Navegando hacia la otra orilla

jueves, 9 de enero de 2014
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En seguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.
Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar,porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman".
Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.
              
                                                                                                                           Marcos 6,45-52

 

09/01/2014 –  Como cada mañana en la apertura de la catequesis, el Padre Roberto Álvarez nos invitó a ponernos en presencia del Señor con una oración que te compartimos a continuación:

 

Líbrame de mis apegos y mis egoísmos Señor.
Dame las fuerzas de vencer mi materialidad
y la jerarquía de mis valores.

Que sepa apreciar aquello que viene de vos
y que en los demás son sus acciones
que valen más por lo que significan
que por el valor material que contengan.

Que sepa descubrir que no es lo importante la cantidad,
sino la sana y buena intención con que se haga o se de algo.
Que encuentre Señor ahí el verdadero valor.

Te pido Señor que mis acciones estén marcadas
por la buena y sana intención, y que persigan
el bien de alguien en concreto o de la comunidad en general,
importando menos mi persona, mis privilegios,
mis concepciones, mis estructuras, incluso mi fama.

Que sea Señor como esa pobre viuda.
Que quiera pasar desapercibido ante la mirada
de los hombres y sólo sea para vos,
Dios Padre, para quien haga, piense y
sueñe las cosas en lo profundo de mi corazón.
Amén


Los apegos son esas estructuas, enojos y parálisis que estancan a la persona impidiéndole correrse de lugar, dejándola inmóvil.

Podemos revisar el evangelio de hoy y preguntarnos ¿en qué pasajes me siento identificado, identificada de manera tal que logro reconocer en mi vida esos apegos que me impiden ir hacia la otra orilla?

Tal vez sintamos que estamos en un lugar en donde no pedimos estar; quizas la sensación es de nadie nos pidió permiso para llevarnos hasta allí y esto nos hace permnecer en un enojo que nos lleva a quejarnos casi constantemenete sin permitirnos ni siquiera preguntartarnos por qué estamos en esa orilla y mucho menos cómo hacer para ir hacia la otra costa.

Jesús siempre se acerca a nuestra vida, nunca  nos deja solos. El vence el mal, nuestras rebeldias, terquedades y parálisis, porque es un Dios que acompaña, un Dios que no abandona. Él pasa, nos mira y se queda con nosotros.

La cercanía de Jesús nunca es solo de palabra. Porque es el verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros. Jesús se subió a la barca de la humanidad y el viento se detuvo.

Para poder, en el día de hoy, revisar los apegos, la inmovilidades y rebeldías que no nos dejan ir hacia esa otra orilla, debemos tener en cuenta que en algún momento Jesús se va a acercar, nova a  seguir de largo se va a centar en nuestro corazón, trabajo, en nuestra familia, en nuestra barca y seguro que si el se sienta el viento cesa.


                                                                                                                  Padre Roberto Álvarez