María, enseñanos a cuidar la vida

viernes, 8 de mayo de 2015
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“Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa”.

Jn 19,25-27

 

 

“Madre, ayúdanos a cuidar la vida”

Junto a la cruz de Jesús estaba su madre. Y ahí estaba: cuidando la vida. De pie junto a la cruz estaba y sigue estando junto a las cruces de los que están con dolores en sus vidas. María junto a nosotros pariendo la vida. Ahí donde hay una cruz, en el corazón de cada hijo suyo, está nuestra Madre. El Evangelio nos presenta ese momento con pocas palabras pero con miradas profundas. Miradas de la Virgen que contempla a su hijo; mirada del hijo que la mira y la deja como Madre de todos nosotros. Jesús entrega su vida y busca en su madre quien siga cuidando tantas vidas, las nuestras, que necesitan protección. Jesús entrega la vida y perdiéndola la gana. María también hace su entrega y nos invita a nosotros a permanecer, a no arrugar, a ofrecernos y entregarnos. Es la madre compañera, que se hace mirada sencilla y alentadora, que se muestra firme en el combate, la que te asiste y te acompaña mientras vas pariendo la vida nueva.

Entre manos vacías, angustias y lágrimas, la vida se va pariendo y María nos acompaña.

Y a la vida, nos enseña María, se la cuida siempre. Pero se la cuida con la ternura con que la cuidó ella: desde el momento en que se la espera hasta el último aliento del camino. Es el don de la ternura que cobija en la fragilidad y en la debilidad, que se hace cercano, que no es sensiblera sino cercanía de amor que fortalece y sostiene. 

María estuvo de rodillas en el pesebre y estuvo de pie ante la cruz; está cuidando y acompañando toda vida y en especial a los que están más desprotegidos. Hoy le pidamos que nos enseñe a cuidar la vida, que nos enseñe a cuidar la vida de aquellos que tienen menos protección, que están más desprotegidos. La Virgen estuvo y estará, está cuidando y acompañando toda vida, especialmente a los que están desprotegidos. Hoy le pedimos que nos enseñe a cuidar la vida, sobretodo la de los más frágiles y vulnerables. Ante toda vida que está pariéndose, que está naciendo, aprendamos a contemplarla a ella de rodillas ante el pesebre, e imitémosla.

 

Madre querida de Luján: tus cuidados los intuyen tus hijos. Los conocemos todos. Te pedimos que nosotros sepamos estar para prolongarnos también en estos cuidados tuyos y que como hijos te imitemos cuidando toda vida. Que aprendamos a estar en silencio para contemplar como vos, a tus hijos que son nuestros hermanos. Que no nos falte tu amor, el amor que cuida la vida. (Homilía del Card. Bergoglio)

 

“Madre, tu mirada renueva nuestra esperanza” *

*Homilía peregrinación a Luján año 2011 y 2012 Card. Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires

En el día de Nuestra Señora de Luján queremos repetir una y otra vez : “Madre, tu mirada renueva nuestra esperanza”; y ella, con su mirada, nos mira a todos nosotros como le prometió Jesús al discípulo cuando le dijo: “Ahí tenés a tu madre”. También a nosotros nos dice: “Ahí tenés a tu madre”. Es la madre que vela por los hijos, estos hijos que caminan por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos: que la luz de la esperanza no se apague. Por eso le decimos todos juntos: “Madre, tu mirada renueva nuestra esperanza”. Mira nuestra Madre, a este pueblo peregrino, pueblo querido por ella, pueblo sufrido, que va a tu encuentro haciendo silencio en el corazón aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones, distracciones pero es un pueblo solidario que viene cargado con la vida de otros hermanos; y en ese corazón silencioso lleva la vida de los otros hermanos.

Un pueblo que camina trayendo esa ofrenda que es la oración, que queremos poner ante tu imagen y tenerte bien cerca. Los ojos se confunden en una mirada de fe y de confianza; y con sus ojos tiernos nuestra Madre mira a los hijos. El momento del encuentro con la Madre se prolonga, es un encuentro que no tiene tiempo. Y a todos nosotros, tus hijos Madre querida, al sabernos mirados con tus ojos serenos, nos brota ese deseo de estar juntos como hijos, como hermanos; porque siendo mas hermanos vamos a fortalecer la esperanza y te pedimos que la renueves, no queremos perder este valor tan grande de la vida, lo necesitamos renovar pero te pedimos que lo renueves vos.

Por eso te pedimos que nos ayudes a borrar del corazón todo lo que nos pueda llegar a confundir. Lo que ande trabando todo lo bueno de Dios y tuyo, y esto es lo que ninguno de nosotros tiene que tocar: ser hijos tuyos y ser hermanos entre nosotros. Madre: que tu mirada nos defienda para que no nos roben la esperanza.

Nuestra Madre nos mira a todos sin exclusión pero se viene ocupando desde hace mucho tiempo de los hijos mas pobres; los hijos que en las sumas y en las restas de los cálculos van quedando al borde del camino. Los hijos del descarte, que los usaron o les probaron mal la vida. Esos hijos que tienen nombre: son los hijos de la Virgen. Mira Madre a tantos descartados, son tus hijos. Míralos y fortaléceles el corazón con la esperanza. Y aquí estamos Madre, tus hijos para que nos mires y nos bendigas. Esta tu casa Madre, es el lugar donde nos encontramos y podemos decir que es tu mirada la que renueva nuestra esperanza por eso te pedimos Madre que nos protejas, que nos fortalezcas, para que no nos roben la esperanza.

Madre, fortalecenos la esperanza. Madre querida: no nos sueltes de tu mano. Te lo pide todo tu pueblo: no nos sueltes de tu mano. Mira a tus hijos que caminan hasta vos: Miralos y acompañalos. Ayudalos a seguir los pasos de tu Hijo para que juntos podamos construir esta Patria de hermanos. Madre, ayúdanos. Todos estamos en tu mano. Que no nos roben la esperanza! Que tu mirada fortalezca la esperanza!

Padre Javier Soteras