“Mis ojos han visto tu salvación…” (Lc 2,30)

martes, 2 de febrero de 2016

Lluvia

Cada 2 de febrero la Iglesia celebra la fiesta de la Presentación del Señor y a Nuestra Señora de la Candelaria. El texto se puede encontrar en Lc 2, 22-40.

“El Señor entra en su templo, el Señor que ustedes buscan” (cf Mi 3,1). Hoy se nos recuerda la acción silenciosa de la providencia de Dios. Los acontecimientos, previstos desde antiguo, se realizan en el transcurso de la historia. Al mismo tiempo, las visitas del Señor son imprevisibles y misteriosas…

En la escena de hoy no hay, a todas luces, nada extraordinario ni impresionante. En el mundo, la gente como los padres de Jesús, pobres, y estos dos viejos, Simeón y Ana, no llaman la atención de nadie y todo el mundo pasa de largo. Sin embargo, se trata de la realización solemne de una profecía antigua y prodigiosa. El niño que es llevado en brazos es el Salvador del mundo, el heredero auténtico que viene bajo los signos de un desconocido a visitar la propia casa. El profeta había dicho: “¿Quién resistirá el día de su venida?”(Mi 3,2). He aquí que viene a tomar posesión de lo suyo. Además, el viejo Simeón se llena de los dones del Espíritu: alegría, acción de gracia, esperanza, mezcladas misteriosamente con temor, con espanto y dolor. Ana también profetiza, y estos testimonios a quienes ella se dirige son el auténtico Israel que espera con fe la redención del mundo según las promesas… “La gloria que llenará este templo es mayor que la antigua” había anunciado otro profeta. (cf Ag 2,9) Aquí está esta gloria: un niño pequeño con sus padres, dos ancianos y una asamblea sin nombre ni relieve. “La llegada del reino no se deja ver” (Lc 17,20).

    Esta es la manera de Dios en sus visitas, lo ha sido siempre….: el silencio, la irrupción, la sorpresa según el mundo, a pesar de las predicciones conocidas por todos, las profecías de las que la Iglesia comprende el sentido y espera su cumplimiento… No puede ser de otro modo. Los avisos de Dios son claros, pero el mundo continúa su curso. Comprometidos en sus actividades, los hombres no saben discernir el sentido de la historia. Confunden grandes acontecimientos con hechos sin importancia y valoran las realidades según una perspectiva del todo humana… El mundo permanece ciego, pero la providencia oculta de Dios se realiza día tras día.

Beato John Henry Newman (1801-1890),

teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra