No seamos motivo de escándalo para nuestros hermanos

lunes, 13 de noviembre de 2006
image_pdfimage_print
“Después, Jesús dijo a sus discípulos:  “Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona!.  Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños.  Por lo tanto, ¡tengan cuidado!.
Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo.  Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti diciendo:  “me arrepiento”, perdónalo”.
Los Apóstoles dijeron al Señor:  “Auméntanos la fe”.  El respondió:  “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí:  “Arráncate y plántate en el mar”, ella les obedecería.”
Lucas 17; 1 – 6

     Démosle gracias al Señor, porque el Señor es muy bueno con nosotros, siempre es tan misericordioso y bondadoso, siempre está acompañándonos, compartamos para eso el Salmo 62, que es el 63, como lo reza el Padre Mamerto Menapace en su libro Salmos Criollos, recemos juntos, con ese estilo tan particular que tiene para escribir…

     Con vos madrugo Señor sediento de tu presencia,
     sufre mi alma tu ausencia como el seco salitral,
     tu Gloria vengo a buscar añorando tu querencia.
     Ya que tu amor nos da vida mis labios te han de cantar,
     siempre te he de recordar bendiciendo tu memoria,
     si me has llenado con tu Gloria ¡cómo no me he de alegrar!.
     Te recuerdo hasta de noche, mientras mis sueños enriedo,
     en vos mi refugio encuentro, a tu sombra hice mi nido,
     solo tu rostro he querido como amor prendido dentro.
     Los que campean mi vida y buscan hacerme daño, morirán en desengaño,
     su muerte será violenta le comerán la osamenta los perros de algún extraño,
     que viva el que nos gobierna, que el Señor lo haga dichoso,
     pero al hombre mentiroso que le haga callar la boca
     el Señor es nuestra roca, el Dios Todopoderoso.
Hay muchas maneras de hacerle daño a nuestro prójimo, cuantas veces hacemos daño, y a veces hasta queriendo, porque algunas veces hacemos daño sin querer, en el matrimonio, por ejemplo, la esposa le dice y le reclama cosas a él, y él no cae en la cuenta, vieron que por ahí los esposos somos todos medios abombados, y en eso me incluyo, porque los curas también somos esposos, y entonces a veces la comunidad nos tiene que aguantar cosas propias de cada uno, y muchas veces uno no se da cuenta que le está haciendo daño al otro, y por ahí hay cosas que solo se pueden disculpar y aceptar, porque hasta que la persona no se da cuenta de lo que está haciendo, hasta que eso no se despierta dentro de si mismo, es difícil que se pueda hacer un cambio.
El Señor en Evangelio siempre nos llama a hacer cambios, nos llama a hacer el camino del bien, por supuesto, como siempre decimos, este camino del bien se encamina hacia adentro del corazón mas que hacia fuera.
En la vida, lo de afuera siempre son ramas, lo de adentro es el tema de la savia y de la raíz, el corazón de la vida está en el corazón de la persona, por eso el Señor nos hace el llamado a entrar en el corazón.
En otras oportunidades hablando de la condición vulnerable del ser humano, de la fragilidad, hemos dicho que tenemos que aprender a entrar descalzos en el corazón propio, y también en el corazón del otro, imitando a Dios, que tuvo tanto respeto para llegar hasta nosotros y tanta sencillez, que vino así como calladito la boca, se hizo presente primero, después dijo “aquí estoy”, no vino anunciando aquí estoy, aunque había sido anunciado hace mucho, no vino haciendo ruido.

El Señor vino despacito, se instaló, se tomó un buen tiempo como para aclimatarse, porque venía de otras temperaturas, y tomando la fisonomía del hombre de ese tiempo, in culturándose a nuestra existencia, tomando las formas nuestras, se hizo en todo semejante a nosotros, y así el Señor viene despacito.

Y ya que Él vino de esta manera, es como que cuando nos damos cuenta de su presencia, nos damos cuenta de su mensaje, cuando sentimos su llamado en el corazón, vemos que la manera de entrar en el corazón propio y en el corazón del hermano es así como usando la figura de que entramos descalzos, en silencio, como no lastimando, como no pisando tan fuerte, como no hiriendo, como no ensuciando, medio como desprovistos, eso es entrar de a poquito y serenamente en el corazón.

El camino del bien es “aprender a vencer el mal a fuerza del bien”, como dice el apóstol Pablo, ése es el mensaje profundo del Evangelio, en el mundo, va a decir el Señor a los discípulos, tendrán que pasar muchas pruebas, muchas dificultades, van a tener que sufrir, pero no tengan miedo, Yo he vencido al mundo.

Estas palabras nos llenan de fortaleza, de aliento, y al comenzar las reflexiones de esta mañana, sentir el llamado a hacer el bien, a vencer el mal, a doblegarlo, aunque muchas veces o permanentemente vivimos con la experiencia del error, de la limitación humana, auque tantas veces herimos al hermano, lo dañamos, tantas veces tenemos situaciones, actitudes, maneras de expresarnos o decisiones que hieren a muchas personas, les hacemos daño.

Claro, es inevitable, como lo dice el Evangelio, que haya ocasiones de pecado, dice el Señor en el Evangelio:  “es inevitable que mucha gente se asuste, se ofenda, se escandalice”, ponga el grito en el cielo, haga comentarios de todo tipo, se desequilibre a causa de mi, y que se yo a cuántos podré hacerles daño, a cuantas personas podré afectar, pero, ¿podré yo manejar eso que no está en mi intención?, eso que no está en mi búsqueda ni en mi interés personal.

¿Usted quiere dañar a su hermano?, ¿usted quiere ofenderlo, verlo sufrir?, puede ser que si, a veces algunas personas se sienten bien cuando ven sufrir al otro, hay gente que disfruta cuando le hace daño al otro, además hay personas a las que no les interesa nada.  

Es bueno preguntarse:  ¿en que campo estoy yo?, ¿soy de los que hacen las cosas sin querer y se quedan ahí, porque total, no me di cuenta?, ¿o soy de aquellos a los que les gusta hacerle daño al otro, o devolverle el daño hecho?, ¿quizás me gusta esa norma de vida del ojo por ojo, diente por diente?, por ahí hago carne la Ley del Talión, me pegan en una mejilla y pongo la otra, por lo tanto también devuelvo el mal, y quiero que le devuelvan el mal al otro, ¿soy de los que tienen la maldad tan adentro que me siento satisfecho cuando veo sufrir al hermano?, ¿suele ser mi respuesta que hay justicia para todo, que ahora te toca a vos sufrir?, ¿pasan por mi mente y mi corazón respuestas como esa?.

Esa es la experiencia del mal, por ahí nos saboreamos en el mal, por ahí es sin querer, pero por ahí ese sin querer implica preocuparme poco, no voy a interesarme por mejorar, total es sin querer y eso también es malo, es una manera de participar activamente de hacer daño a nuestro hermano. 

El no crecer, el no querer cambiar, el no querer corregirme; tantas veces nos encontramos con estas expresiones: “yo soy así”, entonces ya es como que bajo la persiana en ese campo, yo soy así, acéptenme así porque yo soy así.  Pero una cosa es ser así cuando uno tiene tendencia a ciertos defectos o ciertas cosas que hacen daño al hermano; y otra cosa es decir no quiero hacer nada porque yo estoy bien así. 

 Muchas veces estamos como acomodados en una postura mediocre y cómoda, acomodados ante la no lucha, en la no tarea, en el no esmero, en el no esfuerzo, ese estado de acomodamiento  nos hace malos. 

Se sabe que el ser humano no se hace humano si no lucha consigo mismo, si no trabaja por superarse a si mismo, el hombre no solo tiene que conocer donde está el mal de si mismo, donde está el defecto, sino que también uno tiene que hacer la tarea de enfrentarse con ese defecto, por eso decimos que la tarea verdadera es entrar adentro del corazón. 

Y porque dijimos que tenemos que entrar descalzos, entrar descalzo dentro de mi corazón en primer lugar y también dentro del corazón del hermano, pero siempre empezando por entrar descalzo dentro de mi, porque hay que hacerlo con paciencia, entrar descalzo es una linda figura, como diciendo que entro con respeto, sabiendo que no le va a resultar fácil a mi mundo interior hacer un cambio en las actitudes, una toma de conciencia, una transformación.

Además, sabemos que no todo tampoco depende de uno, en ese misterio que es crecer y cambiar hay mucho mas de Dios que de nosotros, y ciertamente que hay todo de Dios, y ese todo de Dios solamente es posible cuando ponemos todo de nosotros. 

Pero no estamos hechos para el mal, por eso tenemos que descubrir este sentido de entrar dentro de nosotros descalzos, ese trabajar lentamente, pacientemente, no solo la aceptación de lo que soy, de mi defecto, de mi error, de lo que daña a mi hermano, de lo que puede ser motivo de enojo, de molestia o de escándalo, de obstáculo para mi hermano, sino que debo reconocerlo y debo trabajarlo con paciencia.

Y estos temas se trabajan a dos puntas, hacia adentro y hacia fuera, porque es lógico pensar que nadie hace un cimiento para no levantar paredes; si escondemos muchas cosas debajo, si escondemos mucho trabajo, si nos vamos para la base del edificio, vemos que ahí hay que trabajar  con respeto y delicadeza, reconociendo, valorando y aceptando la pobreza, pero también tomando acciones y decisiones que afecten las paredes, lo que aparece, lo que se establece como visible, como vínculo con los demás.

¿Cómo soy con los demás?, si quiero ser bueno con los demás, si quiero hacer el bien con los demás, ciertamente tengo que trabajar ese entrar con los pies descalzos dentro de mi corazón.

¿Cómo se aprende a vivir?, leyendo el evangelio; por eso hay que creer mucho en el Espíritu Santo, para que el Espíritu de amor nos dé toda esa capacidad de percibir el Don de Dios, porque evidentemente, nosotros, desde nuestra condición de pensantes, desde nuestra razón, podemos captar muchas cosas, pero la fe nos permite captar otras, que son mucho mas profundas y mas necesarias, no alcanza solo con la reflexión, hay que dar, hay que escuchar, yo diría que hay que contemplar. 

Tenemos que mirar la vida, pensar en que cosas le hacen mal a mi hermano, y cuantas veces le hacemos daño a un hermano, tenemos que identificar a la gente a la que le gusta hacer daño, la que se desquita, la que permanece en actitud de venganza, y también a los otros, a los que se dan cuenta del daño pero se justifican y siempre están mediocres, siempre están iguales, no cambian, y esos a veces son los que más hacen sufrir a los demás, porque la mediocridad es lo que más le molesta a la persona que quiere crecer y que quiere vivir en paz, es difícil vivir con los mediocres, sobre todo porque se acostumbran a relativizar todas las cosas, entonces creen que lo que es malo no es tan malo y esa actitud termina haciéndose toda una filosofía, todas las cosas tienen un criterio, un concepto muy particular en el mundo de mediocridad.

El Señor en el Evangelio hoy nos advierte que muchas veces podemos hacer un daño muy especial al hermano, y que a veces podemos ser instrumento o motivo de escándalo, ser instrumento de la perdición de la persona. 

Hay situaciones muy limites y muy desgraciadas por las cuales se induce mal a las personas. 

Cuando una persona es inducida a obrar en contra de su conciencia a veces podemos llegar a ejercer cierta presión, cierto dominio sobre la persona, esa falta de respeto sobre el criterio y la necesidad del hermano es una cuestión seria, a veces hay personas que se imponen demasiado sobre nosotros, y entonces uno nos los respeta como persona, y además hay personas que son frágiles y se someten, porque tienen miedo, tienen temor, y entonces muchas veces hacen lo que no quieren y lo hacen por otro. 

Esas personas tienen una gran tarea, porque nadie puede ni debe vivir para los otros ni por los otros, la razón de vivir está dentro de uno primero y  después la elección de compartir y de hacer algo por otro se da a partir de ese amor a si mismo, y entender eso es muy importante. 

Muchas veces ejercemos sin querer esa capacidad de hacer el mal, pero otras veces somos concientes, a veces hasta somos motivo de escándalo e impedimos la vida espiritual de nuestros hermanos, algunas veces lamentablemente hasta los sacertodes somos motivo de escándalo para mucha gente, yo mismo debo haber generado algún escándalo, no tengo duda de eso. 

Y cambiar eso no es fácil, porque vos dejás una marca en la persona, dejás un sello, y eso no es fácil de ser revertido, uno tiene que aprender a ser humilde, por eso digo eso de entrar descalzo en el corazón, hay que contemplarlo al Señor y aprender a ser simple.

Si algo se hizo mal sin querer, bueno, paciencia, hay cosas que se hacen mal sin querer,  pero cuando nos damos cuenta que hay cosas nuestras que dañan gravemente al hermano, tenemos que plantearnos la idea de un cambio en uno mismo, aunque sea lento y progresivo, aún así es necesario plantearse la idea del cambio, hay que tomar una decisión, y para afrontar el cambio no basta a veces trabajar solo, hay que saber pedir ayuda, y saber pedir ayuda es uno de los signos claves de que hay buena voluntad de cambiar de una persona. 

Es triste cuando la persona no asume su error y su pobreza, aquello que se entiende por pobreza no solo porque afecta a la persona, sino porque esa pobreza es nociva y realmente le resulta como un obstáculo al hermano. 

Imaginen que yo sea un padre de familia, me gusta fumar y soy alcohólico, el alcohol es una esclavitud, a la larga se transforma en una enfermedad, porque produce una necesidad y hay que satisfacerla, llega el momento en el que no puedo vivir sin tomar, entonces aparece ese estar siempre aferrado, cultivo ese mal hábito de tomar, no puedo vivir sin estar tomando. Esta situación de alcoholismo produce un daño enorme, es un obstáculo para la familia.

¿Usted se ha puesto a pensar en lo que provoca el alcoholismo?.

Los jugadores compulsivos, esos que juegan, juegan y juegan, esas personas ciertamente necesitan una terapia, una ayuda psicológica y espiritual, necesitan una muy seria confrontación con la verdad, no puede una persona vivir administrando sus cosas de una manera que afecte gravemente la paz, la seguridad, el bienestar y el porvenir de los que lo rodean, de las personas que dependen de él. 

Todos los vicios son un motivo de escándalo, incluso los desórdenes afectivos tienen el poder de escandalizar; si yo no soy fiel a mi matrimonio y vivo ocultando una relación con otra persona y los chicos se dan cuenta de mi doble vida, me transformo en un gran obstáculo para la vida espiritual de estos chicos, porque no los aliento, al contrario, los desanimo, los desilusiono, se les cae la máscara, se desaniman.

Y ni hablar de cuantas personas que no son chicos, que son grandes pero que son como los chicos, son sensibles y débiles, entonces mi defecto, mi mala acción, mi mala actitud de vida, los va llevando también a ellos al desánimo, esas personas terminan pensando: “da todo lo mismo, yo también me dedico a hacer macanas”, por eso hay que plantearse un cambio de actitud.

Yo no digo que el hombre no deba cometer nunca errores, digo simplemente que debe reconocerlos e intentar cambiar, estoy convencido de que se pueden reconocer los errores y que hace muy bien hacerlo, porque que uno encuentra la paz cuando sabe reconocer que ha errado, pero solo es posible afianzar esa paz cuando uno es capaz de cambiar. 

A veces me toca escuchar situaciones de un matrimonio, años y años una persona aguantando a la persona que tiene al lado, aguantándole su alcohol, su vagancia, su manera de vivir como soltero, porque hay personas a las que les gusta vivir como soltero, tienen compromisos muy profundos, nadie le puede controlar el horario, a que lugar va, con quien está o que hace con el dinero, y todo eso daña gravemente, son como escándalos, son como palos en la rueda.

El Señor nos dice en el Evangelio: “si tu mano es ocasión de pecado arráncala, si tu ojo es ocasión de pecado arráncalo”, mas vale tuerto o manco que con los dos ojos y las dos manos en la jeringa, no estamos hechos para ponerle trabas a la vida de nadie.

La flaqueza humana hace que uno cometa errores, no con la intención de escandalizar y dañar, pero todos hemos sido creados para buscar el bien, y hay que reflexionar sobre esto, sobre lo concreto, ver que cosas, que conductas, que manera de expresarme, que manera de administrar mi tiempo, que cosas mías son dañosas para mi hermano, este planteo que hacemos habla de una actitud de vida, debemos estar abiertos a ver mis errores y a cambiarlos, es tan lindo mejorar, le hace mucho bien a uno y a los que están al lado.

Lo fundamental de este Evangelio no es simplemente no ser obstáculo para otro, no escandalizar, se trata también de no escandalizarme, hay personas que se escandalizan solas, nosotros a veces nos enojamos con el prójimo y eso es un obstáculo para nosotros pero no es que el otro me escandalizó, sino que yo solo me escandalicé. 

A veces nos hacemos los escandalizados, la cuestión que plantea el Evangelio es una cuestión de gravedad, una cuestión seria, no triste, sino seria, profunda y al reflexionarlo toco lo hondo de la persona. 

En esta palabra del Evangelio el Señor no quiere que nos dediquemos al mal y no quiere que le hagamos daño al hermano, no quiere que seamos un obstáculo, y yo creo que en el fondo nadie quiere serlo, los hombres no podemos vivir para no hacer daño, sino que tenemos que vivir en positivo y ser realistas, ser concretos, es nuestro deber cristiano ser positivos, realistas y concretos, es la cuestión de amar. 

Entonces tenemos que vivir para edificar, para construir, no solo para considerar lo que puede ser dañoso en mi hermano, dañoso para mi, para otro, para la comunidad, sino que al contemplar el defecto y la limitación de mi hermano, yo también tengo un deber con él, un deber que me obliga a mi primero, me obliga a vivir en actitud de entrega, de construir, de hacer el bien, de ser motivo de unidad, de ser yo positivamente, concientemente, deliberadamente, decididamente ser motivo de encuentro, de paz, de serenidad, ser luz para los otros, ser contención para mi hermano; no es una cuestión esfuerzo, es una cuestión de actitud, de disponibilidad. 

Si mi vida se realiza en el encuentro con Dios, en este encuentro voy a adquirir espontáneamente esta sabiduría y esta capacidad de ser una persona que permite conectar, alentar, orientar y no dañaré al hermano; y el día que le dañe me tengo que sentir responsable de ese daño, y tengo que enfrentarme a mi mismo y cambiar.

Se entiende que tenemos una tarea que empieza por nosotros, por erradicar de nosotros con paciencia, porque no termina nunca la tarea, aquellos elementos que son nocivos, que son como elementos de muerte que tenemos adentro, ese obstáculo que no deja en paz a mi hermano, a mi comunidad y tampoco a mi mismo. 

Necesitamos mucho de Jesús, creo que el hombre necesita recuperar la relación con ese Dios vivo y presente, por eso tiene que cultivarse mucho la capacidad de escucha para poder mirar y entrar con esos pies descalzos en el corazón y poder ver la realidad; no podemos vivir creyendo y pensando que nosotros somos así o somos asá, tenemos que ver la realidad, tenemos que saber quienes somos realmente.

Santa Teresa decía que la humildad es la verdad.  Entonces para andar en verdad, es necesario hacer este ejercicio profundo de autenticidad que es la humildad, que consiste en saber ver y a veces aceptar cuando otro me ve, aceptar que otro se acerque para decirme mirá, me parece que estás obrando mal, que estás equivocado, acá aparece la corrección fraterna que tenemos que hacer, lo cual ciertamente no es para nada fácil, el motivo de la corrección es que quiero salvar a mi hermano, quiero orientarlo quiero ayudarlo porque está obrando mal, porque va para un lado diferente, no va para donde tiene que ir. 

En este tema de la corrección o de la falta de la corrección fraterna, hay demasiado pecado en la experiencia nuestra, es más lo que callamos que lo que decimos, pero cuando se trata de la fama del hermano, pecamos por el otro lado, porque hablamos mucho por detrás, decimos muchos comentarios con indiferencia, pero no nos enfrentamos con la persona, no nos ponemos a charlar frente a frente, eso nos cuesta mucho, y este es el estilo al que nos invita Jesús, el Señor nos invita a tomar en serio esa capacidad de vivir en el bien, de desear el bien para nosotros mismos y para los hermanos, y de hacerlo posible, contando siempre con su presencia amorosa en nuestras vidas.

Si reconozco los elementos de muerte que hay en mi persona, si soy respetuoso,  comprensivo y si lucho por mejorar en mi mismo, ¿como no voy a poder ser respetuoso con mi hermano, valorarlo, y ayudarlo si se equivoca?, ayudar al prójimo no es una cosa ni tan rápida ni tan fácil; ahora, la ayuda mas importante, que es uno de los actos de misericordia, es corregir al que se equivoca, y no parece ser la obra de misericordia que mas hacemos.

El Evangelio de hoy dice: “si tu hermano llega a pecar repréndelo, y si se arrepiente perdónalo”. Hacerle ver el error al hermano nos involucra personalmente y nos compromete, porque yo no voy a ir a corregir al otro si yo no hago nada por mi mismo, si mi vida es un abandono, si no me interesa nada de lo mío, si no tengo figura espiritual, si no tengo delicadeza, si no tengo ganas de crecer, de mejorar, de cambiar, de mejorar yo en mi vida personal, en la obligación conmigo, con mi persona; que le voy a ir a decir al otro, como le voy a ir a explicar la moral, la buena conducta y los buenos modales al prójimo y la vida espiritual a los hermanos.

El amor empieza en casa, primero yo, pero el llamado a la corrección fraterna es un llamado al amor, este es el estilo de Jesús; la caridad, que lo define de cuerpo entero nos lo presenta al Señor y a sus discípulos, nosotros, que queremos ser discípulos, tenemos que estar atentos, no solo de no caer en el error, sino de entregarnos positivamente a la virtud, al bien, a la edificación, a vivir una actitud de servicio, de entrega y a sentir como propio el mal del hermano.

La corrección no es para dañar o para humillar al hermano, el que piense que tiene que decirle y tiene que meterle el dedo en la llaga para que cambie el otro o bajarle línea para que cambie se equivoca, porque nadie cambia de esta manera, se cambia por amor, es como dice el profeta: “vos me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir”, la corrección es una cuestión de seducción, es una cuestión de acercarse delicadamente al corazón del otro, buscando el momento oportuno, esta tarea exige mucha delicadeza, exige ir con miedo, no con seguridad, con miedo de dañarlo, con miedo de perderlo, porque nuestra misión es ganar al hermano para Dios.

Si tu hermano reconoce y se arrepiente, habrás ganado, si tu hermano acepta la corrección y cambia, habrás ganado un hermano. 

Cuantas veces pecamos gravemente en esto, y a veces la gente que vive la fe no se plantea el tema de la omisión en la corrección fraterna; a veces omitimos corregirnos, si criticamos, si estamos enojados, en desacuerdo, si no nos relacionamos con tal tipo de persona porque no pensamos como ellos, tenemos posturas y comportamientos pero no tenemos amor, no tenemos amor porque no nos enfrentamos al otro para salvarlo, no tengo un acercamiento para ayudarlo y contenerlo, no intento despertarlo a la conciencia de un error y no lo animo a que cambie, no lo estimulo. 

Hay que reflexionar mucho acerca de si ejercemos la corrección fraterna, de como la ejercemos, corregir es necesario, todos necesitamos corrección, la corrección se hace para salvar a la persona, para ayudarla a mejorar, para que caiga en la cuenta, para advertirle, la corrección no es un acto aislado en la vida, que se cumple y ya está, no, porque corregir significa que me involucro en el otro, y debo tener en cuenta que yo también soy corregible y vulnerable, y entonces para corregir hay que sentir que yo también tengo que cambiar y estar dispuesto a este cambio. 

Es necesario ayudar, tenemos que ayudar; aunque a veces tengamos miedo, cuantas veces nos callamos, no le decimos al otro las cosas que hay que decirle en la cara o al corazón desde la oración, cuantas veces no se la decimos porque tenemos miedo de quedar mal, tenemos miedo de perder un amigo, eso no es ser discípulo de Jesús.

El Señor a aquel discípulo, y a nosotros, nos hace una llamada profunda a vivir una relación diferente con el hermano, aunque tu hermano te rechace en la corrección y muera, la corrección tenés que hacerla, la corrección fraterna no se funda en que podemos ser rechazados o podemos ser aceptados, se funda en que hay que corregir, hay que amar, y amar significa sufrir por el otro, y si hay que sufrir el desprecio del otro, si el otro no acepta y no comprende, igual hay que hacerlo, esto también es por Jesús, y esto es lo nuestro, estar dispuesto a dar la vida por el hermano, porque si el Señor nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.

El amor no siempre son caricias, no siempre son halagos, no siempre son sonrisas, a veces el amor es lo áspero del tema de una corrección, pero eso áspero es importante que se ejerza desde el amor, el amor no daña, no hace daño, puede exigir, puede hacernos sufrir por el orgullo que tenemos, pero no hace daño; el amor siempre sana, siempre es luz, siempre acompaña y siempre se involucra, el amor lo puede todo siempre, como dice Pablo a los corintios.

Creo que tenemos que trabajar este aspecto de nuestra vida espiritual, involucrarnos con el hermano, sintiendo como propio el éxito y también el error del hermano, por eso tenemos que corregirlo, con amor, para que Él ordene sus pasos y también su vida, para que viva como discípulo de Jesús.

¿Qué me escandaliza de mi hermano?, ¿qué es obstáculo de los demás para mi?. Además de ver lo que puede ser un obstáculo, uno tiene que no encontrar en esto una justificación para abandonarse y desanimarse.  

Cuando uno ve miserias, tiene que ser realista, cada uno tiene un deber frente al escándalo, frente a la persona que nos hace daño, que nos desanima, que nos da mal ejemplo, frente a una autoridad que da mal ejemplo, a un sacerdote que haga acciones deshonestas o malas, a un político, a un docente, a un médico, a un profesional, a alguien que tenga un peso en los demás y que haga daño, frente a cualquier persona que tenga un peso emocionalmente o afectivamente en una persona.

Esas situaciones me plantean un desafío a mi mismo, porque yo no me puedo doblegar ante el mal, yo también tengo que luchar con el mal y muchas veces ese palo en la rueda que no nos deja avanzar, produce ese dolor, ese endurecimiento, ese desánimo, ese bajar los brazos, ese dejar de ponerle el pecho a la vida porque, total, ¿para que?.

Si miramos a las personas que tenemos arriba nos hacen esto y esto, no debemos dejarnos desanimar, no es digno del ser humano, si entiendo que es doloroso y que puede ser exigente, pero entiendo que yo tengo un deber de no vivir de acuerdo a lo que haga o no haga el otro, entonces voy por buen camino, la razón de vivir está adentro y Dios me llama a mi también y también a mi me da la gracia, y a veces cuando yo veo cosas malas que son muy agresivas tengo que pensar que el Señor, en su providencia, por algo también permitió que yo vea eso, Dios ha querido que yo pueda darme cuenta de ese desastre, entonces tengo un compromiso, una misión.

A eso se refiere el Señor cuando dice: “si tu hermano peca, ve y corrígelo”, esa es la tarea, no vivir desinvolucrado, sino involucrarnos; el cristiano no puede vivir ausente del hermano, tampoco puede vivir metiéndose en la vida del hermano, tampoco puede vivir juzgando los errores o las limitaciones del prójimo, pero cuando hay algo que es importante y que afecta gravemente  uno tiene algo que hacer.

A veces uno puede llegar a esa persona por si mismo, a veces no, quizás pueda encontrar a otra persona que tenga más cercanía, que llegue más a su corazón, que pueda observar y ayudar a la persona, quizás mi manera de ayudar es indirecta, a través de terceros, no necesariamente tengo que ir yo de frente, no siempre se puede, no siempre es conveniente.

Si el amor, que es lo que nos hace inteligentes, si el amor está vivo en nuestro corazón, entonces está despertando la manera de proceder con los demás, si el mal tiene su sabiduría, el bien también tiene su sabiduría, entonces tenemos que ser ingeniosos y astutos, mansos pero astutos, mansos como la paloma, diría el Señor, pero astutos como la serpiente, y tenemos que ser penetrantes para hacer el bien.

El cristiano tiene que ser decidido en hacer el bien y tiene que hacerse cargo de su hermano, que es muy distinto a meterse en la vida y en los intereses del prójimo, eso es participar de la vida de Jesús.

¿En que consistirá, entonces, tener el amor de Jesús?, si no me ocupo de la salvación de mi hermano, si no me interesa el bien espiritual de mi hermano, si considero que estoy afuera, ¿de que clase de fe estoy hablando?, eso es lo que decía hoy el mensaje cuando hablaba de que es lo que me escandaliza de mi hermano, ahí nos damos cuenta.  

“Señor, dijeron los apóstoles, aumenta nuestra fe”, la falta de amor es también falta de fe, tenemos que pedirle al Señor que nos aumente esa capacidad de entender desde la mirada de la fe cual debe ser nuestra relación y nuestro vínculo con el hermano, el Señor se pregunta: “¿cuando el hijo del hombre vuelva a la tierra, encontrará fe?”; y si el Señor se pregunta eso, también va a tener que preguntarse: ¿encontrará amor?, ¿encontrará hermanos?, ¿encontrará gente que sienta como propio el error y el pecado?, ¿encontrará gente que quiera redimir, que quiera salvar, que quiera ayudar?, ¿encontrará gente que esté viva para servir?.

Esta cultura de la indiferencia, de tirar la piedra y esconder la mano, no es lo típico de la dignidad humana en primer lugar, ni es lo típico del Evangelio, un cristiano tiene que acercarse, tiene que tocar, tiene que acariciar y tiene que sanar la herida, por eso la corrección es un deber de la caridad y es esencial para la salvación. 

La corrección fraterna tiene que ser ejercida con inteligencia, debemos saber como  ejercerla, debemos orar, debemos reflexionar, debemos pensar que es lo conveniente, debemos pedir asistencia al Espíritu Santo, y todo eso nos lleva a una actitud sincera de crecimiento personal, significa un contacto necesario, y a veces ciertos escándalos.

     Mediante algunas cosas ocurren,  el Señor me está convocando para que yo madure, para que yo no sea infantil, para que crezca mi fe, ¿en que se funda mi razón de vivir?, muchas veces las cosas que nos dañan de los demás nos desaniman porque no tenemos una buena fundamentación para vivir, porque no estamos suficientemente entregados, porque no estamos amando lo suficiente; es fácil esconderse en el escándalo que me provoca la mala acción del prójimo, por supuesto que puede ser real y que me hace daño realmente, no hay duda de que hay personas que tienen una especial sensibilidad, una especial y delicada conciencia y tampoco hay dudas de que hay cosas que  pueden dañar, sobre todo si son cosas hechas con mala intención, entonces el escándalo no nos permite darnos cuenta de que tenemos que crecer, de que no tenemos que ser superficiales.

     ¿En que se funda mi razón de estar donde estoy?, ¿en que se funda mi razón de de hacer lo que hago?, ¿en que se funda mi razón de pensar como pienso?.

     Estas reflexiones, realizadas en oración y con plena conciencia, deben llevarnos a evitar el desánimo, porque eso también un compromiso de madurez en la fe.