Novena de Navidad 2º día: La visita de Maria a Isabel

lunes, 26 de diciembre de 2011
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“¿Quién soy yo para que la Madre del Señor venga a visitarme?”Lc 1, 43

 

Primer rasgo distintivo: María “Madre del Señor”

Es la pregunta que le hace Santa Isabel a María: “¿Quién soy yo para que la Madre del Señor venga a visitarme?” En este versículo hay dos rasgos distintivos que revelan interés mariológico: el primero es la aplicación a María del título “Madre del Señor”. Este título era concedido a quien se denominaba la Reina Madre, es decir, el personaje de mayor influencia en el reino después del monarca. En una sociedad donde se practicaba la poligamia, ninguna de las esposas reales podía tener la seguridad de una posición privilegiada hasta no haber conseguido colocar a su hijo en el trono real. Como lo hizo por ejemplo Betsabé, la madre de Salomón. Ésta es la Reina Madre, la que ocupaba el sitio más privilegiado después del soberano. Desde esta perspectiva cultural, cuando a María se la llama la “Madre del Señor”, se está suponiendo que de todas las personas del sexo femenino que tienen vínculo esponsal, hay una de ellas que ocupa un lugar de privilegio, y es justamente la madre del rey. La esposa de Dios, madre del Rey, es María.

Hay una escena, en 1Reyes, que ilustra gráficamente el poder de la Reina Madre en la época de la monarquía: es cuando Betsabé, la madre del rey Salomón, le pide a su hijo un favor.

“Betsabé fue a presentarse al rey Salomón para hablarle de Adonías. El rey se levantó, fue a su encuentro y le hizo una inclinación. Luego se sentó en su trono, mandó poner un trono para la madre del rey, y ella se sentó a su derecha. Entonces ella dijo: «Tengo que hacerte un pequeño pedido; no me lo niegues». El rey respondió: «Pide, madre mía, porque no te lo voy a negar». Ella le dijo: «Que se dé a Abisag, la sunamita, como esposa a tu hermano Adonías».1 R 2, 19-21

Además del contexto de poligamia, donde el rey tenía su haren, está este otro contexto bíblico, donde la Reina Madre hace una petición que no le va a ser negada.

Cuando Isabel dice, respecto de María, la Madre del Señor, está implicando esta prerrogativa: la Madre del Señor es la que está puesta al lado del rey y a quien el rey nada le niega.

¿Qué sentís que tenés que pedirle a la Madre del Señor? Tenemos que pedirle lo que más necesitamos y será el regalo que Dios Padre, en Cristo, no nos va a negar. Es un regalo de valores, de trabajo, de familia, de salud, de transformación, de sanación de nuestras heridas más profundas… pedir que desarrolle aún más nuestra capacidad de servicio apostólico. ¿Qué quisieras pedirle a la Madre del Señor? A Ella, el Rey nada le niega.

Con la expresión de Isabel, Madre del Señor, Lucas está testificando la fuerte devoción que por el año 80 d.C., que es cuando aparecen redactados los Evangelios, tiene la comunidad cristiana por María, la Madre de Jesús. Es la Madre del Señor, con todo lo que ello implica: honrada con un lugar de privilegio y con una fuerza de intercesión propia de quien ocupa ese lugar. La más poderosa en su intercesión ante Jesús para el pueblo cristiano, podríamos decir. La estrecha relación que percibió la Iglesia Apóstolica entre la divina maternidad de María y esa condición de señorío suyo. Los Hechos de los Apóstoles, texto también de Lucas, nos dan otra evidencia de que ésta es la razón primera de veneración de la primitiva Iglesia por María. Después de dar la lista del colegio apostólico, Lucas menciona a María, la madre de Jesús: “ Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” Hch 1, 13-14

En ese lugar de intercesión hay que ubicarla a María. La Madre del Señor es la que intercede. No tendría el poder que tiene la oración de aquél cenáculo pentecostal si no estuviera allí la Madre del Señor.

En el cuarto Evangelio, Nuestra Señora es mencionada dos veces con el título de Madre del Señor: en Caná de Galilea y en el Calvario.

En el Apocalipsis tenemos aquel cuadro conformado por una serie de imágenes simbólicas en que la Madre del Mesías aparece como Mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza, habiendo vencido ya definitivamente a la bestia.

Es la realeza y el señorío, esta condición de intercesión y de grandeza en la humildad, que Isabel reconoce en María y que nosotros, bajo este título, queremos profundizar y contemplar.

 

Segundo rasgo distintivo: María “Madre del Señor”

El segundo rasgo distintivo que revela interés mariológico en el versículo arriba citado es la expresión última de la pregunta: “venga a visitarme”.

¿Qué está diciendo el texto? Lucas tiene la intención de presentar a Nuestra Señora como la nueva arca de la Alianza. Recordamos aquel pasaje (2 S 6, 1-11) que describe la entrada del arca en la ciudad de David, en Jerusalén. En ese momento David se llena de temor religioso y grita ¿quién soy yo para que el arca del Señor venga a mí? Nótese la sintonía de esta expresión, más el baile y el canto de David con el canto de María del Magnificat y seguramente la fiesta que hubo en derredor.

Casi no caben dudas de que Lucas, al describir el encuentro entre María e Isabel, tenía en su corazón el pasaje del libro de Samuel. Esto es confirmado en la narración de la Anunciación. Allí María es informada de que la concepción de su Hijo se hará por obra del Espíritu Santo, “el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”, Lc 1,35.

El término usado aquí es el empleado en la versión griega del Antiguo Testamento, para denotar la venida de la presencia de Dios a la tienda de la reunión donde está el arca de la Alianza. Dice el Libro del Éxodo (40,34-35): “Entonces la nube cubrió la Carpa del Encuentro y la gloria del Señor llenó la Morada. Moisés no podía entrar en la Carpa del Encuentro, porque la nube se había instalado sobre ella y la gloria del Señor llenaba la Morada”. En la tienda está el arca. La gloria del Señor estaba allí, entronizada sobre el arca de la Alianza.

Por eso María es la Madre del Señor y el Arca de la Alianza. La alusión literaria de Lucas a este pasaje del Antiguo Testamento casi no deja lugar a dudas de su intención de poner en contacto a María con este nuevo lugar donde está presente la Nueva Alianza. María es la nueva Arca de la Nueva Alianza.

Todo el acontecimiento de la Visitación concluye con ese canto-baile de María en el Magnificat. Dentro de esta expresión, el cántico introduce, primero, una acción de gracias personal de María hecha sobre la base de la fórmula del Antiguo Testamento aplicada a Israel. Recuerda a Deuteronomio 26, 7-8: 7 “Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. El vio nuestra miseria. nuestro cansancio y nuestra opresión y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios.”

El Magnificat es como la asimilación entre Israel y María, tal como trata de hacerlo el evangelista. Además el cántico es una exclamación a Dios por los pobres, que son esa porción privilegiada del pueblo mesiánico, cuyo portavoz en este caso es María.

 

Padre Javier Soteras