Obediencia buscando el querer de Dios

lunes, 17 de marzo de 2008
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 Les decía a los judíos que habían creído en El: si ustedes permanecen fieles a mi Palabra serán verdaderamente mis discípulos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres. Ellos respondieron: somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie ¿Cómo puedes decir entonces ustedes serán libres? Jesús le respondió: les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no permanece para siempre en la casa. El hijo en cambio permanece para siempre. Por eso si el hijo los libera a ustedes serán realmente libres. Yo se que ustedes son descendientes de Abraham pero tratan de matarme porque mi Palabra no penetra en ustedes. Yo digo lo que he visto junto al Padre y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre. Ellos le replicaron: nuestro padre es Abraham y Jesús les dijo: si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como el pero ahora quieren matarme a mi, al hombre que les dice la verdad que han oído de Dios. Abraham no hizo eso pero ustedes obran como su padre. Ellos le dijeron: nosotros no hemos nacido de la prostitución. Tenemos un solo Padre que es Dios. Jesús prosiguió: si Dios fuera su Padre ustedes me amarían porque yo he salido de Dios y vengo de El. No he venido por mi mismo sino que El me envió.

                                                                                         San Juan 8,31-42

 

 

 

 

Jesús se propone como camino que lleva a la liberación y que comunica vida. Si permanecen en mi Palabra dice el Señor serán mis discípulos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres. La propuesta de Jesús es clara: permanecer en Jesús es estar en comunión de vida con El, vivir según su voluntad amorosa, es decir: obedecer. En torno al tema de la obediencia como camino de permanencia en la Palabra de Jesús para tener vida, para encontrar el camino y ser liberados vamos a concentrar nuestra catequesis de hoy. Obedecer que no es sumisión a un mandato cualquiera caprichoso, voluntarista, dictatorial, enjuiciador. Obediencia es actitud de reconocimiento del amor de Dios que nos conduce, nos guía, nos atrae y que vale la pena abandonarse a ésta presencia amorosa de Dios para configurar toda nuestra vida según ese querer, según esa voluntad que no se impone, que se propone y amorosamente atrae. Obedecer es dejarse llevar por el Espíritu Santo que vive en nosotros y nos revela, nos muestra el querer del Padre en la persona y en la Palabra de Jesús. Esto ¿Cómo lo hacemos? A través de la actitud de escucha atenta de la Palabra. La Palabra es Jesús. De vínculo renovado con su persona. Por la Gracia del discernimiento que Dios regala al corazón del bautizado y quiere configurar su vida a la voluntad del Padre nosotros vamos aprendiendo a dejarnos conducir por la Palabra en el Espíritu Santo según las mociones y la mirada que Dios va proyectando sobre nuestra vida para que con sencillez en las cosas de todos los días aprendamos a vivir según el querer de Dios aquí y ahora con la plena conciencia de que el ayer pasó, el mañana no está en nuestras manos y solo el hoy, el presente de Dios que actúa en medio nuestro es el que nos permite de verdad ser plenamente felices. De allí la Palabra de Jesús: no se preocupen porque van a comer, que van a beber, con que se van a vestir. A cada día le basta con lo suyo. Hoy es el día. Ayer pasó y es bueno que sepamos como pasó ayer para que el hoy lo podamos vivir en relación al paso del ayer pero libres también de lo que pasó aprendiendo de lo que ocurrió. Que ayer puede ser ayer martes o ayer hace cincuenta años y al mismo tiempo en esa libertad interior y sabiduría que da el paso del tiempo saber nosotros vivir el aquí y el ahora con mucha esperanza en el mañana que vendrá. Mientras tanto todo nuestro corazón en actitud obediente guiados por el Espíritu Santo que vive en nosotros. Para eso la Gracia del desarrollo del don discernir interior, de las mociones que el Señor y las inspiraciones que Dios va poniendo en nuestro corazón cuando nos abrimos al encuentro con El en la Palabra y oramos junto a María en torno a la Palabra de Dios. Ahí Dios va mostrando todo un camino donde somos invitados desde la Gracia bautismal que pone en nosotros el don del Espíritu a la obediencia. La obediencia como Gracia de poder permanecer en Jesús y desde allí animarnos a vivir en verdadera libertad interior. Ahí como lo muestra el Señor rompemos con las ataduras de la esclavitud que el pecado ha ido poniendo en nosotros. En el capítulo 5 de la Carta de San Pablo a los cristianos de Roma Jesús aparece como el primero de la estirpe de los obedientes contrapuesto a la figura de Adán como el primero de los desobedientes. En Romanos 5,12 dice así: como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte así la muerte alcanzó a todos los hombres por cuanto todos pecaron en Adán y más adelante en el verso 18 el delito de uno solo atrajo sobre todos la condenación, la obra de justicia de uno solo Cristo, la justificación que da vida. Nuestra génesis original es en torno a la figura de Adán está marcada por la inclinación a desobedecer. Es la herida que ha dejado en nosotros el pecado original. Hemos recibido ésta herencia. Sin embargo hay una acción de Dios. Allí donde abundó el pecado, sobreabunda la Gracia que se nos ofrece en la persona de Cristo para que nosotros vivamos ahora en clave de obediencia. Que no es otra cosa que vivir en el Espíritu Santo que nos guía, nos conduce en la persona de Jesús a vivir según el querer del Padre que tiene un proyecto de vida para nosotros y que todo lo que ha ocurrido hasta aquí en nuestra historia cualquiera haya sido la ventura o la desventura de nuestro camino está bajo la mirada de Dios contemplado y aún allí donde haya habido situaciones de mucho dolor, de mucho sufrimiento por los yerros y por las equivocaciones tuyas o de otros que acompañaron tu vida. Allí donde abundó ésta situación de haber pifiado en el camino ahí sobreabunda la Gracia de Dios. Nada se le escapa al Padre. Es tiempo de volver a la persona de Jesús por la oración simple, sencilla, confiada en cualquier momento sabiendo que es el Espíritu Santo, como dice Pablo, el que reza en nuestro interior y el que nos pone las palabras justas para conversar desde el corazón con Jesús y así desde El ir encontrando el camino que se abre delante de nosotros en un tiempo de mucha confusión, de mucha búsqueda, en un tiempo muy duro, muy difícil pero hermosamente desafiante Dios nos invita a volver por el camino de la obediencia dejándonos llevar dócilmente por el Espíritu Santo en la persona de Jesús

Es la Gracia y el don del Bautismo donde nosotros recibimos éste don de la obediencia en la fe a la guía del Espíritu Santo que va configurando toda nuestra persona según el ser de Jesús. Ustedes que eran esclavos por el pecado dice la Palabra. Han obedecido de corazón a aquel que modeló doctrina, al que fueron entregados y liberados del pecado y se han hechos esclavos de la justicia. En el Bautismo ha tenido lugar un cambio de señorío a quien servir. Pasamos de Adán a Cristo. Pasamos del pecado a la Gracia, pasamos de las tinieblas a la luz. El tiempo de Cuaresma que nos va conduciendo a la celebración pascual es propicio para la práctica penitencial en la oración, en la caridad, en el ayuno y nos vamos disponiendo interiormente para renovar la Gracia bautismal. De hecho en el sábado de gloria, el sábado santo, el paso de las tinieblas a la luz, del pecado a la Gracia, de la muerte a la vida se festeja, se celebra con la renovación de las promesas bautismales donde expresamos nuestra renuncia al pecado bajo todas las formas en que aparece y aquel que está detrás de toda acción pecaminosa, el maligno, y nos adherimos en el creer en Cristo. Dice Raniero Cantalamesa: el Bautismo es el momento en que cada hombre se conecta con el misterio de Gracia que procede de la Pascua y dentro de el se enciende la vida nueva. Es por la Gracia bautismal donde nosotros vamos participando de éste don de obediencia, de ésta maravilla de poder configurar todo nuestro ser en la persona de Jesús y es el Espíritu Santo el que va actuando todo esto en nosotros. Por eso nos consagramos al principio de nuestro encuentro a su presencia y decíamos yo me abandono sin reservas a tus divinas operaciones y quiero ser siempre dócil a tu inspiración. Espíritu Santo fórmame con María y en María según el modelo de Jesús, al modo de Jesús hasta como dice el mismo Apóstol nosotros lleguemos a tener los mismos sentimientos de Cristo. Que nuestro sentir sea el sentir de Jesús en nosotros, que nuestro pensar sea el pensar de Jesús en nosotros, que nuestro hablar sea el hablar de Jesús en nosotros, que nuestro comprometernos sea el comprometerse de Jesús con la historia que nos toca transformar en éste tiempo, que nuestra capacidad de perdonar sea el perdón de Jesús que ganó nuestro corazón. Que nuestra posibilidades de crecer sea el crecimiento de la vida de la Gracia en nuestro corazón. En El vivimos, en El nos movemos, en El existimos. Todo en Dios. Nada lejos de Dios Esta es la consigna del encuentro nuestro de hoy. Dejarnos llevar por la Gracia del Espíritu Santo, inundados por su presencia y en actitud de discernimiento descubrir en el aquí y el ahora ¿ que quiere Dios de mi? Y confiarnos aunque racionalmente descubramos aquello que Dios nos está pidiendo no corresponde a lo que nosotros entendemos obedezcamos si el discernimiento está bien hecho en la oscuridad de la fe Dios nos conduce a lugares mejores de los que podemos ir solo guiados por nuestra sola inteligencia, fuerza, intuición. Dios cuando pide algo en un momento determinado Dios la Gracia la da para aquello que está pidiendo por eso con mucha inteligencia San Agustín para poder vivir la obediencia decía: pídeme lo que quieras pero dame lo que me pides porque por mi sola suerte, por mi sola naturaleza, por mi sola disposición natural es imposible que yo me haga aquello que me estás pidiendo si no me das lo que me estás pidiendo, una cosa así sería. Dame lo que me estás pidiendo y pídeme lo que quieras o pídeme lo que quieras y dame aquello que me estás pidiendo. Es decir abrir de tal manera el corazón a Dios y a su querer y voluntad que sepamos que abandonados en El nada malo nos puede pasar. Todo lo bueno va a empezar a ocurrir aun cuando nos toque pasar por oscuras quebradas como dice el Salmo 22: aunque vaya por oscuras quebradas nada temeré porque, hay un solo motivo que me permite no temer, tu vas conmigo. La Gracia de la obediencia y la vivencia interior de la obediencia. La obediencia no como cumplimiento de una norma, de una ley, de una pauta, de algo mandado con estrictez  sino la obediencia como familiaridad en el vínculo con Dios que nos hace ir por caminos increíbles. Es siempre una gran posibilidad de sorprendernos. Y la obediencia que fácil de caer bajo el yugo éste sentido es un camino de libertad. Es lo que dice Jesús: si ustedes permanecen en mi Palabra, ustedes serán libres. La obediencia libera, no esclaviza. Frente a una cultura de la libertad con mayúsculas subrayada con colores puesta en el centro como un absoluto decir que la obediencia genera libertad es casi un contrasentido. Pero pensemos en la libertad como hoy está propuesta si verdaderamente libera o no es un modo rápido simple. En el Bautismo hemos aceptado el señorío de Cristo y esto por el camino de la obediencia. Nosotros cuando fuimos bautizados fuimos injertados en Jesús solo que en injerto que hace el contacto entre la savia nueva y la vieja en nosotros y que va haciendo que nuestro ser sea en Cristo un ser nuevo no acontece como en la planta sino por el ejercicio de la libertad y la opción y esa opción no es cualquier opción sino a la propuesta del proyecto de Dios en nuestra vida. Como se aprende ésta propuesta. Por el camino de la oración, por el camino del discernimiento, por la vivencia de la vida sacramental donde somos alimentados en la vida fraterna y en la vida común, por vivir en el estado de vida en el que Dios nos llamó a vivir siendo fieles a ese estado de vida, por nuestro compromiso, por la transformación del mundo en el que vivimos donde Dios nos invita a ser sal, fermento en la masa. Esta Gracia crece de obediencia por la opción libre nuestra de compromiso y de transformación de la realidad desde la persona de Jesús que nos habita interiormente por la fuerza del Espíritu Santo que en la Gracia bautismal hemos recibido y va configurando el rostro de Cristo en nosotros. La obediencia en clave de señorío de Jesús no es sumisión sino crecimiento en la semejanza. Cuando nosotros somos obedientes en clave cristiana no es que nos hacemos sumisos a cualquier cosa que ocurre “es voluntad de Dios” sino que la obediencia es en todo caso frente a todo lo que ocurre saber hacer aparecer por la Gracia del Espíritu y por nuestra opción libre la persona de Jesús en nuestra vida que le da sentido a todo lo que acontece, que le da razón de ser a todo lo que ocurre. Es saber dejar aparecer en nosotros el sentir de Jesús, el corazón de Jesús por la obra del Espíritu Santo que tiene una mirada y una respuesta frente a lo que acontece y lo va transformando, lo va Cristificando, lo va haciendo suyo, lo va haciendo su pertenencia y en éste sentido nosotros completamos la obra de Cristo en medio del mundo y hacemos que otros puedan como engancharse en esa corriente de Gracia y puedan como subirse al vagón del tren de la vida de Dios que pasa y nos conduce hasta la estación de la felicidad con la que Dios quiere que vivamos guiados por Jesús. La Gracia de la obediencia es un don que Dios regala al corazón que está íntimamente vinculado a poder vivir en el amor de Dios. Solamente es verdaderamente obediente en Cristo el que se deja conducir por el amor de Dios y éste amor de Dios es el Espíritu Santo que se ha derramado en nuestros corazones. El Espíritu Santo es el amor del Padre y del hijo y en la medida en que nosotros vivimos en el Espíritu Santo nos capacitamos para vivir en clave de obediencia amorosa al proyecto de Dios en nuestra vida. Pidamos la Gracia de ser obedientes, que no es de ser sumisos. Que no es decir de cualquier forma, todo es voluntad de Dios. Nada de lo que acontece está lejos de la mirada de Dios solo que el modo de cómo nos vinculamos a lo que acontece puede tener un sentido u otro según los cristianos nos vinculemos a Cristo o lo vivamos como una calamidad o como una fortuna, o como, mirá lo que vino a pasar ahora. Cuando vivimos en Cristo tiene una mirada distinta la cosa sea lo que sea lo que pase, sea un golpe de fortuna o sea que pasamos por un momento difícil y complicado. En Dios tiene todo un sentido nuevo por Cristo que nos va regalando su sentir en lo más profundo de la vida y esto es obra del Espíritu Santo en nosotros.

                                                                                                                                                                      Padre Javier Soteras