17/12/2025 – Junto a la comunidad del Santuario de Schoenstatt, de Florencio Varela, compartimos una nueva emisión de «María, camino de esperanza». En este programa, Hna. Lourdes Palma nos invitó a aprender a adorar con María, descubriendo cómo poner a Dios en el centro de la vida cotidiana.
«Qué hermoso es poder detenernos, aun en medio de un mundo acelerado y ruidoso, para volver la mirada hacia algo esencial en la vida cristiana: la adoración. Vivimos rodeados de pantallas, estímulos constantes y demandas que reclaman nuestra atención, pero el corazón humano sigue teniendo una sed profunda, una sed de Dios que nada creado puede saciar. Esa inquietud interior es la que nos convoca a redescubrir el sentido de adorar».
María es camino de esperanza y, al mismo tiempo, la primera adoradora de Jesús. En ella aprendemos que la adoración no es un gesto aislado, sino una actitud que impregna toda la vida.
Adorar significa orientar el corazón hacia Dios, reconocer quién es Él y quiénes somos nosotros ante su presencia. No se trata de miedo ni de sumisión pasiva, sino de un amor que reconoce, entrega y se deja transformar. Como recordaba san Agustín, el corazón humano está inquieto hasta que descansa en Dios, porque fuimos creados por Él y para Él.
El Padre José Kentenich lo expresaba con claridad: el ser humano está hecho para adorar, y cuando no pone a Dios en el centro, termina absolutizando realidades creadas como el éxito, la seguridad o el reconocimiento.
La adoración no se reduce a un momento devocional. Es una forma de vivir. Toda la vida puede convertirse en altar cuando el trabajo, la familia, el descanso y el servicio se viven como ofrenda. Adorar también es servir, donarse en lo concreto, y perseverar en la confianza incluso en la cruz, cuando no se comprende ni se siente, pero se permanece fiel.
María encarna esta adoración de manera plena. Su silencio lleno de escucha, su “sí” sin garantías, su fidelidad en lo pequeño de Nazaret y al pie de la cruz revelan una vida totalmente orientada hacia Dios. Ella es el primer sagrario viviente y el modelo de una adoración encarnada y fecunda.
El testimonio de la Hna. Emilie ilumina este camino con un símbolo profundo: la espiga. Como el grano de trigo que cae en tierra para dar fruto, ella comprendió la adoración como una vida ofrecida, unida a Jesús Eucaristía, dejándose tomar, bendecir, partir y entregar. Adorar, para ella, fue vivir eucarísticamente, permitiendo que Cristo configurara toda su existencia.
Hoy, adorar es volver a poner a Dios en el centro, no haciendo más cosas, sino perteneciendo más. Es preguntarnos con honestidad quién ocupa realmente el lugar central de nuestra vida y dejarnos conducir, con María, por el camino de la esperanza.
Podés ver el programa completo en el video que acompaña esta nota.