04/09/2025 – Septiembre nos invita a celebrar y a reencontrarnos con la Sagrada Escritura, el alma y la esencia de nuestra fe. No se trata solo de conmemorar una fecha en el calendario, sino de abrir el corazón a un libro vivo que ha transformado comunidades enteras a lo largo de la historia.
Junto a Alexis Molina (@un.locus), docente y magíster en Teología, compartimos distintos encuentros para profundizar en el contenido y la historia de la Biblia. En el primer episodio nos detuvimos en el acontecimiento que marcó un antes y después en la vida de la fe: la resurrección de Jesucristo. Y desde su entrega en la cruz conocimos sobre sus primeros testigos: ¿quiénes lo conocieron, quiénes lo anunciaron y cómo lo hicieron?
Alexis recuerda que luego de la muerte atroz de Jesús, su resurrección dio paso a un nuevo comienzo: “Lo hemos visto vivo. La resurrección no aparece como una idea abstracta, sino como un hecho histórico que transforma la vida de la gente”. Es esa certeza la que marcó un antes y un después para los discípulos, quienes, llenos de temor, pasaron a ser testigos valientes de un mensaje imposible de callar.
Los primeros cristianos no contaban con los escritos del Nuevo Testamento tal como hoy los conocemos. Lo que tenían eran testimonios orales, recuerdos transmitidos de boca en boca en las reuniones comunitarias, especialmente en la Eucaristía. Ese repetir y compartir no era un simple ejercicio de memoria, sino la manera de mantener viva la presencia del Maestro. La comunidad reunida escuchaba, meditaba y hacía suya esa enseñanza, de modo que la fe se mantenía viva en medio de la persecución y de las distancias geográficas que comenzaban a expandirse.
Poco a poco, esos relatos fueron tomando forma escrita. Al inicio aparecieron las cartas de Pablo, dirigidas a las comunidades que iba fundando en sus viajes misioneros. Luego, los evangelios comenzaron a plasmar por escrito lo que hasta entonces se transmitía oralmente. Así, la Biblia fue conformándose como un conjunto de textos que, guiados por la fe de la Iglesia, quedaron resguardados como Palabra inspirada.
La pregunta que surgía entonces es la misma que nos interpela hoy: ¿cómo anunciar este mensaje a un mundo que piensa distinto? Y en medio de los interrogantes, el testimonio no se detuvo y se expandió hasta los confines de la tierra.
Celebrar la Biblia hoy es reconocer que no se trata de un libro antiguo, sino de una voz actual que nos sigue interpelando. Es memoria viva de un pueblo, testimonio de fe y, sobre todo, anuncio de esperanza.
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