“No anteponer nada al amor de Cristo”

lunes, 1 de julio de 2013
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"No anteponer nada al amor de Cristo"

         Hoy queremos poner ante nuestra mirada la realidad del discípulo, y recordar algunas buenas propuestas de los obispos en Aparecida, “Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras”. (Aparecida 30). “ La Iglesia debe cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes”. (Aparecida 31) “En la generosidad de los misioneros se manifiesta la generosidad de Dios, en la gratuidad de los apóstoles aparece la gratuidad del Evangelio”. (Aparecida 31)“Necesitamos hacernos discípulos dóciles, para aprender de Él, en su seguimiento, la dignidad y plenitud de la vida”. (Aparecida 41).

“Al verse rodeado por la multitud, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla. Entonces se aproximó un escriba y le dijo: "Maestro, te seguiré adonde vayas". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Otro de sus discípulos le dijo: "Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".”

Mateo 8, 18 – 22

Al ver Jesús que una multitud lo rodeaba ordenó que salieran para la orilla de enfrente…

¿Necesidad de silencio, de soledad? ¿Retirarse de su marco habitual? Tratamos de adivinar los sentimientos profundos de Jesús al tomar esta decisión de buscar un lugar tranquilo para rezar. ¿Qué te sugiere el Espíritu a través de esas palabras? El equilibrio humano corporal y espiritual exige a veces ciertas decisiones. Nos surge una pregunta: ¿cómo empleamos nuestro tiempo libre?, el poco tiempo libre que tenemos hoy, con tantas ocupaciones, obligaciones y presiones.

-Se acercó un escriba a Jesús y le dijo: "Maestro, te seguiré vayas adonde vayas".

Es hermoso, es realmente alentador, un hombre que quiere seguir a Jesús.

En esto consiste la vida cristiana, que no es:

-unos principios. Esto sería reducir la vida cristiana a una "moral";

-ni unos dogmas. Esto la reduciría a unos esquemas mentales.

Ser cristiano es seguir a Jesús, compartir su vida, imitarle.

La catequesis actual insiste mucho sobre este aspecto: la fe no es ante todo un "saber", el catecismo no es ante todo una escuela donde "aprendes" unas verdades: es un aprendizaje de la "vida con" Jesús. ¿Qué lugar ocupa Jesucristo en mi vida? ¿Es realmente para mí el compañero de toda mi vida? ¿Qué tiempo paso "con" Él?

-“Jesús respondió al escriba: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.”

El instinto de seguridad y estabilidad están inscriptos profundamente en la naturaleza humana: el hombre busca el calor de un refugio, un hogar, una casa de la que de alguna manera pueda disponer, unos objetos que le pertenezcan. Los animales tienen ese mismo instinto de propiedad: protegen la vida de sus pequeños por terrenos celosamente defendidos y con nidos bien mullidos.

Jesús, desde que salió de su casa familiar de Nazaret, dejando sola a su madre, no tiene ya su hogar propio, vive como nómada, como viajero, nunca en casa: "no tengo dónde reclinar mi cabeza". Renunció al calor de un hogar y a toda propiedad.

El escriba, quizá, se imaginaba que sería fácil "seguir" a Jesús. Jesús, lejos de endulzar o adornar la situación para atraerlo -como es tan corriente en las técnicas publicitarias- le muestra sólo las exigencias.

Seguir al Señor es hacer forzosamente cierta elección, es renunciar a una serie de cosas, por ejemplo a instalarme con excesivo confort. La cruz se perfila sobre toda vocación: seguir a Jesús es ponerse a vivir acompañado de un futuro condenado a la muerte, es vivir en la inseguridad, ¡sin un lugar donde reclinar la cabeza! Pero el Señor ha caminado primero por ese camino, no nos deja una exigencia que Él no cargó con su propia vida. La testimonió primero. Nos pide lo que Él mismo ha vivido. Durante todo el curso de la historia, ha habido hombres y mujeres que, abrasados por el fuego de esta Palabra, han hecho el voto de pobreza. Pero, esta palabra se dirige a todos, con los matices que tal o cual responsabilidad familiar pueda aportar.

-Otro, ya discípulo, le dijo: "Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos."

He aquí que, después del desprendimiento de los "bienes", Jesús invita precisamente al desprendimiento de la "familia"; y no es el único pasaje del Evangelio que va en este sentido.

En la primera escena, Jesús le responde a "uno" que quiere seguirlo: "el hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza". El seguimiento evangélico implica vivir en las mismas condiciones en que vive Jesús, con desarraigo y pobreza. Para Romano Guardini se trata también de la soledad afectiva de Jesús, por cuanto la expresión "no tiene dónde reclinar la cabeza" tendría el valor simbólico de lo que hoy diríamos la "no contención afectiva", la falta de apoyos humanos. En la misma línea, Carlos Martini interpreta las imágenes de la madriguera y el nido como los lugares de refugio, seguridad, protección y calor de los afectos, que en el lenguaje psicológico actual se expresa como el deseo de permanecer en el seno materno.

"Otro" le dijo "Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre". Para Carlos Martini, la metáfora del padre incluye toda la tradición ancestral, las costumbres familiares que se graban como principios de la vida inconsciente tal como, por ejemplo, el principio del honor, de no perder fama, de no tener deudas con nadie, de no manifestar la pobreza, etc. La respuesta de Jesús suena muy dura: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". El mensaje es que el seguimiento de Jesús no admite dilación alguna; ni siquiera por parte de un vínculo tan originario y fundamental como es la relación con el padre y con todo el mundo de los valores y tradiciones ancestrales.

En el Evangelio de Lucas dice: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios». La idea central es la siguiente: el que mira hacia atrás, hacia el trabajo ya hecho, y no hacia delante, a lo que queda por hacer, no traza bien el surco que está abriendo. No va derecho a la meta.

Podríamos seguir analizando los textos, pero como bien dice el Cardenal Martini: "la mera lectio de este pasaje evangélico pone en evidencia cómo el verdadero seguimiento de Cristo no admite ninguna demora, ningún apego al propio yo, a las personas, a las cosas, porque busca una total obediencia a Dios y a su Palabra".

Jesús se nos presenta aquí muy exigente y bien podemos preguntarnos "¿por qué se muestra Jesús tan exigente?" Y la respuesta es: "Porque es consciente de la importancia radical, absoluta, de su propia misión […] La exigencia de Jesús es una exigencia inspirada en el amor, no en la severidad. En efecto, de este modo manifiesta plenamente su propia identidad divina […] Si Jesús no se mostrara exigente con nosotros, eso significaría que nuestra relación con Él no es diferente de la que podamos tener con cualquier otro amigo o pariente. Nuestra relación con Jesús, sin embargo, es completamente distinta, porque Él es el Hijo de Dios, Jesús fue enviado por el Padre para salvar al mundo, y su misión es de una importancia suprema".

Notemos –y ésta es la dimensión eclesial del relato- que los discípulos están presentes cuando Jesús tiene estos diálogos con estos hombres y deben tomar nota de las exigencias reales del seguimiento de Jesús. La clave es el discipulado como seguimiento de Jesús y sus exigencias. Y la principal condición que exige Jesús es la disponibilidad total para cumplir la voluntad de Dios. Esto supone, obviamente, un permanente ejercicio de renuncia a sí mismo, a los propios vínculos, a la propia historia. La santidad es -ante todo- un vaciamiento de sí mismo y una identificación con la misión que Dios nos ha encomendado.

Indudablemente, nos encontramos con las palabras más duras o exigentes de Jesús en todo el evangelio, las cuales nos pueden provocar un cierto rechazo; especialmente si tenemos en cuenta que las "condiciones" que ponían los "candidatos" a discípulos en el evangelio de hoy son por demás de razonables. El primero de los "aspirantes" a discípulo manifestó una gran disposición al seguimiento de Jesús. La intención de Jesús con su respuesta es provocarle una auténtica "crisis de realismo", para que no se engañe a sí mismo, pues hace falta algo más que entusiasmo para ser su discípulo. Y lo mismo vale para el rechazo por parte de Jesús de la otra "razonable" peticiones de demora en la respuesta.

Para seguir con realismo a Jesús hay que estar dispuesto a renunciar a todo. Pero dejamos todo por algo, o mejor, por Alguien. La ruptura de cualquier vínculo es siempre una experiencia de muerte. En este sentido, Jesús nos pide morir, para vivir en Él. Se trata de un proceso verdaderamente pascual, paso de la muerte a la vida. Jesús quiere formar en nosotros un hombre nuevo, con vínculos renovados; lo cual exige que el hombre viejo y sus vínculos mueran.

Resumiendo, el Evangelio de hoy hace referencia a los vínculos fundamentales que estructuran la personalidad del discípulo. Estos vínculos no son malos, sino buenos y necesarios. Pero en la novedad de vida que trae Jesús, hay que subordinarlos al vínculo absoluto y primordial que establecemos con Él; y para lograr esto, se requiere renuncia, disciplina.

San Benito, con su simplicidad y profundidad, sintetiza todo esto es una frase sapiencial: "No anteponer nada al amor de Cristo". Desde esta perspectiva, se allanan muchas cuestiones, en especial la referente a si estas exigencias son exclusivas de los consagrados; o si hay que entenderlas de modo efectivo o afectivo. Lo fundamental es no anteponer nada al amor de Cristo, y esto vale para todos los bautizados. No obstante esto último, el Evangelio de hoy nos muestra el estrecho nexo que existe entre vocación y cruz, entre renuncia a sí mismo y seguimiento de Cristo.

En conclusión, todos tenemos necesidad de revisar nuestra disponibilidad para el seguimiento de Cristo. Sea que estemos empezando “el camino a Jerusalén”, sea que llevemos años transitando por él. Pidamos al Señor que nos muestre la grandeza de su amor para que podamos discernir lo que nos impide seguirlo con una disponibilidad total, y tengamos la confianza y el valor para dejarnos purificar por Él, hasta la raíz; a fin de renacer a una vida regida por la caridad.

En un mundo construido con los ladrillos del egoísmo humano, se presentarán a cada paso innumerables dificultades para hacer realidad el seguimiento de Jesús en la propia vida. A menudo aparecerá la conveniencia de descender a pactos y compromisos, transar solemos decir; es la tentación, en nombre de un pretendido “realismo”, de disminuir la radicalidad de las exigencias que encierra la llamada. Por ello, en estos breves versículos, la palabra poderosa de Jesús recuerda la necesidad de las rupturas necesarias para un auténtico seguimiento.

Estos dos breves diálogos tienen como elemento común la referencia “seguir” a Jesús. Señalan con una inusitada urgencia la necesidad que tienen los discípulos y todo llamado de “salir para la orilla de enfrente”. Este nuevo estilo de vida implica la aceptación de las duras exigencias que comporta. Los personajes que se dirigen a Jesús son anónimos, sólo se menciona su condición: un escriba en el primer caso, uno de los discípulos en el segundo. Más allá de ese anonimato, aparecen las condiciones que se deben cumplir para responder a la llamada, válidas para todo el que emprenda el seguimiento de Jesús.

La decisión tomada por el escriba recibe de Jesús una respuesta que pone de manifiesto la condición del Hijo del hombre, carente de hogar y de lugar de descanso en el marco de una sociedad egoísta e inmisericorde. El discípulo, por su parte, quiere actuar primeramente los deberes sociales que la sociedad le impone respecto a su padre difunto. Pero Jesús le recuerda que es necesario posponer todo otro deber para poder responder a la invitación. Ésta se convierte, por tanto, en la motivación fundamental de la existencia.

En uno y otro caso se afirma el carácter absoluto del discipulado: hogar y familia pasan a segundo plano ante la urgencia que implica el ir detrás de Jesús, de compartir su vida, totalmente dedicada a la actuación de la voluntad divina. También éste es el marco desde el cual el discípulo de Jesús debe juzgar el valor de cada una de sus acciones y debe ser consciente de que ese marco determina la mayor o menor bondad de cada una de ellas.

Los compromisos y pactos hechos con la intención de hacer más llevadero el seguimiento son, en definitiva, renuncia a éste. Todo llamamiento a seguir a Jesús implica una radicalidad total que debe ser conscientemente asumida por cada integrante de la comunidad cristiana que, de esa forma, se convierte en extranjero viviendo en su propia patria y es erradicado de sus propios intereses.

Espíritu de santidad y seguimiento de Cristo.
El texto evangélico nos coloca ante una actitud noble de conciencia responsable. Cierto letrado, herido de amor por los gestos de Jesús, le promete, sin distingos, seguirle a dondequiera que vaya. Pero Jesús le pone sus cautelas, para que su disposición interior no sea un impulso momentáneo sino un proyecto firme: puedes seguirme, pero prepárate para vencer todo tipo de dificultades, comenzando por la pobreza sincera. Si lo aceptas, emprenderás el camino de la santidad. ¿Aceptó el letrado? No nos consta que lo hiciera. Si lo hizo, bendito él. En cambio, a un segundo interesado, que ya estaba en el discipulado de Jesús, éste le fuerza a que intensifique los signos de fidelidad y a que no titubee: hoy el Señor nos invita a colocarnos por encima de esos compromisos y arriesgarnos; ir detrás de Jesús de Nazaret.
A los que somos seguidores de Jesús, se nos recuerda que esto nos va a exigir desapego de los bienes materiales, incluso de nuestra familia. Que la fe cristiana no es fácil. Jesús no nos promete bienes materiales y éxitos según las medidas de este mundo. Él mismo ha dejado su familia de Nazaret para dedicarse a su misión y camina por los pueblos, sin establecerse en ninguno.

Jesús no nos está invitando a descuidar a los padres o a la familia. Tampoco que dejemos sin enterrar a los muertos. Sería inhumano y cruel. Con esas dos afirmaciones, tan paradójicas, está queriendo decir que su seguimiento es exigente, que pide decisión absoluta, que debemos estar dispuestos a ser peregrinos en la vida, desprendidos de todo, no instalados en nuestras comodidades. Lo cual no sólo se cumple en los que abandonan la familia para hacerse religiosos o ser ministros en la comunidad o ir a los países de misión a evangelizar. Todo cristiano debe saber aplicar una justa jerarquía de valores a sus ideales. Seguir a Cristo y su Evangelio supone, a veces, renunciar a otros valores más apetitosos según este mundo. Se trata de seguir a Jesús con poco equipaje, con menos apego a otras cosas. Esto lo saben muy bien los estudiantes o los deportistas o los comerciantes que persiguen sus objetivos sacrificando otras cosas que les gustarían. Y lo saben también quienes renuncian a su comodidad para dedicar su tiempo al apostolado o a la catequesis o como voluntarios en acciones de asistencia a los más necesitados.

Hay valores más profundos que los visibles de este mundo. Hay ideales por los que vale la pena sacrificarse. El seguimiento de Jesús va en esta línea de decisión generosa.

Padre Gabriel Camusso