Más allá del sentimiento: la profundidad del amor divino en la encíclica Dilexit Nos

miércoles, 9 de julio de 2025

09/07/2025 – ¿Sentís que el amor de Dios es solo un sentimiento romántico, o es una fuerza capaz de transformar tu vida por completo? ¿Alguna vez te preguntaste si la devoción al Corazón de Jesús es realmente para vos? En el ciclo «Enseñanzas desde el Magisterio de la Iglesia», el Padre Javier Soteras, director de Radio María Argentina, nos guía a través de la encíclica Dilexit Nos del Papa Francisco, para descubrir la profundidad del amor divino que nos redime y nos devuelve nuestra verdadera identidad.

El Padre Javier nos introduce en el punto 46 de la encíclica, donde el Papa Francisco nos advierte que el amor de Dios, aunque pueda parecer «mero romanticismo religioso», es en realidad «lo más serio y lo más decisivo». Su máxima expresión la encontramos en Cristo clavado en la cruz, la palabra de amor más elocuente. No es un sentimiento pasajero, sino un amor que subyuga y transforma. El Padre Soteras resalta la experiencia de San Pablo, cuya convicción más grande era «saberse amado»: «Me amó y se entregó por mí». Este amor no solo enamora, sino que nos devuelve la semejanza con Dios que perdimos por el pecado.

El amor de Cristo en la cruz es un amor que nos saca de nosotros mismos, nos pone en «salida», nos lleva al éxtasis, que no es estar fuera de la realidad, sino «fuera de sí mismo y dentro de Dios y de los demás». Esta «salida» o misión, como nos enseña Francisco, nace de la contemplación de la misericordia de Dios. Es desde la intimidad con Él que podemos desprendernos de nuestras propias seguridades y esquemas, para ponernos en el camino de la confianza plena en Dios. La humildad y la confianza son el alma de la encíclica Dilexit Nos, una invitación a reconocer que, con Dios, nunca nos faltará nada en el camino.

Luego, el Padre Javier nos introduce en el capítulo tercero de la encíclica, titulado «Este es el corazón que tanto amo». En el número 48, se aclara que la devoción al Corazón de Cristo no es el culto a un órgano separado, sino la adoración a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre. Su corazón de carne es el signo privilegiado de su amor inmenso, divino y humano. El Padre Soteras profundiza en el significado bíblico de la palabra «corazón» como el centro de todas las potencias y capacidades de la persona. Nos invita a un proceso de introspección que solo se logra cuando nos adentramos en el misterio de Dios. Cuando más nos acercamos a Él, más nos conocemos a nosotros mismos, tal como lo experimentó San Agustín.

Este proceso de reconocer nuestra interioridad no es autorreferencial, sino un don de Dios que nos permite, de su mano, ingresar a las profundidades de nuestro ser. Así como un gran pedagogo nos guía para no perdernos, Dios se nos ofrece como el gran pedagogo, maestro y médico que nos acompaña en este camino de autodescubrimiento y sanación de nuestras heridas.

Finalmente, en el número 49, la encíclica nos llama a relacionarnos en «amistad y adoración con la persona de Cristo». En la adoración, aunque haya muchas palabras en el corazón, el silencio es el que más comunica, el que nombra al Dios amor. Es en ese silencio donde nos dejamos «abrazar por su amor humano y divino». Como el hijo pródigo que siempre vuelve, nuestra vida de oración es un constante regreso a ese abrazo amoroso de un Dios que nos espera, incluso cuando nos sabemos pecadores. Esta encíclica nos invita a una experiencia de amor y confianza que transforma y da sentido a nuestra vida.