20/07/2018 – El don de la misericordia viene derramado en quien recibe a Dios con un corazón contrito y humillado.
¿Qué es la contrición del corazón por la gracia de la misericordia? ¿Qué es la humildad? La verdadera contrición y humildad nacen de un quebranto del corazón, fruto de una manifestación de la grandeza de Dios, que pone en evidencia nuestra pequeñez y nuestra pobreza.
“En aquel tiempo, Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: «Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado». Pero él les respondió: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado.” Mt. 12, 1-8
“En aquel tiempo, Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: «Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado». Pero él les respondió: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado.”
Mt. 12, 1-8
Que el pecador se convierta y viva; éste es el sentido de la presencia misericordiosa del Padre en nuestra vida de pecadores.
En otro tiempo se consideraba que el sacrificio tenía valor por sí mismo, y la verdad es que no: el sacrificio tiene sentido cuando el amor nos lleva a entregar de tal manera la vida que hasta nos duele. Ahora, en contrapartida, pareciera que lo único que vale es el placer. Ni el placer en sí mismo como valor ni el dolor en sí mismo como valor. Ni una cosa ni la otra. Ni el placer tiene valor absoluto, ni el darse manija con el dolor permite vivir saludablemente.
Del paso del texto de Oseas al de Jesús hay un cambio, porque Jesús le da un sentido nuevo a “Yo quiero misericordia y no sacrificios”. En Oseas, la expresión se refiere al hombre, a lo que Dios quiere de Él: amor y reconocimiento; no sacrificios exteriores ni holocaustos de animales. En los labios de Jesús, la expresión se refiere a Dios. El amor del que se habla no es el que Dios nos pide, sino el que Él nos da. Misericordia quiero y no sacrificios significa quiero ser misericordioso, no vengo a condenar.
Ser cristiano no se reduce solo a cumplir los mandamientos; es ser de Cristo: pensar, actuar, amar como Él, dejando que tome posesión de nuestra existencia para que la transforme, liberándonos de las tinieblas del mal y del pecado. “A quien nos pida razón de nuestra esperanza, mostrémosle a Cristo Resucitado, y hagámoslo con el anuncio de la Palabra, pero sobre todo con nuestra vida de resucitados”, dice el Papa Francisco refiriéndose justamente a esto: misericordia quiero y no sacrificios.
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