María, Reina y Señora

sábado, 1 de octubre de 2011
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“Por aquellos días María partió en camino y fue de prisa a la montaña a una ciudad de Judá, entró en la casa de Zacarías, saludó a Isabel, y cuando Isabel oyó el saludo de María el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo exclamó a grandes voces: Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Pero ¿cómo es posible que la Madre de mi Señor venga a visitarme? ^Porque en cuanto oí tu saludo el niño saltó de alegría en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque lo que te fue dicho del Señor, se cumplirá”. LC 1, 39-45

 

El Cardenal Martini, tomando este texto de la Visitación, habla de la dimensión de realeza de María que la Iglesia celebra en la Liturgia y está relacionada con esta dimensión de realeza, dominio, señorío, que tiene Jesús. Todo lo que María posee expresa, se refiere a Cristo, y de hecho, las palabras del Ángel en la Anunciación concentran su atención en las palabras de “Un niño nos ha sido dado sobre el trono de David y sobre su Reino”. María, decía Martín, Reina, representa a la mujer que ha llegado a la plenitud de su realización, a la culminación de la misión de toda mujer en lo social y en la historia, considerada como Señora podemos comprender cómo la mujer, decía Martín, está llamada a cumplir ese camino, por lo tanto es importante captar alguno de los aspectos de este señorío mariano como aparece indicado en los distintos modos en que la Liturgia en sus textos nos invita a contemplar. María, como Reina, nos muestra el señorío como don que Dios le ha regalado, es un señorío que ejerce desde la fe, desde la entrega de lo que Dios le confía, desde la aceptación del plan de Dios para su vida, ese es el plus mariano que se nos ofrece como modo de camino discipular imitando su actitud confiada, obediente, de entrega, de adhesión al querer y a la voluntad del Padre.

¿Qué hace María con su señorío? Inspira en la humanidad ese más necesario que es, dice Martín, la exhuberancia del gozo, de la comunicabilidad, de la satisfacción, del anhelo de la naturaleza y del corazón, señorío equivale en María a colocar la corona sobre todas las cosas, como coronar la vida, completar la obra, acabar con lo iniciado, llevar a su plenitud lo que Dios quiere llevar a su plenitud. En este tema, en esta perspectiva, María se asocia a nuestros procesos, podríamos decirlo así, María, en su señorío acompaña nuestros procesos con la pedagogía propia mariana, la del silencio, la de la mirada y la escucha empática, la de la capacidad para captar los gemidos del corazón humano y ponerlos de cara a la entrega y a la confianza en su modo y en su actitud disponible y siempre hecho a la medida de lo que Dios quiera obrar en ella invitándonos a esa misma medida de disponibilidad interior. Si uno mira su propia historia, su propia vida, se da cuenta de cuántos procesos ha liberado en su vida y cómo ellos, en lo que hace a la completez del desarrollo humano tal como Dios lo quiere, necesita de irse concretando, de irse llevando hacia delante. En todo ámbito, en lo vincular, en lo intelectual, en lo afectivo, en el orden de la propia vida, en el cuidado de la salud, en el ámbito de la vida comunitaria, en el compromiso caritativo, en el gesto comprometido por el crecimiento en la conciencia de ciudadanía, en el trabajo de lo de todos los días sobre la propia naturaleza, en el orden que hay que tener sobre la propia vida. En el conjunto de lo que hace a nuestra existencia están sueltas un montón de fuerzas que tienen que confluir en un mismo lugar que es lo profundo, el eje de nuestra vida. María nos acompaña en ese sentido. El riesgo es la dispersión, la fragmentación; ante tanta posibilidad de ser podemos perder el rumbo y quedarnos con una parte de la realidad a la que estamos llamados a ser olvidándonos del conjunto de todo lo que podemos llegar a ser si en Dios caminamos y en Maria dejamos que se complete la obra que el mismo Dios ha comenzado. Sería bueno nombrar procesos en nosotros, con nombre y apellido, procesos en el matrimonio, en lo educativo, en la propia formación, en el desarrollo de la profesión, en el ejercicio del ministerio que nos toca dentro de la Iglesia, el catequístico, el caritativo, el litúrgico, el que sea que nos toque cumplir en la comunidad. La completez y el llevar a término nuestro compromiso de ciudadanía de transformación de la realidad, muchas fuerzas están liberadas en nosotros. Nombrarlas, hacerlas presente, describirlas, ponerle nombre, y decirle al Señor en María: completa desde Ella la obra que vos mismo Señor, has comenzado.

 

Consigna: Hoy te invitamos a compartir aquellos procesos personales, familiares, de compromiso con la comunidad, de formación, de servicio, que quisieras poner en las manos de María para que por su intermedio Dios pueda completar la obra que ya ha comenzado en vos.

 

¿Cómo se nota que María va ocupando ese lugar de señorío, como decimos en nuestra vida, cómo es que aparece claro que es ella quién tiene en mano nuestros procesos?, por una nota que es característica de la condición mariana en nosotros: la alegría, acompañada de la sencillez y del servicio y eso hace que el gozo sea el estado habitual con el que vivamos. Uno se hace a un corazón mariano cuando verdaderamente la alegría, el gozo interior en el servicio y en la sencillez toman las características de resignificación de todo lo nuestro. Cuando nosotros vamos por procesos desarrollando la madurez en etapas de crecimiento en lo que sea de nuestra vida, a veces podemos como complejizar las cosas de tal manera que perdamos el horizonte, perdamos el hacia donde, entonces, los procesos se nos traban, se hacen tan complejos que no terminamos de entender al final para qué hacemos todo lo que hacemos. La sencillez, la simpleza, la disponibilidad en gozo y alegría es como que clarifican la mirada, y en medio de todo lo complejo que de hecho lo humano es, no perdemos de vista lo esencial. En esto María viene a darle una puntada final a todo el camino que vamos recorriendo, y es en ese lugar donde queremos detenernos para que su señorío sea en este sentido un señorío desde donde venimos andando. Hay como una cierta presencia mariana que significa y resignifica las cosas. Tomamos el texto, lugar desde donde reflexionamos hoy en la catequesis y descubrimos eso justamente, “El niño saltó de alegría en mi seno cuando escuché tu saludo”. Todo se llena de fiesta. El sentido de maternidad de Isabel adquiere un color distinto, es la presencia de María que comunica a Jesús quien llena de un colorido diverso la realidad.

María, lo decíamos días pasados, es como un prisma donde el sol que viene de lo alto, su Hijo en su vientre, impacta en ella, y como ocurre con el prisma cuando la luz da sobre él, se abre en diversos colores, hace un arco iris de alianza sobre la realidad humana dándole tonalidades y matices distintos a nuestro quehacer. En este sentido, María colorea, resignifica, da sentido y valor específico a todo nuestro camino. Nosotros queremos, justamente en esta mañana a eso: Hoy te invitamos a compartir aquellos procesos personales, familiares, de compromiso con la comunidad, de formación, de servicio, que quisieras poner en las manos de María para que por su intermedio Dios pueda completar la obra que ya ha comenzado en vos.

 

Todo proceso de desarrollo humano supone una capacidad de auto comprensión y una capacidad de comunicación e interacción con otros que nos permite ir haciendo del uno que cada uno es, un nosotros. Porque el gran plan de Dios es nosotros, es hacer de la individualidad de cada una de las partes que constituye la humanidad, un rostro visible del misterio divino, trinitario, donde cada persona es diversa y constituye un mismo ser divino, así también la humanidad; y en ese sentido hay como una presencia mariana de comunicación y comunicabilidad que nos invita a desarrollar nuestro proceso personal en comunión con otros. Si hay algo en lo cuál María viene a darnos un ejemplo y es enseñanza para nosotros en los procesos de madurez y crecimiento, es la comunicabilidad, María es la mujer de la comunicación. Hacia adentro de sí misma en el misterio que lleva escondido en su ser y que en la oscuridad interpreta poco a poco en un acto creyente que la pone en vínculo de comunión con Dios, hasta en esa sonrisa, esa mirada, esa actitud afable de presencia en la casa de Isabel, que, sin pronunciar palabra, sino tan solo un hola a su prima, despierta todo un misterio de comunicación que se hace canto, gozo, alegría, fiesta. Dice Martini: Es verdad que lo humano en cierto modo es intransferible, y que los procesos personales son ciertamente únicos e irrepetibles, sin embargo, aquella intransferencia del ser más íntimo, cuando encuentra otro con el cuál vincularse, lejos de perderse en aquella relación, se potencia en sí mismo y uno puede ser más uno mismo siendo con otros. Y en esto María nos muestra el camino, no se guarda ella a sí misma el misterio ciertamente difícil de explicar en palabras de lo que le acontece, sin embargo, el encuentro con Isabel resignifica el gozo y la alegría en ella y multiplica su capacidad de aceptación, de crecimiento del misterio y de comunicabilidad del mismo para lo cuál Dios le va mostrando un camino en el compartir. Así también nosotros. Los procesos personales desatados en el sentido en el que sean, encuentran su viabilidad y su modo de crecimiento cuando en el ámbito de la vida comunitaria nosotros encontramos el espacio justo y adecuado para poder ser lo que estamos llamados a ser. En este sentido, María teje el ámbito de la vida comunitaria, señorea en todo nuestro ser, pero particularmente cuando somos con otros. Por eso, hay que repensar y reubicar el ámbito del desarrollo personal en el plan de Dios desde esta perspectiva de comunión con los hermanos. Juan Pablo II en Nuevo Milenio Ineunte lo ha dicho claramente, uno de los grandes desafíos para la pastoralidad en el tiempo que corre, volviendo a los orígenes del nacimiento eclesial, es sin duda la vida comunitaria. Uno, cuando piensa en el desarrollo de su propia persona y la culminación de todos los procesos, tiene que pensar cómo esto que voy siendo y estoy llamado a ser se plasma y se realiza en los vínculos comunitarios. El gran desafío de la Iglesia en este tiempo está planteado en estos términos, Aparecida lo ha dicho clarísimamente: La misión que apunta a la conversión, en términos pastorales, tiene que darse en los vínculos. En la medida en que los vínculos se van madurando, potenciando, acrecentando, van siendo más al estilo como Dios quiera, las personas podemos ser más nosotros mismos. Uno es más uno mismo cuando es con otros. María nos enseña un camino desde su capacidad de comunicar en gozo y alegría.

El gozo, la alegría, la fiesta, el baile, el canto, forman parte del ser mariano. María, en ese sentido, desarrolla toda una actitud que nos invita a imitar. Es la actitud de quién está entregada absolutamente en las manos de Dios y libremente expresa su más profundo sentir en comunión con quienes la rodean, se nota claramente esto en el texto que compartimos hoy, de Isabel, se nota clarísimamente en las Bodas de Caná, se nota en su modo de vincularse con José y el niño en su casa en Nazareth pero se la ve claramente entre los quehaceres de la casa en comunión con la artesanía que Jesús y José van desarrollando para el sustento de la propia familia, se la nota en ese estilo vincular presente en las Bodas de Caná y al pié de la Cruz sola y acompañada al mismo tiempo por las otras mujeres y por el discípulo que Jesús amaba. Es verdad que María lleva dentro suyo, como cada uno de nosotros, un secreto grande que nos hace ser únicos e irrepetibles, pero al mismo tiempo es cierto que la unicidad de nuestro ser, en todas sus posibilidades de ser, despliega claramente en la medida en que somos comunicativos, somos capaces de estar en comunión con otros. El estar en comunión con otros nos hace ser lo que estamos llamados a ser, y en este sentido, en el ámbito de la vida de la familia y de la comunidad, se nota la posibilidad de llegar a ser lo que Dios quiere que seamos cuando María está presente, por el ambiente mariano que se crea. ¿Y cómo es un ambiente mariano? Es fresco, agradable, sencillo, simple, alegre, servicial, está marcado por las características de la confianza, hay un perfume mariano con el que Dios quiere completar sus obras, las que el mismo ha permitido que se desplieguen en nosotros en todos los sentidos, y en este nivel hablamos de tener un corazón al estilo de María, y una convivencia al estilo mariano. Hay un modo de ser mariano con el que Dios nos invita a estar presentes en este tiempo. Hay un liderazgo de María, como en la primera evangelización cuando ella salió a anunciar la Buena Noticia que quiere ganar nuestro corazón y en este estilo mariano Dios nos pide que renovemos el anuncio. Lo testimonial y lo gozoso, lo alegre y lo comunicativo, lo comunitario y lo sencillo, lo confiado y al mismo tiempo lo entregado a Dios, hacen que todos nuestros procesos lanzados hacia delante en el desarrollo de nuestro ser personal y comunitario, sean coronados por María y su señorío. Dios completa su obra en nosotros desde la presencia en María como Reina y Señora.

 

 Padre Javier Soteras