No saben lo que piden

miércoles, 5 de marzo de 2008
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Cuando Jesús subía a Jerusalén tomó consigo a los doce discípulos aparte y les dijo por el camino:  “Miren, estamos subiendo a Jerusalén. Allí el hijo del hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y maestros de la ley que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de El, lo azoten y lo crucifiquen, pero al tercer día resucitará”.  Entonces la madre de los Zebedeo se acercó a Jesús con sus hijos y se arrodilló para pedirle un favor.  El le preguntó:  “¿Qué quieres?”.  Ella contestó:  “Manda que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando tu reines”.  Jesús respondió:  “no saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz de amargura que yo voy a beber?”.  Ellos dijeron:  “si podemos”.  Jesús les respondió:  “beberán mi cáliz pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo sino que es para los quienes lo ha reservado mi Padre”.  Al ver aquello los otros diez se indignaron contra los dos hermanos, pero Jesús los llamó y les dijo:  “ustedes saben que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los dirigentes las oprimen.  No debe ser así entre ustedes.  El que quiera ser importante entre ustedes sea su servidor y el que quiera ser el primero que sea su esclavo.  De la misma manera que el hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos”.

Mateo 20, 20 – 28

Como siempre en la Palabra de Dios es impresionante ver el contraste entre la mirada humana. Que diferencia hay entre la mirada de Dios y la mirada del hombre, los sentimientos. El corazón de Cristo y los sentimientos nuestros. Pablo que tuvo la oportunidad de ser configurado con Cristo de una manera tan singular también nos recuerda: primero dice: déjense reconciliar y luego dice tengan los sentimientos de Cristo Jesús. Pero que abismo, que diferencia, que mirada tan distinta la de Dios y la de la persona humana. Como son los parámetros tan distintos. Por eso creer es cambiar parámetros, cambiar miradas, medidas, sentimientos, cambiar corazón.

Es realmente un renacimiento, no es simplemente un ordenamiento, un mejoramiento de pensamiento. Si tenemos que reconocer que siempre hay un proceso. Que nada es mágico en la persona. Pero el encuentro con Dios es un proceso en el que la Gracia va haciendo surgir algo nuevo y es la Gracia la que lo hace surgir no sin una tarea. Por eso la iglesia llama en éste tiempo a la conversión, a la penitencia. No sin una tarea se realiza ésta transformación pero no sin una tarea nuestra solo sino también no sin una tarea del Espíritu. Es la Gracia la que va haciendo el hombre nuevo en nosotros.

Decíamos el abismo que hay entre la mirada de Dios y la del hombre. Que invitación a vivir ésta experiencia de transformación por la Gracia. Confiar en Dios, creer en El y esperar en El. Nosotros que tenemos ésta tremenda necesidad de vernos gratificados en todo lo que hacemos, que nos buscamos tanto a nosotros mismos tenemos tantas sorpresas cuando con generosidad nos entregamos. Percibo ésta distancia entre la propuesta del Señor y la propuesta humana. Ese choque frío calor, agua caliente agua fría. Jesús hablando de la pasión amando va a entregarse hasta el final va preparando a los discípulos cada vez más claramente.

Es la tercera vez que les dice como haciendo referencia a los tres días de su muerte y resurrección. Es el tercer anuncio de la pasión diciéndole que va a ser entregado y va a morir y como diciendo esto es necesario. Mateo también como Lucas aparece la expresión cuando Jesús subía a Jerusalén. Se ve que en ese camino hay toda una significación. No es solo el camino de ir solo a la ciudad física de Jerusalén sino que hay toda una simbología en las expresiones bíblicas porque el Señor nos habla con distintos lenguajes, nos muestra cosas, pero realiza cosas mucho más profundas en el corazón, mucho más de las que muestra exteriormente. Cuando nos dice que va hacia Jerusalén nos dice que es necesaria la Pascua.

Es necesario que Jesús muera porque es el camino que Dios ha elegido para que de ésta manera al hacernos ésta manera de servicio el Señor, de servirnos dando la vida por nosotros. No he venido a los justos sino a los pecadores, nadie me quita la vida yo la doy porque quiero, he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Este camino de servicio elegido por el Señor va ser la humillación y la cruz. Esto que les aconsejamos en nuestro caminar cotidiano es de lo que huimos: de la humillación en la cruz, las desgracias de la vida, el ser pisoteado, el ser desconsiderado, el ser anulado, el ser nada. Y eso es lo que elige Jesús. Es lo que yo desprecio.

Jesús elige ser despreciado y yo elijo ser yo y que nadie me pisotee. Tan complicado que soy y tengo tantas historias para ser valer mi dignidad y mis derechos y Jesús que tiene todos los derechos y se baja del caballo como si fuera el último siendo que es el primero. El que se humilla será enaltecido y el que se ensalza será humillado.

La contrapartida de las palabras y de las enseñanzas de Jesús es la propuesta de la madre de los Zebedeos, de Santiago y Juan, que eran aquellos que había elegido el Señor. Gente cercana al Señor. La situación manifiesta la cercanía y la profunda familiaridad. Por un lado recalcar el ascendiente que le da la palabra en éste caso a la mujer, a la madre de los Zebedeos. El Cardenal Martíni tiene unas reflexiones muy lindas. Dice hablando de la madre. Nos recuerda primero el llamado que les hizo a los Zebedeos. Quisiera compartirlo porque a mi me ha hecho mucho bien.

El decía que caminando por la ribera del mar de Galilea había dos hermanos Simón llamado Pedro y su hermano Andrés echando las redes en el mar porque eran pescadores. Les dice vengan conmigo y los haré pescadores de hombres ellos al instante dejando las redes lo siguieron. Después vio a otros dos hermanos Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan que estaba en la barca junto con su padre Zebedeo arreglando las redes y los llamó. Ellos al instante dejando la barca y a su padre lo siguieron San Mateo 4.

Se trata de una familia en cual la autoridad paterna estaba presente y es habitual la mención de éste padre el cual probablemente patriarca de costumbres más bien fuertes tenía un peso psicológico en la vida de los hijos. Notamos que el pasaje paralelo de Marcos no pone en escena a la madre. Los exegetas se han preguntado si Marcos habrá abreviado pero mas bien Mateo habrá querido establecer la escena haciendo surgir la verdadera actora de todo a la madre. Es difícil elegir entre las dos versiones. Creo que podemos inclinarnos porque se explica mejor el trasfondo psicológico de los hermanos viendo como la madre de los Zebedeo está actuando allí. No es algo imaginario. Realmente ella tomó una acción a favor de sus hijos.

La madre es una persona de relieve en la historia evangélica. Siendo de Cafarnaúm y madre de Santiago y de Juan era muy cercana a la familia de Jesús. Conocía bien a María. Por eso Marcos nos recordará que estaba presente a los pies de la cruz. Ligada por tanto a todas las vicisitudes de Jesús es una de las mujeres que pagando con sus bienes lo servían en el viaje, escuchaba muchas de su predicaciones participando con entusiasmo de la actividad apostólica del maestro. Pertenece en definitiva al grupo de las fieles y su petición es seguramente una petición seria.

Y como se le ocurre a ésta mujer, la madre de los Zebedeo, hacer una petición formal. Se tiró a los pies .Ese signo es de una formalidad. Se tira a los pies del maestro para hacerle una petición sobre la cual habría reflexionado algún tiempo. Le venía dando vueltas en la cabeza. En el fondo la madre representa también lo que se agita en nosotros. Como ella quizá también nosotros hemos dado todo. Sin embargo siempre perdura en nosotros la expectativa de algo que nos gratifique, que nos recompense. No damos puntada sin hilo.

Es impresionante ver como algún interés mezquino siempre está subyaciendo en el fondo de nuestras búsquedas y en el sustrato de nuestras entregas. Como nos cuesta despojarnos de ese yo. De ese apego tan grande. Es una experiencia de permanecer prepotentemente en nosotros aún amando a Dios. Por eso en el camino de la fe quizás sea tan importante tener ausencias de Dios porque es necesario que comprendamos casi experimentalmente que la cosa no se funda en nosotros y que no tenemos que manejar sino dejar que Dios nos conduzca.

Si Dios es el que nos ha seducido El es el que puede conducirnos. Lo propio del camino de Jesús es confiar en El. Lo propio del discípulo es la confianza. Es la certeza del maestro. El maestro al que seguimos es aquel que no solo se sacrifica y da enseñanzas grandes sino aquel que es capaz de morir y volver a la vida. Nosotros somos. Los que siempre tenemos una expectativa de algo que nos gratifique y nos recompense. En éste caso la madre tal vez no veía realizarse ninguna de sus expectativas puestas en sus hijos. Los otros se unen y mis hijos quedan excluidos.

Los otros se unen y los pasarán. Es el instinto por el cual aunque no lo expresemos esperamos y apuntamos algún resultado. Hay un refrán popular muy interesante que dice: cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía y creo que hay mucha verdad en todo esto porque el refrán está hablando de la situación del corazón humano. Lo íntimo nuestro. Como necesitamos de una purificación de esas búsquedas exageradas de nosotros mismos, como nos cuesta desasirnos o sea dejar ese yo interesado y mezquino. Siempre hay una búsqueda. Es como un instinto que tenemos. Esperamos y apuntamos algún resultado. Como dice el refrán no dan puntada sin hilo.

Pero algo lindo va a ocurrir y cuando descubrimos que lo que se esperaba no se realiza pensamos que nos hemos equivocado y que no hicimos lo que debimos. No tuvimos resultado. Nos equivocamos, le erramos el camino. También pensamos no hicimos lo que debíamos. Cuantas de estas inquietudes arruinan y corroen nuestra vida en los momentos en que menos lo esperamos. Cuando tenemos que seguir adelante en esa tentación fuerte. Ese apego, esa manera de que la cosa se debe producir al modo como la pensamos, como la planeamos, como la tenemos considerada. Que prepotente que somos aún en la fe y no nos damos cuenta.

Me parece impresionante comprender esto: mirar a Jesús que viene a hablar del servicio y yo que vengo a ocupar cargos, a tener reconocimientos, a buscar ser tenido en cuenta. Frente a Jesús suena a mezquindad, a pobreza, a vergüenza. Cuantas cosas de éstas nos pasan por el corazón ¿verdad?. Somos mundanos. No es que sea malo ser mundano. Nunca vamos a desprendernos de ello. Por eso nuestra vida será una tarea permanente. La mundanidad se manifiesta dentro de nosotros y entonces por contraste captamos viendo nuestra mundanidad algo positivo.

La miramos ahora a María, la madre del Señor. Distinta de esa madre de los Zebedeo que explica nuestra prepotencia y nuestro interés mezquino aún en las cosas de la fe. Verla a María allí en el momento clave de la Anunciación. Ella iluminada por esos resplandores en el momento del nacimiento de Jesús y luego ya no vendrá acontecer nada. Es la ilusión de gozo trastocada, transfigurada, sin palabras. Como puede ser esto si yo no conozco varón. El Espíritu vendrá sobre ti. He aquí la esclava del Señor. Luego al visitar a su prima Isabel bendita entre las mujeres tu María, bendito el fruto de tu vientre. Feliz de ti por haber creído lo que te fue anunciado por parte del Señor.

Una experiencia de estupor maravillosa. Llena de luces y resplandores. Un gozo enorme. Luego ya no verá acontecer nada. Nace el gurí y empiezan los problemas. Ya cuando está en el vientre empiezan los problemas porque no tiene donde nacer. No hay lugar para ellos. Luego Simeón le habla de la espada que le va a atravesar el corazón, luego la huida a Egipto, luego unos cuantos años de silencio salvo que se interrumpe toda respuestas a su preguntas con algo que la saca de la rutina de María.

Su seguir a Dios queda como sobresaltado nuevamente cuando el niño en la fiesta de Pascua se les pierde entre los doctores de la ley cuando era adolescente. No sabían que tengo que dedicarme a las cosas de mi Padre. ¿cuál es el gesto de María? Guarda, masculla, medita en su corazón. Como la otra cara de la moneda. Hay en nosotros un corazón ambicioso que busca negociar con Dios. Una tendencia que no hace que podamos renunciar del todo a nuestra seguridad personal. Maldito el hombre que confía en el hombre y no pone su confianza en el Señor nos dirá el salmo.

Pero hay también una vocación. María es el paradigma en éste tiempo de la Cuaresma. Una vocación que se nos muestra desde afuera con dolor, con injusticia, como una cosa ingrata pero que en la vivencia de María fue motivo de su oración y de su ser conducida por el Espíritu. El silencio y la espera. María no comenta, no esgrime argumentos. María calla. Un silencio tremendo no estéril ni anulante de su personalidad sino una experiencia de silencio orante, de escucha y de confianza cierta. Dios siempre obra lo necesario.

Santiago y Juan, los dos hermanos ¿quienes eran? Dos discípulos. Vamos a leer de nosotros de los que creemos que tenemos orientada la vida en la fe. De los que rezamos, de los que nos acercamos quizás a los sacramentos, de los que escuchamos la Palabra de Dios, de los que estamos en el mundo de la fe. Quizás somos catequistas, sacerdotes, religiosos. ¿Vamos a hablar de nosotros?.

Jesús no reprende ni a la madre ni a los hijos. Eso parece tan significativo en la Palabra. Los entiende y digamos se burla un poco de ellos. No saben lo que piden les dice. Pero lo escucha con mucho cuidado y respeto y con cariño porque era alguien familiar, alguien cercano. Alguien que tenía que ver, que conocía la historia de Jesús. Se habían criado juntos los muchachos y las madres eran amigas. Ella iba estar al pie de la cruz como enseña Marcos cuando Jesús esté crucificado al lado de María. Jesús la atiende. No saben lo que piden que uno se siete a la izquierda y otro a la derecha. Pero no se enojan a diferencia de los otros apóstoles que si se enojan. Cuando los papás ya llevan sus años de papás y ven que pasa algo con uno de los chicos y los hermanos se enojan con el pero los papás siempre los comprenden. Tienen ese corazón distinto porque son padres. Han crecido en el amor. Tienen otra visión. Como que tienen otro conocimiento también del hijo y otra tolerancia y como que siempre descubren que hasta los errores de los hijos son una oportunidad para ayudarlos cuando hay mucho amor en el corazón de los padres

No se enoja con los apóstoles y los otros apóstoles si se enojan. Los otros se sienten sobrepasados como que los quieren aventajar. Es la competencia que siempre está entre nosotros en nuestra convivencia.

Santiago y Juan los hijos de Zebedeo. Santiago va a ser el primer apóstol mártir, el primero de los doce que va a dar la vida por la fe. Su muerte está descrita en el capítulo 12 de los Hechos de los Apóstoles. Juan será el evangelista, el apóstol del candor, de la fuerza, de la verdad y de la transparencia. Sin embargo estos hermanos tan generosos siempre listos para entregarse se muestran ahora susceptibles de quedar atrapados en lo cotidiano sin trascendencia, sin superarse, sin crecer, sin mejorar. Ellos han abandonado las redes, han cumplido el gesto heroico de dejar su casa pero las redes vuelven.

Hay algún viento que sacado del agua envuelve de nuevo la memoria de los apóstoles. Cuando estábamos en Egipto… decía el pueblo de Israel. Para eso nos trajiste al desierto para matarnos de hambre, de sed. Siempre ese retroceso aún entregados y habiéndolo dado todo volvemos a endurecer el corazón y volvemos a querer cobrarle a Dios, volvemos a querer negociar. La fe es un don y la vida de Dios. Se ha inventado Dios la Gracia para permanecer con nosotros e identificarnos con El pero es un proceso de avance y retroceso.

Yo lo veo en mi mismo. No se porqué nos asustamos tanto de volver a pecar, de volver a endurecernos, no se porque nos extrañamos tanto y no nos damos oportunidades de volver a empezar. Queremos seguir manejando nuestra vida espiritual según la lógica de lo lógico, cuando la fe supera la lógica y Dios obra de otra manera y a veces Dios necesita hasta de defectos, de males y de pecado y el sabe como manejar nuestra vida. Santiago y Juan, los generosos, los que van a morir por el Señor. Juan es el que pone el oído en el pecho del Señor en la última cena. Es de notar la figura psicológica, dice el Cardenal Martíni, de presentarlos relacionados con la madre.

Consienten a su pedido y si bien entienden lo inoportuno del requerimiento no la hacen desistir. La madre está interesada y ellos no se resisten. Están de acuerdo con la madre. Es que la madre representa los sentimientos del corazón nuestro. Es lo que tenemos nosotros adentro, un interés y necesidad de negociar también con el Señor. Su razonamiento sigue el mismo esquema de la madre. El heroico Santiago y el contemplativo Juan se cubren de una sombra sutil de mezquindad.. No piden cosas mediocres. Quieren estar cerca de Jesús y sin embargo están heridos por el pequeño gusano de la mundanidad.

Herido en mi trato con Dios de ese gusano de la mundanidad . Aún siguiendo a Jesús sacrificándose con El su corazón se ha endurecido de nuevo. Ese fenómeno tantas veces recordado en los Evangelios de la dureza del corazón. Les cambiare el corazón de piedra y les daré un corazón de carne dirá Ezequiel .Dureza del corazón de la que habla el Evangelio. El corazón que se seca casi fatalmente. Del corazón que no es capaz de estar a la altura de las situaciones e incluso cuando parece haberse estabilizado nuevamente se retrae se contrae como los bichitos que tienen muchas patitas que cuando los agraden se hacen una bolita y se van rodando encerrados en si mismos. No es la misma dureza que el corazón del impío que dice Dios no existe. Es la dureza del corazón de los apóstoles tantas veces echada en cara por Jesús “ duros y tardos de corazón en creer ” les va a decir y nos va a decir. Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, ¿es que no entienden?

Cuantas veces el maestro se ha dirigido a los apóstoles, a esos grandes santos que veneramos como columnas de la iglesia. También ellos como nosotros se han visto sujetos a éste progresivo secarse el corazón. Se hace, se obra pero queda la mundanidad que está ligada al aspecto familiar, cultural, a la tribu a la que pertenecemos. Ninguno de nosotros puede salir de su propia familia, de su ambiente, de su mentalidad. Cuantas dependencias. Más envejecemos, más fácilmente volvemos a los razonamientos. A las valoraciones del grupo familiar original. Como cuesta el despojo. Que ganas de volver al nido.

Hasta biológicamente cuando los viejos se están muriendo y están medios perdidos toman la posición fetal. Volver al vientre de la madre. Mientras somos jóvenes nos sentimos separados nos lanzamos con ímpetu y entusiasmo. Luego poco a poco con el cansancio crecen los recuerdos. Vuelven a surgir los afectos, las preocupaciones, las ansiedades por éste o aquel pariente. Muchas veces es difícil el discernimiento porque la caridad debe ser salvada, las necesidades materiales de los parientes son reales pero bajo esta forma de nepotismo que surgen en nuestra vejez existe siempre la tentativa de retomar lo que con tanto gozo se había regalado.

Damos todo y queremos de vuelta todo. Como se pone duro de fácil el corazón. Que nadie se crea seguro. dice la Palabra.

Padre Mario Taborda