No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro

lunes, 25 de enero de 2021
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25/01/2021 – Hoy celebramos la fiesta de la conversión de San Pablo, y cómo fue el proceso en el cual Saulo el que perseguía a los cristianos ferozmente se transformó en al apóstol de los gentiles. El Padre Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca nos acompaña en la reflexión esta semana.

 

Entonces les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.”
El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán”. (Mc 16,15-18)

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No hay anuncio sin conversión ni conversión sin anuncio

En este lunes 25 de enero, día en el que celebramos la fiesta de la conversión de san pablo. Este santo tan querido, tan cercano y tan humano también. Queremos acercarnos al Señor, queremos ser verdaderamente discípulos – misioneros. Él es uno de los pilares de la evangelización. Tanto es así que tenemos un día especial para recordar y conmemorar su encuentro con el Señor. Así de grande es Dios, que de la miseria y del pecado, puede sacar frutos de vida nueva. Por eso celebramos esta fiesta, porque somos pecadores necesitados de misericordia y de conversión. Estamos en un proceso de conversión permanente. Fijate que Pablo era un tipo muy radical en todo lo que hacía, un apasionado. Viste que hay gente así, ¿no? Gente a la que no le van las medias tintas y que se compromete a fondo. Bueno, Pablo era de estos. Él se comprometía. Es interesante esta palabra, comprometerse. Claro, porque la vida tiene sentido solamente en la medida en que uno está dispuesto a darla.

Te dejo tres ideas de esta catequesis.

1) Memoria

Saulo de tarso, así lo conocían. Ese era el nombre que le puso su padre. El hombre de las mil caras. a la vez judío, griego y romano; fariseo y cristiano; contemplativo y hombre de acción; evangelizador y maestro; escritor audaz y teólogo profundo; incansable en el andar y encadenado a la inactividad de una cárcel; acompañado de muchos y finalmente desamparado de todos. Pero ¿cuál será la razón última de su vida y la explicación de su existencia? Es sin duda alguna ¡CRISTO JESUS, EL SEÑOR!, que se le apareció en el camino de Damasco.

Frases impactantes y lapidarias, esparcidas a lo largo de sus Epístolas, podrían ser como definiciones de su vida. A los filipenses les confía el secreto: “Para mí el vivir es Cristo, y morir, una ganancia” (Flp 1,21). Saulo, dice la palabra, que perseguía a los cristianos pensando que hacía el bien. Qué bueno poder revisar nuestras motivaciones y preguntarnos si estamos yendo a fondo, pero orientados por el amor de Dios. ¿De verdad estamos buscando la voluntad de Dios? Por eso es tan necesaria la conversión, porque nos muestra que, incluso si estamos errados, Jesús sigue saliendo a nuestro encuentro. No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro. El mismo Pablo nos cuenta su testimonio. Hechos 22, 13-16. Sería bueno tenerlo presente. Saulo se encuentra con Jesús en el camino a Damasco, pero ahí empieza otro camino, el de su proceso de conversión y sanación. Hacé memoria. A lo mejor también Dios en tu vida ha permitido que caigas al piso para que por fin puedas levantar la cabeza y dejarte sostener. A lo mejor estabas ciego, y un hermano, tu comunidad te ayudó a ver.

 

2) Pregunta

Más que respuestas, hacen falta las buenas. Preguntale al Señor qué quiere cambiar Él en tu corazón. Tenete paciencia, viví en la esperanza y dejá que Dios sea el centro. Él va a terminar la obra que comenzó en vos. Pedile un corazón de carne

 

3) Misión

Recordá cómo el señor entró en tu vida. Seguramente tenés alguien por quién rezar, no? Pedí, porque para Dios no hay nada imposible. Bueno, orá con confianza y volvete instrumento del evangelio. Todos los días nos levantamos en camino de conversión y necesitamos enamorarnos del Señor. Por eso el evangelio nos invita a misionar, porque no podemos dejar de compartir lo que hemos visto y oído. Pedir la gracia de misionar, de hablar de dios siempre. Hay una promesa, la de tener la compañía de dios. A lo mejor no vas a estar levantando paralíticos o expulsando demonios, pero podés ayudar a que alguien levante la mirada y se libere del rencor. A lo mejor no hables otras lenguas, pero podés ayudar a que el evangelio llegue. Volvete instrumento y decí como San Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4:13.