María, Madre de Dios, Madre de la Gracia

lunes, 11 de enero de 2010
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    Hoy comenzamos el año. Primer día de enero, Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Hoy vivamos la experiencia de María en éste día. Comenzar el año con toda la comunidad cristiana, tomados de la mano de María, bajo el manto de Nuestra Señora, aquella que Jesús ha querido elegir como necesaria para sí y también necesaria para nosotros. Es un gozo, una alegría poder contar con la presencia de María comenzando así nuestro año, abrazados por el calor de María, acompañados por la intercesión de María, con el testimonio de María, con esta presencia serena, sencilla, pero persistente. Esa presencia transversal que corta y jalona todos los pasos de nuestra historia. María presente en el plan de Dios en nuestras vidas.
   
    Este primer día del año celebramos la Jornada Mundial de la Paz y el lema que nos ha dejado el Papa para este 1º de enero de 2010 es “Si quieres promover la paz protege la creación”
   
    Agradecidos por el don de la vida, por todo lo recibido en el 2009. Agradecidos y llenos de confianza y llenos de esperanza para caminar un nuevo año. No cambian las cosas porque cambie el año, porque empiece un año nuevo pero hay gracia para cada año. El tiempo es un don de dos. El Señor ha pensado la historia y Dios ha creado y por eso este lema “Si quieres promover la paz protege la creación”. Estamos hablando de algo muy importante, con el Papa y con una gran mirada de preocupación, una mirada realmente que nace de ese Dios que cree que el hombre es capaz de volver a ser verdaderamente y de modo equilibrado el centro de la creación por un lado y por otro lado si ese hombre es el centro de la creación va a saber cuidar y valor el enorme don de la creación. El hombre tiene que volver a darse cuenta que el mundo le es dado, que es un don, un regalo de la providencia. Que no es algo que existió siempre sino que existe por un tiempo y que Dios lo ha creado para que en él el hombre viva como hijo y como hermano, se desarrollo, se despliegue, se llene de aprendizaje, de descubrimiento, de crecimiento. Todos en este mundo, un mundo que debemos cuidar, que debemos amar. ¿Quién puede cuidar lo que no ama? Hay una sola manera de cuidar de un modo adecuado, de valorar, de proteger, de estimular, de hacer crecer algo y cuando uno lo quiere, cuando uno lo siente como propio, cuando lo siente como don, cuando eso le significa algo importante en la vida, cuando ese mundo que lo rodea, esos árboles, esa agua, esa tierra, esos elementos que el hombre va creando a partir de los elementos de la vida, tienen que ver con la historia, con el afecto del hombre, con el sentido de la vida que le dan marco, seguridad, protección. Todo eso genera un sentimiento de amor y de gratitud para poder cuidar nuestro mundo, valorarlo y cuidarlo preservándolo de lo abusos para que entonces también mañana cuántos hermanos y hermanas nazcan y vengan a éste mundo y se sientan también como nosotros nos hemos sentido, recibidos. Realmente, que nos sintamos recibidos, abrazados por el amor de Dios, abrazados, acogidos en la creación como acogidos en la familia, y en el centro de todo este sistema, esta ecología, este mundo, todo este don, maravilla que nos rodea, nuestra persona. Como alguien que está gozando y aprendiendo a dar gracias y que está siendo sorprendido todos los días porque ese Dios que ha creado le está hablando en este orden, en esta maravillosa creación que lo contiene y lo acoge cada día.

Invocamos al Espíritu Santo para que esta Palabra nos traiga luz y sabiduría para el comienzo de este año:

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu Señor para darnos nueva vida y renovar la faz de la tierra.
Dios, que has iluminado los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo dadnos el gustar todo lo recto según el mismo Espíritu  y gozar para siempre de su consuelo.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Ave María Purísima. Sin pecado concebida.

Lucas 2,16-21.

Los pastores fueron de prisa  y encontraron a María, a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que el Ángel les había dicho de este niño, y cuantos escuchaban lo que decían los pastores se quedaban  admirados. María, por su parte,  conservaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón. Y los pastores regresaron, alabando y glorificando a Dios porque  todo lo que habían visto y oído, era como le habían dicho. A los ocho días, cuando lo circuncidaron le pusieron el nombre de Jesús como  lo había llamado el Ángel ya antes de la concepción.
Palabra del Señor.
Gloria a Ti, Señor Jesús.
   
    Así vamos llegando, como término de esta octava  de la Navidad, concluyendo, dando remate a todo lo contemplado en este tiempo de Navidad, con la mirada centrada en el niño que nace allí en Belén. La mirada centrada en el pesebre, en la fe que Dios va despertando, en el llamado que hace a personas concretas y donde van apareciendo también, se va manifestando, no sólo la presencia de Dios sino también el designio que Dios desde toda la eternidad tenía pensado y previsto para nosotros. No hay que dejar de contemplar al pesebre. No hay que dejar de contemplar al recién nacido. Mirar y contemplar el misterio de la encarnación y del nacimiento del Señor es para nosotros encontrar razón y quicio, es el punto de partida, es el lugar, la situación, desde donde podemos partir para entender nuestro mundo, entendernos, descubrir la misión, descubrir la fuerza con la que podemos contar si sabemos confiar. A los que creen, a los que creyeron en él, dice la Palabra, les dio el poder de ser hijos de Dios. Que linda esa expresión de la Sagrada Escritura en el Evangelio: A los que creyeron en el les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Así que mirando a Cristo descubrimos toda la dimensión de nuestra persona. Todo aquello a lo que estamos llamados. Que importante somos. Somos parte de un proyecto. No somos nacidos, hablando en un sentido material, como una planta que surge en un yuyal, en un basural al costado del camino, que nace, crece, se seca y se muere sin ninguna trascendencia si tiene la suerte de vivir y no ser cortada por nuestra tecnología. Pero mucho más allá de eso entender que nosotros somos parte de  un proyecto y que ese proyecto no se trata de que estemos pensados para  hacer algo sino que es algo mucho más profundo, mucho más importante. A Dios lo que le interesa es que nuestra existencia parta del descubrimiento de que somos hijos de Dios, que somos amados por el, y así lo vivió Cristo. Por eso, en este primer día del año, al celebrar la Iglesia la memoria de Santa  María como Madre de Dios, como dirán los padres de la Iglesia “Theotokos”, Madre de Dios, entonces descubrir también en Cristo y en este acontecimiento de la maternidad de María de Jesús también nuestra propia identidad de hijos  de Dios. Creo que esta es una fuerte provocación que tiene una profunda vinculación con el lema de la Jornada Mundial de la Paz para todo el mundo en este día. Empezar el año hablando de María, del misterio de la Encarnación, dando gracias a Dios, descubriéndonos amados y llamados por el Padre Dios a ser y a vivir como hijos, no a una tarea sino a una identidad del ser, somos hijos de Dios. No sé lo que seremos, nadie puede saber lo que será el día de mañana, lo que sí sabemos ahora es que somos hijos de Dios.

    Así comenzamos el año, hablando de María como mujer de fe. Esta fiesta de la Virgen es una solemnidad para nosotros y cada día que es día de María la Iglesia se viste de fiesta. María es ocasión de alegría, porque donde está ella, cuando  la Iglesia celebra a María, celebra la acción del Espíritu. No celebra a una mujer que es capaz de Dios sino a un Dios que es capaz de ese hombre, de ese ser humano, en esa mujer. Ese Dios que es capaz de amar, de preservar, de transformar y de hacer nuevas las cosas. En María todo esto fue un acontecimiento que con ocasión de los méritos previstos de la pasión y muerte de su hijo ella ya iba a ser galardonada, bendecida con la gracia de ser prevenida del pecado de tal manera que su concepción inmaculada, sin pecado, quiere decir que era el acontecimiento con el cuál Dios manifestaba su designio. El Señor quiso hacer las cosas así, de esta manera, por eso para nosotros es un signo tan claro de la presencia del amor eterno de Dios por el hombre y por esa presencia fiel que recordábamos ayer, de ese Dios que nos es fiel en nuestra historia. María es un signo de esa fidelidad de Dios. Y que lindo cuando, recuerdo en la sagrada Escritura, cuando María le da el sí al Arcángel Gabriel y acepta el desafío de la propuesta divina, porque así lo percibe, como una propuesta divina, evidentemente que llena de fe está obrando así, la fe había concebido en su corazón al verbo de vida, ahora por la aceptación plena del proyecto de Dios que se le manifestaba, y por esa fe esa concepción, verbo de vida se da en su propia carnalidad, en su vientre, en el ejercicio de una misión maravillosa, la misión y vocación de la maternidad divina.  María es Madre de Dios porque es Madre de Jesús y Jesús siempre será Dios y no lo podemos partir al medio como partimos una manzana. No lo podemos partir a Cristo al medio para separar las partes. El Señor es más sencillo, dice “Yo soy Dios desde siempre, soy el  Hijo de Dios y al encarnarme asumo la condición humana. Pero este es un misterio muy grande porque en la persona divina de este Hijo de Dios, Jesús, subyacen lo divino y lo humano como en una única raíz. La raíz de la unidad en Jesús está dada en su condición de Hijo de Dios, es el Verbo de vida, la Palabra Eterna. En ese supuesto divino se insertan lo divino de Cristo, su condición de Dios, y su condición de hombre. Por eso a María no se la puede separar de la condición Divina del Hijo de Dios. Para nosotros los cristianos María es la Madre de Dios y lo decimos con todo el peso y la claridad de la letra, no porque queramos darle la capacidad de tal misión a una criatura sino porque simplemente queremos reconocer claramente y afirmar, y no podemos negar esto, que Dios ha sido ya manifestado con esta claridad. Qué lindo cuando luego de la visita del ángel y de la aceptación del plan de Dios, María, punzada por el Espíritu Santo se transforma en la Mujer que corre hacia el encuentro para ser anuncio movida por la experiencia de la fe. El Espíritu le da una fe que la hace ágil, la hace capaz de acortar todas las distancias a María. Esa maternidad empieza a ser una maternidad que va teniendo una presencia que va despertando profecía allí donde va y donde se hace presente. Cuando la va a visitar a su prima Isabel, Isabel queda sorprendida cuando llega María y se ve sacudida en su vientre. El niño, Juan, pega un sacudón fuera de lo normal, y ella va a decir estas expresiones, movida también por el Espíritu Santo. Esa alegría de la fe de María va a despertar también la presencia y la acción fiel del Espíritu Santo en todo derredor donde ella va. Por eso tiene tanto sentido la presencia de María en la historia, es una presencia del Espíritu. Y María siempre será, por ser Madre de Dios, Madre de la fe para nosotros, porque es Madre de los creyentes. Entonces, esta presencia de María despierta aquellas palabras que recordamos tantas veces: Tú eres bendita entre todas las mujeres, bendito es el fruto de  tu vientre. Así reza la Iglesia permanentemente. ¡Que hermosa nuestra oración1!, tiene que ver con la experiencia de aquella salutación que es acción y propuesta del Espíritu Santo en María y en Isabel. En aquél acontecimiento histórico era Epifanía del cumplimiento de las promesas de Dios. Se estaba manifestando el cumplimiento de la promesa del Padre que desde toda la eternidad había soñado, comprendiendo la debilidad humana y  respetando su libertad, la del hombre, sin embargo no había renunciado jamás a esta obra de la salvación de la liberación del hombre. Tenemos a María como protagonista de la fe. “Tú eres bendita entre todas las mujeres, bendito es el fruto de tu vientre, ¿quién soy yo para  que la Madre de mi Señor venga a visitarme?” Estas fueron las maravillosas palabras que el Espíritu Santo puso en el corazón y en los labios de Isabel para reconocer aquella presencia. “Apenas oí tu saludo el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado”

   
    Recordamos también, al ver a la Madre, Madre de la fe, que también nosotros somos hijos de María y por tanto somos los que vivimos de la fe. Tenemos la fidelidad de María. La Iglesia nos lo recuerda en esta jornada. Al decir Santa María Madre de Dios nos está recordando como Dios proyecta su identidad, su ser, su vida, la proyecta en la creación, en lo principal y en el centro de la creación que es la persona humana cosa que nunca debemos olvidar, que todo está pesado para el hombre, que el señor de la creación y parte de la creación, del cosmos, es la persona humana. Esta es el gran prodigio, la gran obra con la que el Señor ha querido manifestar su existencia, su ser, y no sólo manifestar en quién la manifiesta, a quién se la manifiesta es al mismo hombre, y lo llama a ser partícipe de esa identidad. Es maravilloso de saber que el Señor nos ha regalado la gracia de ser personas y cuando hablamos de Santa María, Madre de Dios estamos hablando de la persona de Jesús. Ustedes saben que no sólo hablamos de la persona de Jesús  sino del proyecto de que en esa persona todos seamos hijos de Dios, como expresa San Pablo, somos hijos en el hijo, herederos por la gracia de Dios.
Santa María, la santidad realizándose en María, Dios realizándose plenamente en María y asistiéndola para que ella pueda vivir con fidelidad la respuesta a ese proyecto necesario para el mundo. Qué lindo es verla a María como Madre, como Madre del Señor. Yo veo que es Madre del hombre también, pero no deja de ser Madre de Dios, porque este hombre, como decíamos, es el Hijo de Dios y no hay separación en Jesús. Madre de Jesús, Madre de Dios, Madre del Hombre. María brilla en la historia y acompaña nuestros pasos, acompaña nuestra existencia. Estoy llenándome de luz en el corazón en este momento y siento una gracia de consuelo muy grande porque siento que  Dios está empezando mi historia con la fiesta de maternidad de María sobre su propio hijo y que el Señor está cumpliendo hoy ese proyecto de transformación y de plenitud de la creación dándome a María como Madre, dándonos a María como Madre de su propio hijo, eligiéndola y enviándola y asociando este misterio de la Maternidad de María a la obra redentora del hijo por lo cual María también además de ser madre será corredentora del mundo. Este es el gran misterio cristiano que tiene una unidad en la persona del Hijo de Dios, de Jesús. María es fundamental en la mediación que ella ejerce. Por el misterio de la encarnación María hace nacer un mundo nuevo, por eso es Madre de la vida, es mujer de la fe. La fe es para la vida, es para una vida nueva, es para que el hombre pueda participar de la creación, pueda alcanzar eso que está expectante, eso que está en espera, eso que quiere alcanzar, que es la armonía y la plenitud definitiva. Pastarán juntos, como dice Isaías, el animal salvaje y el más débil. El niño meterá las manos en el agujero de la víbora. Hablando de esa armonía, de ese encuentro, de esa unidad, de esa ingenuidad, pureza, amistad, que existió y que Dios quiere reeditar por la obra de su propio hijo en la mediación de María. Yo creo que caminamos hacia un mundo nuevo. Por eso hoy, esta fiesta de Santa María, Madre de Dios, nos llena de fortaleza y de paz.

    Dando gracias a Dios por el don de la maternidad de María y sintiendo que el Señor está reeditando su proyecto de amor en nuestras vidas concretas, en esta historia del 2010, la providencia de Dios sigue regalando la maternidad de María, sigue regalando la vida, sigue dando la gracia. María por ser la Madre de Dios será la madre de la Gracia.  Esto es una vivencia que tienen todos los creyentes y todos los que se dejan conducir por el Espíritu. María Madre de la Gracia quiere decir que Dios, todo lo que crea en el orden de la gracia, todo lo que crea en la asistencia, en el sostenimiento de la fe de la vida del hombre, en el camino de la santidad y de la plenitud del hombre, todo lo que da al hombre para que le hombre se afirme en el camino de la santidad y en el desarrollo, todo don de Dios pasa por el vientre espiritual y por la maternidad de María, por el fecundo vientre materno. Por eso la llamamos, junto con el nombre de Santa María Madre de Dios, por extensión del concepto de maternidad divina, Madre de la Gracia para que sea también maternidad de todos los hijos de Dios. Ella está reeditando el don de su parto para el mundo dándonos la gracia. A ella acudimos en esta jornada.

    Pedimos para este año no sólo a estar atentos en la oración sino que sobre todo que la oración nos lleve a estar atentos a que crezca el amor en nosotros, que crezca la gracia del amor sobrenatural, que crezca y se despierte en nosotros una capacidad de amor al modo divino porque no se basta el amor humano a sí mismo. El corazón humano tiene una gran capacidad pero no alcanza, es poderosísimo y Dios quiera que todos podamos alcanzarlo. Hablando de la ecología, de cuidar la creación y promover la paz, protegiendo la creación como nos proponen como lema para esta jornada en la hermosa carta que nos dejó el papa Benedicto para esta jornada, yo diría que la raíz del orden ecológico es el amor y el amor es lo único que hace que en el hombre se despierte la conciencia de el hombre como valor fundamental en la creación. El que puede amar es el hombre. Las plantas no pueden amar, los animales no pueden amar, sólo pueden ser, ser como fueron hechos por Dios, y toda la creación que fue dañada por la carencia del amor humano está clamando por una restauración, está colmando una redención, está esperando que yo hombre, persona humana, estemos abierto al amor. Yo quisiera terminar en la mañana de hoy la catequesis haciéndome yo mismo esta propuesta e invitándote a vos a que este primer día del año sea un día en el que encontrando la mirada de María y descubriendo en esa mirada el embarazo de Dios, y descubriendo nuestra vida oculta en el vientre de María, en este encuentro con María, podamos comprender nuestra gran vocación a la caridad, sólo la caridad de Dios puede devolver al hombre la comprensión plena y la plenitud, la santidad. Somos santos por la caridad. No hay ninguna otra causa que provoque la vida de Dios desarrollada y desarrollando la vida de Dios todas las virtualidades de la persona. No hay ningún a otra cosa que no sea la caridad. Sólo en el amor puede estar la verdad, sólo en el amor puede estar el crecimiento, sólo en el amor puede estar el respeto y la valoración de las cosas, sólo en el amor puede estar la verdadera felicidad y este amor es Dios. Por eso, al empezar este primer día del año de la mano de María quiero desearles a todos los oyentes de Radio María que oren para adquirir amor, que oren, que no dejen de pedir, que no dejen de agradecer, pero algo fundamental y que no debe perderse de nuestra vista y que es nuestro estilo, nuestra manera de obrar, que es la caridad. Oremos y obremos para que haya amor que restaure, que plenifique, que despierte esperanzas reales, y que respete y ordene el cosmos y la vida de las personas.

Antes de irme una palabrita porque me parece importante el mensaje del Papa en esta Jornada Mundial de la Paz. Si quieres promover la paz protege la creación. Saber que todos somos protagonistas y constructores y promotores de la misma si somos capaces de ser protectores de nuestra creación, saber que podemos plantar un árbol en casa, cuidarlo, que podemos cuidar la limpieza, que podemos cuidar el agua, no abusar de su uso. En vez de estar quejándonos de los grandes abusos de las potencias o de los intereses económicos o partidarios frente a lo que no podemos hacer mucho nosotros pero sí ser cuidadosos de lo que tenemos. Y también incidir en las personas que están cercanas a nosotros y  tienen responsabilidades, que son amigos, familiares, hermanos, vecinos, con los cuáles nos podemos relacionar y ellos quizás están en ámbitos en los cuales se define también la armonía de la vida social. Saber decirle lo que pensamos, pedirles que tengan en cuenta alguna cosa, cuidar las ciudades, cuidar la limpieza, ayudarnos a crear una cultura nueva. El Papa en el mensaje de esta Jornada Mundial de la Paz nos invita a hacer una revisión profunda con visión al futuro del modelo del desarrollo que nos hemos planteado. Simplemente señalarlo. Creo que acá el Papa está tocando un tema fundamental porque nuestra visión de futuro, los modelos que hemos elegido para seguir adelante en nuestras naciones no siempre están centrados en el respeto de la persona humana como valor fundamental de todo el cosmos y además hay muchos abusos y demasiada permisión de influencia de intereses mezquinos y sectarios. Los poderes vienen arruinando el cosmos, no hay ninguna duda. Esta Jornada de la Paz tiene que servir para tomar conciencia desde nuestra actividad familiar, comunitaria concreta para que aprendamos ser limpios, a no tirar papeles en cualquier lado, a regar las plantas, a cuidar el orden, la armonía, a valorar las personas, cuidar la salud de las personas la imagen, no sólo lo material, lo físico, lo espiritual de las personas, cuidarnos unos a otros, valorarnos. ES un año para crecer en la caridad que es lo único que va a dar razón y realización definitiva a toda nuestra existencia. El papa dice también que la humanidad necesita una profunda renovación cultural. Necesita ciertamente del Evangelio que es cultura y si no hay cultura no hay evangelización. Si el evangelio no toca la vida, no cambia, no nos pone en una actitud de servicio como Jesús, no existe el evangelio. El Evangelio que se lee y se estudia no existe, es una ideología, aunque sea exacto y fiel en el pensamiento a lo que enseña la Iglesia o lo que Dios reveló, pero es simplemente una ideología. El Evangelio es para la vida por eso cuando se anuncia el Evangelio se generan formas concretas de procedimiento, actitudes, sentimientos y necesidades nuevas, es la mirada del Hijo de Dios. Entonces, la humanidad necesita de una profunda renovación cultural, necesita redescubrir esos valores que constituyen el fundamento sólido sobre el cuál constituir un fundamento mejor para todos, dice el Papa. Es una carta muy interesante, los invito  a que la lean, tómense el tiempo, porque la experiencia del deterioro ambiental y de los desórdenes morales de los seres humanos estan manifestando que hay una profunda necesidad de recomposición de nuestros proyectos y de nuestros modelos de desarrollos.

Les deseo en este día mucha paz, buen comienzo de año, sentimiento de unión y propósito sinceros de trabajar para crecer en el amor. La Virgen los proteja.

    Padre Mario Taborda