Nosotros somos Iglesia

miércoles, 10 de octubre de 2012
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Comenzamos este programa con la alegría de haber saludado al Padre Javier que está emprendiendo su viaje a Italia y luego a la tarea misional a África.

 

Vamos entrando al tema del día de hoy, nosotros somos Iglesia, nosotros hemos nacido con el amor del Padre, con el amor de la Madre, somos fruto de ese AMOR que nos permite decir, “creo, creemos” por eso esta mañana le vamos a dar gracias a Dios por poder decir, tengo una Iglesia, santa, pecadora, que es madre y que me ha engendrado a la vida.

 

Una Iglesia que tiene rostro concreto, un rostro que se va haciendo historia, un rostro que nos va permitiendo mostrarnos lo más lindo de la Iglesia y a veces tristemente lo que no quisiéramos ver en la Iglesia. A veces nos pasa que hoy decimos sacerdotes y enseguida con marcan con razón y con escándalo un sacerdote pedófilo que hace tanto daño, o alguna persona que va a misa todos los domingos pero tiene actitudes que no tienen nada que ver con el evangelio, y eso es real pero también es real que tenemos en la Iglesia cristianos que han sabido sintonizar con el evangelio, que se han dejado transformar por el Señor y que por eso te propongo que compartas con nosotros ese Santo que se ha hecho presente en tu vida, ese Santo que es compañero en tu vida y te ha ayudado a profundizar un aspecto del evangelio.

 

La consigna de hoy es que compartas ese Santo que se ha acercado a tu vida y que te ha ayudado a profundizar el evangelio de Jesús.

 

Jesús nos salva de lo más difícil y de lo más dramático de nuestra existencia porque en el Señor tenemos vida.

 

Volvemos a retomar esta catequesis tan hermosa que el Cardenal Bergoglio nos ofrece y que hemos elegido para acompañar este mes de octubre, mes de las misiones, este libro que se llama “mente abierta, corazón creyente”. El Cardenal nos invita a comenzar con esta certeza de nuestra fe: Jesús funda la Iglesia.

El misterio de la Iglesia va muy unido al misterio de María, la madre de Dios y la madre de la Iglesia. María nos engendra y nos cuida, y la Iglesia también. María nos hace crecer, la Iglesia también.

En estos días que estamos en Buenos Aires preparándonos para la peregrinación a Luján podemos evidenciarlo, María nos cuida, María nos engendra, María nos ayuda y la Iglesia también. La Iglesia nos funda, nos cuida, nos engendra y nos ayuda.

 

El asunto es ver cómo, porque hay tantas personas que tienen dificultad en acercarse a Jesús y dicen “yo creo en Jesús pero no acepto a la Iglesia”. Lo primero que yo propondría es no enojarse con esa persona porque quizá haya tenido una mala experiencia de la Iglesia, quizá han sido nuestros escándalos que los ha alejado pero vos y yo que tenemos una experiencia distinta, que a lo mejor tenemos alguna herida o alguna situación que nos ha dolido pero que sabemos que la Iglesia nos engendra, nos da vida y nos cuida, nos podamos sumergir así en esta catequesis que hoy el Cardenal Bergoglio nos propone sobre la Iglesia.

 

Nosotros en la Iglesia descubrimos que nuestra vida de fe no ha sido algo que vino directamente, cada uno de nosotros somos fruto de una gran cadena de testigos, hoy vos y yo creemos porque ha habido una pre historia de amor, que a lo mejor tuvo sus luces y sus sombras pero hoy podemos creer porque hubo muchos testigos que a lo largo de la historia dijeron creemos. Por eso no te avergüences de ser miembro de la Iglesia, nos gustaría verla siempre resplandeciente, con vida santa, reconocemos una Iglesia santa y pecadora pero nos alegramos hoy y damos gracias porque todos tenemos la experiencia de algún santo que se nos ha metido en nuestra vida, de ese amigo del cielo que nos acompaña en la tierra, poder descubrir que cuando alguien se abre profundamente a Jesús, ayuda a profundizar el evangelio.

 

Cuando hablamos de Iglesia tenemos que mirar a María, ella es la madre de Jesús y la madre de la Iglesia, nosotros fuimos fecundados y engendrados para la santidad en un cuerpo santo, en el de la santa madre la Iglesia. Y en el mantenernos insertos en ese cuerpo se juega nuestra vocación a ser santos e inmaculados en su presencia y en el estar unidos a la Iglesia también se hace visible la fecundidad apostólica.

La Iglesia es santa, permanece en el mundo como un signo opaco y luminoso pero al mismo tiempo de una presencia nueva de Jesucristo, de su partida y de su permanencia, ella lo prolonga y lo continúa. Algunos padres de la Iglesia han hablado de la Iglesia como la luna – no el sol – el único sol es Jesucristo, nosotros tenemos que reflejar esa santidad y para eso tenemos que permanecer unidos a Jesús para reflejar esa luz de Cristo.

Muchas veces nos hemos equivocado en las catequesis porque hemos dado una importancia especial a la catequesis pre bautismal, pre comunión, pre matrimonial, el pre, el prepararnos para está bien, pero en el fondo la vida cristiana es un ahondar en el permanecer con Jesús.

El prefijo pre tiene las mismas letras que el prefijo per, pero uno habla de preparación el otro habla de profundización. La vida cristiana es un profundizar día a día en el encuentro con Jesús, porque si no parece que preparamos una fiesta y después … se acabó, preparamos una fiesta, la vida cristiana es un permanecer en el amor de Dios y los sacramentos nos ayudan a estar más unidos a ese amor de Dios a esa vida nueva que nos otorga el Señor, por eso la Iglesia tiene que ser un signo opaco y luminoso al mismo tiempo, de una presencia nueva de Jesucristo, de su partida y de su permanencia. Ese Jesús que está pero todavía no plenamente, por eso estamos llamados a vivir profundamente ese encuentro con el Señor.

Qué lindo es reconocer que sin la Iglesia no hubiera vivido muchas cosas, si tengo memoria reconozco que la Iglesia me ha ido acompañando, desde el sacerdote que me bautizó, el que me confesó, el que me dio la primera comunión, el que me va acompañando permanentemente, y con tantos laicos que acompañan a los misioneros, tantos ejemplos de vida silenciosos y callados que van edificando la Iglesia.

Por eso demos gracias al Señor por ese regalo y descubramos que nosotros tenemos que dejar cada vez reflejar más la luz de Cristo.

 

Cuando nos ponemos en el centro ahí empieza el despiste, cuando creemos que somos el centro de la buena noticia, cuando empezamos a jugarnos como francotiradores, cuando empezamos a creer que en el fondo la Iglesia soy yo, esa Iglesia que nos engendra en la santidad empieza a sufrir, porque en vez de ser puente para que otros se encuentren con el Señor empiezo a ser muro, escándalo.

 

Una vez la preguntaron a Gandhi, qué es lo que más admira del cristianismo y respondió inmediatamente, a Cristo, lo admiro profundamente y el periodista le indagó entonces, y qué lo hace no ser cristiano? y con una sonrisa dijo, la vida de muchos cristianos.

Es verdad, muchas veces nosotros no somos capaces de reflejar esa luz de Cristo, no tengamos vergüenza, la historia de la Iglesia nos muestra santos extraordinarios que fueron reflejos de la luz.

 

Ayer celebrábamos a Francisco quien en su propia vida escuchó a Jesús que le decía, reconstruí la Iglesia, ayudame a que la Iglesia sea reflejo de la luz y no se refería a esa Iglesia abandonada, se refería a la Iglesia necesitada de santidad, en la providencia de Dios, Dios suscita a los santos para ayudarnos a que la Iglesia siga siendo siempre una madre que nos engendra en la santidad.

 

Tenemos que mostrar la luz al mundo, muchos de nosotros vamos a ser el único evangelio que puedan leer y descubrir algunos hermanos nuestros que no se acercan a la Iglesia institucional, no leen la biblia, y ciertamente Francisco fue alguien que mostró de una manera casi única a ese Jesús que a través de su vida nos muestra la pureza del evangelio, un evangelio sin añadirle nada, por eso es tan respetado incluso por los no creyentes y los no cristianos y por eso también Francisco fue capaz de adelantarse a los tiempos, patrono de la ecología, el llamo hermana tierra, hermana luna, hermano sol, cuando ni siquiera se había inventado la palabra ecología.

 

Es muy importante que los niños comiencen de pequeños a habituarse a la presencia de los santos, a su presencia como compañeros en nuestro caminar, ellos son ejemplo, son intercesores y como dice Benedicto XVI son compañeros de camino. Tenemos que descubrir que el amor y la devoción a la madre Iglesia, es amor y devoción a estos hijos suyos cualificados y tenemos muchos de estos santos en nuestra Iglesia a quienes tratamos cotidianamente en nuestra vida de parroquia, en el confesionario, en la dirección espiritual, en el trato con las personas de nuestras comunidades. Santos que nos muestran que el pecado pudo ser vencido por la gracia, todo pecado tiene su santo canonizado. Buscando los distintos pecados vamos a encontrar alguien que se convirtió y que ahora puede decirnos, yo era esclavo de este pecado pero la gracia de Dios venció.

Vamos a renovar en el año de la FE esa alianza con los santos para que nos ayuden a ser nuestros compañeros de camino, que nos permitan vivir en la tierra la alegría de ser luz de Cristo.

 

También tenemos que pedirle al Señor que nos ayude a encontrar los santos anónimos que viven con nosotros, hay personas (que pueden no ser cristianos) que con sus actitudes nos muestran que el Señor está en su corazón.

 

El Cardenal Bergoglio nos advierte que la crítica amarga a la Iglesia, la desazón por sus muchos pecados, la desesperanza que se nos crea frente a ella, quizá sea porque no nos alimentamos suficientemente de esa complacencia con la santidad que nos reconcilia.

 

Una vez me decían que no iban a la Iglesia porque en la misa había muchos pecadores, personas falsas, yo les respondí que me alegraba que hubiera muchos pecadores en la misa, porque a Jesús le decían lo mismo y me tranquiliza porque mi parroquia en algo se parece entonces a lo que hacía Jesús.

El problema no es que en la misa haya gente mala o gente que no vive plenamente el evangelio de Jesús, el problema es que los que estemos ahí no nos reconozcamos pecadores, nos creamos santos y justos, miremos a los demás como si fuéramos mejores. La Iglesia intenta permanentemente que pidamos perdón. Comenzamos la misa diciendo “Señor ten piedad” le volvemos a decir “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros”, “Señor yo no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Me parece que el gran problema hoy de la Iglesia no es que sea pecadora sino que algunos no nos reconocemos como pecadores, no le pedimos al Señor la gracia de la conversión, no confesamos nuestros pecados, nos hacemos los distraídos, los queremos esconder, no reconocemos nuestra debilidad. Por eso la Iglesia es santa pero también es pecadora, y porque es pecadora necesita siempre ser purificada. Iglesia siempre en estado de conversión, debemos estar atentos porque hay pecados que no nos damos cuenta que son tales.

Nos manifiesta el Cardenal Bergoglio, la santidad se manifiesta sobre todo en la evangelización, es necesario que nuestro celo evangelizador brote de una verdadera santidad de vida como nos sugiere el Concilio Vaticano II, “haga presente la alegría de la fe”. Este nexo entre la santidad y la maternidad de la Iglesia que se hace evangelización no siempre está presente en sus miembros y nos invita a hacernos algunas preguntas que Paulo VI las proponía a los diez años del Concilio:

¿La Iglesia está anclada en el corazón del mundo y es suficientemente libre e independiente para interpelar al mundo? ¿Da testimonio de la propia solidaridad hacia los hombres? ¿Hace presente la radicalidad de un Dios absoluto? ¿Ha ganado en amor contemplativo y de adoración? y pone más celo en la actividad misionera, caritativa, liberadora?

Dice Paulo VI, es suficiente el empeño que realiza la Iglesia en buscar el restablecimiento de la plena unidad de los cristianos?

Qué lindas preguntas para hacernos un examen de conciencia. Ser Iglesia es reconocernos seguidores del Señor, pero como Pedro junto al lago de Galilea, ese Pedro que ya no tiene el orgullo de creerse el mejor, ese Pedro que ha experimentado la humillación del pecado, de haberlo negado al Señor, nosotros también le podemos decir con sencillez al Señor,

Señor tú lo sabes todo, tu sabes que te amo. Señor mi amor es sincero, mi amor es verdadero, pero tú lo sabes, mi amor no es pleno, todavía no te puedo amar plenamente, por eso Señor no te alejes de mí.

El Pedro orgulloso en la barca dijo: Señor aléjate de mí porque soy un pecador, pero hoy con el Pedro ya purificado con su propia caída le decimos Señor, no te alejes de mí porque soy un pecador y solo si vos me abrazas y me perdonas, solo si vos me transformas voy a poder ser más luz, voy a poder reflejar más, voy a poder ser una Iglesia que sea puente y no escándalo para los demás.

Iglesia santa, nosotros sus miembros necesitamos permanentemente de la purificación de Jesús, necesitamos pedir perdón y la gracia de una sincera conversión.

 

Hay muchas formas de peregrinar, unos lo hacen caminando, otro peregrinan ayudando, otro peregrinan organizando cosas, pero que cierto es el valor que tiene la enfermedad, el valor que tiene el límite cuando te sorprende. Cuando uno piensa que puede todo y de pronto hay que aceptar que uno es humano que Dios te pide que te cuides, que permanezcas en cama, por eso uno de los servicios que hace Radio María es esa conexión de oración, de sufrimiento, de evangelización que realizan muchos enfermos desde su enfermedad, desde su ofrecimiento diario de límite de la salud, siguen siendo un gran caudal de gracia. A todos ellos los invitamos a que acompañen con sus oraciones al Padre Javier.

El Cardenal Bergoglio dice: donde hay un enfermo estamos frente a un santuario de la presencia del Señor y vamos terminando con algo muy lindo que nos dice el Cardenal y es que tenemos que descubrir que la Iglesia es fecunda, muchas veces nos ponemos escépticos frente a la esperanza de fecundidad, como a su tiempo Sara se sonrió por lo bajo ante la promesa de un hijo, otras veces en cambio nos euforizamos y nos da ganas de cuantificar y planificar de tal modo esa fecundidad que re editamos el pecado de David cuando su vanidad lo llevó a censar a su pueblo.

La fecundidad del evangelio tiene otros caminos, es una conciencia de que el Señor no nos abandona y cumple su palabra de estar con nosotros hasta el fin del mundo. Es una fecundidad paradojal, es ser fecundo y a la vez no terminar de darse cuenta del hecho y esto sin ser inconsciente.

Recuerdo, dice el Cardenal Bergoglio aquella frase de Matías Crespi, un misionera de la Patagonia que ya viejito decía, se me ha pasado volando la vida, como dando a entender que le parecía no haber hecho nada por el Señor. Es la fecundidad del rocío que moja sin estrépito, es la fecundidad apoyada en una fe que pide constataciones pero que acepta que esas constataciones no sean definitivas.

Se trata de la constatación del paso del Señor que nos consuela, nos fortalece en la fe y nos deja nuestra misión de administradores para que nuestra fidelidad lo espere hasta que él vuelva.

 

La Iglesia es madre, engendra hijos con la fuerza del depósito de la fe, es la depositaria de la buena nueva que debe ser anunciada, la promesa de la nueva alianza en Cristo, las enseñanzas del Señor y de los apóstoles, la fuente de la gracia y de la benignidad divina, un camino de salvación.

Todo esto le ha sido confiado a la Iglesia como un tesoro que ella conserva pero como un depósito viviente y precioso, no para tenerlo escondido sino para comunicarlo, es decir para engendrar, para dar vida. Por eso cuando la Iglesia se repliega, cuando la Iglesia empieza a repetirse rutinariamente empieza a envejecer, ahí la Iglesia comienza a perder ese fervor misionero, y a ese Jesús que dijo vayan y anuncien con alegría el evangelio por todo el mundo lo empezamos a traicionar.

Por eso todos nos alegramos de recibir a María en nuestra casa, por eso somos un pueblo mariano, somos una Iglesia que se reconoce acompañado, abrazado y cuidado por la Madre.

Hoy que el Padre Javier comienza su viaje con destino final a África, nos animamos a pedir:

“Señor acompáñalos con tu bendición, Señor que ellos sean signos de esa Iglesia que comparte los talentos, Señor que con ellos podamos ir todos juntos” y la Iglesia sabe compartir los bienes y sabe compartir también los talentos.

 

Radio María comparte sus talentos y comparte los bienes. Que buenos poder ser socios en esta misión, de este momento de gracia que el Señor nos regala.

 

Que este octubre misionero nos encuentre a todos anunciando a Jesús, somos testigos que el Señor nos ama a todos, que somos pecadores pero que el Señor nos abraza y nos congrega.

 

Saludo a cada uno de los que están conectados en esta catequesis, que podamos ser un poquito más de luz, que podamos ser instrumentos, signos de salvación y nunca piedra de escándalo, que Dios los bendiga y nos encontramos Dios mediante el próximo lunes en el Despertar con María.