Metamorfosis del alma

viernes, 19 de noviembre de 2010
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            Muchas veces la transformación es en realidad un volver: volver a la fuente, al asombro, a la libertad. Otras veces es recuperar aspectos de nuestra alma que han quedado estancados, acorazados, llenos de polvo. Volver al primer amor (“…algo tengo contra ti…pero has perdido el amor del comienzo…” (Apocalilpsis)

            También la transformación puede ser un cambio definitivo. El punto es que la vida a veces nos sorprende con una vivencia de la vida como objeto de un estancamiento imposible de traspasar, con determinismo. Y lo que pasa entonces es que perdemos la esperanza ya no en lo externo, en lo que va a venir –que a veces es hasta un pensamiento supersticioso, mágico-, sino que perdemos la esperanza en la transformación de nuestra propia alma y de nuestra propia sociedad.

            Estamos muy impregnados de escepticismo, de negativismo y de determinismo. Nos vivenciamos muchas veces como miembros de una clase (un grupo de personas) que nació ‘con estrellas’ o que nació ‘estrellada’. Nos vivenciamos como ‘títeres’ de un azar cuyos hilos maneja no se bien quién (y cada uno le pone un nombre diferente). Muchas veces las conversaciones en lo cotidiano exhuman ese aliento gélido, de desesperanza, y de no cambio: el cambio no es posible, esto va a ser siempre igual, así está todo y nada cambia.

 

            Yo los invito hoy a ver ese asombroso proceso del gusano que se hace mariposa. Una de las imágenes más bellas de la naturaleza ofrece, porque verdaderamente la oruga es fea, y la mariposa ¡qué hermosa! Y dentro de la piel de la crisálida el gusano se convierte en mariposa. Al abrirse la crisálida, la mariposa sale al exterior y descansa un momento para que las alas se sequen y se extiendan, y después sale volando. A ese cambio se lo llama ‘metamorfosis’, porque el insecto cambia totalmente de forma, pero no hay nadie que venga de afuera a inyectarle algo diferente. Es un proceso de transformación que viene desde dentro, que está como ‘inscripto en el programa del crecimiento’.

            Esto que ocurre en la naturaleza de los insectos, puede ocurrir –y ocurre- en la vida nuestra. Nosotros vamos cambiando de apariencia según las experiencias felices o dolorosas que nos tocan vivir. Y quizá la clave para que la metamorfosis vaya para bien, sea el amor. El que ama y atraviesa esta metamorfosis, estos momentos oscuros, de estar comprimidos dentro de una crisálida, estos momentos de fealdad, y camina madurando con esperanza, se va transfigurando y va adquiriendo un brillo en su rostro y en su alma.

            Decía San Agustín “el que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Podemos colaborar en el proceso de transformación –claro está, si creemos en él.

            Algunos pueden pensar que esto se va logrando en la medida en que se van adquiriendo bienes materiales, que depende de cuánto se tenga. Yo no digo que éstos no sean instrumentos importantes, necesarios. Pero hay un lanzamiento mejor. Un secreto oculto en nuestro interior: la clara imagen del Dios que nos creó. Bajo la piel de la oruga late la mariposa. Quizá todo comienzo con ser de vuelo. Poco a poco. Lo que antes nos saciaba ya no nos sacia. Lo que antes nos alcanzaba ya no nos alcanza. Tenemos sed de vuelo. Cuando la oruga sale convertida en mariposa, no tiene ni siquiera la experiencia de sus alas. Ni siquiera las ha percibido jamás. Y en un segundo se lanza al vuelo. Corre el riesgo, y las alas le responden.

            Transformación: es posible. En la Biblia hay muchas experiencias y relatos de que esta transformación es una promesa de Dios para vos, para mí, para todos.

 

Cambia lo superficial. Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar Cambia todo en este mundo

Cambia el clima con los años Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia Que yo cambie no es extraño

Cambia el mas fino brillante De mano en mano su brillo
Cambia el nido el pajarillo Cambia el sentir un amante

Cambia el rumbo el caminante aunque esto le cause daño
Y así como todo cambia que yo cambie no es extraño

Cambia todo cambia, cambia todo cambia
Cambia todo cambia, cambia todo cambia

Cambia el sol en su carrera cuando la noche subsiste
Cambia la planta y se viste de verde en la primavera

Cambia el pelaje la fiera cambia el cabello el anciano
Y así como todo cambia que yo cambie no es extraño

Pero no cambia mi amor por mas lejos que me encuentre
Ni el recuerdo ni el dolor de mi pueblo y de mi gente

Lo que cambió ayer tendrá que cambiar mañana
Así como cambio yo en esta tierra lejana

Cambia todo cambia , cambia todo cambia
Cambia todo cambia, cambia todo cambia

Pero no cambia mi amor…

 

            Estamos en el corazón del evangelio de Lucas, donde jesús desarrolla su doctrina del verdadero tesoro, donde nos dice den sus bienes como limosna, acumulen un tesoro inagotable en el Reino de los cielos, donde el ladrón no puede acercarse y la polilla no destruye. En el corazón donde El transmite su anuncio, habla de la vigilancia, de la fidelidad (“estén preparados, con las lámparas encendidas, sean como los hombres que esperan el regreso de su Señor…”). En el corazón de su enseñanza habla del servidor fiel, habla de que ha venido a traer fuego sobre la tierra. Y habla de que tiene que recibir un bautismo de fuego y dice “qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente”. Estaba ansioso por ser consumido por el fuego de su pasión. Es el momento en que Jesús habla de ser signos de contradicción. Este es un mensaje duro, fuerte, revolucionario. Cambia nuestras estructuras, nuestra forma de pensar. Nos moviliza, nos despierta, no nos aquieta sino que nos inquieta. En este mismo capítulo Jesús habla de ‘interpretar los signos de los tiempos’. En el mismo capítulo nos exhorta a la conversión. Es el momento en el que maldice la higuera estéril porque no dio fruto. Es el momento en el que cura a una mujer poseída por un mal espíritu, y a continuación viene a dar esta imagen. Viene a dar este mensaje duro, de exigencia, no del deber ser sino de la metamorfosis, de la transformación, de la interpretación de los tiempos, de la vigilancia, de dónde está el verdadero tesoro. Es un mensaje duro en el sentido de la exigencia de una mudanza interior, a poner el corazón donde realmente vale.

            Y en el corazón de este mensaje, esta joyita: “¿con qué puedo comparar el reino de los cielos? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta, creció, se convirtió en un arbusto, y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas. ¿con qué podré comparar el Reino de Dios? Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina hasta que fermentó toda la masa”

            Este mensaje es un alivio en medio de todo este vendaval, en medio de todo este estar vigilantes, atentos, discerniendo los signos de los tiempos, dándonos cuenta de por dónde viene el soplo del Espíritu que no viene para aquietar sino para inquietar, para movilizarnos… Esto parece decir ‘calma, tranquilos. Como la levadura, como el grano de mostaza tan chiquitito… hay una parte de la obra que le corresponde a Dios’

 

RENUÉVAME Martín Valverde

Renuévame señor Jesús ya no quiero ser igual
renuévame señor Jesús pon en mi tu corazón
porque todo lo que hay dentro de mi
necesita ser cambiado señor
porque todo lo que hay dentro de mi corazón
necesita mas de ti
 
Renuévame señor Jesús ya no quiero ser igual
renuévame señor Jesús pon en mi tu corazón
porque todo lo que hay dentro de mi
necesita ser cambiado señor
porque todo lo que hay dentro de mi corazón
necesita mas de ti
 

            Jesús ha tenido la delicadeza de mirar esa pequeñez del grano de mostaza como para poner en ese insignificante producto de la naturaleza nada mas y nada menos que la imagen del Reino de Dios. Adviértase acá lo que acontece: un proceso de metamorfosis.

            Jesús a propósito, busca dos extremos antagónicos (por lo pronto, en el tamaño). En este contraste, quiere sacudirnos, movilizarnos.

            El árbol de mostaza puede llegar mas o menos a 3 metros de altura. No es de los árboles mas grandes. Pero Jesús acá trae una imagen que quizá sea más importante que el tamaño: los pájaros se sentían atraídos por la sombra del árbol, y hacían nidos en sus ramas. Es decir: es un árbol protector, que invita a hacer nido, que está lleno de vida, que está lleno de trinos.

A veces nosotros pensamos que nada se mueve en nosotros, que la vida espiritual sigue tan pequeña como un granito de mostaza y nos desanimamos, porque a pesar de nuestras prácticas piadosas, de nuestros ritos, de las lecturas espirituales, del crecimiento de nuestro intelecto, de nuestra voluntad, de nuestro esfuerzo…sentimos que en nada aumenta su tamaño. Sentimos que nuestros logros son verdaderamente diminutos. Y Jesús trae esta parábola para aquellos que sentimos el peso de la frustración, aquellos que tenemos una mirada poco atenta a la pequeñez a la que Dios le da tanta importancia.

Esta parábola está para animarnos a aquellos que no hayamos experimentado ningún cambio o transformación durante mucho tiempo. Nos dice que, de pronto, como el gusano se convierte en mariposa, podemos convertirnos en árbol maternal, en un árbol cuya sombra es nido, cuya sombra florece. Un momento de agradecimiento de nuestra pequeñez puede comenzar a hacer que este granito pequeño brote, y que de la semilla más pequeña, se transforme en un árbol.

 

VOLVER A LOS 17 (Violeta Parra)

Volver a los diecisiete después de vivir un siglo es como descifrar signos sin ser sabio competente
volver a ser de repente tan frágil como un segundo, volver a sentir profundo como un niño frente a Dios,
eso es lo que siento yo en este instante fecundo
 
Se va enredando enredando, como en el muro la hiedra
y va brotando, brotando como el musguito en la piedra
como el musguito en la piedra, ay si, si, si
 
Mi paso retrocedido, cuando el de ustedes avanza, el arco de las alianzas ha penetrado en mi nido
con todo su colorido se ha paseado por mis venas y hasta la dura cadena con que nos ata el destino
es como un día bendecido que alumbra mi alma serena
 
Lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber, ni el mas claro proceder ni el mas ancho pensamiento
todo lo cambia el momento colmado condescendiente, nos aleja dulcemente de rencores y violencias
solo el amor con su ciencia nos vuelve tan inocentes
 
El amor es torbellino de pureza original, hasta el feroz animal susurra su dulce trino,
retiene a los peregrinos, libera a los prisioneros, el amor con sus esmeros, al viejo lo vuelve niño
y al malo solo el cariño lo vuelve puro y sincero
 
De par en par la ventana se abrió como por encanto, entrÓ el amor con su manto como una tibia mañana
y al son de su bella diana hizo brotar el jazmín, volando cual serafín al cielo le puso a retes
y mis anos en diecisiete los convirtió el querubín
 
Al malo lo vuelve puro y sincero y aun a la fiera la hace susurrar su trino. Esa es la esencia de la enseñanza religiosa de las grandes religiones de todo el mundo: es la fuerza transformadora de un amor que nos es dado, que no se gana, no se compra, no se merece, y que por mucho esfuerzo que hagamos no tiene que ver con él. Hay una ascesis, hay una oración, que es simplemente un ponerse en sintonía, un abrirse, un ponerse bajo el manto de su llovizna fresca cuando la experiencia es de ardor. Lástima que no hayamos sido del todo coherentes con esta esencia, con este perfume.

Me conmueve ver a este Dios que presta atención a la semilla de mostaza, este Jesús que prestó atención a la fuerza de la levadura. Son dos experiencias análogas: esta impresión de que nuestra vida espiritual es chata, que no leuda, que no levanta, que nuestro bregar cotidiano se hace rutinario, gris, pesado. Y que no tiene ninguna relación ni con Dios ni con nuestra religión, que esas son cosas para situaciones límite. Es decir: que la vida espiritual no impregna, no penetra nuestra rutina ordinaria y que en ella no hay cambio posible: de un lado está la levadura de Dios y del otro la vida cotidiana. De un lado está la harina, lo polvoriento, lo mugriento, lo chato, y del otro lado esa levadura de la que hablan los grandes santos, místicos, maestros espirituales, y que no tiene nada que ver con mi vida. Es que ¡falta la mezcla!

Una pequeña cantidad de esa levadura se mezcla, se amasa y se deja cubierta con un paño durante toda la noche, hasta la mañana siguiente, y a la mañana… ¡la masa ha fermentado! El efecto de la levadura es muy grande.

Y el Reino de Dios no se compara solo con la levadura: se compara con esa masa fermentada. Si uno quisiera distinguir en esa masa dónde está la harina y dónde la levadura es imposible. Jesús nos anima a que creamos en el efecto penetrante, extraordinario, vital, la fuerza transformadora que sus palabras tienen en la acción. Jesús nos invita a creer en la eficacia terrena de la fuerza celestial. A pesar del comienzo pequeño, imperceptible, el Reino de Dios será grande en personas ganadas, en nidos. El efecto de la levadura es cierto.

Mezclar la harina con la levadura y dejarla reposar, es creer, es tener esperanza en que Dios obra. Nos invita a creer que algo puede transformarse en nosotros al entrar en contacto con la harina cotidiana. Que no solo con la voluntad podemos cambiar. Que tenemos que dejar que Dios entre en contacto con nuestro corazón, con nuestro mundo interior. Que el Espíritu suyo puede penetrar y transformar todos los campos del cuerpo y del alma. Que nuestro calor no alcanza, que es necesario el suyo. Que nuestros tiempos no son los suyos: es necesario cubrir ese proceso y confiar que durante la noche, aún cuando nosotros no hagamos nada, aún en lo oscuro de nuestra vida, aún en la inacción, aún en la pasividad, hay algo que está operando en lo profundo de nuestra alma. Dejémoslo actuar. Algún día nos levantaremos, y con mirada agradecida descubriremos la transformación.

 

Tanto en el ámbito personal cuanto en el social, cuando la harina se mezcla con la levadura y empieza a leudar, a aspirar a las promesas del Reino…no a todos les va bien. Esto les pasó a Pablo y Silas, que arruinaron el negocio del propietario de un comercio de adivinación, de una adivina que los cansó y pidieron se fuera de ella el espíritu de adivinación. Y qué ironía, porque esta mujer estaba diciendo algo verdadero: que “estos hombres son los servidores del Dios Altísimo que les anuncian a ustedes el camino de la salvación”. Parece ser que no basta con decir cosas verdaderas. No basta con hacer grandes proclamaciones de verdades religiosas. O que a veces detrás de las grandes proclamaciones de verdades religiosas pueden esconderse espíritus no puros, que no vienen de Dios. Y si es por proclamar la verdad de Jesús, hasta los mismos demonios lo hicieron. Eso no basta.

Los propietarios de esta adivina, al ver arruinado su negocio, se apoderaron de Pablo y Silas, los llevaron ante las autoridades, dijeron ‘esta gente está sembrando la confusión en nuestra ciudad. Predican costumbres que nosotros los romanos no podemos admitir ni practicar. La multitud se amotinó contra ellos, los magistrados les azotaron, los encerraron en prisión y ordenaron al carcelero que los vigilara. Y cerca de la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban las alabanzas de Dios’.

Detengámonos un instante ante esta escena: dos cuerpos golpeados, que acababan de alterar costumbres, acababan de arruinar un negocio, y en medio de esta situación, atados con cadenas, oraban, cantaban, alababan a Dios. Y esto no es solo patrimonio del cristianismo.

En medio de situaciones extremas, la levadura del Espíritu puede hinchar el alma de esa manera de gratitud, de gozo, de alabanza. ¿cómo? No hay receta.

 

HASTA LA LOCURA Pablo Martinez

me puede faltar todo en la vida , me puede faltar

hasta la vida, pero nunca quiero que me falte el

deseo de amarte hasta el final

hasta la locura te amo señor ya no quedan dudas

en mi corazón de que te amo , de que te amo, señor .

quiero amarte hasta el extremo sin resebasarme

por entero , como los que sean enamorado

yo te canto mi amado hasta el final

hasta la locura te amo señor ya no quedan dudas

en mi corazón de que te amo , de que te amo Señor

 

Luego se da la liberación milagrosa de Pablo y Silas. El carcelero estuvo a punto de suicidarse, pero los apóstoles se lo impidieron. Entonces el carcelero les preguntó: “Señores ¿qué debo hacer para alcanzar la salvación? Ellos le respondieron: cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y toda tu familia. Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa. El carcelero los atendió y curó sus llagas. Luego fue bautizado, y festejó con los suyos la alegría de haber creído en Dios.”

La intención de leer este texto, es porque no siempre los procesos de transformación son suaves, imperceptibles, pequeños, mansos. Casi exige una mirada tan atenta como la de Jesús al grano de mostaza, para darnos cuenta de que algo nuevo está surgiendo, y que hay un obrar de Dios en nuestra vida que a veces nos empecinamos en no ver.

Pero a veces también, el proceso del obrar de Dios puede hacer tambalear los muros de nuestras cárceles. De repente noto que desaparecen las fuerzas que me tenían aprisionado. De repente, tras una oración, una experiencia, un encuentro, un viento huracanado entra en mi vida y cambia las cosas. Puede ser una enfermedad terminal, la muerte de un ser querido. Puede ser un acontecimiento gozoso. No lo sabemos, porque el Espíritu de Dios sopla por donde quiere y nadie sabe por dónde va a venir ni para dónde va a ir. Y de pronto se nos vienen abajo las estructuras, los principios, las creencias… y respiramos en anchura y en libertad. Y las puertas que estaban cerradas saltan por los aires, y los candados revientan. Y de repente es posible la comunicación donde antes no, y de repente es posible una relación donde antes no, y de repente las cadenas con que tal vez yo mismo me había atado: las cadenas del miedo, de la ansiedad, de la depresión, y todos los beneficios que traen nuestras adicciones psicológicas a la enfermedad abusando a veces de nuestras propias fuerzas…se rompen. Y se abren las puertas de nuestra prisión, y se hace posible la comunidad.

Y hay en este texto algo aún más escandaloso: como dice Violeta Parra, ‘el malo se vuelve puro y sincero’. El carcelero, el que estaba puesto para vigilar que yo siga preso, el que tenía el poder y las armas y la autoridad y todo junto, de pronto pide ser bautizado y celebra con nosotros la alegría de conocer el amor. De pronto los enemigos pasan a ser amigos, y de un carcelero surge un hermano.

Podemos trasladar esto a nuestro propio interior, donde con frecuencia también tenemos un guardián que mantiene prisionera nuestra vida, nuestro deseo, nuestra vitalidad, nuestra fuerza, nuestras decisiones, nuestras opciones. También podemos creer que en la oración el carcelero es transformado y de repente se convierte en nuestro aliado. También nuestro carcelero: nuestro yo crítico, nuestro super-yo, nuestro deber ser, nuestro hombre con látigo en la mano, puede transformarse, por el poder de Dios, en un hermano que celebra con nosotros la alegría de vivir, y se derrumban los muros que separan a los hombres, y los que separan a los presos de los carceleros, los que separan a los cultos de los ignorantes, a los ricos de los pobres. Es posible. Así surge la primitiva Iglesia: en una cárcel que derriba muros.

 

LA ORILLA BLANCA, LA ORILLA NEGRA

Debe hacer un alto mi capitán. Sí que estoy cansado, no puedo más.
Alerta, cúbrase, al terraplén. Alerta estoy más cúbrete tú también.
Di soldado de dónde eres tú. Del país vecino que hay más al sur.
 Y por el río pasa la frontera, la orilla blanca, la orilla negra
y sobre el puente veo una bandera , mas no es la misma que está en mi corazón.

De los míos creo no debes ser. Por mi uniforme lo puede ver.
No sé mis ojos ya están sin luz me han herido y tal vez fuiste tú.
Triste es el destino mi capitán mientras hayan guerras no cambiará.
En la colina silba la metralla, la hierba verde está quemada
y por el río continúa la batalla, nosotros dos ya llegamos al final.

Tengo que marcharme mi capitán. Voy contigo no me querrás dejar.
No te abandonaré, lo sabes ya que vamos juntos para la eternidad.

Todo ha pasado, hay paz en la frontera en la orilla blanca, en la orilla negra
pero alguien llora y se desespera gritando un nombre que no responderá.
Debe hacer un alto mi capitán. Sí que estoy cansado, no puedo más.

 

Ojalá que nuestro anuncio de hoy sirva para mostrarnos con claridad cómo, antes del hacer, hay que volver transparente nuestra mirada a LO QUE DIOS HACE. Después es cuestión de seguirle la pista. El que te creó sin ti, no te salvara sin ti. Pero el hacer, tiene que ser iniciativa del Espíritu. Por eso, fijémonos por dónde viene la levadura, dónde podemos encontrar en nuestra vida el granito de mostaza, fijémonos qué pasa cuando agradecemos y alabamos a Dios en nuestro corazón, y qué luces nuevas deja este canto y esta alegría en nuestra alma. Después sigámoslas con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra voluntad y con toda nuestra inteligencia.

 

A Dios, como quieras que le llamemos o le nombremos; a lo sagrado, como quieras que lo percibas, si no tienes fe, las almas nobles que te han precedido. Nosotros, a Ella: la Madre que nos acoge y que comprende nuestras penas y alegrías como creaturas humanas…oremos, hermanos, porque orar es bueno y hace bien.