Maternidad, intimidad y descanso en el Espíritu Santo

lunes, 1 de junio de 2009
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Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.  Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.  El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.  Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: ‘Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.

Juan 16,12-15

Entre otras cosas el rostro que el Espíritu Santo viene a mostrarnos del costado más íntimo de Dios es el materno. Esta es una verdad que el Espíritu viene a revelarnos la presencia femenina materna que enseña y educa. Es el primer punto de nuestra catequesis

El Espíritu Santo tiene la característica de ser misterio de bondad y suavidad, de condescendencia, de cercanía de Dios, también misterio de quietud. Que bien lo sabe tu Espíritu en todas las cosas así lo sentimos, lo expresamos. En un discurso del Papa Inocencio III en su pontificado el exclamaba que dulce es éste Espíritu y agradable y suave. Solo lo conoce quien lo ha saboreado. Diría yo es como miel al paladar.

Ayer un oyente mientras hablábamos de la fuerza del Espíritu como viento, ruah , decíamos en términos hebreos el me decía en un escrito que dejó como mensaje la ruah. Es verdad, en las lenguas semíticas Espíritu es un nombre femenino lo cual ha hecho en ciertos ambientes se desarrollara una rica doctrina del Espíritu Santo como madre. Expresión que nos muestra la desgracia que padeció Adán.

En un texto antiguo nos dice lo siguiente hablando acerca de las consecuencias que el pecado había dejado en su persona y en la humanidad toda como un eco de aquella ruptura: ya no veía al verdadero Padre de los cielos ni a la buena y benigna Madre la Gracia del Espíritu ni al dulce y adorable hermano el Señor Decía un autor antiguo que cuando el Espíritu Santo nos enseña a clamar abba se comporta como una madre que enseña a su niño a decir papá y repite éste nombre con el hasta que consigue llamarlo al padre hasta en los sueños.

Esta es una de las verdades más hondas y profundas que nos acerca la realidad del Espíritu en la búsqueda de su presencia en nuestra vida o en el anhelo que se manifieste desde ese lugar de interioridad donde habita en nosotros con mayor plenitud para alcanzar lo que Jesús nos invita a alcanzar en éste tiempo la transformación de la propia vida y ser partícipes y corresponsables con El de la transformación del mundo.

Solo por la Gracia de ésta íntima, dulce, saludable, cercana presencia, materna presencia, femenina cercana presencia del Espíritu Santo. Es como una madre que enseña a hablar. Hermosa expresión ésta antigua. El Espíritu gime en nuestro interior, dice Pablo, con gemidos inefables.

Esos gemidos inefables del Espíritu van tomando expresión en nosotros si nos soltamos y dejamos guiar por su presencia. Te invito a ésta experiencia interior. A verdaderamente caer en la conciencia de que te habita interiormente el Espíritu Santo y de que El es guía maestro y sostén de tu vida.

Allí donde no encontrás respuesta en tu vida el Espíritu está para dártela en lo más profundo y en lo interior de tu ser.

Jesús la tarde de Pascua sopló sobre sus discípulos. El Bautismo en su antiguo rito se repetía éste gesto sobre cada uno de los que eran bautizados Según el ritual vigente hasta hace algunos años el sacerdote en un momento determinado de la ceremonia pronunciaba las siguientes palabras: sal de éste niño o ésta niña Espíritu inmundo y deja el sitio al Espíritu Santo y diciendo esto soplaba tres veces sobre su cara. Jesús quiere repetir éste gesto como lo hizo en la mañana de la Resurrección cuando según el Evangelio de Juan soplando sobre ellos les comunicó el Espíritu.

Sopla sobre nosotros para llenarnos y renovarnos del fuego interior que nos habita con Gracia de transformación que nos purifica y hace nueva e ilumina y congrega como el fuego siempre hace.

El segundo punto de nuestro encuentro podríamos titularlo así:: en la soledad íntimo compañero, el Espíritu Santo.

Decíamos ayer y decimos también hoy que ruah como soplo y respiración indica lo más íntimo, lo más secreto que hay en Dios. Lo más íntimo y secreto que hay también en nosotros, principio vital, alma nuestra.

En éste sentido está escrito que nadie conoce lo íntimo como dice 1 Corintios 2,2 a no ser el mismo Espíritu el hombre está en El, lo habita como nadie conoce lo más intimo de Dios sino el Espíritu de Dios. Al prometer el Espíritu Santo Jesús ha dicho el Espíritu vive en ustedes y está en ustedes. Juan 14,17 Recibimos la revelación de ésta intimidad de presencia y no como algo que pasa sino como una presencia estable que trae estabilidad y nos permite descubrir que cuanto nos habita el Espíritu Santo nos hace el mismo Espíritu que nos habita templo de su presencia y así lo reconocemos como dulce huésped del alma.

Así lo oramos y lo clamamos en la secuencia pentecostal cuando la rezamos. San Basilio lo dice con una frase sencilla, hermosa: el Espíritu Santo es el que crea la intimidad con Dios. La Carta a los Efesios también la leemos Efesios 2, 18-22 gracias a Cristo unos y otros unidos en un mismo Espíritu tenemos acceso al Padre. Por tanto ya no son extranjeros o albenedizos sino conciudadanos dentro del pueblo de Dios somos familia de Dios. En el Señor también ustedes van formando conjuntamente parte de la construcción hasta llegar a ser por medio del Espíritu morada de Dios.

En éste sentido se nos está sugestivamente indicando que somos propiedad de El atracción del Espíritu, afecto y familiaridad en el vínculo con el. Espíritu. En esto se conoce que somos de Dios en que permanecemos en El y El en nosotros y en el que El nos ha dado, el Espíritu, dice 1 Juan 4, 13 podríamos decir así nosotros en Dios, Dios en nosotros todo gracias a esa presencia del Espíritu Santo.

Cuando decimos que es íntimo estamos aplicando el superlativo en latín intus que significa dentro. Lo íntimo es lo de dentro. Lo sabemos pero es bueno repetirlo. Si decimos que el Espíritu Santo es íntimo a nosotros es decir que está dentro nuestro. Por lo tanto tenía mucha razón San Agustín cuando hablando acerca de ésta presencia que lo había invadido por todas partes hasta llegar a decir que tarde había llegado éste encuentro donde Dios le había revelado su presencia y donde había mostrado que intimo El más íntimo que su misma intimidad.

Mas presente en mi que yo mismo decía San Agustín hablando de la hondura de la presencia del Espíritu. Cuando hablamos de intimidad nos referimos a todo lo familiar, lo cercano, lo hermano, a lo casero, a lo del corazón. No al intimismo que nos encierra. Una saludable intimidad es de apertura cuanto íntimo es el Espíritu Santo y difusa es su presencia.

A veces hemos en la espiritualidad mal tratado lo íntimo y lo hemos dejado reservado al ámbito prácticamente de lo encerrado. Hablamos de íntimo en la espiritualidad y muchas veces nos encerramos en lo íntimo y perdemos la condición propia del espíritu de lo íntimo que es su capacidad difusiva. Fue íntima aquella experiencia que tuvieron los discípulos cuando el Espíritu los atrajo de tal manera que quedaron todos prendidos en el fuego de su amor.

Sin embargo no se quedaron bajo el calor porque tan intenso era que si no salían a comunicarlo y encender otros corazones corrían el riesgo de ser incendiados. Así es lo íntimo. Es un íntimo calor intenso que se hace difuso en su expresión hasta invadirlos a todos los que se acercan al que es portador de éste don de presencia del Espíritu. Cuando decimos íntimo no estamos hablando de intimismo.

Es bueno repetirlo. Cuando hablamos de lo íntimo hablamos de lo que rompe la soledad. No estar entre la muchedumbre porque estamos en el Espíritu más bien tener un amjgo, un interlocutor, un compañero. Uno con quien poder estar. Decía San Juan Crisóstomo Jesús fue siempre asistido por el dulcísimo Espíritu consustancial a El así como Moisés fue acompañado a lo largo de su vida por su consejero Aarón.

Así también las presencia del Espíritu Santo viene en ayuda y compañía de cada uno de nosotros para que podamos contar con un interlocutor válido con el cual poder dialogar de aquellas cosas que no tenemos con quien compartir. El Espíritu viene en lo más íntimo de nuestro ser a llenarnos de su vida.

Si la flaqueza puede ser una oportunidad para experimentar la fuerza del Espíritu, la soledad puede ser la ocasión, el estímulo, para permitir que se establezca en nosotros éste dulce huésped del alma. Lo que trae es Gracia de descanso para nosotros. Vamos a centrar nuestra mirada en la enseñanza en torno a ésta verdad. El Espíritu cuando nos habita interiormente en lo íntimo y nos permite descubrir su presencia en lo más hondo de nuestro ser descansamos, reposamos.

Hay una inquietud que sacude nuestro ser propia del ritmo acelerado en que vivimos en éstas épocas de cambios profundos a los que hay que ir adaptándose permanentemente a nuevos escenarios donde somos invitados a participar y a poner el cuero en la vida. En ese ámbito el Espíritu aparece como quietud.

El corazón está inquieto es decir insatisfecho, anda buscando. Anhela ésta presencia, éste lugar de reposo y de descanso donde uno se sosiega, se pacifica. En la secuencia de Pentecostés lo invocamos al Espíritu como Paráclito, descanso de nuestro esfuerzo Su aspecto de fuerza es la dulzura y la intimidad de su dinamismo y en su quietud.

El Espíritu viene a nosotros en ese sentido como suave viento. Hermano viento le decía San Francisco de Asís. Sabemos que ocurre cuando sopla un viento impetuoso, los árboles se doblan, los robustos cedros del Líbano intentan resistirse y quebrantan dice la Palabra.

Podemos orarle a éste soplo del viento que nos lleva al descanso y el reposo que termine con aquello que no nos permite reposar y descansar. Nuestra rebeldía que nos hace crispar interiormente y digamos dobla ante ti nuestras rebeldes voluntades. Dobla y vence.

Cuenta Raniero Cantalamesa su experiencia cuando estaba por escribir éste texto como se fue a un lugar donde podía reposar y estaba yo pensando en escribir éste texto y las gaviotas que circundaban aquel paisaje me enseñaron como es el soplo del hermano viento según Francisco de Asís las descansaba planeaban y planeaban casi inmóviles por el mar por encima de los acantilados y tenía ante mis ojos la misma imagen que el escritor sagrado tenía en su mente cuando dijo que desde el comienzo del mundo el Espíritu aleteaba sobre las aguas pero sobretodo era impresionante observar como las gaviotas conocen el arte de hacer trabajar al viento.

Se ciernen sobre las aguas del viento y se dejan llevar por eso pueden volar durante horas sin cansarse y alcanzar velocidades muy elevadas. No nos dice nada esto dice Cantalamesa? El viento de ninguna manera se puede atrapar ni embotellar para favorecer su circulación. Para que se mueva hay que dejarlo libre. Así también el corazón que busca reposar en la inquietud necesita de ésta experiencia de libertad dejándose llevar a ese lugar donde en el salmo 22 Dios dice que quiere conducirnos a verdes praderas para hacernos reposar.