Este fenómeno del miedo de los niños y adolescentes a relacionarse en el barrio, en el espacio público inmediato produce un aislamiento. Los niños están muy expuestos a pantallas; y en el caso de los hogares que viven en condiciones de pobreza, son directamente los televisores. Esto limita su proceso de socialización.
Sobre esta situación, el pediatra Enrique Orschanski destacó que “la soledad es una palabra, no es una enfermedad. Pero hace tanto mal a los niños como una patología. Los chicos no tienen palabras para describir sus estados de ánimo, sus emociones”.
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