Más que inteligencia, lo que importa es la mentalidad

martes, 18 de julio de 2023
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13/07/23- “Algunos chicos están mejor predispuestos a enfrentar desafíos, a aprender de los errores y a ver las críticas como algo útil en lugar de verlas como un motivo para rendirse. Este es el tipo de pensamiento que mantiene a los niños motivados, incluso cuando el aprendizaje significa esforzarse”, dijo Laura Lewin, tallerista y oradora, quien nos acompañó en el ciclo “Educación y Crianza”.

Mentalidad fija


La mentalidad fija es la creencia de que la personalidad y la inteligencia vienen determinadas desde el inicio y no sufren normalmente cambios a lo largo de la vida.

Por lo general, los niños que tienen una mentalidad fija sólo se enfrentan a tareas que saben, por adelantado, que van a poder realizar. Son competitivos y necesitan constantemente demostrar su habilidad ante los demás. Sólo les interesa saber si lo han hecho bien o mal. Cuando se les muestra información que les podría ayudar a aprender, no muestran interés alguno.


Mentalidad de crecimiento


La mentalidad de crecimiento es la creencia de que la personalidad y la inteligencia van cambiando a lo largo de la vida, y que nuestro objetivo es mejorar.

Los niños con una mentalidad en crecimiento piensan que es el esfuerzo el que les lleva al éxito, de modo que no sólo se enfrentan a tareas difíciles sino que disfrutan con ellas. Piensan que la inteligencia puede aprenderse y mejorarse. Por este motivo, prestan atención a la información que les lleva a saber más. Una mentalidad de crecimiento ayuda, por lo tanto, a aprender.

Hoy sabemos que el éxito no está determinado por talentos innatos o intelectuales, sino que depende de nuestra mentalidad.

Hacer frente a los desafíos


Frente a un desafío o fracaso, los niños con mentalidad de crecimiento se esfuerzan más, lo que les genera mejores resultados. Esto refuerza su creencia de que pueden mejorar, lo que refuerza su mentalidad de crecimiento.

Por el contrario, un niño con mentalidad fija, frente a un obstáculo o dificultad, baja su esfuerzo, lo que genera un menor logro a la larga, lo que refuerza su mentalidad fija: “No puedo”.

Los niños que tienen una mentalidad fija creen que la inteligencia es una característica fija:
-No creen en el esfuerzo.
-Quieren parecer inteligentes.
-Sólo les interesa aprobar o sacarse la materia/prueba/nota de encima.
-No tienen problema en copiarse con tal de aprobar.
-No les gustan los desafíos.
-Se sienten inútiles frente al fracaso.
-Cuando se sienten frustrados, por lo general, abandonan.
-Se sienten amenazados frente a la crítica y la toman de manera personal (me están criticando a mí).
-Se sienten mejor cuando al otro le va peor que a ellos.
-Evitan probar cosas nuevas por miedo a fracasar.


Por el contrario, los niños que poseen una mentalidad de crecimiento, creen que la inteligencia se puede desarrollar, y por lo tanto:


-Creen en el valor del esfuerzo.
-Su objetivo es aprender.
-Disfrutan de los desafíos.
-Ven al fracaso como una oportunidad para aprender.
-Son emocionalmente resilientes.
-Se inspiran frente al éxito del otro.
-Disfrutan de la crítica constructiva (entienden que están criticando el trabajo, no a ellos, y que esta crítica los ayuda a aprender).
-Les gusta probar cosas nuevas.
-Ven a los problemas como oportunidades.
Al cometer un error, un niño con mentalidad de crecimiento siente que está aprendiendo. Por el contrario, al cometer un error, un niño con mentalidad fija siente que no sirve.
Ahora bien, una cosa es fracasar pero otra, muy distinta, es que los chicos piensen que no sirven. Ahí es donde tenemos que accionar como padres. Debemos enseñarles a separar su autoconfianza del resultado.


No te pierdas de escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.