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Novena de Navidad 1º día: La Anunciación
martes, 13 de diciembre de 2011
https://radiomaria.org.ar/_audios/774.mp3
Con la Anunciación iniciamos una novena en la catequesis preparando la llegada de Jesús en esta Navidad. Como peregrinos nos encaminamos hacia la Navidad. Iniciamos nuestra novena con esta oración:
Oración
“Señor, ayúdanos a prepararnos a celebrar la Navidad como buenos hijos que saben de esperas. Y con la ayuda de tu madre haznos atender a ese amor que en nuestra persona va gestando, para darlo a luz en gestos concretos de caridad.
Amén”
Hoy queremos detenernos para meditar junto a la figura de María. Ella fue la primera en recibir la noticia del nacimiento del Salvador. Ella fue la primera en darle la bienvenida a la Palabra en su corazón e interrumpir sus planes por aceptar a Jesús. Escuchemos como ella recibió al Verbo de Dios:
“Al sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de galilea llamada Nazareth, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, El Señor está contigo”. María quedó muy conmovida al oír estas palabras y se preguntaba que significaría tal saludo, pero el ángel le dijo: “No temas María, porque has encontrado el favor de Dios, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo al que pondrás el nombre de Jesús, será grande, y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David. Gobernará para siempre al pueblo de Jacob y su reinado no tendrá fin. María dijo al ángel: ¿Cómo puede ser si yo no convivo con hombre? El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el niño será santo. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez y aunque no podía tener familia se encuentra ya en el sexto mes de embarazo. Para Dios nada es imposible: Dijo María: Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según has dicho. Después el ángel la dejó.”
L
ucas
1, 26-38
La palabra griega “haydée” con la que el ángel saluda a María, puede significar solo un saludo entre dos personas que se encuentran, pero si se recorre la versión de los 70 y nos detenemos particularmente sobre los textos bíblicos en el Antiguo Testamento podemos encontrar cuatro veces un modo de introducir un anuncio mesiánico en ésta línea donde un ángel es el que saluda. En Sofonías 3, 14-17, en Zacarías 9,9, en Joel 2, 21-27 y en Lamentaciones 4, 21-22. Estamos en presencia, si comparamos el texto mariano de la anunciación con estos cuatro textos del Antiguo Testamento en la versión de los 70, de un anuncio que no es un simple saludo sino que es una invitación a abrirse al misterio de la presencia de Dios que viene a salvar. Es un saludo que manifiesta y causa alegría. No solamente que invita a la alegría sino que genera alegría. Es un saludo creativo o regenerativo o transformante. Quisiera yo en esta mañana que el saludo del ángel a María, en comunión vos con María, te produzca aquello que produce un anuncio de estas características: Transformación. Recrea en vos la alegría. Transfórmate te dice el Señor en esta mañana y en este despertar con María en la catequesis. Es presencia de Dios que en el don de la alegría viene a salvarnos. Cuando uno compara el texto de la Anunciación con el anuncio que Zacarías recibe del nacimiento de su hijo, puede ver claramente las diferencias. La turbación de Zacarías no es la misma que la conmoción de María. La de ella proviene por la sorpresa que le causa el saludo: Pensaba que significaba este saludo. Mientras que en el caso de Zacarías la turbación es fruto del miedo, del temor que se apoderó de él. Por eso, el “no temas” del ángel a María va acompañado de una explicación del saludo anterior. Haz hallado gracia de parte del Señor. La alegría con la que Dios hoy quiere contagiar tu corazón disponiéndote a entrar en estos nueve días a prepararnos bien de cerca para la celebración navideña, quiere comunicarte este don de amor con el que Dios te contempla como la miró a María. Mirándola a ella el Señor también nos mira a nosotros e invitándonos a estar en comunión con ella. Alegrémonos con María porque hemos encontrado la gracia con la que Dios viene a nuestro encuentro a hacerse presente. Es Jesús quien viene a nacer en medio nuestro.
¿Dónde la vida tiene que recrearse? ¿Dónde hay que volver a nacer? ¿Dónde somos invitados a dejarnos transformar? En ese lugar queremos que se pronuncie el anuncio angélico mariano. Alégrate. La alegría de la que hablamos es fuerza de transformación. Veamos nuestro pesebre y el lugar donde Dios venga a poner su presencia y su luz. Su presencia recreadora y transformante. Hagamos una descripción de los lugares donde la vida no habita y donde la vida está llamada a ser transformada y pidámosle a Dios que sobre ese lugar venga su presencia capaz de hacer nuevas todas las cosas.
Consigna:
Buen día, hoy te invitamos a compartir qué lugares de tu corazón necesitan ser transformados por la presencia de Dios que transforma y hace nuevas todas las cosas.
El ángel se encarga de explicarle a María como es que va a acontecer este milagro en ella. El Espíritu Santo vendrá sobre ti. El “Alégrate María, el Señor está contigo”, este saludo lleno de gozo y de gracia con la que la llena de gracia se ha visto bendecida, tiene un ejecutor primero, capaz de hacer la obra que Dios tenía prometida desde siempre a Israel: El Espíritu Santo vendrá sobre ti. Y a la hora de pensar sobre el lugar donde Dios puede venir a hacer su obra en nosotros para que en esta navidad verdaderamente nos veamos transformados donde Dios quiera obrar transformación, es sin duda este el mismo protagonista que hace dos mil años, el Espíritu Santo. María no ignoraba que con frecuencia, en la historia de su pueblo, el Espíritu del Señor había venido sobre ciertos personajes elegidos por Dios para una misión especial y los había revestido de su fuerza. En Jueces 6,24 aparece eso. Se había apoderado de ellos, los había llenado de su presencia por un tiempo solamente cuando la misión era temporal o de continuo como la escritura lo decía de David, el antepasado del Mesías, y ahora oye que el Espíritu del Señor vendrá sobre ella. Dice así la Palabra: “El poder del altísimo te cubrirá con su sombra”. En este contexto, este poder no puede ser sino el mismo Espíritu Santo, es decir, el mismo Yahvé, que había reposado sobre el Tabernáculo, que había llenado la morada hasta el punto de impedir la entrada incluso de Moisés, quién había habitado el templo de Jerusalén cuando lo consagraba a Salomón, ahora viene por boca del ángel a decirnos que el va a habitar, ya no en un templo, ya no en un tabernáculo, sino en este nuevo lugar de encuentro entre Dios y el hombre, María. El tabernáculo de Moisés, el templo de Salomón, son el icono del encuentro entre Dios y el hombre. Ahora el hombre se va a encontrar con Dios en la humilde servidora de Nazareth, en María y por eso ella es la causa de nuestra alegría.
Comenzamos a recorrer este camino junto a María que nos conduce al encuentro que definitivamente se va a transformar en el puente entre Dios y nosotros. Dios viene a poner su morada en nosotros en el seno de María. Lo celebramos y nos gozamos que así sea, María, el lugar del encuentro entre Dios y el hombre. El “Alégrate, el Señor está contigo” que es una invitación a dejarse transformar por la presencia de Dios, es obra del Espíritu. La sombra va a cubrir a María con el poder de Dios para que habitada por él se haga carne en ella misma el misterio Divino.
Me detengo para invitarlos a todos a disponer el corazón para ser receptivos a la gracia de transformación con la que Dios nos quiera verdaderamente, también a nosotros, gozosos y alegres, fruto de la transformación de la vida en el Espíritu también en nosotros. “Que se haga en mí lo que has dicho”. Si nosotros pudiéramos entender que Dios verdaderamente acompaña nuestro ser padre, nuestro ser madre, acompaña nuestro ser hijo, educado, educadores, nuestro ser empresario, trabajador, ser cristiano en el mundo del deporte, de la ciencia, de la cultura, que acompaña nuestro ser presencia en el lugar de la vida de los amigos, de la comunidad de los vecinos, solamente si supiéramos en lo más profundo de nuestro corazón, y a esta certeza la tuviéramos asimilada, nos bastaría para caminar libres sabiendo que Dios va a hacer su obra y que es por gracia de compromiso y de fidelidad que Dios nos quiere gozosos y felices, y entonces como caminar sino en libertad, con la certeza de que, en prudencia y en discernimiento, viendo por donde andar y cómo, Dios va a obrar lo que quiere obrar, el gozo y la plenitud en nosotros, que es poner las cosas en su lugar y animarnos a dejarnos sorprender por él que es capaz de hacer nuevo todo, capaz de hacer nuevas todas las cosas. Es constatar, desde la reflexión de esta mañana, que verdaderamente debe haber una navidad en algunos lugares de nuestro ser y acontecer. Navidad en algunos lugares de la historia que pasó y en algunos lugares del presente vivido que puede tener que ver con lo social, económico, con el bienestar, la salud, lo vincular, con todos los ámbitos de la vida en el Espíritu, en lo psíquico, en tantas dimensiones de lo humano Dios está dispuesto y decidido a hacernos plenamente felices. Si pudiéramos tomar registros de algunos aspectos de la vida donde necesitamos de esa conciencia de la presencia comprometida de Dios, seguramente que en ese acto de conciencia de lo que Dios quiere obrar nos abrimos a la posibilidad de que él muestre una vez más que para él todo es posible.
El camino que Dios eligió para meterse en nuestra historia es el camino del anonadamiento hasta hacerse embrión humano. Mañana va a encontrar a Nazareth demasiado confortable para el y sus padres y va a hacer en un establo en Belén, la más pequeña de todas. Deberá escapar luego de sus enemigos hacia el Egipto en el exilio y así por el estilo hasta morir en la cruz. Y todo esto, decía Ignacio, nos invita a mirar y considerar lo que hace para que al cabo de tanto trabajo morir en cruz y todo por mí. Si nosotros pudiéramos detenernos así para meditar y contemplar el misterio de Dios que se anonada, se hace nada, para formar parte de la propia historia. Eso significa que se compromete en nuestras cosas más simples y sencillas desde el momento mismo en que te levantaste y hasta que te vas a dormir, transitando con vos el tiempo del trabajo, de la amistad, de la recreación, del descanso, de la comida, de los diálogos, de los encuentros humanos reconfortables y los difíciles, Dios va con vos. En estos días, conversando con un sacerdote amigo, sabio, le agradecía cuánto nos había acompañado en el camino de ser Radio María estos años y el me decía que en realidad todo era gracia de estado, no hay un don particular que me halla acompañado al respecto sino lo que Dios me dio y me confió y seguramente después que pase el tiempo en donde yo deje de prestar servicios, eso se irá también conmigo. Qué bueno esta conciencia de que Dios acompaña el tiempo en el aquí y ahora donde las encrucijadas del espacio y del tiempo confluyen en un momento puntual y determinado, hoy, en este trece de diciembre, martes, Dios, a esta hora, dice que está con nosotros. Es maravilloso. Y nos acompaña y nos da la gracia para ser plenos y felices en este mismo minuto que va transitando nuestra vida, esa conciencia interior es con la que Dios quiere que nos comprometamos en la fidelidad de el, el es fiel, el es verdaderamente siempre fiel, y por lo tanto nos da todo lo que nos hace falta para que en este día ser nosotros felices en el compromiso de amor con el que el nos mira como la miró a María: Has encontrado gracia delante de Dios, Dios te ha mirado, se ha detenido en vos. Deteniéndose en María, icono de la humanidad en perfección y plenitud, por obra de Cristo, Dios se detiene sobre toda la humanidad, y también sobre vos y sobre mí, sobre nosotros detiene Dios su mirada. Ignacio de Loyola, cuando nos invita a entrar en el camino de la oración contemplativa hace una indicación primera previa a todo ejercicio espiritual interior, hacer un paso antes de entrar en el misterio de la meditación y considerar como Dios me mira, amándome, claro. Detenerme frente a la mirada amorosa de Dios y allí, dejándome mirar, mirar a quién me mira. Detenerme en ese cruce de miradas para detenerme en ese cruce de miradas y descubrir cuánto Dios me ama, me quiere. A veces tan solo esto suele ser la oración, y no más que esto, y todo esto, con todo lo que ello tiene como mensaje que es capaz de transformar y cambiar el corazón. Descubrirnos y sabernos amados profundamente por Dios.
Padre Javier Soteras
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