20/11/2018 – El obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara, celebró el 18 de noviembre en la capilla del Santísimo Sacramento, de la catedral metropolitana de Buenos Aires, una misa en el marco de la Jornada Mundial por los Pobres, convocada por el papa Francisco. En su homilía, el obispo señaló que al final de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor. En ese sentido, recordó que “el amor cristiano es un amor concreto, un amor encarnado, un amor comprometido”. “Como dice también la Palabra de Dios: No podemos decir que amamos a dios a quien no vemos, si no amamos al hermano, al prójimo a quien vemos, y especialmente a los más pequeños y pobres”, afirmó. “El papa Francisco propone para el día de hoy, la II Jornada de los Pobres, volvernos a plantear que los más pequeños y pobres están en el corazón del Evangelio, están en el corazón de las preocupaciones de Jesús”, señaló.
“En este mundo de hoy, donde muchas veces se elige quién es prójimo y quién no lo es, Jesús nos invita a no pasar de largo nunca frente a todo hombre, a toda mujer que sufre en su cuerpo o en su espíritu. Nos invita a ser samaritanos, es decir cercanos, a llorar con los que lloran y a compartir su dolor y su sufrimiento, a semejanza de como hace Dios, nuestro Padre”, animó. En referencia al lema de la jornada, “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”, el prelado advirtió que “si nosotros queremos llamarnos cristianos, si nosotros nos queremos considerar discípulos de Jesús, seguirlo más de cerca, no podemos dejar de escuchar el grito de los más pobres”. La invitación del Papa, aclaró monseñor Carara, “no es simplemente a tener un momento de generosidad, sino que es una invitación a convertir el corazón, a poner a los más pequeños y pobres en el corazón de la vida de la Iglesia, de la preocupación de nuestra sociedad”. “La deuda social que vivimos no es sólo un problema económico o estadístico, es un problema ético, porque aquellos que viven la pobreza, y entre ellos hay muchos niños y adolescentes, sufren”. En ese sentido, consideró: “No es que no podamos hacer algo; tenemos que hacer, tenemos que comprometernos, pero evidentemente es algo que no debe haber ocurrido, el sufrimiento que se podía haber evitado. Por eso nosotros, empezando por nosotros mismos, cada uno tenemos que comprometernos, tenemos que estar a la escucha del grito de los más pobres y poner en comunidad caminos concretos para tender la mano como Iglesia”, afirmó. “Estamos llamados a que los más pequeños y pobres se sientan como en casa, se sientan en familia, se sientan parte de nuestra comunidad, y muchas veces serán los más pequeños y pobres los que nos anuncien la alegría del Evangelio”, sostuvo. Finalmente, el prelado reiteró que “el corazón de esta jornada es una invitación a convertir el corazón. Así la recibimos: como una gracia, como un regalo, como una invitación que nos hace el Santo Padre, que no quiere otra cosa que el Evangelio de Jesús resuene en nuestra comunidad, en nuestra vida, en nuestra historia personal. Así lo recibimos, con ese espíritu abierto, y le pedimos al Señor que obre en nosotros”, concluyó.