María, firme al pie de la cruz

martes, 15 de septiembre de 2015

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15/09/2015 – En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.

Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
-«Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego, dijo al discípulo:
-«Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

Jn 19, 25-27

Hoy celebramos a Nuestra Señora de los Dolores. María firme al pie de la cruz. Con su corazón atravesado por siete espadas.

La consigna de este día gira en torno a éstas preguntas: ¿Cómo es tu viviencia de tener a María como Madre? ¿Cómo vivís la maternidad de María como Madre en tu vida?

Stabat Mater

Estaba la Madre dolorosa
junto a la Cruz llorando,
mientras su Hijo pendía.

Su alma llorosa,
triste y dolorida,
traspasada por una espada.

¡Cuán triste y afligida
estuvo aquella bendita
Madre del Unigénito!
Estaba triste y dolorosa,
como madre piadosa,
al ver las penas de su Divino Hijo.

¿Qué hombre no lloraría,
si viese a la Madre de Cristo
en tan atroz suplicio?
¿Quién no se compadecería,
al contemplar a la Madre de Cristo
dolerse con su Hijo?

Por los pecados de su pueblo,
vio a Jesús en los tormentos,
y sometido a los azotes.
Vio a su dulce Hijo
morir abandonado,
cuando entregó su espíritu.

¡Madre, fuente de amor!
Haz que sienta tu dolor
para que contigo llore.

Haz que arda mi corazón
en amor de Cristo mi Dios,
para que así le agrade.

¡Santa Madre! Haz esto:
graba las llagas del Crucificado
en mi corazón hondamente.

De tu Hijo lleno de heridas,
que se dignó padecer tanto por mi,
reparte conmigo las penas.
Haz que yo contigo piadosamente llore,
y que me conduela del Crucificado,
mientras yo viva.

Haz que esté contigo
junto a la Cruz;
pues deseo asociarme en el llanto.

¡Virgen la más ilustre de todas las vírgenes!
no seas ya dura para mí;
haz que contigo llore.
Haz que lleve la muerte de Cristo;
hazme socio de su Pasión
y que venere sus llagas.

Haz que, herido con sus heridas,
sea yo embriagado con la Cruz
y con la Sangre de tu Hijo.
Para que no me queme y arda en las llamas,
por ti, Virgen, sea defendido
en el día del juicio.

¡Cristo! Cuando salga de aquí,
dame, por tu Madre,
que llegue a la palma de la victoria.
Cuando el cuerpo muera,
haz que al alma se le de
la gloria del Paraíso.

Amén. Aleluya.

María comparte la suerte de Jeús y asume su causa en el momento definito de su destino, en el momento del abandono de los poderosos de este mundo. Estar junto a la cruz signifia asumir la vida y el proyecto de Cristo y también su muerte hasta el final.

Esta presencia de María al pie de la Cruz nos muetra a una mujer valiente, entera. María no hizo piquetes quejándose por la muerte injusta de su divino Hijo. No se quejó, no se reveló. Simplemente permaceció de pie. Ésta figura es el testimonio mas elocuente que nosotros como hijos podemos recibir. Junto a al cruz, la fidelidad a nuestros valores, principios a Dios que es fiel siempre nos pone de pie en la vida.

Cuando parece que todo nos desanima y nos da sensación de bajar los brazos, el Espíritu provoca en el Cristino lo que hizo en María , nos mantiene firmes, de pie.

Ayer celebrabamos la Exaltación de la Santa Cruz, hoy a Nuestra Señora de los Dolores. Cualquiera que lo ve de afuera puede pensar que los cristianos veneramos el dolor, que Dios quiere el dolor, pero no es así.

Los informativos nos muestran cuanto dolor hay en el mundo, cuantas injusticias, nadie levanta la voz por los excluídos. No nos miramos como hermanos, despreciamos la vida. Al ver todo esto decimos “Cuanto dolor inútil por mera ambición egoísta”.

Es así que afirmamos que el dolor, por si solo no salva. Lo que nos salva es el amor, el de Cristo y el de Maria.

Si ellos aceptaron el dolor y el sufrimiento fue solo por amor a nosotros. Así nos abrieron la puerta de la esperanza. Es es lo que agradecemos hoy.

Ese dolor que pasamos, por y en el amor, nos puede redimir, unir a la pasión de Cristo. Es el misterio del dolor pero que desde el amor nos redime y salva.

El dolor por si solo nos hace débiles, rebeldes. Cuando el dolor no tiene el sosten de la fe y el testimonio, se hace imposible llevar adelante. Sin la luz de la fe es imposible de soportar. Cuando el dolor se vive desde el amor y la fe da sentido a esa realidad particular, redime.

¡Buen día! Bienvenidos a la Catequesis. Hoy te invitamos a compartir: ¿Cómo vivís la maternidad de María en tu vida?

Posted by Radio María Argentina on Martes, 15 de septiembre de 2015

 

 

El dolor hace nuevas todas las cosas

Ese dolor, físico, moral, espiritual hace que, si lo asumimos con fe y desde el amor, forja algo nuevo.

Una hermosa expresión de San Juan Pablo II en la Carta Apostólica Salvifici Doloris, “El Dolor salvador” Una hermosa encíclica que nos puede ayudar en la vida para poder respondernos ¿Qué sentido tiene el dolor en la vida del hombre?

Evangelii Gaudium

285 – En la cruz, cuando Cristo sufría en su carne el dramático encuentro entre el pecado del mundo y la misericordia divina, pudo ver a sus pies la consoladora presencia de la Madre y del amigo. En ese crucial instante, antes de dar por consumada la obra que el Padre le había encargado,  Jesús le dijo a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego le dijo al amigo amado: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27). Estas palabras de Jesús al borde de la muerte no expresan primeramente una preocupación piadosa hacia su madre, sino que son más bien una fórmula de revelación que manifiesta el misterio de una especial misión salvífica. Jesús nos dejaba a su madre como madre nuestra. Sólo después de hacer esto Jesús pudo sentir que «todo está cumplido» (Jn 19,28). Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio. Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el icono femenino. Ella, que lo engendró con tanta fe, también acompaña «al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12,17). La íntima conexión entre María, la Iglesia y cada fiel, en cuanto que, de diversas maneras, engendran a Cristo, ha sido bellamente expresada por el beato Isaac de Stella: «En las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se entiende en general de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particular de la Virgen María […] También se puede decir que cada alma fiel es esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda […] Cristo permaneció nueve meses en el seno de María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la consumación de los siglos; y en el conocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos de los siglos»[212].

286. María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios. A través de las distintas advocaciones marianas, ligadas generalmente a los santuarios, comparte las historias de cada pueblo que ha recibido el Evangelio, y entra a formar parte de su identidad histórica. Muchos padres cristianos piden el Bautismo para sus hijos en un santuario mariano, con lo cual manifiestan la fe en la acción maternal de María que engendra nuevos hijos para Dios. Es allí, en los santuarios, donde puede percibirse cómo María reúne a su alrededor a los hijos que peregrinan con mucho esfuerzo para mirarla y dejarse mirar por ella. Allí encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida. Como a san Juan Diego, María les da la caricia de su consuelo maternal y les dice al oído: «No se turbe tu corazón […] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?

Que lindo es experimentar en este día este auxilio de la Virgen. Ella al pie de la cruz no esta como una imagen estática. Esta porque para nosotros, discipulos de Crsito significa mucho. El valor de su testimonio y para cuando experimentamos dolores Su presencia nos dice «No se turbe tu corazón […] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? Y Jesus nos vuelve a decir a nosotros “No ves que yo hago nuevas todas las cosas.

La cruz, el dolor, asumido desde el amor es lo que redime y hace nuevas todas las cosas..

María, peregrina del amor y la fe

En su fidelidad nos presenta todo un peregrinaje de amor. En su vida, aun antes del anuncio del Ángel fue haciendo un peregrinaje en la fe, un camino.

La peregrinacion de la fe representa un modo de referencia. Asi como ella se dejó conducir por el Espiritu en un itinerario de fe, así nosotros debemos sentirnos invitados a dejarnos guiar para poder dar un testimonio; para que nos convirtamos en agentes evangelizadores.

En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes. Mirándola a Maria descubrimos a la misam que alababa a Dios y a su vez pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es la que conserva todas las cosas meditándolas en su corazón ; Maria sabe descubirir las huellas de Dios. Es contempalntiva en la histroia y en la vida cotidiana. Es la mujer trabajadora y orante. La que nos habla de prontitud. Esta dinámica de jsuticia y ternura es lo que hace de ella un moldelo eclesial de evangelización.

Su presencia materna nos hace ser una Iglesia para muchos y posibilita el nacimiento de un mundo nuevo.

María nos ayuda a vivir concretamente esta promesa que Cristo nos ha hecho “hago nuevas todas las cosas” y eso se sigue cumpliendo. Es allí en el dolor, en tu dolor donde algo nuevo nace en tu vida y en la vida de la Iglesia y del mundo entero.

Cuando el Papa convoca al Jubileo de la Misericordia, en la carta, tiene una expresión dirigida a la Virgen, especialmente en este rostro de la misericordia. Son palabras muy bonitas porque nos ayuda a experimentar que la figura de la virgen no es figura decorativa ni agregado en nuestra vida de fe, al contrario tienen mucho para darnos, es el ejemplo palpable y concreto de como tiene que ser nuestra vida discipular:

“El pensamiento se dirige ahora a la Madre de la Misericordia. La dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios. Ninguno como María ha conocido la profundidad del misterio de Dios hecho hombre. Todo en su vida fue plasmado por la presencia de la misericordia hecha carne. La Madre del Crucificado Resucitado entró en el santuario de la misericordia divina porque participó íntimamente en el misterio de su amor.”

Hay un testimonio concreto de la virgen muy puntual y específico: el dolor asumido desde y con amor.

El Papa Francisco sigue en la Bula de convocación al Jubileo Extraordinario de la Misericordia dice también:

Al pie de la cruz, María junto con Juan, el discípulo del amor, es testigo de las palabras de perdón que salen de la boca de Jesús. El perdón supremo ofrecido a quien lo ha crucificado nos muestra hasta dónde puede llegar la misericordia de Dios. María atestigua que la misericordia del Hijo de Dios no conoce límites y alcanza a todos sin excluir a ninguno. Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús.

Padre Daniel Cavallo