Ls segunda conversión a la gratuidad

jueves, 13 de enero de 2011
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KP: Dios nos hace mimos, pero no nos dejamos querer, y son los mimos de Dios los que perforan esa lógica tan funcional de que yo hago todo y depende todo de mi, y tenés que devolver lo que te dieron. Hay otra lógica de que el otro me ama, y me ama siempre. Tal vez todos hemos tenido la experiencia de ver qué nos pasa cuando nos vamos a confesar (claro que el mediador también tiene que ayudar): Dios no solo nos perdona, sino que somos re-creados. Y en ese perdón nos hace ver que nuestro pecado es pequeño, es de un egocentrismo que nos impide ver el gran amor que te sigue recreando.

 

GL: Esto de perforar la lógica de la retribución, la lógica del intercambio comercial, donde todo tiene que ver con un medir, con un contrato, con una especulación, que pasa al ámbito emocional, es necesario. Porque esto se traslada al ámbito espiritual, donde subyace en nuestra relación con Dios esta lógica del intercambio (si yo hago tal sacrificio, vos, Señor me vas a dar tal cosa).

 

KP: Esto se suele expresar como una “espiritualidad mercantilista”, como si Dios fuera un ‘comerciante’ al que hay que ver cómo seducir porque además es poderoso y tiene muchas cosas que yo no tengo. Por eso tratamos de mostrarle que somos ‘buenos clientes’ y ‘buenos espiritualmente’. Dice Santo Tomás de Aquino: “nosotros no somos buenos para que nos ame Dios, sino que Dios nos ama para que nosotros seamos buenos”. Esa efusión de su amor que es el Espíritu Santo produce en nosotros una respuesta de amor.

            Esto se puede ver claramente en la relación de los padres con los hijos: donde realmente hay un amor gratuito, sobreabundante, es otro el clima. El ámbito humano tiene este aspecto del trabajo y la retribución, y es lógico, porque hay un estamento de necesidades básicas que hay que asegurar. Pero además de eso está el ámbito de la gratuidad, de lo social, que no se mueve tanto por aquello otro, sino desde el ámbito de la relación interpersonal gratuita donde está el don de sí que se entrega al otro y que repercute en un retorno de amor y reconocimiento.

AL SEÑOR LE GUSTA
 

Al Señor le gusta sentarse a la mesa de los pecadores,

Al Señor le gusta llevar el camino de todos los hombres

Y cargar su espalda con todas las cargas de todos los pobres.

 

Al Señor le gusta dar vista a los ciegos que no quieren ver,

Al Señor le gusta sentarse cansado al borde del pozo.

Cantar nuestro canto y escuchar la brisa y escuchar tu voz.

 

Al Señor le gusta abrirnos la puerta de su corazón.

Al Señor le gusta mostrar el camino que nos lleva a Dios.

 

Al Señor le gusta ser tu invitado, entrar en tu casa con su bendición

Al Señor le gusta lo que te conviene cuando lo que buscas son cosas de Dios.

 

Al Señor le gusta que los niños rían y salten al sol,

Que tengan la vida con sabor a pan, con sabor a amor.

Al Señor le gusta que los niños vengan a su alrededor.

Al Señor le gusta que siempre haya un niño en su interior.

 

Al Señor le gusta estar a tu lado, oír tu oración.

Al Señor le gusta mirarte a los ojos, ver tu corazón;

Cerrada la puerta, hablarte en silencio palabras de hoy.

Al Señor le gusta ser tu íntimo amigo, ser tu buen pastor.

 

Como peregrino al paso paciente de toda la gente.

Al Señor le gusta compartirlo todo, la vida entregar.

Al Señor le gusta darnos sus secretos,

Repartir su pan. comulgar su cuerpo

Y sangre limpia en bebida dar.

 

GL: En el ámbito religioso, esta lógica mercantilista está sumamente extendida ¿de dónde viene? Porque en realidad, el núcleo del mensaje de Jesús es: “esto es gratuito”, “yo he venido para los enfermos”, “yo recojo a los pecadores”, “en mi mesa se sientan primero las prostitutas y los publicanos”, es decir, es un derroche, una medida desbordante, apretada en el sentido de que Dios trata de ‘apretar’ todo en nosotros para que entre más amor. ¿cómo pasamos de la gratuidad, el desborde, el banquete que Dios nos ofrece, a esta lógica mercantilista que subyace en nuestras oraciones, en nuestras devociones, en nuestros sacrificios, esfuerzos, para tratar de ‘tirar de la manga’ a Dios?

KP: San Pablo diría que “está el hombre viejo”. Isaías dice que “al final de los tiempo el Señor descorrerá el velo que está sobre nuestros ojos y nos impide ver la realidad desde la misericordia”, desde esa compasión que Jesús tiene de la gente, y que vuelve concreto, expresivo ese amor total que Dios tiene y que es lo que nos salva. Pero el Ser humano, desde su inseguridad, por esta limitación de finitud, tenemos dos opciones: o dejar que Dios nos tome, o tomar nosotros las fuentes de la vida. Y ese es el pecado de Adán y Eva en el relato del Génesis: ellos quieren asegurarse para toda la eternidad las fuentes de la vida. Y en el Génesis lo que se nos dice es que las fuentes de la vida seguirán estando como una promesa y como un don, y viviendo desde allí, y largando nuestras resistencias de la vida espiritual, caerán nuestras estructuras que cuando éramos paganos teníamos. Llegamos al cristianismo, parece que nos habíamos convertido, pero a veces nos acomodamos y acomodamos los tantos y nuevamente esas resistencias encubren también el don de la vida cristiana y terminamos en una vida cristiana mediocre. Y de ahí se sale cuando el Señor nos inquieta a partir de nuestros aburrimientos, nuestras insatisfacciones, nuestros malestares. Y los místicos le llaman ‘la noche oscura’, donde ya no encontramos gusto ni siquiera en lo que antes lo encontrábamos. Y en el fondo es este YO inflado, que choca contra sus propios límites, y lo que era don lo está administrando como si fuera suyo, pero con la experiencia de que está chocando porque somos limitados y hemos dejado de abrirnos al don de Dios. Hay una frase de San Juan de la Cruz que resume esta crisis: “en el aprieto, me diste anchura”. Vamos experimentando el aprieto de que no podemos cumplir la ley, por ejemplo. Llega un momento en que nuestro perfeccionismo nos hace chocar contra nuestras debilidades, en que empezamos a ver la envidia en otros terrenos sublimados espirituales. Llega un momento en que vemos que hacemos muchas cosas buenas, pero estamos preocupados en ver cuál va a ser la retribución. Hemos reproducido este hombre que se toma para sí las fuentes de la vida y no toma para sí la fuente del don.

            Y allí viene, especialmente en este tiempo de Adviento, la posibilidad de una segunda conversión, que es más difícil, porque el que se convirtió por primera vez del ser pagano al cristianismo, tiene esa novedad del mensaje. Pero los que hemos ya conocido el Evangelio, y nuestro ‘yo viejo’ ha tomado estas cosas para sí, a su servicio, estas trampas tan sutiles, esas resistencias, ¿cómo se sacan, si no dejamos que Otro, más allá de nuestras cárceles que hemos construido’ nos salve? Esto aparece como un malestar de la existencia y de una crisis de cómo seguimos, y qué es esto, crisis de la rutina, crisis también afectiva porque no nos sentimos a gusto. Y por último –esto no es mecánico- a través de esa crisis descubrir la oportunidad que el Señor me da de que yo me deje amar y que caiga la ‘venda’ y deje que Dios ilumine –como dice Isaías- los ojos de sus servidores.

            Dejémonos iluminar. Que nuestros ojos se iluminen por esa bondad de Dios, y que esa iluminación termine por quitar, vencer sobre ese ‘velo’ que nos impide ver la gran misericordia de Dios, para que este mundo pueda ser realmente un anticipo de esa vida eterna que celebramos sacramentalmente y espiritualmente a veces también en cierto oasis de gratuidad que todos tenemos.

 

Demasiados abrazos en la hoguera del frió
demasiado de todo en un mundo vacío
demasiadas promesas en corrientes de aire
demasiadas urgencias para nada importante

Demasiada violencia donde juegan los niños
demasiadas sonrisas en terreno baldío
demasiada injusticia atracándote el sueño
demasiada esperanza en la línea de fuego

Hoy levanto el corazón pa’ brindar por los vencidos, me gustaría cambiar los errores repetidos
cargué en alguna ocasión y en más de una canción con los que no fueron míos
hoy levanto el corazón pa’ descorchar el amor  y bebérmelo contigo

Demasiado trabajo para poco salario
demasiada miseria en la cola del paro
demasiadas verdades para tantos engaños
demasiados cristales en la fila del baño

Demasiadas farolas para tan pocas luces
demasiada movida en calle del cruce
demasiada cordura para tanto desastre
demasiada tristeza en la puerta del baile

GL: en un mensaje de la Virgen de Medjugorje, dice: “los no creyentes no son los que dicen no creer. Los no creyentes no son los que no proclaman el nombre de Cirsto. Hay muchos creyentes que en realidad son ‘no creyentes’. Los no creyenten son los que nunca experimentaron el amor gratuito de Dios.”

 

GL: ¿qué pasa que no podemos contactar con esta gratuidad? ¿qué pasa que nos queremos ‘apropiar’ del don, es decir, estoy al lado de la fuente, al lado de la fiesta, pero la quiero poseer, la quiero controlar, quiero asegurarme tener fiesta de por vida? Ahí comenzamos con la lógica del control, tan propiamente egocéntrica.

            La segunda conversión comienza quizá cuando uno dice: fracasé, no encuentro el sentido de la vida, al menos a través de esta lógica. ¿qué experiencias vitales pueden aproximar, dar una pista para que podamos asomarnos, adivinar que este amor exista realmente?

 

KP: Un ejemplo es el de Sta. Teresa de Ávila. Ella recién tiene su segunda conversión a los 39 años. Ella ingresa a una congregación carmelita y es una monja que pasa su vida aburrida. Y por eso después sabe cómo hacer la reforma, porque ella misma padece de ese tedio ¿en qué queda todo ese heroísmo de su consagración a Dios? Entonces ella encuentra una serie de signos de su vida que la revelan. Y a nosotros nos pasa algo así. Tenemos un ‘velo’ que nos impide ver que del otro lado Dios está horadando las paredes hasta mí. Entonces llega la crisis de realismo. Y en esa meseta, donde la cima de la montaña se ve inalcanzable, y lo de abajo me da la sensación de desbarrancamiento. Entonces nos preguntamos ¿para qué tanto esfuerzo en llegar hasta aquí si ahora me choco con una serie de contradicciones? Y entramos en cierto escepticismo. Y en esa ‘meseta’ estamos administrando pequeños vicios, pequeñas virtudes. A veces tenemos la experiencia de que nos vamos a confesar siempre lo mismo. De pronto vienen ‘pruebas’ en la vida y allí nos preguntamos ¿en qué he puesto mi confianza hasta ahora? ¿esto es todo lo que me depara la vida? Situaciones prolongadas de impotencia, de angustia, un proyecto que parecía seguro y se diluye entre los dedos, también las dudas de la fe: ¿quién es Dios? Tal vez estamos prisioneros de imágenes de Dios que no es Dios, pero nosotros lo hemos hecho y hemos proyectados nuestros propios intereses, y allí lo hemos sublimado y le rendimos culto a un Dios que no es así. También la aridez espiritual: voy a rezar y no encuentro gusto, me he movido, he hecho muchas cosas y no veo el resultado. Y es precisamente porque estamos prisioneros de ese resultado, de eso inmediato, y no descubrimos ‘la fuente que mana infinitamente hasta la vida eterna, que no se agota’. Ahí entramos en el aprieto: “en todas estas situaciones existenciales, me diste anchura”. Entonces viene esto de que “Dios irrumpe” en mí vida, y hay una segunda oportunidad.

            Es la segunda oportunidad que ya Dios le da a Moisés cuando baja del Sinaí con las ‘tablas de la ley’, encuentra a los judíos rindiendo culto a un ídolo, rompe las tablas contra ese ídolo y sube de nuevo. Y esta es la segunda oportunidad.

            Esta es la oportunidad del Adviento: ¿por dónde viene Dios? ¿por dónde Dios me está ‘perforando’ esta casa mal hecha que yo me hice? Porque otra cosa que nos pasa es que nos hacemos algo que no nos gusta, estamos mal, pero nos acomodamos y entonces abrazamos ‘una espina’. Y la experiencia de San Pablo plasmada en Rom 8, donde se le caen las escamas de los ojos y dice: si Dios me ama infinitamente, y entonces podemos caminar libres, desarmados, caminamos desde el ‘no poder’ y desde la misericordia de Dios.

            Nos acomodamos a la mediocridad, a administrar pequeños vicios y virtudes, y encima lo hacemos para ser admirados por otros. El desmonte del hombre moral y su hipocresía es una esfera de existencia que nos rodea, entonces viene el cumplimiento ‘cumplo pero miento’: tengo que aparentar que cumplo. En el fondo no he largado el control de mi vida para que Dios me tome. Kierkegaard , en su obra “los lirios del campo y las aves del cielo” describe estas esferas de existencia. Nosotros hemos conocido de él su concepto de angustia, relacionado con el pecado, con la existencia golpeada, con su finitud y su manera de protegerse en contra de Dios y en contra de los demás, y no tomar de la fuente de la vida para refrescarse, sino querer agotarla con desesperación donde no se gusta ni se celebra. Pero no hemos experimentado la existencia ‘sanada’ por el amor de Dios. Kierkegaard describe, por ejemplo, que él se iba a los atardeceres a disfrutar de esos paisajes que Dios ha hecho, que no los hemos creado nosotros, que no es mío sino que está donado. Pero también el amor es donado, la amistad es donada. Mis padres son donados cuando somos niños y es nuestro equipamiento existencial primario. Y desgraciadamente a veces los que les toca ser padres nos falla esto y en lugar de darles un equipamiento inicial de gratuidad a nuestros niños, les damos solamente egoísmo. ¿cómo se cambia esta lógica? Kierkegaard la describe así: desde esa desesperación del sentimiento de angustia, lanzar todo ese equipamiento por la borda y que Dios nos tome en sus manos con amor providente de Padre en Cristo Jesús.

            Podríamos terminar con esta experiencia de Sta. Teresita del Niño Jesús, que dice “¿cómo hago yo para subir esta escalera tan grande siento tan pequeña?” Y entonces vio que dios Padre bajaba, la tomaba en sus brazos y la subía. De eso se trata: de dejarse amar. Y ahí los escalones grandes que nos hicimos, son simplificados por el Señor con eso esencial en la vida que es el amor.

 

GL: Es bonito leer esta clave desde el Evangelio, donde Jesús en la sinagoga, tomando a Isaías, dice “yo he venido a esto: a liberar a los cautivos, a proclamar un año de gracia” . Pablo ha querido darle una organización a la primitiva Iglesia como una sociedad alternativa, como otra sociedad. Cuando este fundamento del mensaje se traslada a una organización comunitaria, eclesial o social ¿cómo juega dentro el concepto de justicia? Porque mientras estamos hablando de la gratuidad, hay gente que esta enojada porque a algunas personas tienen dones gratuitos por los cuales no han trabajado. Y acá traigo el evangelio de los trabajadores en la viña, que –los últimos cobran lo mismo que los que trabajaron todo el día- En el ámbito de la vida espiritual pareciera fácil comprender esto. Cuando lo llevamos al ámbito relacional o al social -en la organización de una familia, una comunidad- ¿cómo compaginamos lo gratuito con lo justo? Lo que no se merece sino que se regala con lo que debe ser merecido porque es justo

Mama sabe bien. Perdí una batalla. Quiero regresar solo a besarla
No esta mal. Ser mi dueño otra vez ni temer que el río sangre y calme Al contarle mis plegarias

TARDA EN LLEGAR Y AL FINAL, AL FINAL HAY RECOMPENSA

Mama sabe bien, pequeña princesa. Cuando regresé todo quemaba
No esta mal sumergirme otra vez ni temer que el río sangre y calme. Se bucear en silencio

Tarda en llegar, y al final, al final hay recompensa En la zona de promesas

 

GL: Muchas de las crisis que se producen en el camino de la vida espiritual tienen que ver muchas veces cuando las personas, después de haber experimentado la gratuidad del amor de Dios, quieren llevarlo a los demás. Y a medida que va pasando el tiempo van descubriendo ingratitudes, o traiciones, o necesidad de poner siempre la segunda mejilla. Una parte de las crisis sobrevienen del ámbito vincular, relacional (familiar, comunitario): “Yo creía que…iba a poder repartir el amor que el Señor me había dado entre los sedientos y hoy me encuentro rodeada de ingratitudes…de devastaciones,… de arideces…de falta de reconocimiento a todo lo que he hecho por la comunidad, por mi familia, por me esposo, por mis hijos… ¿hasta dónde la gratuidad? ¿tiene un límite?

 

KP: El ‘Chapulín colorado’ decía “se aprovechan de mi nobleza”, pero también dice “no contaban con mi astucia”. El asunto es ‘cómo salgo de aquí’: creo que al menos va a ser un alivio salir de este aprieto.

           El asunto es cómo compaginar esta gratuidad con estructuras inclusive inspiradas por la gratuidad. Ya Marx, en su crítica a las formas sociales de respuesta a las crisis que había sobre todo en el capitalismo del 1800 en adelante, critica cierta ingenuidad. El asunto es cómo podemos nosotros compaginar esta gratuidad, llamémosle, ‘pedagógica’, que permita que la gente cobre conciencia de lo gratuito. Y acá viene el otro concepto: si bien el egoísmo quiere apropiarse y después administrar a su modo las cosas, un yo, un ego sanado, lo que hace es apropiarse de la cosa pero para donarla luego.

           Entonces: la verdadera humildad es reconocer los dones, reconocer que somos importantes en las cosas que sabemos hacer. El problema es que después a eso ‘le ponemos un peaje’. Pienso que la lógica de la gratuidad nos lleva a dar gracias a Dios, tener resto, ¿de dónde viene la ‘astucia del Chapulín’? Viene del amor de Dios. Somos siempre recreados desde la gratuidad. Nosotros al ponernos en oración por ejemplo, si tomamos conciencia del don de la vida, en lugar de decir ‘Señor, me duele la pata’, cambiaríamos la forma de dirigirnos a Dios por ‘Gracias señor, porque, por la pata que me duele, sé que estoy acá’. Más allá de todo, está la alabanza a Dios que es bondad en sí mismo. Y el encuentro con ese Dios todo bondad, son “vacaciones para el alma”: el alma va de aquí para allá gozando, renovando la fuente del gozo.

           Las estructuras reales de la sociedad nos pueden crear a nosotros el velo denso que nos impide ver que detrás de él está esta otra realidad, y que esta otra realidad está llamada a transformar las estructuras materiales.

Pero por otro lado, hay un hombre pecador, un ‘hombre viejo’. Para eso está la ley que intenta circunscribir que el daño hecho a alguien y el daño social no sea tan grande como para destruir el tejido social. Para eso está la ley. Si no, nosotros tendríamos que negar todo el derecho y las legislaciones como legalismo, y no es así. Las leyes bien tomadas son el intento de “el derecho es un pequeño esfuerzo de llevar los conflictos al lado del amor”. El pecado es conflictivo, y nosotros somos conflictivos. A veces tenemos dones, y parece que chocan con los otros. Y no es así: cada quien trae algo ‘al banquete’: uno sabe cantar, el otro sabe escuchar… En la sociedad, el derecho es esa preocupación de salvaguardar la sociedad de cierta tormenta, de ciertos monstruos que devoran todo. Pero una sociedad no puede vivir solamente con miedo a los monstruos y poniendo fronteras. Si no prospera algo diferente, si no prospera un amor gratuito, si no hay confianza que es la base, entonces esa crisis de la gratuidad, para mí, tiene dos resoluciones: por una lado una inspiración realmente mística, y todos estamos llamados a eso (con astucia, podemos encontrar la fuente para hallar oasis en el desierto: para unos será la Eucaristía, para otros el rosario, para otros la amistad…Dios ha dado a cada uno algún oasis para que no muramos de sed). Y luego, con responsabilidad, crear estos tejidos jurídicos y sociales que nos permitan a todos ayudarnos mutuamente, y que el egoísmo y todo lo que puede significar eso, revelado en injusticia por ejemplo, no termine con la sociedad.

           Entonces: no está reñida una cosa con otra. La justicia inspirada en el amor, es distinta de la no inspirada en el amor que termina en algo justiciero, con sus secuelas de venganzas y rencores. Los límites puestos con amor terminan siendo pedagógicos. Hay que educar en el don, para que el yo se apropie del don y lo administre con responsabilidad, esto es, responder a ese don valorándolo y valorando la donatividad. Es decir, por un lado está el don, lo que se nos da, y por otro la donatividad, es decir, la capacidad de donar. A veces, cuando ‘nos cae la ficha’ y decimos por ejemplo ‘mi viejo era esto, y lo otro… y sin embargo me bancaba’ ¿qué estamos diciendo: que hemos descubierto no los dones sino la donatividad que estaba ahí, siempre donando.

 

GL: Una mística, Simon Weis, dice: “El único que debiera ser excomulgado de la iglesia es el que no ama al prójimo”

KP: “El Chapulín” dice “no me tienen paciencia”. Tenemos que tener paciencia: la neurona ‘amor a Dios’ y la neurona ‘amor al prójimo’ están todavía sin conexión. Podemos ver en los santos, que son bastante pacientes. Y Dios nos espera toda la vida. Pero claro: tenemos que ir a los oasis a cargar las pilas. En otros, es el dejarnos ganar por el amor de Dios. Y el que lo descubrió, ya está: esa es la buena noticia.

 

Participan los oyentes

 

          Se supone que un sacerdote tiene todas las respuestas? Y si es así ¿cómo puede lograrlo cada uno?

KP: El sacerdote, si es astuto, algunas respuestas las obtiene de la misma gente. Es la Sabiduría del Espíritu Santo que viene de todos lados: compartiendo con esta viejita de acá, el niño que viene a confesarse para la primera Comunión…Por otro lado, tampoco hay que tener esto de ‘la omnipotencia’, porque esa omnipotencia impide que Dios nos ame y también que los demás entren en nuestra vida. El sacerdote también tiene una buena formación, pero ¡qué hermoso es descubrir las verdades en la comunidad! Todos nos evangelizamos mutuamente, y entonces ocurre lo que dice Jesús cuando dice “al que más recibió más se le va a dar” en el sentido de que cuando uno entra en la gratuidad, todo suma, aún las contradicciones, porque nos cuestionan acerca de las limitaciones y son una oportunidad de esperar al otro en el perdón o en ese silencio activo que es la oportunidad que le damos para que el otro pueda entrar en ese camino

          ¿Cómo hacemos para dejarnos amar por Jesús?

GL: Dejar que El irrumpa, que El llegue. Es un momento místico

KP: Creo que los momentos de penuria en la vida, en la enfermedad, en el alejamiento de los seres queridos, algo se sufre. Y de golpe irrumpe de nuevo –porque antes quizá ya estaba y no la supimos valorar-, por ejemplo, alguna gran amistad y se te abre el cielo. Sabemos de la opción preferencial de Jesús por los pobres. Entonces otra actitud sería por ejemplo ir al templo como un mendigo, entonces nos vemos superados por tantas bendiciones que hay allí! En cambio, si voy al templo a mostrar a los demás que soy bueno o a exigir, no voy a encontrar eso (como en la parábola del publicano y el fariseo). También tenemos que tomar a los otros como un gran don. No son la perfección, y nosotros tampoco somos perfectos. Pero es lo que hay, y allí hay dones

 

          Hay alguna relación entre poder sentir el amor de Dios y poder seguir completamente las enseñanzas del Magisterio

KP: hay todo un mar de fondo, porque una cosa son verdades centrales, fundamentales y otra cosa son verdades circunstanciales, de las distintas épocas. Los grandes fundamentos del cristianismo, que están también traducidos en el Magisterio, están. Pero después hay una serie de disposiciones menores que dependen de la época, de las situaciones de las personas. A eso hay que saber interpretarlo, porque de otra manera, la letra mata el Espíritu que siempre tiene que ser el amor

GL: Lo primero es sentir la presencia del amor de Dios, para poder después seguir su ley.

KP: en ese sentir hay también una purificación de los afectos. Por eso hablamos de una segunda conversión, porque a veces sentimos, pero ¿que y como sentimos?. Hay que sentir que Dios sea Dios, sentir su presencia, su misericordia. A veces no sabemos traducir la donación que Dios nos hace, no somos buenos mediadores.

           La pregunta que nos hemos hecho en este día es ¿qué hacemos con la gratuidad? Porque parece que todo va por otro lado, y que si yo me comporto con la gratuidad voy chocando en la vida. Pero a Dios gracias, hay más Dios del que nosotros creemos que hay

GL: Hay una imagen muy linda de un niño con el cuerpo todo doblado porque va cargando a otro niño mías grande que Bel, y debajo dice “no pesa porque es mi hermano”.. Creo que no hay que fijarse en el cuerpo doblado, en el esfuerzo, el sacrificio, el peso, sino en esa afirmación. Hay una experiencia del amor que hace la cruz liviana, el peso ligero, la carga suave. Esa experiencia es la mansión a la que estamos invitados.

 

QUE DIOS CON SU INFINITA TERNURA, CON SU INFINITA BONDAD, NOS CORRA EL VELO QUE NOS IMPIDE VER LA FUENTE SOBRE LA CUAL VA CRECIENDO NUESTRA VIDA.