En cierta ocasión, sucedió que varios investigadores estaban en la selva tratando de estudiar al bicho más raro del mundo. Nadie lo había visto y sólo se sabía de su existencia por algunos restos y su sonido característico, parecido al ladrido de un perro con dolor de muelas "guuuuuuuuhhh….ay!", y todos querían ser los primeros en fotografiarlo y estudiarlo. El "bicho" era un animal nocturno, así que durante el día los científicos se entretenían con otros estudios o hablando unos con otros. De entre todos ellos, llamaba la atención Sir Walter Tickishmikicks: era un señor muy formal y agradable, con un pequeño bigotito y un gran sombrero de explorador, pero que todos los días, antes de merendar, dedicaba una hora sentado en su mesa a colocar todos sus objetos y aparatos con meticulosa precisión: el cuaderno de notas, justo al borde, en al lado derecho de la mesa, un poco más allá de la grabadora y junto a los 5 lápices: negro, rojo, azul, verde y amarillo, siempre en ese mismo orden; la lámpara hacia el final de la mesa, al lado de la cámara fotográfica, en la izquierda… y así todas las cosas, hasta el más pequeño de los detalles. Todos pensaban divertidos que aquel hombrecillo era el mejor ejemplo de la famosa obsesión de los ingleses por el orden.
Muchas noches estuvieron en aquella zona los investigadores antes de que apareciera el bicho, y algunos dudaban hasta de su existencia, hasta que finalmente apareció. Fue de repente, mientras todo estaba en silencio, cuando a sólo unos metros de los investigadores escucharon alto y claro su gruñido de perro con dolor de muelas. Duró un instante, porque el revuelo de los investigadores buscando sus cámaras y cuadernos asustó al animal, que huyó rápidamente sin dar tiempo a ser visto o estudiado con detalle.
A la mañana siguiente, todos comprobaron sus hallazgos: algunos habían conseguido grabar su gruñido, otros anotar su forma de moverse y los más afortunados incluso fotografiar una parte de la cola o las patas. Todos se felicitaban por sus logros, pero cuando vieron los trabajos de Sir Walter, no salían de su asombro: ¡él solo había conseguido varias fotos al completo, además de grabar su gruñido y hacer anotaciones a todo color sobre el animal! ¡ y todas eran perfectas!
Enseguida corrieron a felicitarle como el mejor de todos ellos, comprendiendo que su manía por el orden era la mejor forma de prepararse para trabajar a oscuras, y que gracias a eso había podido utilizar la grabadora, la cámara, el cuaderno y los lápices en décimas de segundo, sin necesidad de buscar dónde estaban. Por supuesto, los trabajos que hizo sobre el "bicho más raro del mundo" hicieron famosísimo a Sir Walter, quien además de crear una exitosa escuela para investigadores y científicos llamada OPI, "Orden Para Investigar", tuvo el honor de poder dar nombre al animal. Y como todo aquello fue tan divertido y le había gustado tanto, al recordar su característico gruñido, no dudó en llamarlo el animal "Másguay". (Pedro Pablo Sacristán)
Has buscado un tiempo para leer? Porque es una manera de perfeccionarnos con el saber de los demás.
¿Buscaste tiempo para poder rezar?. Este modo para entrar en contacto con Dios y expresarle tu amor.
¿Buscaste tiempo para poder dialogar? Esta acción tan noble nuestra de los seres humanos a través de la cual podemos escuchar, podemos hablar, podemos recibir y dar y así crecer y poder consolidar la amistad y el amor.
Este cuento nos introduce de alguna forma a estar preparados, aprovechar el tiempo, allí encontrábamos estos investigadores, como no aparecía el bicho, ellos se dedicaban a otras cosas totalmente diferentes sin prepararse para lo que podía venir en la noche, utilizaban el tiempo en otras cosas diferentes, se dejaban llevar por estas otras interrupciones, ya que su misión era investigar y tenían que estar preparados para poder realizar esa tarea que a ellos le tocaba.
Tenemos 24 horas regaladas diariamente, pero las tenemos hipotecadas, por ejemplo cuando somos jóvenes, además de las 8 horas de descanso, tenemos otras 6 ocupada en los estudios, otras 2 en las comidas que solemos hacer cada día y otras dos en estudiar. Cuando vamos creciendo y empezamos a trabajar y sustituimos esas horas de estudio por las 8 horas para poder acudir a la empresa donde nos contrataron y estamos trabajando. Y debemos añadir 2 horas más de transporte de ida y de vuelta, mas otros compromisos, mas compromisos, menos tiempo, podríamos decir, menos tiempo para poder utilizar de otra manera. La única forma que el resto del tiempo sea realmente útil y provechoso es que lo podamos administrar eficientemente, es que en el espacio de tiempo que tengamos podamos aprovecharlo en lo que nos haga bien.
Pensamos en poder configurar nuestro día de un modo fecundo y con sentido. Es la mejor administración del tiempo, y administrar el tiempo adecuadamente, es estar atentos a las oportunidades de poder crecer integralmente, de valorar este don recibido que es el tiempo, de aprovechar este talento dado por Dios para producir frutos, talento tomado como un regalo, mas que como una capacidad, un espacio para poder desarrollarnos, es decir vivir el tiempo con una sana armonía.
Si nosotros dominamos las dificultades que tenemos que enfrentar cada día, nos va a conducir, no solo a vivencias de éxito y sentimientos de facilidad sino que vamos a madurar a través de estas experiencias, en la medida que logremos un orden exterior y estructuremos de alguna manera nuestro trabajo de manera razonable, vamos a alcanzar también un buen equilibrio interno. Cuando ordenamos lo de afuera muchas veces permite que pueda sentarse a ordenar lo de adentro el corazón, por eso una jornada laboral, en la que obtuvimos un buen rendimiento y entregamos un buen trabajo, verdaderamente nos colma, nos colma interiormente de alegría y de satisfacción. Por eso la administración de tiempo nos va a permitir llegar a ese lugar, el sentirnos colmados, el sentirnos llenos. Y es absurdo pensar que por solo tener una sola convicción o piedad es lo suficiente para poder tener una vida lograda. Nuestra espiritualidad, nuestra vivencia, se comprueba en lo cotidiano, en como enfrentamos los desafíos de la vida diaria.
Si yo esta noche iría a tu casa, acompañándote después del trabajo y delante de ti y de tu familia empiezo a sacar las cosas de tu salón, de tu dormitorio y me las voy llevando a un camión que estuviera en la puerta estacionado ¿te quedarías impasible? ¿me invitarías a cenar cuando terminara de sacar todas tus cosas? ¿Me dirías que volviera otro día? o ¿me sacarías a golpe de tu casa? Si no lo permitirías con tus bienes materiales entonces como lo permitirías con tus bienes intangibles como es el tiempo?
Verdaderamente el tiempo es un bien intangible, y porque no lo concebimos como tal porque no lo tenemos catalogado de esta forma, es que no nos damos cuenta que existe ladrones del tiempo. Hay actividades que ocurren y que no podemos evitar y que tendríamos que aprender a desenmascarar para que cuando aparezcan los podamos detectar, podamos identificar de inmediato y podamos impedir que hagan ese trabajo. ¿Cuál trabajo? El de robarnos el tiempo. Y lo peor que tienen estos ladrones del tiempo es que no lo parecen, porque entran en la cotidianeidad, en lo común del día, hasta el punto de que los hemos aceptado como algo diario. El teléfono, el correo electrónico, las visitas y muchas otras circunstancias de una jornada de trabajo normal, nos llevan frecuentemente a que el día se nos escurra, se nos vaya, sin que hayamos podido abordar nuestro verdadero trabajo. Estas contrariedades en todas sus variantes van consumiendo la mayor parte de nuestro tiempo de trabajo, del tiempo que destinamos para hacer algo determinado. Las interrupciones terminan siendo en muchos casos, un serio factor de presión. Y las interrupciones nos cuestan tiempo de dos maneras. Por un lado el tiempo que tenemos que dedicar a una visita o a un llamado, nos va a faltar para nuestra propia labor. Y la segunda manera que me cuesta, es el tiempo que yo necesito para volver a concentrarme luego de la interrupción, en lo que estaba haciendo.
Esto lo percibimos cuando por ejemplo estamos escribiendo una carta o trabajando en un proceso complejo, en algo que requiere de mucha concentración, entonces nos vemos obligados a releer lo escrito o a rebobinar lo que estábamos pensando, a donde dejé o donde íbamos. Y eso también de alguna forma nos consume tiempo.
Algunas investigaciones dicen que por cada 13 minutos de tiempo de trabajo hay 5 de interrupciones, es decir que las interrupciones ocupan más del 40% de trabajo. Y es cierto, las contrariedades son inevitables pero hay un punto que las podemos reducir si tenemos en cuenta algunos puntos por ejemplo establecer horarios de reuniones, proponer horarios en los cuales no queremos ser interrumpidos. Pero también queremos evitar las interrupciones innecesarias, primero saber que van a surgir una y otra vez. ¿y que hacemos ante esto? Y es claro que debemos desarrollar, para aprovechar estas situaciones no queridas, el arte de entregarnos a la interrupción, por ejemplo tomar el teléfono, dedicarnos con todo el corazón al que hizo la llamada, estar en ese momento todo entero para aquel que está llamando, porque así no voy a vivir esta llamada, esta interrupción como una mera molestia, sino una interrupción sanadora, pero a pesar de todo esto, es interesante que tengamos en cuenta que debemos saber darnos cuenta si la llamada es importante y no prolongarla innecesariamente. Y prestando atención al conjunto de interrupciones que vamos recibiendo a diario, voy a poder detectar que muchas interrupciones no son realmente necesarias y que hay determinadas personas que nos alejan del trabajo. Es interesante mirar a lo largo del día cuales son las interrupciones que he tenido para poder ir detectando cuales son realmente interrupciones necesarias.
No robarás el tiempo de tu hermano, cuantas veces nos pasa que somos aquellos ladrones del tiempo del hermano por distintas circunstancias, por eso la consigna es: yo valoro, yo respeto el tiempo mi hermano cuando… le pregunto si puedo hablar con el, cuando en este momento, este espacio el está haciendo determinada acción, entonces no tengo que molestarlo.
Cuando llego temprano o puntual a la cita porque respeto su tiempo
Cuantas veces nos dicen que a tal hora vienen y nunca sucede ese llegar. Te llamo en 5 minutos y el teléfono permanece en silencio. Te entrego el pedido a la tarde y el pedido llega al otro día. Nos reunimos a las 12 y hasta las 14 no llegan. Encargo un libro que llega el lunes y tarda más de un mes.
¿A nadie se le ocurrió pensar que estamos robando el tiempo ajeno? Como la vida de uno la pudiera manejar a su antojo. Como si desarmar mi tiempo por la impuntualidad de los demás que manejan irresponsablemente el suyo fuese algo trivial y aceptable.
Muy razonable este pensamiento de alguien, de esta verdad a mil voces que la impuntualidad de los que manejan irresponsablemente su tiempo, desarma mi tiempo. Y no estamos hablando de ser inflexibles, sino de decir las cosas tal cual son, que aparecen y existen estos ladrones descuidados, que nosotros también podemos ser ladrones de otros. A veces podemos encarnar este papel con otros. Estos ladrones que a veces apelan al mismo truco: ¿puedo molestarlo un momento, tiene dos minutos para mi? En realidad la interrupción no es de dos minutos, sino de 20, de 1 hora. Este descuidista sólo va a tener éxito si yo me vuelvo cómplice, si yo coopero, pero si yo no copero con este ladrón descuidista no va a tener chance.
¿Cómo defendernos de los ladrones del tiempo?
Y en primera instancia aprender a decir claramente no sin sentirnos culpables. Preguntar de qué se trata y decidir en consecuencia cuanto tiempo quiero dedicarle a este asunto y decir claramente dos minutos y nada más. Y si decido admitir la interrupción, más o menos ir controlando este tiempo y avisarle a mi interlocutor cuando ya haya transcurrido los dos minutos.
Hablamos de los ladrones de tiempo como aquellos que quieren apropiarse de este don que me ha sido dado a mí. El tiene el suyo, yo tengo el mío, uno lo puede compartir pero también tiene que tener el espacio propio y yo tengo que manejar mis tiempos, no que lo maneje el otro. Esto de ser ladrones es quitarme esta propiedad del tiempo que me ha sido designada, lo hacen muchas veces disimuladamente, pero tenemos que tener en cuenta que este ladrón del tiempo, es también un hombre que tiene necesidades y no corresponde que lo etiquetemos o desvaloricemos de una manera apresurada, porque el que molesta a otro no lo hace con mala intención, sino que tiene sus necesidades. Alguien que viene a preguntarme por ejemplo en el trabajo o me llama por teléfono, algo urgente que tiene que decidir, no es que sea un deporte molestar, sino que realmente tiene su necesidad y eso hay que comprenderlo. A veces se trata de una necesidad social, a veces sólo el deseo de comunicarse, de una inseguridad, o de una inquietud que lo esta aquejando, a veces producto de su ansiedad, también de su desorganización. Sería bueno que seamos comprensivos, sólo desde este lugar de comprensión vamos a poder hablar con esta persona mostrando buena voluntad.
El otro paso que es muy importante que lo hagamos bien es confrontar sus necesidades con las propias y comunicarle nuestra decisión de disponer del tiempo según nuestros parámetros, es decir según lo que podemos y lo que creemos conveniente. Aquí que surge un problema, muchas veces no queremos ser descorteces y el temer ser odiados si rehusamos a hacer algo y esto lo tenemos metido muchas veces por educación que hace que nos sintamos mal si rechazamos a alguien. Estos son muchas veces nuestros impulsos internos que nos están como susurrando al oído y diciéndonos “se cortés” “no se puede hacer eso” “contenta a todos”. Y hasta te diría que tenemos casi un mandato, contentar a todos, que todos estén contentos con lo que vos haces, que nadie esté insatisfecho con tu comportamiento. Tenes que agradar a todos, muchas veces ese mandato implacable se ha asentado en nosotros. Pero poner límites a los demás y reconocer los propios forma parte de una buena planificación y o administración que exige objetividad para poder ver las cosas tal cual son y me hace bien, y me ordena, entonces evidentemente pueden haber conflictos entre mi planificación y la necesidad del otro.
El tema es que los demás van a comenzar a retarnos cuando decidamos con claridad que queremos y que es lo que no va. Es peligroso entrar en este lugar en donde nos quedamos atrapados por este miedo a no llenar las expectativas de los demás y no poder decir claramente no, o no decir “ahora no”… y nos cuesta y ahí comienza a estar tóxicos los vínculos, porque empezamos a encubrir ciertas cosas o reprimimos nuestros verdaderos sentimientos y esto no nos beneficia. Entonces decimos que sí pero en el fondo nos estamos enojando con nosotros mismos. La exigencia de apertura, de franqueza en el trato reciproco, en el trato de caridad y en el amor, incluye el saber decir con sinceridad aquello que es o en realidad aparenta ser descortés o incomodo, pero que es y de una manera comprensiva, se comprende poner limites, podemos poner limites.
Una persona me contaba que su jefe se acercaba y le daba esta tarea y el la hacia. De nuevo se acercaba y le decía esta otra y comenzaba esta otra. Seguía con la primera tarea y con la segunda pero aparecía con una tercera. Esta persona veía que la cosa no daba para más, cuando el jefe se acercaba y le decía esta tercera tarea el le respondía: como no señor. El problema es que estoy haciendo las dos anteriores que me indicó, si yo hago esta tercera tengo que dejar una de estas dos. El le expresaba a su jefe el límite y eso no permitía que este trabajador explotara internamente. Y esto es sano, es ser veraz, esto es lo que puedo. Ser veraz es decir lo que es en realidad y la verdad nos va hacer libres, no nos va atar a este compromiso de decir que si cuando en realidad no podemos.
A veces tenemos esa dificultad de decir que no o poner límites. Esto de no atrevernos de no poner límites porque tememos perder la preferencia, porque cuando no cumplo con el deseo del otro, este al principio se desilusiona o también tenemos miedo de lastimar a alguien al decirle que no. La experiencia nos enseña que las relaciones se vuelven mas claras y a la larga mucho mejores cuando podemos señalar claramente nuestros limites: esto es lo que puedo, hasta acá llego, esto es todo por hoy.
Es imprescindible que internalicemos en nosotros esto o ponerse al deseo de otro no quiere decir rechazarlo, obviamente si actuó con un espíritu comprensivo o ponerse al deseo de otro no quiere decir rechazarlo. Porque precisamente presto atención a mi y también al otro, es decir que presto atención a lo que puedo y a la necesidad que el otro esta requiriendo y que me doy cuenta que en realidad no puedo acceder porque tengo un limite. Y solo me voy a comprometer a lo que puedo cumplir y con agrado, no le voy a prometer más. Entonces al decirle que no estoy siendo consiente que no puedo lo que el otro me solicita. Eso es relacionarme con veracidad, no pintarle lo que no soy por miedo a perder esta preferencia por miedo a desilusionarlo. Porque por otro lado traspongo reiteradamente mis límites me voy a ir sintiendo de alguna forma explotado y poco a poco me voy a ir volviendo duro y amargo. Hoy traspuse este limite, me sobrepase, mañana traspongo un poquito más y ya comienzo a sentirme bastante cansando.
El otro extremo esta en poner los limites de manera agresiva, justamente porque esperé demasiado para poder hacerlo y ahora pongo los limites a todo el mundo, de manera agresiva. Esta imposición tardía de límites se termina convirtiendo en un reproche hacia el otro y al otro le reprocho pretender demasiado de mí, en cambio si yo establezco bien mis límites no le voy a reprochar nada al otro por tener expectativas puestas en mí. El puede tenerlas, esta en todo su derecho, pero soy libre de reaccionar frente a sus expectativas de cumplir o no con ellas.
Poner limites no tiene que ser una excusa para no comprometerse, debemos desarrollar una fina sensibilidad que me permite determinar cuando y donde es importante poner limites.
Dilación de tareas: todos en ciertos momentos asumimos tareas que no nos agradan y por eso tendemos a dejar estas cosas a un lado o para más adelante. Creemos que es una ventaja pero termina siendo una desventaja. De alguna forma bloquea nuestras fuerzas, nuestras energías. Y podemos evitar esta situación poniendo esto en nuestra primera parte de nuestra planificación diaria. Primero lo desagradable y luego seguimos con lo otro. Esto va entrenando nuestra fuerza de voluntad, es también un buen ejercicio espiritual.
Hay que tener cuidado con este tema de dilación de las tareas porque nos roba el tiempo sin que nos demos cuenta, creemos que nos aliviamos pero lo único que hacemos es aplazar lo que debemos hacer o lo peor, lo podemos hacer pero lo tiramos para más adelante. Dilación de tareas otro ladrón de nuestro tiempo.