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Navidad: la fiesta de la sencillez
sábado, 22 de diciembre de 2007
Siempre esperamos en el Señor y si todo niño que nace trae al mundo el mensaje de que Dios no se ha cansado del ser humano, esto decía Tagore, cuando ese niño que nace es el mismo Dios, quiere decir que Dios ama tanto al ser humano que ya no puede vivir sin él. La fiesta de la Navidad suscita en todos los seres humanos una gran nostalgia, una añoranza, casi un dolor de hogar, dolor de hogar, si que lo hace volver a la casa donde se sintió querido y aceptado en su fragilidad de niño, por lo mismo ya en estos días, las vísperas de la fiesta es el día del año que más se viaja no solo por los caminos de la tierra, atención, por las rutas, en auto, en colectivo, en avión, sino sobre todo, por los caminos interiores del alma en busca de la querencia, esas raíces por la que el ser humano se arraiga a los orígenes de su ser y vuelve a la infancia, donde encuentra su identidad y su pertenencia. Dicen que navidad es la fiesta de los chicos y no solo de los que tienen pocos años, sino de todo ser humano en quien siempre habita un niño interior aunque tenga muchos años.
Es la fiesta de la sencillez, de la simplicidad, de la transparencia, de la rectitud, de la ingenuidad, de la espontaneidad, del asombro, entonces por eso decimos, la fiesta de los chicos, de los pequeños, de ese ser incontaminado que sabe descubrir lo esencial de la vida y busca el arrimo de alguien que lo reciba con cariño y en donde pueda descansar al abrigo de una gran confianza aunque no tenga mucha fe religiosa. El niño que nace en Belén suscita en esa persona un sentimiento de ternura y al mismo tiempo la sensación que en esa fragilidad se sostiene el mundo ¿Qué es lo que explica esa mezcla de cercanía y trascendencia? Dios, el eterno que está fuera del tiempo Señor de la historia y del tiempo, por la encarnación del Verbo, se somete al tiempo, se deja conducir por los acontecimientos de cada día como cualquier ser humano. El Creador se hace criatura, la omnipotencia se somete a la fragilidad, la riqueza sufre la pobreza, lo grande se hace pequeño, el espíritu puro entra en la carne, la santidad se introduce en el pecado del mundo, la vida divina asume la condición humana.
Todo esto acontece en la historia real, en un tiempo, en un pueblo, en una familia determinada. No se trata de un cuento para niños, ni un mito o símbolo de una situación permanente. Se trata de una realidad histórica. Siendo Cesar Augusto emperador de Roma y Herodes gobernador de la Judea…. Es lo que afirma el evangelio según San Juan en el prólogo de su evangelio “La Palabra que existía al principio, la Palabra que estaba junto a Dios y que era Dios, por quién fueron creadas todas las cosas, la Palabra se hizo carne y puso su tienda, su morada en medio de nosotros” 1-1-14. El verbo eterno, el Inmutable, entró en la casa de nuestra tierra para vivir como nosotros. Este proceso que transcurre en el tiempo y en el espacio con todos los condicionamientos que lo van marcando, con todos los golpes que van esculpiendo la personalidad, el sitio del pueblo o del campo donde nació, los padre que lo cuidaron, la escuela que frecuentó, los amigos que trató, los juegos que practicó, el alimento que comió, el paisaje que contempló.
El Verbo, la Palabra entra en el tiempo en la oculta gestación en las entrañas de una mujer sencilla de Nazareth, un pequeño pueblo perdido en Galilea. El silencio, la fragilidad y la pobreza marcarán la entrada en la humanidad de aquel que siendo de condición divina no hizo alarde de ser igual a Dios sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo haciéndose semejante a los seres humanos Filipenses 2-6-7 La pobreza entonces, es la expresión más clara de la condición humana como tal. Pobreza, fragilidad, vulnerabilidad, limitación, el mismo hecho de nacer habla de impotencia y fragilidad, se llega a este mundo sin que se le haya consultado a la persona ni el tiempo, ni el país, ni la familia, ni las cualidades personales que se hubiera querido tener. Llega desnuda, sin poder valerse por si misma, totalmente dependiente de los padres para satisfacer las necesidades elementales de la vida y así proseguirá en la vida dependiendo del ambiente, de las circunstancias, de la historia en que se desarrolla el ser, para terminar, cuando sale de esta vida, en la desnudez y en la impotencia misma como se entró al mundo. Cada uno de nosotros, vos y yo, no viene a esta tierra por propia iniciativa. Es puesto en una existencia recibida y contingente
Esta también es la existencia que asume el Verbo, el hijo de Dios, Jesús, cuando se hace uno de nosotros para compartir nuestra vida humana y asignarnos la suya divina. En el Verbo hecho carne la divinidad se esconde para correr, en medio de los avatares de una vida puramente humana. Todo transcurre en el proceso normal de toda historia humana, como la tuya, como la mía. Sabemos lo que dicen los evangelios, lo que San Pablo dice “presentándose como un hombre cualquiera se humilló a si mismo hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz”
También San Pablo dice en 2º Corintios 8-9 “Ustedes conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, como por nosotros se hizo pobre siendo rico para que ustedes fueran enriquecidos por su pobreza” porque eso, todo el ambiente del nacimiento de Jesús es estrecho, sofocante, ordinario. En el momento de nacer inicia el logos, la palabra encarnada, el Verbo encarnado su camino de muerte y todas las cosas que se ponen de manifiesto en la historia de su nacimiento, anuncian el fin en total pobreza e impotencia de la muerte
Se manifiesta a los pastores y a los pobres. La señal que reciben los pastores que vigilan en la noche sus rebaños, para reconocer al Mesías, el Señor anunciado en un despliegue luminoso de ángeles que cantan la gloria de Dios en el cielo y la paz en la tierra a los hombres es que “encontrarán a un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre” a Dios se le encuentra en lo despreciable, en lo frágil, en lo vulnerable, en lo limitado y humilde. El Señor de los cielos y tierra que ha ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y la ha revelado a los pequeños, a los sencillos, a los simples de corazón. Estamos hablando del regalo que Dios hace al ser humano porque al celebrar la fiesta de la navidad se nos suscita siempre la idea del regalo porque en el fondo, detrás de esta idea del regalo, esta la idea del don, de la gracia, de un Dios que se dona, se regala de un Dios que se derrama con su amor incondicional y gratuito en toda la humanidad, que se abaja, se hace cercano, esa es la idea.
Es que celebramos el gran regalo que Dios le hace al ser humano, le regala lo que él más quiere que es su propio hijo. Dice Juan en 3-16 “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único para que quién crea en El no perezca sino que tenga vida y vida en abundancia” En ese hijo se realiza un intercambio de regalos. Nosotros le entregamos la naturaleza humana y El nos regala su vida divina. En todos los regalos que se hacen en la navidad se debería expresar la donación de si mismo, ese regalo que Dios nos hace de su propia vida. Desgraciadamente, esa fiesta se ha comercializado, lo sabemos y ha perdido esa atmósfera de sencillez y gratuidad,
Gratuidad, que debería comunicar. La publicidad consumista la ha convertido en una competencia agotadora de mercado para los que entran en ese juego y quedan sin resuello, así, asfixiados después de tanto recorrer locales, galerías, comercios, atar paquetes, adornar arbolitos, escribir tarjetas, visitar parentelas y esa nochebuena, ya al borde de un colapso, que se soñaba radiante, se presenta oscura porque las miradas no encuentran el brillo de unos ojos iluminados por el cariño, por el afecto, por la reciprocidad, por la gratuidad y esa mirada que tiene que brillar porque estuve delante del misterio, capaz que de tanto correr de tienda en tienda, de comercio en comercio, de mercado en mercado, de abrir paquetes y cerrar paquetes en una de esas no estuve frente al sagrario en estos días, en el silencio, frente al pesebre contemplando cada personaje, hablando con cada uno de ellos, identificándome con cada personaje.
Y bueno, por esa ventana donde se esperaba descubrir el brillo de una estrella en la nochebuena, solo penetra el frío de la indiferencia, el consumismo, el comer desmesuradamente, la tristeza de una gran soledad que envuelve toda la tierra, yo diría mas que soledad solitariedad que envuelve tantos corazones. Entonces ¿Cómo prepararnos a celebrar una verdadera navidad cristiana en la que se encienda la luz de la estrella de Belén con el amor que Dios nos tiene y descubrir el valor de nuestro propio ser para entregar a los demás esa avalancha de ternura y de amor que nos envuelve? ¿Cómo podremos disolver las rabias, apagar las penas, soltar las tensiones, espantar los miedos y los aburrimientos acumulados a lo largo de todo el año que termina, sin necesidad de romper vidrios, oídos y corazones de nuestros familiares o tirar cohetes y bombas estruendosas para aturdirnos?
Y bueno, sencillo, “vayamos a Belén a ver lo que ha pasado” Lucas 2-15 . Vayamos a Belén con los pastores y entremos con ellos al establo. Ellos, en la noche oscura de su ignorancia, han sido iluminados acerca de lo que ha pasado en la cueva abandonada. Vayamos con los pastores llevando el regalo de nuestra pobreza de nuestra limitación, de nuestra carencia, de nuestra fragilidad, de nuestra vulnerabilidad, vayamos sin miedo de no estar preparados, de no sentirnos dignos atrevámonos a ir a Belén con nuestro rostro sucio y arañado de cicatrices de la vida, cargando la bolsa con todo el peso de nuestras infidelidades y caídas, de nuestros combates inútiles, de las batallas perdidas, de todas las rabias acumuladas contra nosotros mismos y que tan a menudo han salpicado a los demás. No tengamos miedo, el Señor nos quiere comunicar una gran noticia que nos llenará de alegría a nosotros y a todo el pueblo.
Se nos presenta como un gran regalo, un regalo que nunca se puede merecer y que hay que recibirlo con corazón de niño pobre, simple. Pidámosle a María que ella nos preste a su hijo y lo ponga en nuestros brazos. Mirando sus ojos llenos de asombro y de ternura podemos penetrar en algo el misterio que ella misma revuelve en su corazón sin poder abarcarlo. Si, ella misma, María. Ese niño pobre y desvalido es el mismo Dios que me entrega como un niño para que yo lo tome en mis brazos y se me entrega con un amor incondicional para sanarme de todas mis heridas, curarme de todas mis faltas, regalarme su propia vida, no me exige nada más que crea en el infinito amor que El me tiene. Contemplando ese niño, donde se expresa el amor que Dios tiene al ser humano se nos espantan los miedos, las fobias, las angustias, las ansiedades. ¿Qué podemos temer si todas las fuerzas del mundo están en la ternura de un niño?
Se nos disuelven las rabias, las broncas ¿Qué puede herir nuestro orgullo, que puede amenazar nuestra dignidad cuando toda la grandeza del cielo y del mundo entero se nos ofrece en la fragilidad de una criatura? Contemplando ese niño nos sentimos todos hermanos. Cuando Dios se hace hombre no se notan esas pequeñas diferencias sociales, políticas o económicas que tanto nos separan o ideológicas ¿no? Todos son importantes para Dios que nos convoca a proclamar su gloria reconociendo la fuerza de su amor en la debilidad de un niño. Todos son invitados a deponer las violencias, las rivalidades para construir la paz. Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor, la paz que implica la violencia contra uno mismo. En ese niño pobre y sin defensas aprendemos a descubrir la debilidad y la grandeza de todo ser humano por indigente que sea porque Dios está con él. En todos se nos rebela el poder del amor que Dios nos tiene y todo lo que hagamos con el más pequeño de los seres humanos lo hacemos con El.
Todos nos podemos aproximar ante el dueño del universo que le han prestado un establo para nacer. Allí encontramos un niño pequeño común y corriente que su madre sostiene en sus brazos mientras lo mira. Escucha admirada el relato de los pastores queriendo penetrar en el misterio de ese hijo que se le ha encomendado y que no termina de comprender quién es. Miremos y contemplemos al niño con los ojos de María y con la luz del Espíritu que penetra el fondo de las personas. En el rostro de ese niño se nos muestra el rostro de Dios pero también se nos muestra el rostro de todo ser humano, en especial de los más pequeños y pobres para que tengamos con ellos los mismos gestos y atenciones que quisiéramos tener con Jesús. El hijo de Dios se hace hijo del hombre para que sepamos descubrir y atender en cada ser humano.
Por eso entonces estoy hablando de los regalos porque yo quiero compartir con ustedes la alegría de sabernos regalados Dice San Juan en 4-10 “Si conocieras el don de Dios” por eso insistimos con esta idea del regalo, de la gracia, del don. ¿Qué pensás en estos días que el Señor te esta regalando como gracia, como don o que le querés pedir como regalo especial para vos, para tu familia? Vamos a seguir hablando sobre esta idea de sabernos regalados, que el regalo se prepara, el regalo se abre, el regalo se guarda. ¿Qué hacemos con el gran regalo de Dios que exige que lo abramos y nos abramos a El? Navidad es la fiesta del gran regalo de Dios. Por un lado un Dios que se sabe regalado con una humanidad nueva y nos invita a entrar en su gozo. Por otro este mismo Dios que regala en su humanidad el modo más increíblemente maravilloso de encontrar su divinidad y hace de nuestra existencia un vivir para siempre en el gozo.
Esta navidad, además, estamos llamados a vivirla mas que nunca de cara al gozo del nacimiento por aquel regalo que marcó el inicio de una historia humana, unida en la carne con la eternidad de Dios. Cuando hablamos de regalo nos referimos al hecho de regalar algo a alguien. Solemos decir vamos a hacer un regalo porque entendemos que en el regalo uno mismo se pone a hacerlo. O sea que no es que uno se envuelva dentro de un paquete pero es como que algo de uno va en ese paquete en ese regalo, como que en el fondo estoy queriendo decir “como no puedo entregarme del todo yo entrego esto pero en esto va parte de mí” eso si que es un regalo. Entonces sabe que lo ha hecho al pensarlo, elegirlo y ofrecerlo. También entiende que lo que regale es algo que le pertenece y de lo cual decide libremente despojarse. Así detrás de un regalo encontramos que está puesto un amor personal, una persona, un rostro que es en definitiva lo realmente valioso de este regalo. Cuantas veces nos han regalado algo de por si insignificante que por el amor de la persona que ha hecho el regalo para nosotros tiene un gran valor. De este modo, cuando nos sabemos regalados, nos retrotraemos a todo lo que fue la preparación de algo que no es fortuito sino que se pensó y se buscó como regalo es decir, como fuente de gozo para aquel que lo recibe. El gran regalo de Dios fue preparado para nosotros desde toda la eternidad.
El momento quizás más esperado tanto por el que hace el regalo como por el que lo recibe es aquel en el que el regalo se abre. Siempre se dice ¿vieron? “bueno, abrilo, abrilo” es como que en ese momento en que ambos fijan sus miradas en el regalo se encuentran mirando mutuamente sus gozos. Abrir un regalo exige delicadeza, exige tomarse un tiempo, nadie quiere romper lo que en él se encierra y ahí es donde queremos y debemos llegar, a lo que lleva adentro, a lo que contiene. Si no lo abrimos, de algún modo podemos decir que no hubo regalo. Abrir el regalo es abrirse al misterio, abrirse al otro, abrirse al gozo, es abrirse a entender en adelante la propia vida como regalada, donada
El gran regalo de Dios exige que lo abramos y nos abramos a él. Es una ley del regalo y por eso decimos, un regalo no se regala y aún cuando formalmente exceptuamos esta ley porque regalamos muchos regalos que nos han regalado, no esta mal hacerlo, en el fondo nos damos cuenta de que no dejamos de cumplirla porque nunca dejamos de sabernos regalados. Lo que la frase popular, en el fondo, quiere decirnos es “un regalo no es para dejarlo, no es para olvidarlo, se deja y se olvida en la medida que se pierde de vista todo lo que implica”, por el contrario, se guarda cuando mantenemos vivo el gozo de sabernos regalados e incluimos a otros en este mismo gozo, en este mismo regalo, en el gran regalo de Dios se encuentra su gozo, el nuestro y el de nuestros hermanos. Por eso yo hoy quiero regalarles aunque sea uno, dos o tres relatos de navidad
El primero se llama “El regalo de Jesús” Un día Jesús volvió visiblemente a la tierra, era navidad y se habían reunido muchos niños para una fiesta. Jesús se presentó en medio de ellos y los niños lo reconocieron y lo aclamaron. Uno de ellos comenzó a pedir que regalo le había traído Jesús y así lo hicieron todos los chicos presentes preguntando donde estaban los regalos. Jesús no respondía y extendía sus brazos. Finalmente uno de los chicos, dijo “ven que no trajo nada entonces es verdad lo que dice mi papá, la religión no sirve para nada, no te da nada, no tiene ningún regalo para nosotros” pero otro chico dijo “Jesús alargando sus brazos quiere decirnos que se trae a si mismo, que El es el don, el regalo, es El que se entrega a nosotros como hermano como hijo de Dios para hacernos hijos de Dios como lo es El”. Ese es el primer regalo para ustedes, el primer relato de navidad para que se lo cuenten a sus hijos, a sus nietos, sobrinos.
El segundo el regalo es la paz. Decime un poco, ¿Cuánto pesa un copo de nieve? Preguntó la torcaza a la paloma. Nada de nada, fue la respuesta. Entonces la torcaza le contó una historia “Me encontraba sobre la rama de un pino cuando comenzó a nevar, no era una tempestad, nevaba dulcemente, sin violencia, como un sueño Dado que no tenía nada especial que hacer comencé a contare los copos de nieve que caían sobre la rama donde yo me encontraba. Cayeron 3.751.952 Cuando cayó el copo 3.751.953 sobre la rama, un nada de nada como dijiste, la rama se quebró y se cayó. Dicho esto la torcaza se fue volando. La paloma, una autoridad en materia de paz desde los tiempos de un tal Noe, pensó un momento y concluyo diciéndose a si misma “Si, es verdad, tal vez no falta más que una sola persona para que todo se de vuelta y el mundo viva en paz”. Pensalo, con tu pequeño gesto cotidiano podes regalar al mundo que te rodea la paz que no conoce, no la paz de los cementerios ni la paz romana, la paz que es Shalon, donación, entrega, solidaridad, servicio, estar atento al otro.
Y el tercer relato de navidad que les regalo se llama “El regalo es el amor” Había una vez un chico de nombre Valentín leyendo y estando en la escuela tenía siempre cerrado el puño de la mano izquierda. Interrogado por la maestra se ponía de píe y respondía siempre teniendo el puño cerrado. Si escribía lo hacia con la derecha y conservaba el puño cerrado. Un día la maestra, quizás por satisfacer también a los otros alumnos, le pregunta a Valentín el porque de esa actitud.
Primero no quiso responder y luego, ante la insistencia de la maestra, y para dejar tranquilos a los compañeros de escuela se decidió a develar el secreto. “El motivo por el cual tengo siempre el puño cerrado es muy simple, cuando cada mañana parto de mi casa para venir a la escuela mi mamá me da un fuerte beso en la palma de mi mano izquierda y después cerrándome suavemente la mano me dice sonriendo, Mi querido Vale, tené siempre así bien cerrado siempre en tu puño, en tu mano el perfume del beso de tu madre y yo para tener este beso siempre conmigo tengo siempre la mano izquierda así, para conservar mi tesoro”
Conservemos estrechamente el amor que nos trae Jesús niño en esta Navidad. No lo perdamos en los días sucesivos o en las excesivas preocupaciones cotidianas. Que ese amor siga siendo fresco día tras día, semana a semana, mes tras mes después de la navidad del almanaque. Que Navidad se prolongue en nuestra historia personal, familiar, comunitaria. Estos son mis tres regalos de Navidad para ustedes mis hermanos de camino a lo largo de cada sábado en estas “Palabras de vida” a lo largo y a lo ancho de nuestra patria, en cualquier punto del país o del mundo donde haya un argentino o no que por Internet nos está escuchando. Estos son mis tres regalos de Navidad para ustedes, los tres relatos de navidad para compartir en familia porque también yo me siento regalado por ustedes, porque yo también siento que ustedes son una gracia muy grande para mi, porque yo también experimento que así como María por su mediación nos trae a Jesús, el gran regalo de Dios, María también, a través de Radio María nos trae el regalo de Jesús en la palabra que habla y se hace carne en el corazón de cada uno de los oyentes y sigue obrando prodigios maravillosos y gracias especiales en cada corazón, en cada hogar, en cada familia, en cada comunidad. Por eso nos sentimos regalados y por eso nos sentimos gratos es decir, gratos porque estamos llenos de gratuidad, de esa gran libertad interior que da el amor y por eso también yo les he regalado estos tres relatos de navidad
Padre Rubén Francisco Bellante
Participa
Radio María