Nadie Es Perfecto

sábado, 4 de julio de 2009
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No me pidas más de lo que puedo dar
Cada uno tiene su mayor anhelo.  No le quites alas a la libertad
porque ya ha empezado a levantar el vuelo
no me pidas más de lo que puedo dar, tengo a mano la alegría y la tristeza
me acompañan y me ayudan a cantar, por eso las dos se sientan en mi mesa
yo no puedo ser perfecto, tengo miles de defectos, tengo lágrimas y tengo corazón
si me pides que mejore mis fracasos, mis errores,  dame tiempo para ver si puedo andar
yo te seguiré donde vayas tu y me quedaré a tu lado
no me pidas más de lo que puedo dar. Yo soy lo que ves
no soy más que vida que ha escogido a mi cuerpo para descansar
y seguirá camino a algunos de estos días
yo prefiero darme tal y como soy, con todas mis dudas y contradicciones
yo no quiero fabricar una mentira para retenerte, para estar contigo
dame tiempo para ver si puedo andar y
yo te seguiré donde vayas tú y me quedaré a tu lado
sólo una cosa te voy a pedir : no le hagas caso a mi melancolía,
algunos días es más fácil sonreír,  pero éste no es uno de aquellos días

    En el Evangelio Jesús nos dice “sean perfectos como vuestro Padre…” .La perfección de la que habla Jesús no tiene nada que ver con la que nosotros tenemos en la cabeza en la mayoría de los casos. ¿A qué tipo de perfección nos exhorta Jesús? A la que tiene que ver con la humildad, con el amor, la tolerancia, la paciencia, la mansedumbre.
Hoy nos proponemos poner bajo una mirada crítica nuestro propio perfeccionismo, que puede ser una fuente  de desdicha, de frustración permanente, una fuente permanente de envidias porque a veces ponemos lo perfecto afuera, en los demás. Este perfeccionismo tiene que ver más con la ambición, el orgullo, la baja autoestima, la competencia, la rivalidad con los demás y con uno mismo, o con experiencia quizá de descontrol durante la infancia.
    Generalmente el modelo de perfección que tenemos en la cabeza tiene que ver con muchas, muchas expectativas. Muchas veces tenemos que hacer algo así como una “desintoxicación de ideales” que a veces nosotros mismos promovemos, como cuando hablábamos la semana pasada de “no renunciar a nuestros sueños, a nuestros ideales”

    Ahora, con todo este “bum” de las comunicaciones, de la web, circula mucha información sobre lo que hay que hacer, lo que hay que tener, los vínculos. Uno abre cualquiera de los portales de Internet y lo primero que aparecen son una serie de consejos para la casa, para el cuerpo, para el mundo de relaciones, para el trabajo, para tomar decisiones, para la maternidad, para que los hombres te miren, para que las chicas te sigan… hay una parafernalia de recetas que se distribuyen de manera gratuita y masiva,  que en el fondo lo que hacen es “aumentar las expectativas de…
    Con esta cantidad de expectativas con los que los seres humanos vivimos en este sistema consumista, capitalista y neoliberal, filosofía bastante jorobada para manejar, vivimos esclavos, muchas veces con cadenas, otras esclavos con ‘telas de araña’. Las cadenas son visibles: los totalitarismos, los autoritarismos, las prohibiciones de las libertades públicas. Al ser claramente visibles y objetivas, es fácil protestar. Pero hay otras formas de esclavitud que son muy sutiles, que son como estar atados con telas de araña, porque uno se las lleva pegadas todo el tiempo: son finitas, casi transparentes, se te quedan pegoteadas y es difícil sacártelas de encima.
    Creo que el sistema en el que estamos viviendo es eso: una envoltura del ser humano en una gran telaraña de expectativas: continuamente se nos están marcando cánones, modelos, ideales de lo que hay que ser, de lo que hay que hacer y de lo que hay que tener.
    En realidad “ser” importa poco. Se perfila más bien a través del tener y del hacer. Y son cánones, “recetarios” que tomados individualmente no parecen difíciles de alcanzar. Pero cuando se juntan, no te da ni la cabeza para pensar en todos los cánones que descabelladamente se montan sobre nuestras expectativas. A veces recomiendan tantas cosas que para lograr lo que proponen debiéramos contar con un día de 25 hs., exclusivamente para eso.
    Hay cánones que se nos proponen y que llevan la perfección hasta límites muy altos, con estas normas, porque te dicen: memorizalas, creelas, ponelas en práctica,. Es como mucho pedir ¿no? Si sumamos a estas normas que se nos proponen para “ser perfectos” en determinados aspectos como la forma de vestir, o de tener un cuerpo escultural, o de tantas otras cosas, si a esto le sumamos las exigencias de la vida del hogar, de la vida vincular, de lo que son expectativas de la vida sexual de la pareja, de las exigencias de las expectativas en el trabajo, todos los mandatos explícitos e implícitos…
    Lo más insidioso de todo esto es que los medios de comunicación no solo nos dicen lo que tenemos que hacer para que nuestra vida sea perfecta, sino que también a través de la publicidad nos dicen qué tenemos que comprar para tener una vida perfecta. Nos crean necesidades que terminan siendo una exigencia más, porque después también cuesta mantenerlas –por ejemplo en lo que se refiere a tecnología-.
    A veces nos olvidamos que detrás de todo esto hay intereses creados, hay todo un sistema montado para hacernos sentir que necesitamos ser siempre más y comprar siempre más, y llega un momento que no nos damos cuenta hasta qué punto hemos identificado la felicidad con todas estas expectativas y ambiciones. Eso es precisamente un objetivo de todas estas estrategias desenfrenadas de acumular expectativas en las expectativas del alma de las personas.

A la medida muy pocas cosas en la vida encontraras
y con el tiempo sin darte cuenta en su momento lo veras
a la medida solo hallaras lo que cabe en tu corazón
buscando afuera es mas certera una triste desilusión.

Creo que venimos a este mundo nada mas para aprender
y sin pensarlo tarde o temprano alguien te lo hará entender.
Con tu permiso con mis defectos a otro lado ya me voy,
mas nunca olvides que yo te ame con lo bueno y malo que soy.

No hay hombre perfecto no hay como el que buscaste mi,
perfecta es la lluvia que cae y no lo que tu has de elegir,
como inventaste que era yo esa infalible solución
que haría feliz por siempre a tu corazón.

Tu hombre perfecto será el que nunca a ti llegara.

Marco Antonio Solis

    El perfeccionismo en el fondo es un acto de control: si las cosas están perfectas, están ordenadas, están en su lugar, o donde yo me imaginaba que iban a estar, entonces todo está bajo control y yo me siento relajada, contenta, feliz. Pero en cuanto algo se sale de su lugar aparece este sentimiento de descontrol que en cada uno puede tener connotaciones diferentes. Por ejemplo. El perfeccionismo es una sintomatología muy frecuente en loque hoy la psicología llama co-dependencia, es decir: personas que han vivido con personas en vínculos estrechos, sean hijas de, esposas de, padres de, que han vivido con personas con problemas de adicciones al alcohol, a las drogas, al juego, o con grandes desórdenes psicológicos. El que vive con esas personas, el que comparte un tiempo importante de su vida con esa persona, el que de una u otra forma depende de esa persona ya sea porque viven bajo un mismo techo y entonces hay que organizar la vida común, ya sea porque son sus hijos y dependen de sus decisiones, porque la economía depende de esa persona… Eso es lo que llamamos co-dependientes: yo dependo de alguien que a su vez “depende de” –el alcohol, la droga, el juego, o alguna problemática psicológica-. Termino siendo co-dependiente: dependo como él, porque dependo de él.
    En esas personas se ha descubierto ya un altísimo grado de perfeccionismo: necesitan tener todo bajo control ¿por qué?. Por ejemplo: si tengo un papá alcohólico, tengo una experiencia como niño de mucho descontrol en casa: si es que llega a casa y se pone violento, o se juega toda la plata que teníamos para comer… La vivencia de descontrol es muy fuerte y atemorizante en los niños, y está ligada al miedo a la muerte, porque si el nido en el que se ampara se sacude de esta manera y está expuesto a semejantes inclemencias, la vivencia que tiene es que el nido se va a caer, y él, que es aún un pichón que no vuela, se va a morir, alguien lo va a pisar –lo cual no está muy lejos de ser real-. ¿Cómo compensa esa vivencia de descontrol? Con un fuerte control y perfeccionismo sobre otras cosas. Entonces por ejemplo, existe una problemática de violencia y me pongo obsesiva con el orden y la limpieza para que el violento no se exalte, no se altere y no se pierda el control. Entonces ejerzo una fuerte expectativa de control, de orden en todo lo que tenga que ver con la casa para que ese sujeto en control no pierda los controles.
    En otros casos uno tiene un hermano que es muy descontrolado, entonces yo como hijo alternativo trato de ser la fuente de control para mis padres: ya que ellos tienen que lidiar con un problema serio en mi hermano, trato de ser la niña diez porque tengo la sensación de que esta familia no va a resistir un desborde o un control más.

    Los perfeccionistas son personas abrumadas por la necesidad de control. Para la persona perfeccionista es atemorizante la posibilidad de sufrir algún caos incontrolable.
    Hay que aprender a no hacer adhesión masiva de las fachadas que a veces vemos en la gente. No todo lo que brilla es oro. Muchas veces vemos, por ejemplo, una mujer “que las tiene todas”: es bonita, tiene una linda familia, un auto genial, etc etc. Pero en muchos casos esa perfección es lo que se ve exteriormente, y detrás de esa fechada, detrás de todo el esfuerzo que se pone para que su vida se vea perfecta, se ocultan tremendos problemas.
    Cuando nos creemos esas imágenes idealizadas que nos venden los medios o nos vende la misma gente, pensemos que no hay vida tan fantástica como se parece. Muchas veces la gente aparenta de todo por miedo al descontrol. No se trata  de querer vender una imagen para querer engañar al otro, sino que en el fondo hay un gran miedo al descontrol. Y si a veces nos comparamos con esas imágenes idealizadas de la vida, de los vínculos, de la familia,  de uno mismo, de los talentos, del cuerpo, de la inteligencia…imágenes tremendamente idealizadas, y establecemos vínculos envidiosos, rivalizantes o que bajan nuestra autoestima, estamos acumulando pena, tristeza, dolor, y sobre todo, una enorme mentira y una gran fantasía que nunca se va a hacer realidad.

QUE SERA 
Que será, que será
Que vive en las ideas de los amantes Que cantan los poetas más delirantes
Que juran los profetas embriagados Que está donde se aburren los mutilados
Que está donde se imaginan los infelices Que está en el cada día de cada crisis
Durmiendo entre el bandido y el desvalido En todos los sentidos…
Que será, que será
Que no tiene decencia y no la tendrá No puede estar prohibido y no lo estará
Pues no tiene sentido
Que será, que será
Que ni las precauciones lo pueden parar Porqué todas las risas lo quieren reír
Y todas las campanas lo van a anunciar Y el himno de los himnos lo consagrará
Y todos los caminos lo conducirán Y todos los destinos allí se unirán
Que casi ni Dios mismo lo puede evitar Y el cielo y el infierno lo bendecirán
Que no ha tenido ley y jamás la tendrá Que no ha sentido miedo ni lo sentirá
Porque no tiene juicio

    Hay seres “liquidados” en su autoestima, en sus ganas de vivir, en su amor por la vida… y cuando empezamos a hurgar en el fondo de su alma nos encontramos con un terrible perfeccionismo. Tal vez tras una fachada de humildad, hay una ambición terrible que carcome y destruye los cimientos mismos de nuestro contacto con la vida, porque “crecen junto el trigo y la cizaña”. Hay “pequeños finales”, “etapas que se cierran”, que nos permiten hacer balances, discernimientos, y arrancar la cizaña. Pero no se puede estar todo el tiempo haciendo balances y discernimientos, ni tampoco se puede estar pretendiendo sacar la cizaña de la vida. No se puede y no se debe, porque nos enfermamos.

Vamos a tratar de descubrir como opera esta carga de perfeccionismo, esta exigencia, en un problema concreto. Pensemos en una situación que personalmente nos resulte estresante. Ejemplo livianito: tenemos gente a comer. Para las mujeres que trabajamos es todo un desafío: mantener el ritmo habitual de la casa, mas esta situación extra. ¿por qué te estresa esto? La primer respuesta que nos damos es “porque tengo poco tiempo para hacer todo lo que necesito” ¿y qué es lo que tenés que hacer? “Limpiar la casa, comprar las cosas que necesito” ¿y por qué “tenés” que limpiar la casa? (No te digo que seas un roñoso. Te propongo que remuevas un poso las cosas que están pegadas como pensamientos automáticos y que damos por hecho ya). Respuesta “es obvio: ¿cómo voy a recibir visitas en una casa sucia y desordenada?” ¿y no será, hurgando más abajo, que tenés la sensación de que la visita se va a llevar una sensación fea si la casa está desordenada?, y yendo más abajo aún ¿no será que hay una sutil competencia y tengo que demostrar tal o cual cosa?, y más abajo ¿no será que le quiero mostrar lo bien que estoy, o cómo le voy a preparar un plato tipo gourmet en lugar de llegar más relajada y comprar una pizza hecha?. Y ¿por qué tenemos esa sensación? ¿por qué queremos “impresionar” al otro? ¿será porque el otro siempre nos ha parecido mejor? Ahí tenemos un pensamiento automático que está en el fondo, debajo de todo el “deber ser” que tenemos, que es como una telaraña pegada, adherida: “tengo que demostrar lo que valgo, o lo que soy, o lo que tengo”, porque no estoy del todo convencida hacia mi propia vida interior de que realmente valgo o que estoy en paz con lo que tengo o lo que soy.

Siempre que nos sentimos estresados o infelices, es buenos tomar un block de notas y hacernos estas preguntas hasta llegar a estos pensamientos profundos automáticos, distorsionados y distorsionadores que nos atormentan: “Soy una madre nefasta, porque mis hijos no son como yo quisiera”, “Tengo que ofrecerme como voluntaria para todo proyecto que haya porque si no va a parecer que no soy una persona comprometida con la sociedad”, “Nunca viene nadie a visitarme porque mi casa está desordenada”, “si los demás me conocieran de verdad y de verdad verían como soy o como estoy, les caería mal”. Sería interminable la lista de pensamientos que podemos llevar pegados como telarañas y nos nublan la visión de nuestras cosas.

En general, las mujeres son las más vulnerables a estas cuestiones perfeccionistas, porque se les ha agregado a todo un discurso de la maternidad, del hogar, de mandatos tradicionales, una carga laboral fuera de casa. Y ahí también, si bien hay un optimismo generalizado respecto de las posibilidades que las mujeres tenemos de administrar distintos roles, también creo que hay una expectativa exagerada, por momentos inhumana. Y por eso hay un porcentaje elevado de mujeres con sintomatologías de stress: porque se están exigiendo más de lo que es posible. No se puede vivir todo el día de demanda en demanda, por más que encajen en la agenda, por más que entren en el horario. La psiquis de la persona no da para tener una agenda con muy pocos o sin espacios libres. Además, los roles de la mujer son muy intensos: el de la maternidad, el de la vida de hogar, y en algunos casos el profesional, exigen fuerte compromiso emocional. Por eso, hoy hasta las mujeres feministas pioneras están revisando los frutos que se están cosechando respecto de un exagerado optimismo puesto en las posibilidades que la mujer tiene desempeñando distintos roles al mismo tiempo y todos con igual grado de excelencia. Como muchas veces no puede, muchas veces también terminan pagando ese costo los hijos, que son los más vulnerables y que son los que realmente necesitan de atención y acompañamiento.

En muchos casos, esa vulnerabilidad de las mujeres al perfeccionismo se da porque han sido adiestradas así. Había una carga de prolijidad, de exigencia en las tareas femeninas muy grande. Y esto de alguna manera sigue siendo un modo de vincularse con las cosas de fuerte expectativa, exigencia, perfeccionismo.
No estoy en contra de la perfección ni de la precisión ni de la eficacia. Yo diría más bien todo lo contrario: un pensamiento perfeccionista del estilo del estilo de perfeccionismo del que estoy hablando, suele traer como consecuencia una falta de inteligencia para diferenciar las cosas que son realmente importantes, exigentes, o las exigencias que tiene cada cosa. Suele traer una especie de esquizofrenia social. Entonces tenemos por un lado gente sumamente exigente consigo misma, que además tiene un compromiso con valores, con ideales, con su trabajo, y suele ser esa la gente que padece “burnout”: gente explotada, no reconocida, no del todo valorada por sus jefes, que después no puede diferenciar cuándo realmente es necesario exigirse y cuándo no lo es tanto.

Algunas características del pensamiento perfeccionista:

No es lo mismo ser perfeccionista que ser preciso, realista, coherente. El agua hierve a los 100ºC, y no a los 99,9ºC. Pero de pronto no hace falta que el agua hierva, y nosotros estamos exigiendo los 100ºC también.
Por ejemplo: el tipo de pensamiento “todo o nada”, no hay términos medios: estás en la cola del super que va más lenta, y pensás ‘siempre me equivoco de cola’ ¿será así? ¿es siempre? ¿o será que de diez veces te ha tocado tres, pero para vos es siempre?. Podrías pensar en cambio ‘tengo unos minutos más en la cola. ¡qué podría hacer mientras? Tal vez hojear una revista, rezar…’

Otra característica del pensamiento perfeccionista es la sobregeneralización: cuando nos pasa algo malo, pensamos que es una cosa mas de un patrón interminable de cosas miserables que están en la cola de la vida para entrar en mi vida. Porque somos perfeccionistas, estamos poco preparados para las durezas de la vida. La vida es brava y hay que pelearla. Queremos la felicidad servida en bandeja. Entonces: en este momento tengo estos problemas: mi hija enferma, no me funciona el calefón y es la tercera vez que lo hago arreglar, la puerta del horno cierra mal y se me queman las comidas… Si todo eso lo asocio a una mala racha, de sobregeneralización, es obvio que me voy a estresar y voy a estar con un humor de perros. En cambio, si pienso ‘así es la vida: en la vida las cosas se desgastan, se rompen, y a veces es lo más frecuente que haya una seguidilla de cosas que se rompen. Pero soy feliz porque abro la canilla y tengo agua’. En seguida construimos patrones, y patrones negativos. Y en seguida tendemos a pensar que se van a repetir. Este es el miedo al descontrol.

Otra característica es el filtro mental: nos centramos en los aspectos negativos y le quitamos importancia o peso a los positivos. Descalificamos lo positivo, nos negamos a reconocer los logros. A veces ni siquiera los vemos. “Soy una mala madre”. Y tu hijo ¿qué edad tiene? “12 años” ¿y está sano? “sí” ¿y va a la escuela? “sí” ¿tiene amigos? “y, sí” ¿y pasó de grado? “y, sí, pero raspando”. Pero si ha llegado a esta edad, sano, con vínculos, va a la escuela… algo habrás hecho para que tu hijo tenga estas posibilidades y recursos. ¿y qué tal si te ponés a disfrutar de lo que sí pudiste hacer, de lo que has logrado? ¿sabés lo que puede llegar a ocurrir?: que seas mejor madre todavía, que estés más tranquila, más reconciliada con la realidad, que te exijas menos, y le exijas menos a tu hijo, a la vida, y a Dios, que seas menos chinchuda, que estés menos estresada, que saques conclusiones menos precipitadas…

¿Por qué somos tan precipitados para sacar conclusiones? Los perfeccionistas predicen “vía telepática” cómo va a reaccionar mal alguien, o que le va a ir mal en tal cosa. Reacciones negativas.
Una cosa es ser prudente, y otra sacar conclusiones precipitadamente. Por ejemplo, leyendo correctamente la realidad, que le digamos a nuestro hijo “no salgas en bicicleta de noche porque es peligroso” es prudente. Pensar “a mi no me va a pasar” sería por lo contrario, la base de los accidentes. Hay que tomar precauciones, y eso es prudencia. Pero distinto es eso de, por ejemplo, no presentarse a una entrevista para un empleo, porque de antemano creen que no se lo van a dar, y no tienen ninguna base real para pensar eso. Solamente su propia percepción de ellos mismos. ¿qué pierden con presentarse?. Al contrario, al no presentarse pierden una experiencia valiosa que le puede servir para próximas entrevistas.
En el perfeccionista hay además una tendencia a dramatizar las cosas. Lleva en sus espaldas una mochila que se torna tan pesada que su predisposición para la vida es nefasta porque está agobiado, cansado, porque además de las exigencias de la vida real, que hoy son muy elevadas –es difícil educar a los hijos en esta sociedad, no hay padres, no hay madres, no hay escuelas, no hay instituciones con valores, no hay contención, hay mucha droga, mucha calle, mucho delito, hay mensajes muy torcidos, los medios de comunicación son una basura…-, dramatiza situaciones que en realidad no son para dramatizar. Tener el auto en el taller no es una catástrofe. Es algo normal que se rompa de vez en cuando. Pero tengo una chinche…porque no puedo hacer todo lo que tenía que hacer.

Otra tendencia de la persona perfeccionista es buscar el culpable, o la madre de la culpa: quién es el culpable de esto. A veces el perfeccionista es “in culpa”, y otras veces busca culpas en los demás. Con cualquiera de los dos caminos siempre se llena de rabia. En cambio, es bueno pensar que no podemos controlar los actos de los demás. Hay muchas razones por las que las personas hacen cosas distintas de las que nosotros suponemos debieran hacer, y encima, no está en nosotros conocerlas a todas. En lugar de culparse o culpar a otro, es bueno encarar diréctamente el camino más estrecho, más simple, más corto, y ver de qué manera se puede resolver, o al menos, ayudar, o al menos, mitigar las cuestiones que sean.

Las personas perfeccionistas tienen la sensación de que todas las personas importantes que hay en su vida tienen que quererla o tienen que estar de acuerdo siempre con ella, de lo contrario, es horrible. Y esta sensación lo lleva a comprometerse constantemente con los demás y con la aprobación ajena. Es decir, en el perfeccionista hay un imperativo: los demás tienen que estar de acuerdo conmigo. Los demás me tienen que querer. Entonces, tal vez opta por no adquirir o comprar algo que crees que te hace falta, porque fulano te va a criticar o no va a estar de acuerdo. Sería bueno en cambio pensar ‘me gusta, lo necesito, y aunque fulano no va a estar de acuerdo, yo confío en mi propio discernimiento’. No siempre los demás van a pensar que estamos en lo correcto, van a aprobar lo que hacemos, van a estar de acuerdo con el modo que enfrentamos las cosas. Estos aires de superioridad moral que a veces los perfeccionistas queremos desarrollar –por ejemplo: damos un consejo, y si el otro no lo sigue, nos enojamos, o le quitamos el afecto-, como si nosotros siempre tendríamos que tener la posta y en toda situación. Y el reverso de esta situación, suele ser el “¡pobre de mi!”: nos consideramos personas “estrelladas”. Personalmente, en lo que tengo de vida, he llegado a pensar que “dolores y gozo, penas y alegrías,  son las cosas que mejor distribuidas están en el planeta”. No tenemos que dejarnos llevar por las apariencias. Detrás de una gran felicidad, a veces hay muchos dolores. Y, como dice el poeta, “lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”
Es dura la vida, pero es linda. Y es la única que tenemos, así que empecemos por ahí…

De tanto correr por la vida sin freno
Me olvidé que la vida se vive un momento
De tanto querer ser en todo el primero
Me olvidé de vivir los detalles pequeños.
De tanto jugar con los sentimientos
Viviendo de aplausos envueltos en sueños
De tanto gritar mis canciones al viento
Ya no soy como ayer, ya no se lo que siento
Me olvidé de vivir
De tanto cantarle al amor y la vida
Me quede sin amor una noche de un día
De tanto jugar con quien yo más quería
Perdí sin querer lo mejor que tenía.
De tanto ocultar la verdad con mentiras
Me engañé sin saber que era yo quien perdía
De tanto esperar, yo que nunca ofrecía
Hoy me toca llorar, yo que siempre reía.
Me olvidé de vivir
De tanto correr por ganar tiempo al tiempo
Queriendo robarle a mis noches el sueño
De tanto fracasos, de tantos intentos
por querer descubrir cada día algo nuevo.
Me olvidé de vivir

“Vengan a mí los que me desean y sáciense de mis productos, porque mi recuerdo es mas dulce que la miel y mi herencia mas dulce qu un panal. Los que me coman tendrán hambre todavía. Los que me beban tendrán mas sed. Los que me obedezcan no se avergonzarán y los que me sirvan, no pecarán” Ecl 24,19

 

Todo lo que soy, lo que quiero ser y lo que fui 
Toda la esperanza de una vez ha venido a congregarse aquí 
Toda la ilusión, todas las historias que conté 
Lo que pudo ser y lo que no se desnuda en brazos de mi voz 
Toma esta canción como un desafío al porvenir 
Como una saeta hacia la luz de un nuevo destino, un nuevo sol 
¿Qué será la arcilla entre nuestras manos mañana? 
 
Soy un arlequín vivo en una bola de cristal 
Vengo del futuro en marcha atrás 
Voy hacia delante, que mas da 
Voy de polizón dentro de la nave de la paz 
Quiero ser semilla de virtud, pero no me alcanza la verdad  
Puedo ser feliz, y me lo propuse alguna vez 
No recuerdo cuando ni porque, pero me dijeron que la fe 
Mueve las montañas, mueve las montañas mi fe 
 
Quiero sepultar toda la esperanza que hay en ti 
Porque el desamparo, el abandono no me dan lo mismo 
Aférrate aunque sea a una canción que alumbre los rincones 
Donde no ha llegado todavía una luz, la claridad que buscas 
Todo lo que soy, muere cada noche resucita 
Cuando llega el día a mi ventana con una promesa 
Llenándome de fuerzas para continuar en la batalla 
Para derrotar a la nostalgia, porque hay que mirar hacia delante.

Si yo tuviera una varita mágica, -le diría al Señor-, desterraría toda la tristeza, el desamparo…qué feliz sería!. Y el Señor me dice “la única varita mágica, es la cruz”. Esa es la varita mágica que nos muestra en el camino. Hay que hacer un mundo con lugar para todos, y una vida con lugar para el fracaso. Porque hasta el fin de los tiempos, la cizaña crece con el trigo.

Lo que plantea nuestra sociedad, que está enferma y que es también enfermante: agradar a todo el mundo, ser el primero en todo, tenerlo todo, cubrir todas las expectativas muchas veces adolescentes de la felicidad , expectativas muchas veces infantiles de los demás y de la vida, no es lo que plantea nuestro Padre, lo que plantea el amor. Que el Señor nos de la gracia de seguir profundizando estos conceptos y seguir profundizando y el darse cuenta de cuándo nosotros caemos en esas trampas.