No se puede vivir sin Dios

viernes, 13 de octubre de 2006
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Un día estaba Jesús expulsando a un demonio que había dejado mudo a un hombre. Cuando salió el demonio el mudo recobró el habla y la gente quedó maravillada pero algunos dijeron: “-Este expulsa a los demonios con el poder de Belzebul, príncipe de los demonios”. Otros, para tenderle una trampa, le pedían una señal del cielo, pero Jesús sabiendo lo que pensaban les dijo:-“ Todo reino dividido contra sí mismo termina destruido y su casas caen unas sobre otras, por tanto, si Satanás está dividido contra sí mismo, ¿ cómo podrá permanecer su reino?, pues eso es lo que ustedes dicen que yo expulso los demonios con el poder de Belzebul, ahora bien, si yo expulso los demonios con el poder de Belzebul, sus hijos, ¿con qué poder los expulsan? Por eso ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo expulso los demonios con el poder de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado custodia su palacio sus bienes están seguros, pero si viene otro más fuerte que él y lo vence le quita las armas con las que el confiaba y reparte su botín. El que no está con migo está contra mí, el que no recoge conmigo desparrama. Cuando el espíritu impuro sale de un hombre anda por lugares áridos buscando descanso y al no encontrarlo dice regresaré a mi casa de donde salí. Al llegar la encuentra barrida y arreglada, entonces va y toma con sigo otros siete espíritus peores que él, entran y se instalan allí, con lo que la situación final de éste hombre es peor que la del principio.
Lucas 11, 14 – 26

El apóstol Pablo nos dice que nuestras luchas no son con los poderes temporales sino con las potencias espirituales y esto es algo tremendamente fuerte en la experiencia cristiana. El cristiano es un ser dependiente de la ayuda del espíritu de Dios. No simplemente depende del espíritu de Dios para avanzar, para hacer algo sino que depende de Dios, de su Espíritu, de su Don, de su Amor y de su Gracia para ser, existir, transformarse y crecer. No sólo para vivir la circunstancia sino vivir hacia adentro. Más allá de la circunstancia y en ocasión de la circunstancia de cada día, el hombre se va transformando y se va haciendo en su propio interior, va madurando, va entendiendo, va sufriendo por dentro y va luchando, pero siempre necesita del Espíritu de Dios. No se puede vivir sin Dios. Esta es la conclusión que quisiera quedara al final de la catequesis de la mañana con ésta Palabra de Dios, verlo a Jesús luchando con el mal, me veo a mí, a usted, luchando con el mal. ¿Cuáles son los males que nos rodean, que tenemos que enfrentar?. Hay muchos males. En la sociedad siempre nos encontramos con el mal. La experiencia de confrontar con el mal y con el maligno es una experiencia real. A lo largo de toda la historia, todas las culturas, religiones, todos los conceptos de la vida, han entendido que hay un poder del bien y que hay un poder del mal y siempre el hombre se ha enfrentado con el poder del mal con herramientas espirituales, y en el cristianismo, cuando el Señor vine al encuentro del hombre para que el hombre a través de todas éstas filosofías y conceptos de vida en los cuales va buscando vivir la verdad de su ser y encontrar el sentido de su existencia, el hombre tocado por su experiencia quiere ir adelante, como el hombre no puede sólo, el Señor viene a su encuentro. El Señor siempre viene en ayuda en nuestra vida. Es una maravilla pensar esto que el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad. Cuando hablamos de la oración dice que no sabemos pedir lo que nos conviene. Siempre nosotros dependemos de la fuerza de Dios. Un cristiano, al modo de Jesús, es un ser que vive de la fuerza de Dios y su vocación y su existencia se despliega en el ámbito del amor de Dios. No se puede entender la existencia de la persona fuera del Amor de Dios. Eso es lo que nosotros creemos como cristianos. Y creerlo, no es que hayamos descubierto una verdad porque pensamos y llegamos a conclusiones y hacemos argumentos, ecuaciones intelectuales y así llegamos a ésta conclusión. No, nosotros llegamos a esto porque hay una palabra que nos deslumbró. Hay un testimonio y un acontecimiento que nos llenó de estupor y de asombro. Ese acontecimiento es un ser viviente y personal. Tan hombre como todo hombre y tan Dios como el único Dios. Tan íntimo que es el Hijo en la Trinidad. Tan cercano a nosotros que es nuestro hermano Jesús. Esta es nuestra experiencia.

Al hablar de la tristeza de la vida, inmediatamente emerge el rostro de Jesús en nuestra consideración, espontáneamente empezamos a ver los vestigios de ese Dios que está vivo y presente en nuestra vida. Ese Jesús está viviente, detrás de cada cosa a veces nosotros estamos tan enloquecido con los que nos pasa, estamos resistiéndonos a la vida, luchando mal, enojados con tantas cosas, y no nos damos cuenta que ese es el rostro de Jesús, que Jesús está latiendo, palpitando detrás de cada situación, detrás de cada desgracia, detrás de cada fracaso, que hay una sabiduría en éste ser discípulos de Jesús que nos permite encontrarlo a El y encontrarle el sentido a cada cosa y el nos convoca y nos llama para hacer un camino con El, no sin El. Queremos vivir con Jesús, para eso tenemos la Fe, no para cumplir un culto, tener cierto rito, cierta norma, cierta moral, no en realidad eso no nos interesa, eso no es algo esencial en nuestra vida, lo que es esencial en nuestra vida es Jesucristo, Hijo de Dios hecho Hombre, que camina la historia con nosotros, que enfrentó el mal que yo tengo que enfrentar, que soportó la tentación, la seducción que provoca el mal para atraerme, atraparme, esclavizarme. Jesús también la quiso pasar. Como dirá San Agustín: “Jesús fue tentado porque yo iba a ser tentado. Jesús venció la tentación para que yo venciera la tentación. Es impresionante el misterio cristiano. Al considerar el mal, la desgracia, la enfermedad, todo límite humano, nos encontramos con Jesús. A mí me parece increíble, tal vez para usted no signifique mucho, pero para mí significa todo, demasiado, es una de las cosas que impresionan en el mundo de la Fe. Ver la pobreza, los límites, las fuerzas espirituales negativas, la opción por el mal que hace tanta gente, la opción por la injusticia, no nos podemos quedar en la epidermis de éstos rostros, tenemos que penetrar en el corazón de ésta realidad porque ahí está Jesús. Es increíble que Jesús esté en medio de las desgracias.

La misión maravillosa del hombre es amasar la vida con todo lo que trae. Amasar la vida con su propia libertad. Las manos del corazón humano son la libertad, esa libertad que se educa, que tiene que ser pulida, transformada permanentemente. Todo ser humano está llamado a transformar, no hay que tener miedo de obrar como Jesús, muchos piensan que obrar como Jesús, hacerse cristiano, vivir desde la fuerza de la fe, es perder ese don maravilloso de la libertad. Pero los que nos animamos a Jesús, no porque seamos capaces sino justamente por lo contrario, porque nos descubrimos incapaces, también nos descubrimos llamados, no sólo la incapacidad se contempla en nosotros sino que nos vemos incapaces cuando descubrimos el llamado. Siempre nos supera esa fuerza de la vocación que Dios nos da en la fe y ahí comprendemos que descubrimos esa libertad de un modo más definitivo, más pleno, y que la libertad no es libertad hasta que no aprende a confiar en dios, hasta que no aprende amar a Dios sobre todas las cosas, hasta que no aprende el hombre a despojarse a desprenderse, a dejar de buscar el apoyo en sus propias seguridades y que el aferrarse a la propia seguridad es privar a la libertad de su madurez, de su profunda vocación de plenitud. Para eso nosotros proponemos a Jesús como modelo. En el Evangelio hoy estamos compartiendo éste encuentro. Jesús expulsa con autoridad el mal. Se encuentra con un demonio que había poseído a un muchacho y lo había dejado mudo y lo expulsa con autoridad y el demonio sale y el dice la Palabra: “el mudo recobró el habla”. Claro, para los no se dan cuenta, el que no puede hablar es porque no puede escuchar. Si no se escucha no se aprende a hablar. Esta cosa física humana, temporal, tiene sentido también en el mundo de la fe, en lo profundo de la persona. No se aprende a hablar si no es desde la escucha. El oído es algo tan tremendo. Siempre decía el padre Julio: mira pibe cuando vayas a ver a los enfermos muchas veces te vas a encontrar en las terapias con que el enfermo ya está inconsciente, está perdido, ya no tiene percepción de la realidad, está desconectado del mundo, está vivo pero está como muerto, no ve, no siente, no escucha, pero vos lo mismo háblale al oído porque lo último que se pierde es el oído. Es increíble la sabiduría de Dios. En el oído se encuentra ese sentido del equilibrio que tiene la persona. Cuando queda afectado el oído se pierde el equilibrio. El hombre estaba mudo porque estaba sordo y al estar sordo estaba desequilibrado. Y Jesús se enfrenta porque era un espíritu que lo tenía sin palabras y sin escucha, aislado. El demonio aísla. El mal, cuando uno lo elige como forma de vida, la mentira, la mediocridad, cuando uno elige hacer lo que siente, lo que le viene, cuando uno vive de lo pasajero sin tomarse en serio la vida a fondo, sin darse, sin querer ver que la vida tiene una vocación, que hay que escuchar un llamado, que hay que elegir, hay que ejercer una potestad en esto y que hay que jugarse y que así es el hombre, cuando uno no quiere conocer esto uno termina esclavizado y parte de la esclavitud es que nos quedamos sordos y cuando nos quedamos sordos no podemos hablar de la verdad, no podemos hablar de la belleza del alma, sólo podemos usar la vida a nuestra medida. Estar sordos y sin palabras es estar imposibilitados de comunicarnos, de decirnos y de escucharnos. Estar sordos es no poder percibir al otro, es no poder captar el don del otro y cuánta gente vive sorda, escondida, sin poder escuchar, sin poder captar el don que hay en las personas que lo rodean, sólo puede ver lo que quiere y lo que siente a su medida. Pero vivir es ir más allá de la medida. Eso que hizo Jesús era necesario en la vida de este hombre, en la vida tuya, en la vida mía, porque nosotros naturalmente estamos sordos para la verdad profunda, no podemos hablar de ella porque no la podemos captar solos si Dios no se nos revela. “Yo te alabo Padre” dirá Jesús con esa locura de alabanza y locura que surgió en su corazón, “Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra por haber ocultado éstas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. Creo que tenemos que encontrar ese profundo, valiosísimo, indispensable reconocimiento de nuestra pequeñez. “Soy sordo Señor, no entiendo, no comprendo muchas cosas de la vida, no entiendo la verdad, hay como un espíritu que me tiene apresado, un espíritu lleno de pasiones desordenadas, lleno de impotencias, lleno de sinsabores, un espíritu maligno que a veces me tiene atrapado, no me deja percibir, captar, conectar con la verdad, con el bien, con la belleza que hay en el alma de los que me rodean y no me dejan conectar con lo profundo, con la presencia viva de Dios, con la belleza y felicidad que hay en la creación, el orden, la armonía, no los puedo captar porque hay un demonio que no me deja expresar porque tampoco me deja escuchar”. Oír, la fe entra por el oído. El Señor despierta ésta persona al camino de la verdad ¡¡¡ qué maravilla!!! Jesús habilita, Jesús ejerce un poder sobre la persona cuando nos regala la fe, nos permite escuchar su Palabra, y cuando nos hacemos capaces de Dios nos hacemos capaces de la realidad, nos hacemos capaces de conectar con las personas de un modo nuevo. Empezamos a hablar de un modo nuevo porque cosas nuevas son incorporadas a nuestro oído y por nuestro oído a nuestro corazón. Por eso el mundo de la fe es un mundo maravilloso, es el mundo que nos permite vivir, no simplemente estar y pasar por la vida disfrutando de pequeñas, epidérmicas y pasajeras satisfacciones, la fe nos permite ir al fondo, nos permite conectar con la realidad profunda, nos permite llegar a Dios y al corazón del hermano. Estamos necesitando de una liberación de nuestra sordera. “Señor dame oídos, Señor suelta mi lengua para que aquello que me permitís escuchar, incorporar en el corazón, aquello que me regalas y es captado en mi corazón pueda ser expresado en alabanza y reconocimiento, pueda ser estímulo para la vida de mis hermanos. Amén.”

En una de las oraciones imprecatorias, en la forma imperativa de oración que tiene la Iglesia en uno de los rituales de exorcismos, una acción del poder de Dios sobre el mal y un ritual de súplica para situaciones particulares, hay una parte de la oración que dice: “Te conjuro Satanás, enemigo de la salvación humana. Reconoce la justicia y la bondad de tu Padre que con justo juicio condenó tu soberbia y tu envidia, apártate de éste siervo a quien Dios hizo a su imagen, colmó con sus dones, y adoptó como hijo de su misericordia. Te conjuro Satanás, príncipe de éste mundo, reconoce el poder y la fuerza de Jesucristo que te venció en el desierto, superó tus insidias en el huerto, te despojó en la cruz y resucitado del sepulcro transfirió tus trofeos al reino de la luz. Retírate de ésta criatura a la cual Cristo al nacer hizo su hermano, su hermana, y al morir redimió con su sangre. Te conjuro Satanás.”

La Iglesia tiene el ejercicio de un poder sobre el mal, lástima que a veces no lo ejercemos convenientemente. El demonio existe, obra, en algunos pocos casos se da que hay una manifestación muy externa del mal y del maligno en la vida de las personas, que las deja ciegas, sordas, mudas, incomunicadas, con tremendos fracasos y sufrimientos y hay que saber que existe un poder de la Iglesia. Muchas veces acudimos a otro tipo de poderes, llevados por la desesperación, a otro tipo de creencias que a veces no son del todo sinceras que no son del todo correctas, aunque Jesús dice: “el que no está contra nosotros está con nosotros” pero hay que tener cuidado de no caer en el mundo de la superstición. A veces nos encontramos con gente que está viendo el mal por todos lados, que entra en un proceso de mentalización del diabolismo, un terror tremendo, el demonio está en todos lados, y quiero decir lo que he dicho en otras oportunidades. Cuando se empezó a hablar del cólera acá en la Argentina, que teníamos que lavar todo con lavandina, parece que los virus y enfermedades nuestras son por etapas y después parece que ya desaparecen así es que nos pasamos unos meses lavando con lavandina y después nos olvidamos y después nadie se acuerda del cólera, las noticias se inflan. Y a veces a la realidad para verla no hay que inflarla sino que hay que desinflarla. Entonces, el maligno existe y no hay que tenerle miedo, hay que tenerle cuidado. Esta es una expresión clave para interpretar el sentido en la Palabra de Dios. No podemos vivir escondiéndonos, miedosos, viendo demonios por todos lados, brujerías, como dice el refrán, “que las hay las hay”, y por supuesto que es así, por eso existe la oración de exorcismo, las bendiciones especiales, por eso acudimos a la bendición de las casas y pedimos oración y protección especiales, no hay ninguna duda que el demonio existe y que Dios le permite un poder al demonio de obrar en determinadas personas y situaciones, pero no hay ninguna duda tampoco que ese Padre Dios providente que permite la acción del mal, no deja de sostener con su gracia a sus hijos para que venzan al mal. Así como Jesús venció la tentación con el poder de la Palabra de Dios, con su íntima obediencia al Padre, así también nosotros, con mucha claridad, obrando frente al bien, con mucha decisión de no dialogar con la tentación, con el mal, con el pecado, nosotros vamos a ir para adelante y Dios va a obrar. San Agustín nos recordaba estas palabras lindas que muchas veces recordamos nosotros: “ayúdate y Dios te ayudará”. Nosotros somos muy protagonistas de nuestra liberación, de nuestra transformación. Somos esenciales y la gracia de Dios es esencial en nuestra transformación y en nuestro crecimiento por eso no debemos dejar de invocar nunca al Señor y saber que tenemos poderes espirituales y no armar un mundo de demonios. A veces hay situaciones de desequilibrio mental que no tienen nada que ver con la posesión diabólica ni con la posesión del mal ni maleficios, son problemas mentales. Hay que saber que a veces son problemas psíquicos particularmente que tienen un lenguaje, un rostro, una manifestación similar a lo que uno ve a veces en las películas cuando pasan películas del demonio y todas esas cosas entonces a veces la gente está buscando soluciones por el lado equivocado, hay que calmar. Cuando hay fenómenos particulares, situaciones llamativas que uno no controla, cosas realmente sugestivas, llamativas, primero hay que buscar el punto de vista de comprensión de lo humano. En el caso de las personas primero hay que asistir a los profesionales, hay psiquiatras, médicos, psicólogos, hay que agotar las instancias, no hay que priorizar el mal espiritual. Saber que existe el mal y que todo mal tiene que ver con la experiencia del pecado que es la verdadera y trágica esclavitud del demonio. El verdadero éxito del demonio no está cuando nosotros tenemos problemas y nos pasan cosas raras, o males de la vida, o falta de éxito, o no podemos progresar, sino el verdadero éxito del demonio es cuando nosotros desobedecemos a Dios, cuando nosotros le entregamos el corazón al odio. La gente que vive odiando es esclava de Satanás. La gente que vive mintiendo es esclava del demonio. Ahí tiene éxito el demonio porque ahí no nos hace someter en algo temporal sino que somete nuestro corazón, nuestra libertad para siempre porque la libertad está hecha para el bien, la verdad y el amor, no para la mentira, la esclavitud ni el sometimiento a las pasiones desordenadas. Hay personas que viven pensando en el sexo, apasionadas por ese tema y viven desequilibradas. No pueden ver a la persona como persona, la ven como objeto sexual, son esclavos. La persona que se dedica al vicio, al alcoholismo, a la drogadicción, evidentemente está haciendo una experiencia de esclavitud decididamente, y eso es una decisión. Y así como se decide a favor del mal y hay que saber que el verdadero mal es el que nos quita la vida espiritual, la vida del amor de Dios, y eso es el pecado, hay que saber que hay otros males que son menor grado e importancia a los cuales nosotros sí consideramos importantes y nos llenan de miedo e inseguridad, pero esos males son secundarios. “No tengan miedo a lo que puede matar el cuerpo, tengan temor al que les pueda quitar la vida del alma”. El Señor habla claro, nos ama y nos conduce. Hay que saber que hay un poder del mal, por eso hay que ser humildes, hay que juntar con Jesús. Jesús dice: “ El que no junta conmigo desparrama”. ¿De qué lado estamos nosotros? Muchas veces estamos en la vida jugando entre el bien y el mal, me gusta y necesito sentirme protegido por Dios pero en ciertas cosas de mi vida me gusta jugar en la cuerda floja como mitad bien y mitad mal, basta que te sientas bien…. No, hay que ser claro y decidido para vivir en serio. La felicidad es un camino que necesita opciones claras, decisiones generosas y mucha confianza en Dios y apertura a la ayuda de los demás. El camino de la felicidad hace que seamos vulnerables, que nos aceptemos vulnerables y que comprendamos que no llegamos a nada si no aceptamos esa vulnerabilidad y la ayuda de nuestros hermanos. Por eso  el Señor es esencial en la vida. Jesús es fundamental.

Me parece importante comprender esto del Evangelio, que no hay términos medios en la verdad, en el camino de la felicidad tiene que haber claridad, claras decisiones, opciones profundas, el corazón humano está hecho para Dios, para la verdad, para el amor, eso no permite jugar con la libertad, tenemos que ser cuidadosos con nuestras opciones de vida porque donde nosotros estamos divididos frente a lo que hay que hacer, a lo que me gusta, a lo que siento, hay que tener cuidado y saber que la verdad es un conocimiento objetivo que nos realiza y para eso tenemos que salir de nosotros, no basta con lo que yo siento, entiendo o veo, amar es salir del propio yo, por eso para el camino de la felicidad hay que estar dispuesto a los desprendimientos y se sufre mucho cuando se juega a dos puntas. “El que no junta conmigo, desparrama”. El Señor quiere que sus discípulos sean auténticos, de una sola pieza, que no tengan miedo de despojarse y de defenderse. Frente al mal no hay que jugar, con el mal no se dialoga, con la tentación no se dialoga, hay que ser cuidadoso, hay que optar claramente por lo que tiene que ver con lo que descubre mi corazón en el bien y en la verdad y no hay que jugar porque si no entramos en un mundo en el que nosotros que somos vulnerables estamos superados y después no podemos pretender que Dios nos ayude cuando nosotros no hacemos lo que nos corresponde, cuando no somos cuidadosos con nuestra libertad, cuando nuestras decisiones no son del todo entregadas, cuando nosotros jugamos a dos puntas. Mucha gente pide ayuda espiritual pero no todos hacen lo que tienen que hacer, no dejan de jugar, no cortan, no renuncian, no cambian, no toman decisiones en su propio interior y se sufre el doble, se sufre mal, y ese sufrimiento hace que uno se canse y se desilusione de la vida, de Dios, de sí mismo, dice tiro todo y se acabó. Claro, el hombre es capaz de cierta verdad, no puede solo con toda la verdad y con todo el bien pero Dios viene y le ayuda cuando uno obra con sinceridad lo que puede y eso es lo que no debe faltar en nosotros. Por eso el Señor nos pone tantos ejemplos de que nosotros ponemos poco pero el multiplica lo poco. En la anécdota de la multiplicación de los panes se puede comprender mejor esto, con dos pescados y cinco panes da de comer a la multitud. Tráiganlos, y el Señor los multiplica. Nuestra pequeña verdad, nuestra pequeña decisión, nuestro pequeño acto de entrega, de generosidad, nuestra pequeña decisión de cambio, de enfrentar tal cosa, nos pone de cara a Dios, nos pone de cara a la verdad. Dios obra el milagro de la transformación. No hay que tener mido del sufrimiento, no hay que tener miedo del desprendimiento, son necesarios.

Para aquellos que han vivido su vida y en ella ha habido momentos en los que han vivido mal, la persona a veces tiene etapas en la vida en la que vive equivocado o aferrado a un capricho, encerrado, con una esclavitud de la índole que fuere, cuando esa persona puede lograr un cambio en su vida en el camino que fuere, y especialmente cuando puede lograr un cambio a través del camino del dolor, hay que tener cuidado de no volver atrás porque los cambios si bien son necesarios y fundamentales son peligrosos, tienen profundos riesgos. El dejar el mal nos debe permitir comprendernos más vulnerables, por lo tanto más necesitados. La Palabra de hoy dice, cuando el espíritu impuro sale de un hombre anda por lugares áridos buscando descanso y al no encontrarlo dice regresaré a mi casa de dónde salí, al llegar la encuentra barrida y arreglada y entonces va y toma consigo a siete espíritus peores que él, entran y se instalan allí con lo que la situación final de éste hombre es peor que al principio. Seguir a Jesús, hacer un cambio de vida, hacer una conversión y transformación del corazón es una situación que nos pone en una vigilancia permanente. Que nadie se crea seguro, y es lindo vivir así, saber que ser cristiano es depender de la Gracia de Dios, por eso el cristiano es cuidadoso con su transformación, se sabe vulnerable, se sabe necesitado, no va a renunciar a la oración porque la tentación no va a renunciar a ser señor y nosotros tampoco tenemos que renunciar. Pero nosotros no renunciamos a nuestro señorío cuando aceptamos el señorío de la Gracia de Dios, con humildad, con realismo caminar la vida. La vida se desarrolla en medio de un mundo plagado de cizañas y el Señor quiere que yo aprenda a vivir en medio de la cizaña confiando en El. El dará madurez a cada cosa, El hará la cosecha, El dará el valor a cada cosa. Hay un tiempo para eso, por eso hay que aprender a convivir con las limitaciones, las pobrezas humanas, e incluso con la experiencia de debilidad, por eso hay que ser claros y decididos: “Ayúdate y Dios te ayudará”.

Quizá esté un poco sordo y por eso no pueda expresar tantas cosas que tengo que expresar y no esté dando todo lo que tenga que dar porque no sé reconocer que necesito ser liberado, sanado, que no puedo sólo. En éste día, frente a la Palabra de Dios, reconocer el poder del mal en el fondo es reconocer el Señorío de la Gracia de Dios. Con Dios todo se puede.