Muros y Puentes en la Comunicación

lunes, 20 de julio de 2009
image_pdfimage_print
[Slideshow "muros-y-puentes-en-la-comunicacion-slider" no encontrado]

“Si quieres te acompaño en el camino,
Si quieres, hoy me quedaré contigo”

 Sí, quiero, Señor, Porque sé que sola no puedo hacer absolutamente nada. Nos cuesta entender esta realidad: El Señor está con nosotros, muy presente.
 Nos cuesta mucho estar solos. Y a su vez, la soledad en el hombre no produce cosas buenas. Sí necesitamos momentos de intimidad, de interioridad, de introspección. Pero el hombre no fue creado para estar solo. Es más: pensá en tu nombre. Este nombre no tiene sentido si no hay ‘otro’ que lo nombre.

 Imaginemos un muro, que nos va a separar.
Imaginemos ahora un puente, que va a mediar entre nosotros

Todo en esta vida es un decidir si me voy contigo o me quedo aquí
romperé los muros de mi propia casa iré mar adentro y pescaré por tí.

Hoy mi pueblo está clamando pide vida, pide amor
gritan mis hermanos y llega hasta el cielo su voz.
La misión que tú me has dado quiero hacerla realidad
luchar por la vida luchar por un mundo de paz.
Me has hablado en mil canciones más no te quise escuchar
cerré mis oídos porque es muy difícil hablar.
Hace tiempo me pregunto tu palabra escucho hoy
tu voz habla dentro y por tu camino ya voy.

“Un hombre solo es un hombre a medias: de medias tintas: un ave con una sola ala, un ejército sin armas, una bandera a media hasta, la mitad de un hombre, un corazón partido al medio, un rey sin su reina. Cuando estoy solo soy un fantasma. No me refleja ningún espejo. No proyecto ni mi sombra. No soy parte de ningún discurso. Estoy afuera de cualquier historia. No escucho ningún sonido. Nadie pronuncia mi nombre. Nadie reclama mi cuerpo.
Quiero ser sincero contigo. Estaba desesperado, buscaba  una salida, y me encontré con tus ojos grandes, transparentes, como un cielo despjado sin rostro tan oscuro. Reflejado en tus ojos, parecía radiante, sin sombra de un pasado. No había nada antes de Ti, no sabía nada antes de Ti. No me importaba nada antes de Ti, no soñaba nada antes de Ti. Y se hizo el mundo después de Ti, y supe todo. No importó la vida después de ti. Soñé contigo después de ti. Nunca más estuve solo.”

 La mirada del otro nos define, nos hace dar cuenta de que ‘somos’, nos devuelve nuestro ser. Si no estás del otro lado, no hay nadie para mirarnos, para escucharnos, para sostenernos.
 Pensemos en aquellos ojos que en algún momento de nuestra vida, cuando mirábamos para abajo, agarraron nuestro mentón, lo levantaron y nos dijeron ‘mirame’ aún sin palabras.
 Cuando estamos sumidos en la soledad, aislados, construyendo nuestros propios muros, necesitamos que alguien nos levante la cabeza y nos diga: ‘mirame a los ojos, profundamente, y sosteneme la mirada, no bajes tu rostro’. Y hablamos de la mirada del alma, aún sin poder ver. Aquellos que no tienen la visión, saben que hay otras maneras de mirar. Y en esto, los que tenemos la posibilidad de ver muchas veces nos perdemos del gusto de mirarnos.
 El hombre no está creado para estar solo. Solos no podemos nada. Y claro que puede ser que vivamos solos, que la vida nos encuentre solo. Pero una cosa es habitar solo en una casa, tener quizá por opción una vida de soledad. Otra cosa distinta es quedarse solo de los hermanos, de los padres, de aquellos que te definen.
 A veces estamos solos en medio de la muchedumbre, en nuestro hogar, entre nuestros hijos. A veces en una misma habitación hay un muro entre los esposos que no pueden sortear si no buscan ayuda. Quizá no sabemos en qu&eacu