02/08/2021 – Florencia Cogliolo es una joven santafesina que misiona en Panamá. Tiene 29 años y desde su localidad natal de Christophersen se unió a la familia misionera Verbum Dei. “Desde junio estoy en el corregimiento de San Félix, nuestra misión consiste en visitar a las comarcas indígenas panameñas, en la zona andina. Los sábados son el día más movido de la semana”, contó la joven. “La fe en algún sentido es intransferible, se pueden dar condiciones pero es un camino personal” dijo. “Vine a Panamá porque en este tiempo de pandemia era un destino posible. Más hubiera sido difícil hacerlo en Asia o Europa. El Dios de la vida siempre tiene la última palabra, eso resuena más en esta situación que está viviendo la humanidad”, aseveró.
“Yo soy la mayor de tres hermanos, crecí acompañada por una familia que me introdujo en la fe y que me dio medios para conocer a Dios. Siendo adolescente comencé a participar de un grupo juvenil en mi colegio, y a través suyo asistí a numerosas actividades juveniles de mi querida diócesis de Venado Tuerto, en las que conocí amigos con quienes transité la vida y la fe, y poco a poco la fe se fue integrando a la vida hasta fundirse y ser una sola cosa. La Pastoral Juvenil diocesana, me ofreció el gran regalo de misionar. Y desde esa primera experiencia de misión tuve la certeza de lo afortunada que era por tener a Dios en mi vida y quise compartirlo, anunciarlo para que llegue a muchos”, consideró Florencia.
“En esos años y por medio de la Pastoral Juvenil de Venado Tuerto, conocí al Verbum Dei. Es una familia misionera que concreta y centra su misión específica en la Palabra de Dios. La identidad de la Familia Misionera Verbum Dei queda expresada en su mismo nombre: ser familia, profundamente misionera, al servicio del anuncio de la Palabra de Dios. El Verbum Dei tiene una espiritualidad contemplativo-activa, plenamente apostólico misionera centrada en la Palabra de Dios, para seguir a Cristo, en su misión de formar discípulos y crear comunidades evangelizadoras. El Verbum Dei tiene un modo de vivir y realizar la misión centrado en orar la palabra, asimilarla, vivirla y crear comunión en torno a ella, anunciar el Evangelio, celebrar la vida que ella genera, enseñar a otros a hacer lo mismo para que puedan participar de forma activa de la misión evangelizadora de la Iglesia. Ser discípulos que hagan nuevos discípulos”, explico Cogliolo.
“En esos años conocí al Verbum Dei en un retiro para jóvenes de la Pastoral Juvenil. Y fue la escuela por medio de la cual Dios pudo bajar a tierra, a mi tierra. El mayor fruto fue aprender a tratarlo, y con ello descubrir la humanidad de Jesús y experimentar su cercanía. Ya no fue alguien lejano, sino Alguien que bajó a mi historia personal, a mi realidad y a mis circunstancias, a lo que iba viviendo, a mis dudas, a mis preguntas tantas veces sin respuestas, a mis miedos, a mis sueños, a lo que me ilusionaba, a lo que sentía con fuerza en el corazón y no sabía cómo darle forma. Sin dudas, el Verbum Dei fue ese canal de gracia por el que Dios pudo llegar más profundo. La Familia Misionera Verbum Dei no es una “cosa”, son personas que me enseñaron a creerle al Espíritu, a creerle plenamente a la Voz interior, a animarme a orar porque es un diálogo con Alguien que responde mis preguntas más profundas”, dijo Flor desde Panamá.
“Una frase del sacerdote español Martín Descalzo refleja profundamente mi experiencia: “Se sentían felices y asustados de haberlo conocido. No entendían nada, pero estaban seguros de que sus vidas ya no tendrían otro sentido que seguirle”. La vivencia personal de la gratuidad de Dios y de su delicadeza y amor en mi vida cultivó un deseo inmenso de compartirlo, de no guardarlo, de salir al encuentro de otros y revelarles lo que yo misma había conocido. El anuncio de Jesús, me dio la certeza de que la fe se fortalece dándola, y hoy ofrezco mi corazón por un nuevo destino: Panamá, fruto de un camino recorrido. La misión es la concreción de dos deseos, el mío de ayudar a muchos, de compartir la Vida que recibí, y el sueño de Dios de que a través de mi pequeña entrega para alguien pueda la vida ser más plena”, enfatizó.
“Las misioneras Verbum Dei realizan en Panamá una experiencia apostólica, de anuncio. Ellas la describen como una tierra sedienta de Dios, necesitada de una experiencia de fe viva, de encuentro personal con Jesús, de formación humana y espiritual, de catequesis, de acompañamiento pastoral, personal, familiar y social. Eso es Panamá para mí. Y me sugirieron este destino. Mi misión es dedicarle un tiempo a dicha labor. Cierro con la cita de esta estrofa de la canción inspirada en el “Pregón del evangelizador” de Jaime Bonet, el fundador de nuestra obra, que condensa en pocas palabras lo que he experimentado de Dios a través de muchos y lo que hoy deseo llevar a otros: “Porque ansío cambiar el odio en amor, porque anhelo ver despertar tantas vidas, paralizadas, sin rumbo ni sentido. Y me apremia llegar a tiempo, a quien a tientas busca sediento, añoro calor de hogar en tantos ambientes muertos, en un mundo que en silencio sigue gimiendo”. No dejo de sorprenderme cada día de cuánto Dios puede hacer con nuestras vidas, de cuánto un poco de mi tiempo, puede tener sabor a mucho para alguien, y de cómo al mismo tiempo que damos vamos recibiendo, en gratitud de la gente, en sonrisas, en alegría por recibirnos, en acogida. Misionar es dar, de lo que tenemos y de lo que somos”, cerró Florencia.