María, mujer intercesora y orante

miércoles, 6 de julio de 2022
image_pdfimage_print

06/07/2022 – Desde la localidad santiagueña de Campo Gallo, el padre Juan Ignacio Liébana presentó a la Virgen María como mujer intercesora y orante. “Ella brinda este servicio desde el Cielo y lo hace de forma humilde y silenciosa. La Virgen es la mujer perfecta, se le concedió el regalo divino de estar en cuerpo y alma en la presencia de Dios. Este es el misterio de su asunción”, destacó, al tiempo que invitó a leer los textos de Juan 2,1-11 y de los Hechos de los Apóstoles 1,12-14.

“Destaco el valor de la intercesión: estar en el medio, María escucha a los hombres y le presenta a Dios su oración; escucha a Dios y lleva su bendición y sus palabras a los hombres. La Madree sta bien anclada en las dos orillas”, añadió el padre Juani. “Dice Francisco en su exhortación apostólica Evangelii gaudium: Hay una forma de oración que nos estimula particularmente a la entrega evangelizadora y nos motiva a buscar el bien de los demás: es la intercesión. Miremos por un momento el interior de un gran evangelizador como san Pablo, para percibir cómo era su oración. Esa oración estaba llena de seres humanos: “En todas mis oraciones siempre pido con alegría por todos vosotros porque os llevo dentro de mi corazón”. Así descubrimos que interceder no nos aparta de la verdadera contemplación, porque la contemplación que deja fuera a los demás es un engaño. Esta actitud se convierte también en agradecimiento a Dios por los demás: “Ante todo, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo por todos vosotros”. Es un agradecimiento constante: “Doy gracias a Dios sin cesar por todos vosotros a causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús”; “Doy gracias a mi Dios todas las veces que me acuerdo de vosotros”. No es una mirada incrédula, negativa y desesperanzada, sino una mirada espiritual, de profunda fe, que reconoce lo que Dios mismo hace en ellos. Al mismo tiempo, es la gratitud que brota de un corazón verdaderamente atento a los demás. De esa forma, cuando un evangelizador sale de la oración, el corazón se le ha vuelto más generoso, se ha liberado de la conciencia aislada y está deseoso de hacer el bien y de compartir la vida con los demás”, indicó Liébana.

“Los grandes hombres y mujeres de Dios fueron grandes intercesores. La intercesión es como levadura en el seno de la Trinidad. Es un adentrarnos en el Padre y descubrir nuevas dimensiones que iluminan las situaciones concretas y las cambian. Podemos decir que el corazón de Dios se conmueve por la intercesión, pero en realidad Él siempre nos gana de mano, y lo que posibilitamos con nuestra intercesión es que su poder, su amor y su lealtad se manifiesten con mayor nitidez en el pueblo”, manifestó el sacerdote porteño, citando al papa Francisco.