Encontramos adultos de mas de 35-40 años cuya fe se ha quedado con el catecismo que recibieron para tomar la Primera Comunión. Un buen día dicen “basta, esto no me sirve más, no da cuenta de lo que me pasa. A partir de este momento no creo más”. Obvio: a nadie se le ocurriría, calzando 42, ponerse una zapatilla 34, porque evidentemente me va a retorcer los pies. Es decir: para etapa de la vida, es necesario también contar con una fe que acompañe el proceso. ¿Y cuál es la fe madura?
Vamos a hablar hoy de la fe adulta, recordando que si seguimos el proceso biológico de infancia, adolescencia, adultez, incluso podríamos agregar un cuarto paso: madurez, que es solo una línea de lectura, a la fe adulta se arriba después de los conflictos con Dios en la adolescencia de la fe (no en la fe adolescente). Incluso, siguiendo las características de estas etapas, podríamos hasta identificar los momentos de la humanidad en los que la humanidad ha tenido una fe infantil, muy ligada a un pensamiento mágico, una fe adolescente, quizá –forzando las cosas- la expresión más acabada de ese pensamiento adolescente es la frase de Nietzche “Dios ha muerto, Nosotros lo hemos matado”, como el momento en que la humanidad comienza a prescindir de Dios, a no considerar a Dios como problema sino a ignorarlo.
Esta idea de Dios tan infantil, tan estrecha, tan ligada a la imagen materna y paterna con rasgos parecidos al propio papá o a la propia mamá, o a lo que ha sido la paternidad y la maternidad a lo largo de esa historia de la humanidad reciente, explica por qué algunas personas que comienzan a madurar emocionalmente, pierden la fe: porque realmente necesitan desprenderse, abandonar, dejar esta imagen de Dios y asumir las responsabilidades que hasta este momento habían transferido a Dios. Puesto en términos históricos, por ejemplo, todo lo que se le asignaba a Dios para explicar los misterios o lo que ignorábamos, acerca de la evolución del hombre o de la creación del cosmos, o del lugar del hombre o del planeta en el cosmos, y muchas otras cosas más. Es decir, superponíamos la ley teológica a las leyes naturales, y en ese sentido, cuando nos hemos visto de bruces con algunos aspectos de la realidad que no coincidían con lo que nosotros creíamos que dios había revelado, teníamos dos caminos: o nos liberábamos de Dios, o nos liberábamos de la ciencia. Gente muy valiente ha sido aquella que ha corrido el riesgo de liberarse de este Dios al que no podía comprender, asumir la responsabilidad de su propia razón, asumir también el hostigamiento y en muchos casos las culpabilizaciones que provenían de una humanidad todavía muy ligada a ciertas ataduras de la fe, soportar esas soledades, esas intemperies, y agradecer el valor de estas mentes y de estas almas que algunos lograron salvar la fe, otros no lograron hacerlo por la turbulencia de estos tiempos realmente fronterizos, donde cae un paradigma y emerge otro, y en ese sentido han abierto al puerta al conocimiento, a la razón, a la ciencia, y esa maravillosa aventura que justamente Dios ha puesto en el corazón del hombre que es el de “crecer en todo sentido y dominar la tierra” –esto es: conocerla y amarla-.
Gracias a la libertad, a la valentía, a la entereza de muchas de estas mentes que pasaron por esa etapa “atea”, porque se dieron cuenta de que Dios no estaba allí donde los estaban buscando, de que no podían darle a Dios la responsabilidad de lo que estaban viendo, sintiendo o pensando, de que la imagen que se tenía de Dios ya no se podía sostener más con argumentos racionales, convincentes, en definitiva ‘sin cortarse la cabeza’ (creo que es una expresión de Chesterton: “yo cuando entro en el templo, me saco el sombrero pero no me corto la cabeza”), gracias también a estas personas, crecimos todos en la fe: creció la Iglesia, que supo dar respuesta con una riqueza y una racionalidad, y una profundidad extraordinaria a los planteos que se suscitaban desde este mundo que ‘entraba’ en la adultez: una respuesta intelectual a través de sociólogos, y sus reflexiones… Paso a un plano personal: esta ‘tentación del ateísmo’ que se vive cuando se pasa desde una fe adolescente a una fe adulta, no es un ateísmo de verdadero Dios, sino en algunos casos es un ateísmo de un Dios infantil o de un Dios adolescente. En algunos casos el crecimiento es mas parejo, no implica rupturas tan profundas, quizá por el modo en que las personas se hacen las preguntas: hay personas a las que las preguntas las totalizan y otros que saben mantener una distancia de sus propias preguntas, quizá por la fortaleza de la fe: hay experiencias de fe muy fuertes, que ‘pueden caminar sobre las aguas’ como Pedro, y a veces hay experiencias de fe más vulnerables, y que ante las turbulencias de estos pasos de crecimiento, decaen. Y a veces decaen para después volver a recuperarse, para entrar en esa ‘segunda infancia’, para entrar en esa segunda etapa, pero en este caso con los ojos bien abiertos.
LLEGASTE TÚ
En mi soledad mi corazón lloraba de un vacío total. Todo lo intenté, por donde quiera busqué, eras Tu mi necesidad. En crisi, desolada ya no pude soportar , ya desesperada era imposible estar
Todo lo intenté, por donde quiera busqué, eras Tu mi necesidad Alcé mi rostro y “…legaste Tú y todo cambió, llegaste Tu y la esperanza triunfó. llegaste Tu, volvi a nacer
Por tanto tiempo quise encontrar la solución a ese gran vacío que llevaba en mi interior
Todo lo intenté, por donde quieras te busqué, eras tu mi necesidad
Cámbiame Señor, que mi corazón sea junto a Ti. Cámbiame Señor, haz Tú ver en mi, que mi corazón sea junto a Ti
Y como el barro moldéame. Hazme a tu imagen. Esa es mi oración
Muchas personas, después de sentir el alejamiento de Dios propio de una etapa de adolescencia en la fe o de una fe adolescente, sienten ese alejamiento de Dios y dejan de apoyarse emocionalmente en El. Se dan cuenta de que quedan solos en este mundo. Y creo que es parte del desamparo en el que nos sentimos muchos en esta humanidad, que ha pasado por el fuerte sacudón de la modernidad, que entre otras características tiene la posibilidad de deconstruir –no destruir, aunque a veces también destruye-: desarmar lo que está armado con un pensamiento crítico muy agudo y muy vertiginoso. Esta permanente deconstrucción vertiginosa y permanente, creo es un signo de inmadurez de la modernidad porque no da tiempo a armar nada. Y es como que el alma no está preparada para vivir en ese desamparo permanente, donde continuamente se está desarmando el pensamiento que hasta hace pocos años terminó de armarse. Es como que lo propio de la modernidad es este avanzar tan vertiginosamente que se ‘devora a sus propios hijos’. Y esto ha dejado un saldo de mucha soledad en el hombre moderno.
Y creo que por eso, vino la post-modernidad, con todas las huidas de esta soledad y desamparo en la que hemos quedado, a través de la fuga en que cae de consumismos, de espiritualismos. Y esto sucede, entre otras cosas, porque experimentamos que ‘Dios se ha callado’. Hay mucha producción sobre ‘el silencio de Dios’. Y esto es porque la humanidad ya no ha podido apoyarse no tanto en Dios, sino en ese Dios que hasta hace unos siglos atrás le servía de apoyo, de ordenador, de ‘gran Papá’, de rector, con lineamientos muy claros, con definiciones muy claras sobre el bien, sobre el mal, sobre la vida, sobre la muerte: “haz esto y vivirás”, y se trataba solamente de obedecerle.
Esta experiencia de intemperie, de soledad, de no entender, de no comprensión…tengo la convicción –personalmente- de que es transitoria, de que hemos caído en la cuenta –no solo mentalmente sino espiritualmente, desde la profundidad de nuestras propias células, de que este universo está ligado a su propia responsabilidad. Y esto es muy angustiante. Este universo cae en la responsabilidad de nuestras manos. Ya no tenemos un papá que nos supla cuando nosotros cometemos errores. De pronto, la imagen de la posibilidad de la destrucción del planeta como habitat apto para la civilización humana, está acá, en las narices: ya no es ciencia ficción. Ya no es una película: son advertencias basadas en datos científicos que diariamente llegan a nuestros oídos. Entonces hay en nosotros un mecanismo de resistencia y de negación a asumir esa dosis de soledad, esa dosis de responsabilidad, eso que Romano Guardini llama “la tarea” (el ‘don’ y la ‘tarea’). La vida es un don, un regalo. Ahora estamos en la etapa de descubrir la tarea. Y entonces esto trae como una experiencia de mucha soledad: el hombre grita solo en el cosmos y nadie le responde. De pronto se ha vuelto inhóspito no solo por la violencia y la agresividad que el ser humano ha desplegado y de lo que ha dado muestra, y que está dentro nuestro. Y nos hemos dado cuenta de que esto exige un tratamiento y una tarea que va más allá de solamente rezar, o de solamente sentir que Dios nos proteja. Es una tarea mas profunda, mas responsable: tenemos que comprometernos con una responsabilidad mayor acerca de las fuerzas hostiles, agresivas, profundamente violentas que llevamos los seres humanos y que somos capaces de desplegar. Tenemos un poder de destrucción tan grande, que sentimos que ni siquiera ese ‘gran Papá’ puede frenar.
Cuando el Papa Juan Pablo II, en su visita a los campos de concentración nazis dijo la expresión “¿dónde estabas Dios, cuando esto sucedía?”, le puso palabras a este sentimiento del hombre post-moderno.
El hombre post-moderno, se lo sigue preguntando. Estamos entrando en la etapa adulta de la fe, que es como decir –para usar una imagen bíblica- “estamos entrando en la etapa del desierto”, donde hay una Tierra prometida que todavía no se vislumbra, y necesitamos encontrarnos con una experiencia mas desnuda de Dios. Un Dios al que ya no queremos probar, al que ya no es necesario probar, porque su presencia se va haciendo tan evidente como la realidad misma. Un Dios que se manifiesta en todo hombre, en la realidad, en el universo, un Dios que es la vida misma. Una revalorización de la vida misma. Tampoco es nuestro rival, porque cuanto más vida tenemos, más unidos nos sentimos a El. Los creyentes encontramos en la realidad misma unidad y sentido. Nos damos cuenta de que ya no tenemos que buscar un Dios fuera de la realidad, un Dios que desde fuera se imponía a la vida misma de manera arbitraria. Vamos descubriendo que Dios está en la realidad, y es la realidad. Y por eso, no es un Dios ‘desde afuera’ sino que es un dios ‘desde dentro’. Es un Dios que no oprime al hombre, porque es el Dios del crecimiento, es el Dios de la vida. Este Dios es vida. Nos lo dijo, pero no lo podíamos comprender. Y cuando sentimos en nosotros la fuerza de la vida misma, en esa misma tendencia encontramos esa unión con Dios. Y por eso, nunca este ‘nuevo’ Dios puede oprimirnos. Porque es un Dios que impulsa el crecimiento. No es un Dios que frena el ejercicio de la razón sino todo lo contrario: me imagino, a veces, a Dios abriendo el ‘libro de la vida’, inspirando a un científico y diciéndole ‘lee acá’. Y todos diciéndonos ‘¡no, no, porque esto nos cambia los planes, nos cambia la concepción de Dios. No leas, blasfemo! Y el Espíritu que nos dice ‘¡anímate: lee!’ Y es lógico: nos cambian las estructuras, nos cambian los modelos, nos cambian las imágenes, nos cambian la representación de la realidad, y eso es muy doloroso. Es dolorosa esta sensación de perder coordenadas que nos digan desde afuera lo que está bien, lo que esta mal, lo que tenemos que decir… Son movilizaciones que…hay que hamacarse…hay que realmente ‘caminar sobre las aguas’. Es la sensación de que el suelo que pisamos ha dejado de ser seguro para convertirse en líquido y cambiante. Por eso creo que la imagen de Jesús caminando sobre las aguas, y al mismo tiempo invitando a Pedro a caminar sobre las aguas, tiene muchas lecturas, y una de ellas es muy adecuada para nuestros tiempos. Esto que es un ‘Dios desde dentro’ No significa una postura individualista, algo así como un Dios privado. El ‘desde fuera’ sería cuando intentamos que haya preceptos arbitrarios sin que nosotros mismos podamos descubrirlos en nuestra situación vital como tales, como interiorizarlos como preceptos y normativas válidos. Y esto es depositar afuera nuestra conciencia intelectual y vital. Depositarla en otros, en una religión, en un gurú, en un líder espiritual, en un científico, y depositamos el discernimiento, la conciencia, la reflexión, el transitar la experiencia vital de nuestra vida en otro, para que nos diga lo que tenemos que hacer. Esto es lo que se quiebra cuando se ingresa en la fe adulta La exigencia de Dios, ahora trabaja desde adentro.
Quizá puedan ayudar frases de un gran teólogo que ha descubierto la presencia de Dios no solo en la vida misma, sino en la materia misma: Teilhard de Chardin decía “impulsados por el amor, los fragmentos del mundo se buscan mutuamente, de manera que el mundo, puede llegar a ser”. Está hablando de un ‘alumbramiento’, como si el mundo todavía ‘no fuera’:; lo va a ser cuando realmente encajen todas sus dimensiones y sus partes que están siendo permanentemente impulsadas por el amor. “El amor universal, no solo es psicológicamente posible, sino la única, completa y definitiva forma de amar”. “Nada hay de valioso, sino la parte de usted que se encuentra en otra persona y la parte de los demás que está en ti” “Las grandes verdades se sienten antes de expresarse” ¿No sentís en algún momento, en alguna circunstancia, como ‘lucecitas titilantes’? ¿No sentís que estamos atravesando una noche muy dura, pero que justamente cuando la noche se hace más oscura es que preanuncia el amanecer de una nueva etapa en la que el hombre, por fin, desemboque en una fe adulta y madura, y encuentra a Dios, se encuentre con El, y asuma sus responsabilidades sobre el cosmos en el que ha sido puesto.
‘LA FUERZA DE LA VIDA’ Paolo Vallesi y Alejandro Sanz
Hasta cuando nos marchamos lejos por cobardía o por despecho, por un amor inconsolable,
cuando en casa el tiempo pasa sin vivirle y lloras porque no sabes por qué
una fuerza enorme esta en nosotros mismos, la sencillez de lo sencillo, donde las luchas son inútiles,
es más fuerte que una muerte incomprensible, es vencer esa nostalgia que nos se va de tí.
Tienes que poner los dedos en tu herida y entonces sentirás la fuerza de la vida,
que te conducirá, lo sé, amor, ya lo verás, a la salida que hoy no ves.
Cuando te recomen los silencios y el corazón les pone precio con un rumor insoportable
cuando te hundes y no puedes levantarte, y hasta cuando la esperanza piensas que se perderá.
Es la voluntad que a todo desafía, es nuestra dignidad, la fuerza de la vida,
que no preguntará que es la eternidad, aunque sepa que la ofenden, o que la venden sin piedad.
Tienes que tocar el fondo de tu herida y reconocerás la fuerza de la vida,
que te conducirá, lo sé, no te dejará marchar, no te dejará, ten fe.
Hasta dentro de la cárcel de esta enorme hipocresía, y en los fríos hospitales de ese mal de nuestros días,
una fuerza te vigila, tu la reconocerás, es la fuerza testaruda que hay en tí, que sueña y no se va de tí.
Es la voluntad más frágil e infinita, es nuestra dignidad, la fuerza de la vida.
Es nuestro amor, la fuerza de la vida, que no preguntará que es la eternidad,
porque siempre por nosotros luchará, y no nos dejará.
Tienes que tocar la llaga de tu herida, y reconocerás la fuerza de la vida.
La fuerza dentro de tí, la tienes que presentir y allí estará, la fuerza de la vida,
que te conducirá, lo sé, que susurra convencida lo importante que la vida es.
VIENE DEL ALMA Ricardo Montaner
Conoces desde lejos cada pensamiento y ya sabes lo que siento sin tenerte que hablar ni una palabra, tu conoces mi angustia Conoces desde luego mis debilidades, y aunque me esconda en lo oscuro no me oculto de ti porque lo claro y la noche, para ti son lo mismo Lo sé, lo sé, no lo digas, que tu amor es infinito de tu mar de sentimientos me has bañado y la vida me has escrito Porque adorarte, se me viene del alma y mi amor al compararse parece una semilla de mostaza adorarte se me viene de golpe cuando siento, cuando vienes a abrazarme Conoces lo feliz que soy contigo cerca,
sobre todo si me llenas con tus dones de amor, de tus palabras y tus manos yo puedo saciarme Lo sé, lo sé no lo digas, que tu amor es infinito de tu mar de sentimientos me has bañado y la vida me has escrito Porque adorarte, se me viene del alma y mi amor al compararse, parece una semilla de mostaza adorarte se me viene de golpe cuando siento, cuando vienes a abrazarme
El hombre adulto en la fe, llega a una emancipación, a una autonomía, y llega a apropiarse de sus criterios morales, y a cotejarlos con la práctica. Y no busca solo. Busca con otros. Porque no se trata de buscar solo y que cada uno tenga su propia moral. De lo que se trata es de que cada uno internalice, profundice y haga suya la moral. El Dios de adentro no indica a cada momento lo que tenés que hacer y lo que tenés que evitar, sino que te enseña desde adentro a crear tu propio criterio y tu propia conciencia a partir de la vida.
En la fe adulta, Dios ya no va todo el tiempo adelante abriéndonos camino. Va atrás. Y cuando llegamos a una encrucijada y le preguntamos ‘¿qué camino vas a tomar?’, Dios nos contesta ‘el que elijas tomar, gozará de mi compañía’
‘SEÑOR’ Pimpinela
Señor, dame fuerzas para seguir adelante, trabajo y salud para vivir lo suficiente, paz y amor para poder disfrutarlo
Sobran preguntas. Faltan respuestas. Yo las encuentro en tu presencia
Son tantas las penas que llevamos a cuestas. Solo se calman cuando estas cerca
Son mis plegarias dulce consuelo cuando la angustia quema por dentro
No me hace falta tocar tu cuerpo. Es suficiente con lo que siento
SEÑOR, SI NO FUERA POR TI ¿QUE SERIA DE MI? ¿QUE SERIA DE MI?
SEÑOR, SI PERDIERA LA FE NO PODRÍA SEGUIR, NO PODRÍA SEGUIR
Cuando las nubes cubren el alma, eres el guía que me acompaña
Cuando la vida me da la espalda, solo tu puedes darme esperanza
Señor, si no fuera por ti ¿que sería de mi? ¿que sería de mi?
Señor, si perdiera la fe no podría seguir, no podría seguir
SEÑOR, TU ME DAS EL VALOR PARA SOBREVIVIR, PARA SOBREVIVIR
SEÑOR, SI NO CREYERA EN TI ¿QUE SERIA DE MI? ¿QUE SERIA DE MI?
‘VEN TE NECESITO’ Lilly Goodman
Ven: te necesito para que le des sentido a este corazón que no encuentra reposo si no es contigo
Llegaste de mañana en un día cuando la vida me empezaba a sonreír y todo iba muy bien
Me di la media vuelta y dije: no necesito de ti ahora, ven después, mi vida seguiré
y cuando yo te di la espalda , mi corazón por tí de sed se marchitó
y me convencí que nada importa en la vida si tu no estas junto a mi
Ven, te necesito para que le des sentido a este corazón que no encuentra reposo si no es contigo
Las sombras de la noche vienen, estoy cansado de vagar lejos de ti, quiero descansar
Aquello que seguí al dejarte fue un espejismo de dolor y confusión. Ya no puedo mas
y cuando yo te di la espalda, mi corazón por ti de sed se marchitó
por eso , ven, que dolido estoy sin ti Señor , preciso de tu amor en mi caminar
lava mis culpas mi maldad, quiero yo habitar cerca de tu altar
El hombre de fe adulta entiende que la vida es mas grande que él, y comprende que Dios es la vida. Por tanto, el criterio sobre el bien y sobre el mal, no lo toma de una manera aislada o egoísta, porque ha comprendido su lugar en el mundo. Un adulto comprende su lugar en el mundo. A veces lo encuentra, otras veces no. Porque, seamos sinceros, los hombres nos hemos especializado en quitar lugares a otros, y justamente porque no hemos comprendido acabadamente cual es nuestro lugar en el cosmos: lo ligado, unido o interdependiente que estamos los unos de los otros, y no solamente dentro de la especie humana, sino lo interconectados que estamos con toda la creación. Esta conciencia holística, amplia, integrada, esta mirada ya no de 90°, sino de 360 ° que tenemos que desarrollar, confío en que la vamos a hacer. Si no lo hacemos, no vamos a poder ser felices.
Una vez que el hombre adulto comprende su lugar en el universo, en el planeta, en el cosmos, y comprende también que su vida es corta –a veces leo artículos vinculados a la salud, psicológica o biológica, o ligados a los vínculos como por ejemplo el bienestar conyugal, etc., y pienso: los que escriben estos artículos, ¿cuánto piensan que vivimos las personas? Porque en el trasfondo de las propuestas más positivas, entusiastas, y con un grado de ingenuidad irresponsable que se hacen en los medios masivos en algunos aspectos, daría la impresión como que el hombre viviría 200 años, como si tuviera tiempo para probarlo todo, como para ir y volver mil veces, como para destruir todo lo construido hasta ahora y volver a empezar… ¡Nuestra vida es muy corta! Y los aprendizajes a fondo que podemos hacer son realmente bastante escasos. Por eso es fundamental, indispensable, que estos aprendizajes dejen huellas en nosotros y en los demás. Y por eso los hombres realmente sabios, pensantes, de conciencias profunda, los que se han animado a integrar en la conciencia los amores, los saberes, las huellas biológicas, las experiencias, y toda la casuística que pueden reunir para ratificar o no sus saberes, están desesperados por encontrar discípulos, porque saben que la muerte amenaza con interrumpir esa corriente de saber, de sabiduría, y entiéndase también de gracia a las generaciones futuras. Créanme que cada vez que me he encontrado con un hombre o una mujer sabios, que ha pasado ya la década de los 70, se caracteriza por su gratuidad, su generosidad, y la necesidad acuciante que sienten sus almas y su conciencia de encontrar alguien que realmente los comprenda, porque saben que parten, que se van, y que eso que ellos han descubierto sobre la vida, sobre el bien, sobre el mal, sobre el universo, sobre lo humano, es un don de Dios para los hombres y para la vida misma.
Entonces el adulto se da cuenta de cuál es su lugar en la temporalidad, su lugar en la eternidad, en el cosmos, en el mundo. A veces encuentra su lugar en el mundo, a veces no. Pero al menos se da cuanta de cual no es. Y entonces se da cuanta de que la felicidad suya es la felicidad del vecino y es la felicidad de toda la humanidad, y que esa es la meta final que determina que una acción sea buena o mala.
El Evangelio habla de un ‘banquete’ donde, en torno al Dios Padre que los cristianos conocemos, toda la humanidad está reunida para celebrar las bodas de su Hijo. ¡Qué linda imagen!: boda, casamiento, prosperidad, fecundidad, vida, alianza y esta convivencia de todos con dios, es la meta de la historia, y en consecuencia, todo lo que conduce a eso es moralmente bueno.
Desde ese punto construye el hombre de fe adulta sus criterios morales. Y por eso es una moral desde adentro, una moral enamorada de la vida, porque surge de ese enamoramiento de la vida. El mismo puede juzgar lo que está bien y lo que está mal porque tiene su criterio evangélicamente formado. Descubre que la Biblia no es otra cosa que un ir revelando esto a lo largo de los siglos y a lo largo de la historia de un pueblo.
Los tres primeros mandamientos indican que la meta es Dios, y los siete siguientes enseñan la caridad. O sea, el camino del amor hacia la gran familia humana
‘JESÚS’ Jesús Adrián Romero
Cuando brilla el sol, cuando sopla el viento, quiero estar presente, quiero darte mi atención.
Y al anochecer, hasta en el silencio, quiero estar atento y escuchar así tu voz.
Quiero que en mi viaje seas tú el camino, seas el destino y el paisaje alrededor a mi alrededor.
Jesús, eres todo para mí, no falta nada, tu presencia es mi morada
Jesús, puedo disfrutar en ti cada momento. Jesús: mi complemento.
Quiero despertar , ver un mundo nuevo y en cada momento la jornada disfrutar.
Quiero caminar , perder el aliento viendo la belleza de las cosas que me das.
Quiero en ti confiar y en tus caminos siempre andar
poniendo siempre la mirada en ti , Jesús, cada mañana, para jamás volver atrás.
Una gran inseguridad puede llevara veces a buscar falsas seguridades en Dios. Los que nos sentimos inseguros en esta vida, a menudo queremos resolver nuestros problemas buscando nuestra seguridad en Dios. Pero si la inseguridad es existencial, buscar una seguridad fuera de esta vida no soluciona el problema. Y esto es la gran crisis que hemos experimentado cuando pasamos de una fe adolescente a una fe adulta.
El cristiano de fe adulta, no siente una necesidad de Dios para compensar su inseguridad. Para expresar esto, se puede decir que los adultos en la fe, no creen en Dios “porque lo necesitan”, o “no necesitan a Dios para sentirse seguros”. Es una experiencia psicológica. No estoy describiendo verdades de fe. Estoy diciendo como se vive ‘desde adentro’. Esta vida tiene su propio sentido. La existencia lleva su seguridad en sí misma. Difícil descubrirla: de acuerdo. Más aún en estos tiempos. Vivimos la seguridad de la existencia en este momento con muchas amenazas, pero la madurez implica descubrir la seguridad de la existencia con todas sus tempestades, con todas sus ambigüedades, y si creemos en Dios, no es por considerarlo un postulado sin el cual no se puede vivir, sino por encontrar en la vida las huellas de la presencia de Dios. El creyente adulto no necesita a Dios: está enamorado de Dios. La seguridad humana es algo que él le ofrece a Dios. La seguridad humana es el lugar donde encuentra la seguridad en Dios. La confianza en la misma vida crea la confianza y la esperanza en Dios. Por eso se puede hablar de un Dios desde adentro. Y por eso esta fe adulta es tan real, tan decantada, tan segura –aunque pase por momentos de tempestad-, está tan arraigada en la vida misma, y al mismo tiempo la vida misma tiene cimientos tan profundos que es eterna.
Esta seguridad tan profunda puede coexistir con ciertos ateísmos o con ciertos agnosticismos, y por eso puede entrar en diálogo con ellos sin entrar en confusión ni en miedo, sin necesidad de tapar distintas voces, sin necesidad de sofocar voces diferentes de nuestro pensamiento, justamente porque la fe adulta es muy arraigada.
La condición fundamental de esta fe es la aceptación de la vida, y por eso incluso tenemos amistades tan íntimas –me acuerdo por ejemplo de la amistad entre Juan Pablo II y un judío, y recuerdo también la hermosa experiencia de fe y de madurez en la fe que transmitió el rabino Marcelo Polakof cuando fallece su íntimo amigo sacerdote-. Y en esta experiencia de amistad tan profunda entre dos referentes, dos líderes de dos comunidades distintas que durante siglos han estado confrontadas, es una muestra de la fe adulta. Una fe que está arraigada en el valor de la existencia y de la fe.
Y de esto resulta también una madurez humana y un comportamiento altruista, porque está acompañada de una seguridad real. Muchas personas que se declaran ateas tienen todo eso y no lo saben, y admiten que están en buena relación con la vida, con el universo y con la humanidad. Y esa es para la fe adulta, según lo leemos nosotros, la buena relación con Dios.
Cuando nosotros le hicimos una nota a un ateo que propugnaba una apostasía de la Iglesia católica, mucha gente al escucharlo dijo “este hombre tiene fe y no se da cuenta”. No se si tiene o no tiene fe, pero lo tomo como un ejemplo de cómo muchas veces la fe en Dios y en la vida, aunque no sea teórica es existencial. No consiste en palabras ni ideologías, sino en una actitud ante la realidad. Ahora, convengamos: cada vez que el hombre en la historia ha perdido su vínculo expreso y conciente con Dios, queda expuesto a situaciones realmente graves. Es peligroso cortar este hilo primordial con lo divino, muy peligroso. El hombre que no es maduro en la vida humana, tampoco puede ser maduro en su experiencia religiosa o en su experiencia de fe. El hombre que no es maduro y que al mismo tiempo queda desligado de Dios, queda desligado de esas referencias morales que le ayudan mientras tanto a descubrir la diferencia de lo bueno y lo malo, es un hombre realmente peligroso en su capacidad de destrucción. Hay que cuidarlo.
TEMA MUSICAL “TARDE TE AME HERMOSURA TAN ANTIGUA Y TAN NUEVA . TARDE TE AME…”
Magdalena Sabo (escritora húngara) en su novela “El ciervo”, pone en boca de su protagonista estas palabras:
“No sé por qué lloré, no por causa tuya. Creo que por la capilla y la oscuridad. No sabía decir cuándo estuve por última vez en la capilla o la iglesia, cerca del altar ardía la lámpara del sagrario. Sobre el altar de la Virgen María había rosas amarillas de cálices abiertos. Era estupendamente bueno estar en la Iglesia, Era agradablemente inefable. Quizá si hubiera creído en algún dios, si hubiera creído aunque sea algo, no habría sido tan bueno estar allí. En seguida hubiera bombardeado el cielo con alguna petición,, hubiera gemido, me hubiera quejado, o sin pensar, hubiera prometido algo a cambio de lo perdido. Pero así, en este estado, sin creer en nada, pude llorar de una manera gratuita. Sabía que no hay ayuda, y no la pedía. La habría pedido en vano en el caso de tener facilidad de palabras para suplicar. Pero de esta manera, no tenía que prometer ser buena, no tenía que mentir para retirarme luego avergonzada. Tampoco iba a salir aliviada y con la cabeza levantada con orgullo por haber podido cargar el peso de mi vida sobre los hombros de seres celestiales. No. Mi carga permanecía gravitando sobre mi, y consiguientemente todo se volvió menos pesado. No podría explicar por qué fue. Sin embargo, Dios ¡fue tan bueno estar allí!”
Confío en que los oyentes sabrán descubrir el secreto sutil que yace en este texto, que nos ayuda también a madurar en la fe
Participan los oyentes
– Yo veo a mis hijos y siento que algo en ellos va a generar ese cambio en la manera de amar a Dios en la creación
GL: sí: en la creación, en la humanidad, en ellos mismos, en todos lados.
– ¿qué acontecimiento marca el inicio de la post-modernidad?
– GL: Entiendo que no hay un acontecimiento que lo marque, algunos señalan la caída del muro de Berlín. Pero yo entiendo que a esa altura ya la modernidad había dado paso a la post-modernidad, quizá, por el propio desgaste
– Yo me siento adulta en la fe ¿cómo se transmite esa seguridad que tenemos adentro de que Dios está, de que Dios existe, de que no lo necesitamos para sentirnos seguros?
GL: El pasaje evangélico de las vírgenes prudentes y las necias, tiene muchas lecturas, pero me quedo con una imagen: hay aceites que son intransferibles. Uno puede regalar la luz, pero el aceite que nutre esa luz es intransferible. Y eso también es un descubrimiento de la vida adulta.
El proceso de maduración se hace cuando se puede y cuando se quiere. A veces no se quiere. Pero los obstáculos son tan grandes que no se puede, al menos solo. Y a veces se puede pero no se quiere. A veces uno se asoma a la vida y parece tan dura, tan inhóspita, incluso a veces cruel… A veces parece –como lo rezamos- un valle de lágrimas, y por momento lo es. Y frente a ese espectáculo de muerte bajo la tierra, quizá la esperanza de la fe es uno de los valores más grandes: cuando escuchamos esa voz que dice ‘si mueres vivirás, darás fruto, tu fruto será abundante. Si no mueres te quedarás solo’. En ese sentido, la fe en Jesús y en su Palabra es un estímulo para el crecimiento, pero no nos ahorra ninguna de las amarguras ni sinsabores: no debe hacerlo, porque muchas veces a través de ellas es como crecemos y maduramos. Y madurar es fundamentalmente tener el corazón abierto al amor y a los demás. Difícilmente en una ‘vida de museo’, de ‘relicario’, intacta, en una vida llena de regalos, privilegios, y placeres, podamos tener el corazón abierto a los demás. La muerte de los seres queridos es una de las tantas instancias que nos hace madurar y nos hace crecer: el alma ha encontrado la puerta estrecha por donde descubrir la vida allí donde triunfó la muerte.
Manos que fueron clavadas por mí, heridas que hablan de tu inmenso amor. Santo Dios, plan soberano es el enviar tu Hijo por la humanidad.
Manos que se entregaron por amor. Lo que soy siempre te daré, Señor. Por eso te llamo mi Cristo, Por eso te canto. DIOS DEL UNIVERSO, SALVADOR ETERNO, REY DE TODA