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Destellos Cotidianos
Los pies
martes, 24 de enero de 2012
Por ser el apoyo de nuestro cuerpo, los pies simbolizan la estabilidad y la firmeza. Son el medio de locomoción, por eso también pueden representar la libertad.
Al estar en contacto con la tierra y el polvo, representan lo más bajo y humilde. “Ponerse a los pies” de alguien es un gesto de servicio y humildad.
Los pies en el Antiguo Testamento
Los pies son símbolo de poder, y por eso postrarse a los pies es el gesto de reconocimiento del inferior hacia el superior, que puede darse en diversas circunstancias:
* Lavar los pies es un reconocimiento de la superioridad y autoridad de quien es así atendido con respecto a quien hace la tarea. El gesto de hospitalidad que consiste en ofrecer agua al huésped para que lave sus pies era frecuente en el mundo antiguo (cf. Gn 18,4; 19,2; 24,32). La tarea era llevada a cabo habitualmente por esclavos (cf. 1 Sam 25,41), y se la cuenta también entre las obligaciones de la esposa hacia el marido y de los hijos hacia los padres. Si el lavado de pies no se realiza con agua sino con aceite, se acentúa la honra y dignidad de quien recibe este cuidado (Dt 33,24).
* Estar a los pies indica el respeto y subordinación del alumno hacia el maestro.
* Tener a otro bajo el pie es signo de dominación y triunfo (Jos 10,24; 2 Sam 22,39).
* Estar a los pies es también la actitud de adoración del devoto ante su dios. El hombre no puede ver el rostro de Dios (cf. Ex 33,20-23), tan sólo percibe la sombra que dejan sus pies (2 Sam 22,10). En las teofanías, el hombre cae a los pies de Dios reconociendo su superioridad.
Los pies de Jesús
El acto de lavar los pies, que como ya dijimos, era obligación del esclavo hacia el amo, de los hijos a los padres y de la esposa al marido, aparece hecho por el mismo Jesús en la última cena en Jn 13, 1-20. El acto encierra un sentido paradojal: Jesucristo es el Señor a los pies de quien están sus fieles, pero este Señor decide ponerse El mismo a los pies de sus discípulos para realizar un servicio humilde. El mandato de los vers. 12-15 señala que esta acción del Señor y Maestro es un ejemplo que los discípulos deben seguir.
Miramos ahora las ocasiones en que son los pies del propio Jesús los que reciben algún gesto de amor, devoción o cuidado por parte de otras personas:
En todos los casos, quienes se ponen a los pies de Jesús están reconociendo su autoridad y superioridad, ya sea como maestro, sanador o Señor. Se podría afirmar que en la escena de los enfermos que, puestos a sus pies, son sanados (Mt 15,30), o en la del samaritano que vuelve para dar gracias (Lc 17,16), aparece más claramente el reconocimiento de Jesús como Señor, ya que El tiene el poder para sanar . El gesto de Jairo (Mc 5,22) o de la sirofenicia (Mc 7,25) combinan este sentido junto con la actitud corporal humilde de quien se pone a los pies para pedir. Cuando María, la hermana de Marta, en Betania (Lc 10, 39) escucha atentamente a los pies de Jesús, a simple vista parecería describirse la actitud típica del alumno (alumna en este caso) escuchando al maestro. Sin embargo, Lucas dice que María está a los pies del
Señor
, con lo cual el gesto no pierde su polisemia. Esta misma María, hermana de Marta, es quien en Jn 11,32-33 cae a los pies de Jesús y lo llama
Señor
.
Jesús es destinatario del lavado de pies, hecho por mujeres, en la comida de Betania, cuando María unge los pies de Jesús con perfume y los seca (Jn 12, 1-11), y en Lc 7,36-50. En ambos casos, las mujeres ungen con perfume y secan con sus cabellos; la pecadora de Lc 7, además de ungir, moja con sus lágrimas como especial forma de lavado.
36
Uno de los fariseos le rogaba que comiera con él. Y entrando en la casa del fariseo se reclinó a la mesa.
37
Y he aquí una mujer, la cual era, en la ciudad, pecadora; y habiendo sabido que está sentado a la mesa en la casa del fariseo, habiendo traído un frasco de alabastro de perfume,
38
y habiéndose puesto detrás, junto a los pies de él, llorando, con sus lágrimas comenzó a mojar los pies de él y a secar con los cabellos de la cabeza de ella, y a besar los pies de él y a ungir con el perfume.
39
Habiendo visto el fariseo, el que lo invitó, habló interiormente diciendo:
– "Si éste fuera profeta, conocería quién y de qué clase [es] la mujer que lo toca, porque es una pecadora".
40
Y respondiendo Jesús dijo hacia él:
– "Simón, tengo algo para decirte".
El dice:
– "Maestro, habla".
41
– "Dos deudores tenía un acreedor. El uno debía quinientos denarios, el otro cincuenta.
42
Aunque ellos no tenían para pagar, hizo gracia de la deuda a ambos. Así que ¿quién de ellos lo amará más?
43
Respondiendo Simón dijo:
– "Supongo que aquel a quien más agració".
El le dijo:
– "Correctamente juzgaste".
44
Y habiéndose vuelto hacia la mujer dijo a Simón:
– "¿Ves a esta mujer? Entré hacia tu casa; agua sobre pies no me diste; ésta, en cambio, con las lágrimas mojó mis pies y con los cabellos de ella los secó.
45
Un beso no me diste; en cambio ésta, desde que entré, no cesó de besar mis pies.
46
Con aceite mi cabeza no ungiste; ésta en cambio con perfume ungió mis pies.
47
Por eso te digo: los pecados de ella, los muchos pecados, están perdonados, porque amó mucho. En cambio, aquel a quien poco es perdonado, poco ama".
48
Y en cambio dijo a ella:
– "Están perdonados de ti los pecados".
49
Y los comensales comenzaron a decir en su interior:
– "¿Quién es éste, que también hasta perdona los pecados?".
50
Pero Él dijo a la mujer:
– "La fe de ti te ha salvado, ve en paz".
(Lc 7,36-50)
·
Ponerse a
los pies tiene las características de un acto de adoración a Jesús, el Señor, ante quien se postra humildemente la mujer pecadora . Como en las teofanías, ella sólo puede llegar a los pies del Señor. Jesús interpreta este gesto como un autoreconocimiento de los muchos pecados que ella tiene.
·
Es un tributo a la dignidad de Jesús como huésped, que debe ser honrado. La escena insiste en este contrapunto entre lo que el dueño de casa debía haber hecho y no hizo, y por el contrario sí lo realizó la mujer que irrumpió en la comida. Como ocurre en la curación de los diez leprosos (Lc 17,11-18), el gesto de reconocimiento hacia Jesús, proviene de quien la sociedad menos lo esperaba.
·
Realizado por una mujer hacia un varón que no es ni su amo, ni su huésped, ni su marido, es un gesto de amor inusual. Aquello que a los ojos de la sociedad -expresado aquí claramente en el soliloquio del fariseo- aparece como un acto impúdico e indecente, para Jesús merece destacarse como demostración de amor. Jesús no rehúsa el gesto de la mujer, y al contrario, llamará la atención de Simón sobre esto.
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